En un rincón lánguido, estrangulado
por una tenue luz sobrevive el poeta, orgasmo hiriente macerado de
maldad, esquina imposible de azar inconcluso.
Derrocharon tanto amor sobre la arena,
en las playas, que el hombre que imaginó la poesía como anfetamina
es un guiñapo, una parodia de sí mismo, un esperpento de ironías y
resacas salvajes al amanecer sobre las nalgas de los dioses y el
escupitajo de la Luna mancillando la risa de la carcoma y el azafrán
bendito en el que se columpia la bendición apostólica de los
pigmeos orangutanes y la madreselva hecha trizas en papeletas de
votos para las próximas elecciones municipales.
Rincón lánguido, rincón de
miseria... atrapados el poeta y los pezones sentimentales en un mundo
que no es si no suspiro y pegada aristotélica, pesadumbre
matemática, consejo de hazmerreíres, aquelarre de la cosmética.
Vahído tóxico y sentencia de
blasfemia. El surrealismo bajando por un tobogán. Incontinencia
verbal del alma y jolgorio de parásitos. Charlatanería sódica.
Hay que pintar las paredes de cristal
ahumado y metamorfosis, de metástasis y rendición.
Brindemos por un nuevo fascismo de las
palabras... ya nada puede ir a peor, irresistiblemente asesinados por
el calendario.
Diáspora de mis pestañas quebradizas,
Aleluya y Amén.
A veces la hilera de los sentimientos,
pensamientos de guijarro y piedra pómez, es peor que presentarse
ante un pelotón de fusilamiento, el cual sería fácil de sobornar
con unos cuantos juegos de palabras y unos gramos de mocos de oro
extraídos por los pelos de mi nariz.
Diáspora de los pelotillas de mi culo,
Incongruencia y Semen.
Espanto para todos los presentes,
felicidad en rebanadas táctiles, juventud indómita y Perseo en
taparrabos.
Feliz año de la garrapata
septentrional parlanchina.
Nos vemos en el próximo tebeo o juicio
contras las buenas costumbres y los fabricantes de sales de frutas.
La fruta que los parió.
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