miércoles, 17 de abril de 2019

CAYETANA Y EL SILENCIO








Cayetana, cuello esbelto, noble garza, musa pétrea y esfinge regia. 


Cayetana, dama dama de alta cuna de baja cama, pescuezo infinito de la una, grande y libre España.


Cayetana sueña, detrito inconfesable, anhelo orgiástico, dentro de un océano de abrasadora masculinidad, de hombría con aroma a Varon Dandy y after shave. 


Cayetana, fiera inquieta, busca a Jacq’s, a ese hombre que la mira y la desnuda.


Cayetana quieta y callada que está como ausente,  lienzo insondable, veneno en la piel, dibuja corazones y flechas en su cuaderno de niña rebelde en la “uni”… y espera la llegada del hombre. Ese hombre que vendrá como si pisase la Luna, pequeño paso y gran empresa.



Y él llegará y le dirá: “Cayetana, cigüeña preñada de emociones, veo en ti el deseo y el ardor. Cayetana, niña mía, nada digas, pues todo lo dice tu mirada” Y Cayetana, silencio cómplice, mirada furtiva, aguardará que él la coja de la mano, acaricie su pelo, y bailen la eterna danza prohibida, inaccesible para el vulgar vulgo de progresía y feminazismo. 



Cayetana, yegua salvaje que necesita ser domada. No digas nada, Cayetana, no digas nada. Tu silencio escupe versos de fuego por ti.