Observo, con una mezcla entre empatía y orgullo de clase, que
ante las numerosas reacciones y comentarios que está suscitando el nuevo disco
del trío cada vez menos cretino de Estepona, los fans comienzan advirtiendo con
el habitual “yo es que no puedo ser objetivo con Airbag...” dejando claro el
punto de vista de fan ante una banda que si puede presumir de muchas cosas
entre ellas está el de poseer una legión de seguidores cuya devoción por la
música de los malagueños va más allá de la cordura y la razón (créanme, sé de
lo que hablo), pero también implícitamente expresando el miedo ante una nueva
obra de su banda favorita y la posibilidad de la decepción, con lo que de
manera igualmente implícita se asume la responsabilidad de un grupo que se ha
empeñado en ponerse el listón cada vez más alto disco tras disco. Poco importa
entonces la larga espera entre obra y obra (cuatro años en este caso desde
“Gotham te necesita”), se comprende (y esto lo dice quien hizo el pre-order en
cuanto Sonido Muchacho lo hizo oficial y fue tachando días tras día del
calendario hasta el 15 de Febrero cual preso recluído en una celda contando las
jornadas hasta su liberación), que se tomen el tiempo que haga falta, porque
como acertádamente afirma Joaquín Niki en la hoja promocional, los albumes de
Airbag son bombas de racimo que antes de impactar con la superficie ya han
soltado diez o doce bombas más. Nos hemos acostumbrado en los últimos tiempos a
que la devastación emocional que supone la música del trío malagueño no sea
inmediata pero sus efectos perduren el tiempo necesario hasta que nos regalen
otra colección de canciones con las que seguir escribiendo la banda sonora de
nuestras vidas.
No descubrimos nada reconociendo que uno de los puntos
fuertes, o quizás el mayor punto fuerte que les otorgó estatus diferencial
frente al puñado de bandas de punk rock españolas nacidas en los 90 son las
letras. Una diferencia sobre el resto que hace que muchas bandas se devanen los
sesos intentando imitar esa fórmula que permite con dos frases llegar al centro
del corazón del oyente. Desengáñense. No hay ningún truco, esto se tiene o no
se tiene, y por alguna extraña razón Airbag lo tienen. Pero resulta injusto
considerar a Airbag una banda sólo de letras. La injusticia que se produce
cuando alguien es tan increíblemente bueno en algo que eclipsa lo no tan
increíblemente bueno en lo otro. Esa calidad en una determinada faceta acaba
convirtiéndose en estigma, como ese jugador de baloncesto que mete 50 puntos en
un partido y tiene que escuchar que en defensa no ha sido tan bueno. Sólo a los
mejores se les ponen pegas, y considerar a Airbag como un grupo que no aporta más
que pericia literaria es obviar que sus letras cobran vida y valor gracias a su
música. El hombre escoge distintos caminos para vomitar lo que lleva dentro y
desnudar su alma: cine, música, literatura... cada campo tiene su lenguaje, y
la música pop no puede entenderse sin el matrimonio entre letra y melodía.
Airbag, por tanto, no es un grupo de buenas letras... es un grupo de buenas
canciones.
En mi caso particular he tardado varios días y varias
escuchas en reconocer que estoy ante una obra absolutamente mayestática e
imprescindible en mi (no sé si todavía a mi edad) educación sentimental. Y es
que los años han pasado para todos, para una generación de peterpanes que hemos
encontrado en Airbag a los cronistas de nuestras vidas. Marta, Elena, y el resto
de chicas normales han crecido y ahora viven con Mar saliendo dos veces al mes
y volviendo a casa por Navidad o algún puente, como cantan en la realista “La
fuga de Logan”, agrio mensaje envuelto en celofán pop y otro título que da en
la diana. No es el único. “Eleven & Mike” y “Phantasma” juegan de nuevo con
la querencia por el universo fantástico para hablar de sus temas favoritos
desde títulos que a priori nada tienen que ver, aunque no me digan que no es
una pasada cantar eso de “en trece años no había visto a nadie tan especial en
todo nuestro Hawkins”, aunque uno esté pensando en una vieja amistad de
Buitrago de Lozoya. “Phantasma” es caso aparte, una de esas canciones que no
entran a la primera pero en cuanto lo hacen no te sueltan nunca. Imposible no
sentirse dentro del tema, de esta oda al amor perdido que estalla en uno de los
mejores estribillos de su carrera, un chute energético capaz de remitir al
“Radio” de Teenage Fanclub. Y es que siguen estando especialmente atinados en
su mirada sobre las relaciones humanas, y más en concreto las relaciones de
pareja. Relaciones de pareja por encima de un término tan abstracto como el
amor, pero de cuya búsqueda inevitablemente participamos todos. Una búsqueda
que lleva a imaginar como será la vida de ese objeto del deseo que apenas surge
ante tus ojos unos minutos pero te obsesiona de tal modo que acabas
desarrollando la película de su vida, como le sucede al protagonista de “El
puente de los alemanes”, tema que cierra el album de una manera tan desgarradora
que definitivamente alguien debe venir a recoger los pedazos de tu corazón una
vez que la aguja ha llegado al final y el plato ha dejado de girar. ¿Quien no
ha vivido historias de estaciones de autobuses, de esperas en el anden los
viernes y despedidas los domingos, hasta que “alguien la descubre en la gran
ciudad”? Demoledor. Todo dentro de una especie de balada acerada en la que
Adolfo hasta se marca un paseo por el mástil de la guitarra como si clavara un
cuchillo (tranquilos, apenas dura unos segundos) Pero hasta llegar a este final
el paseo ha sido la habitual montaña rusa sentimental de Airbag, prosiguiendo
con la “denuncia social” de “El centro del mundo” o la arriesgada “Cita en
Honolulú”, de título emparentado con la sublime “Cita en Hawaii” de La Mode, y
que acertádamente se aleja de su aspecto de amable tonada surf con un
estribillo abrupto y arriesgado. En “Koi No Yokan” y “Metal” se alejan de los
típicos cortes estilo Airbag para tejer unas melodías de inspiración más
sixties, acertando en el primer caso con un estribillo luminoso que levanta la
canción, al revés que en “Metal”, mostrándose más inspirados en las primeras
estrofas (ojo a la travesura de Adolfo con la guitarra), y volviendo a dar en
el clavo en el tema del que ya son Honoris Causa: “lo primero que me gustó, fue
lo mismo que poco después me mató... no lo vi venir...”, desolador. Y por otro
lado una muestra más del escapismo de unos Airbag inarbacables a los que cada
vez es más difícil de etiquetar. Si a “Metal” le metiésemos una sección de
vientos podría pasar por una bisnieta de “I've been hurt” de Bill Deal &
The Rhondels. “Memoriax 500” parece un
tema sacado de “Alto Disco”, aquel album que
posiblemente significó el mayor punto de inflexión en su carrera como
autores de canciones. “Linda Cuy” desconcierta (Felipe Correa, nombre propio
del actual power pop nacional la emparenta con “Gran Caimán” del “Gotham...”),
a priori parece el momento menos afortunado del disco (aunque con Airbag y el
efecto que producen sus canciones con el paso del tiempo nunca se sabe), pero
deja detalles como esa imagen del “bañador que llevas todos los días está hecho
polvo y perdiendo color”, concisa metáfora del constante paso del verano en el
que quieren instalarse unos Airbag que no por ello carecen de la amargura
necesaria para diseccionar todo lo que les rodea, y además qué agradecidos
suena esos arreglos de sintetizador nuevaoleros que harían las delicias de Ric
Ocasek. “R Tape loading error” es un generoso soplo de brisa fresca plagado de
inflexiones melódicas, surferas y vocales que los malagueños manejan con
facilidad pasmosa, justo antes de dejarte KO con ese “Puente de los alemanes”
ya citado.
El tiempo acabará poniendo en su lugar este nuevo disco
dentro de una discografía que ya es rotunda, mucho más en calidad que en
cantidad. Quizás no sea su mejor LP, desde luego no es el peor (o el menos
bueno), pero si tengo claro que es el disco de Airbag más desgarrador, el que
más duele, el más agrio y amargo. Tan desolador como ese cementerio al que
aluden en título y portada, con un acertado juego de palabras que tan bien
encaja en una obra tan dura como esta, y es que si el siempre difuso movimiento
“indie” español en los 90 estaba plagado de chavales de pelo largo y camisetas
a cuadros que hacían sonar sus guitarras con un ruido de mil demonios queriendo
emular al mismísimo John Cale, 20 años después se ha convertido en una caterva
de señores barbudos con americanas raídas empeñados en cantar con el registro
vocal de Victor Manuel. “Cementerio Indie” es en muchos aspectos la obra más
aterradora de Airbag. Y es que estos fanáticos del cine de terror conocen bien
que precisamente no hay nada más terrorífico que llegar a casa y encontrarte su
armario vacío...