viernes, 23 de octubre de 2020
¡CONTIGO NO, FACHA!
Seguro que en alguna ocasión han escuchado eso de “¡contigo no, bicho!”, que viene de una de esas cosas que se viralizó en internet (y que como me suele pasar, yo nunca le encontré la gracia), expresión que viene a decir que por muy desesperada que pueda estar una persona por mantener una relación sexual no está dispuesta a hacerlo con cualquiera. Algo así le ha pasado a Santiago Abascal en la moción de censura contra el gobierno presentada en el congreso esta semana. Por muchas razones que haya para reprobar el gobierno de Sánchez, por muchas ganas que tengan algunos de tumbar la coalición PSOE-Unidas Podemos, a Abascal le han venido a espetar en toda la cara un “¡contigo no, facha!”.
Más allá de la parodia y de la caricatura del rancio y apolillado franquista añorante del nazional-catolicismo impuesto de manera dictatorial durante casi cuatro décadas en nuestro país (décadas de dictadura en las que a juicio de Abascal España vivía con un mejor gobierno que bajo este actual democráticamente elegido en las urnas y aprobado en el Congreso), parodia que le viene bien al personaje para seguir alimentando su victimismo y su falsa estampa de rebeldía e incorreción política, lo cierto es que bajo el discurso de VOX se esconde, desde su fundación, un perverso retorno al pasado de políticas represivas, especialmente con los más desfavorecidos, y desigualdades tanto económicas como de libertad. Ya que de lo que se trata es de convencer, y no vencer, vamos a intentar desentrañar una vez más porque por mucho que se intente negar, el ideario de VOX es esencialmente xenófobo, machista, y por supuesto nac(z)ionalista y excluyente, defensor y representante de una única manera de entender España donde no cabe quien se salga de ese citado ideario. Todo sintetizado en un espectro fantasmal, lo que en retórica sería un enorme hombre de paja, basado en la idea de una inexistente “dictadura progre”, o yendo más allá, “consenso progre”, no en vano el reciente “think tank” de VOX recurre al atrayente nombre de “Disenso” que a buen seguro atraerá a un buen número de cabezas huecas incapaces de reconocer que si la sociedad ha avanzado como tal ha sido precisamente gracias al consenso. El consenso, según nuestra Real Academia de la Lengua Española significa “acuerdo producido por consentimiento entre todos los miembros de un grupo o varios grupos”. A quien prefiera la discrepancia al acuerdo, y la imposición al consentimiento, evidentemente un consenso le parecerá algo a combatir, y este es uno de los peligros de VOX, lejos de tender lazos de unión o construir puentes viene a derribarlos. El falso liberalismo de VOX, su falsa defensa de la libertad y su fantasma de la “dictadura progre” se resume en la imagen de Marx que Sánchez le recordó a Abascal, en la que un terrateniente se queja amargamente de que no puede azotar a su esclavo: “¿qué tipo de país es este en el que uno no puede azotar libremente a su esclavo?, ¡esto es una dictadura!” Baste el ejemplo del matrimonio civil homosexual, al que por supuesto VOX se opone. En ningún momento este derecho supone un ataque al derecho de los heterosexuales, pero VOX, alimentando su cultura del terror “progre” así lo afirma. A partir de ahí todo vale, todo de tipo de mentiras, medias verdades, manipulaciones, “fake news”, etc...
El partido que en plena pandemia y crisis sanitaria su mayor aportación a España ha sido convocar una manifestación encabezada por un autobús descapotable, reivindicando una presunta libertad perdida por culpa de este gobierno social-comunista (la libertad del terrateniente que no puede azotar a su esclavo) y que en palabras de uno de los pesos pesados del grupo, Espinosa de Los Monteros, fue, literalmente, lo más emocionante que había visto nunca desde la consecución del mundial de fútbol en 2010, volvió a hacer gala de su sentido de la oportunidad y del espectáculo. Empezando por la obertura, oficiada por Ignacio Garriga, el negro catalán hijo de otro catalán y una guineana y candidato a la presidencia de la Generalitat en las elecciones del próximo Febrero. Si la moción de censura VOX la concebía como un enorme mitín electoral, una ocasión para centralizar el foco mediático en política, que mejor que empezar por dar ese foco al primero que habrá de batirse en las urnas. La larga intervención de Garriga arrancó bien, con oratoria solemne, granítica y condensada, explicando las razones de presentar esta moción de censura... pero fue un leve espejismo. Al poco el candidato a la Generalitat se embarcó en el delirio del ideario de su partido, resultando especialmente cansina su referencia al “virus chino”, un tópico, un tic, un mantra, que puede ser cualquier cosa menos casualidad y es otra búsqueda de fantasmas, hombres de paja y enemigos exteriores (no recuerdo quien fue, quizás Arrimadas, que al día siguiente le inquirió a Abascal que si entonces de lo que se trataba era de declarar la guerra a China) Lugares comunes, fango, y hasta el ya olvidado 8M, un batiburrillo penoso. Como supongo (y harán bien) que Pedro Insua les merece mayor respeto que yo a los simpatizantes de VOX, les recomiendo que lean la columna que le ha dedicado en El Español estos días a la intervención de Garriga. Demoledora.
Y luego, claro, llegó el delirio.
Sólo puede ser tildado de delirio el discurso de Abascal, donde se mezclan conspiraciones, masones, Soros, loas a Trump, ataques a la Unión Europea, nazionalismo español, y un panhispanismo (su soñada “Iberosfera”) que recuerda el pangermanismo de Hitler o el paneslavismo de Stalin y Tito, con su ensoñación de un imperio español sobre el que no se sigue poniendo el sol. A veces Abascal recuerda a ese artista de circo en busca del más difícil todavía. Si todo ya es una dictadura progre y socialcomunismo, desde Pedro Sánchez hasta el panadero de la esquina, hay que llegar todavía más lejos. Socianarcocomunismobolivarianismofiloetarrafeminaziprogre. Es como Julie Andrews en “Mary Poppins” buscando su particular “supercalifragilisticoespialidoso”. Y por supuesto, y por si alguien tenía todavía dudas, que quede claro: hace 80 años, es decir, con Franco, teníamos mejor gobierno. Volvió a recordarlo y refrendarlo, y estuvo muy bien Arrimadas al día siguiente en recordárselo. No pasa nada, se irán a sus televisiones, a sus medios de comunicación, con sus palmeros, a seguir hablando de “dictadura progre”, en un país como este, como nuestra España, tan mía como de Abascal, en el que puedes encontrar canales de televisión y emisoras de radio donde se sigue blanqueando el franquismo. Y este es el país de la “dictadura progre”. Los únicos encargados de reescribir la historia son quienes todavía no son capaces de diferenciar, no sé si por perversidad o porque no les de la cabeza para más, entre un gobierno elegido democráticamente y una dictadura. Y esto lo digo tanto por el actual gobierno como por el de la Segunda República, que ya está bien de que los nostálgicos del franquismo sigan reescribiendo la historia, repito, no sé si por perversidad o porque no les da la cabeza para más, y de que señores como Abascal puedan decir impunemente que este es el peor gobierno en los últimos 80 años o que una guerra civil es consecuencia de unos políticos nefastos. No, basta ya de justificar el alzamiento nazional de Franco diciendo que la Segunda República llevaba minifalda e iba provocando. Que todavía sigamos asistiendo a este bochorno es precisamente síntoma de que vivimos en uno de los países más libres de Europa respecto a ciertos temas... para asistir a la posterior llorera del franquista de turno de que vive bajo una dictadura progre. Si esta presunta dictadura progre con la que se les llena la boca fuera una cuarta parte de lo pérfida que fue su añorada dictadura franquista no les quedaría ni un sólo día sin acabar con sus huesos en la cárcel, o peor todavía, ajusticiados a fuego y plomo.
El resto del día nos dejó a esos partidos, “regionalistas” (por usar la palabra que utilizó Casado al día siguiente, como si fuera un eufemismo, algo que no hace daño, un regionalismo... pero que al menos es un guiño a comprender que España llámenlo como quiera pero tiene distintas identidades dentro de nuestra identidad común), localistas, algunos claramente separatistas o independentistas, dejando en muchos casos muestras de sensatez y dejando claro que aquí no está nadie para repartir carnets de patriotismo. Teruel Existe, recordando las presiones que sufrió simplemente por buscar lo mejor para su tierra... y Oramas, claro, de Coalición Canaria. Recordarán el caso de Oramas, ascendida a los altares de la “alt-right” cuando votó en contra de la investidura de Sánchez, al poco demonizada por ese mismo sector cuando dijo lo que pensaba de la extrema derecha de VOX y del radicalismo de ese ala. Abascal hace dos días la tildó de lo peor que te pueden tildar hoy día en España: equidistante. A mí me han tildado de equidistante muchas veces por condenar igualmente los totalitarismos fascistas que comunistas. Sinceramente no entiendo donde está la equidistancia. Si contra algo estoy enfrentado es contra los totalitarismos, me da igual del signo que sean, no entiendo por tanto tal equidistancia. Abascal, que sólo sabe vender política de tripas, sentimientos y bajas pasiones apelaba a unas Islas Canarias llenas de inmigrantes, en las que ya no había hoteles llenos de turistas millonarios sino orillas de playas plagadas de pateras con africanos muertos de hambre. Un discurso nauseabundo entre la xenofobía y la aporofobia, porque claro, el problema no es que vengan inmigrantes. El problema es que vengan moros o africanos muertos de hambre y desesperados. Mientras vengan europeos blancos y con pasta no hay problema. Mientras tanto mucho pobre currante español se sigue tragando el cuento de “vienen a quitarnos el trabajo” o de los falsos privilegios para los inmigrantes... y Abascal haciendo caja y contando votos. Pero estuvo bien Oramas (todos estuvieron bien ante Abascal, no era difícil) recordando que no vienen a Canarias... vienen a Europa... que no vienen a pasárselo en grande y a vivir la vida loca, vienen jugándose la vida porque literalmente se mueren de hambre. Este es un tema especialmente sensible y a energúmenos como Abascal a quienes tanto les gusta hacer política con los sentimientos y la bandera hay que recordarles que ojala, de verdad, ojala no tengan que verse un día en la situación de cruzarse un mar o un océano entero sobre un trozo de plástico para poder seguir viviendo y no morirse de hambre.
Claro que luego llegó Bildu. Contra Bildu es fácil responder porque al igual que como sucede con VOX todos sabemos de donde vienen, y vienen de donde no queremos volver. Porque incluso reconociendo que se pueden liberar las cadenas del pasado y que ETA, afortunadamente, ya no existe (por mucho que Abascal lo niegue, porque le conviene), hay mucho dolor detrás. La intervención de Abascal citando todos los nombres (o casi todos, todos es imposible para empezar porque no los sabemos) de las víctimas mortales de ETA fue lo mejor de toda la moción de censura por su parte. Seguro que se pueden hacer muchas chanzas, memes de esos que dicen los modernos, con ese momento. Yo que sé, Abascal recitando los Reyes Godos o la alineación del Real Madrid en la décima Copa de Europa. A mí no se me ocurriría. El respeto y el recuerdo a todas las víctimas de ETA debería ser un común denominador en este país y me consta que así es entre las gentes de bien. Si por mi fuera que se leyese esa lista de víctimas en cada sesión del congreso, sin ningún problema, que se siga recordando la diferencia entre la democracia y las balas. No tengo nada que reprocharle a Abascal en ese aspecto y en ese momento. Le aplaudo. Si le reprocho, en todo caso, y una vez más, su patrimonio del dolor. Un patrimonio del que hace gala con la patria, la bandera, con España en general, como si España fuera suya. Esta es una de las razones por las que muchos consideramos a VOX un partido nocivo para nuestro país y que lejos de unirnos busca disgregarnos. No se puede patrimonializar el dolor, de hecho es una tentación muy peligrosa. Es la tentación desde la que nació VOX, desde el PP, con un discurso radical sobre ETA que no compartía el PP, partido de estado y de negociaciones (como debe ser un partido político que aspira al gobierno), no es cuestión de recordar los acercamientos de presos etarras con Aznar y su famosa alusión al “ejército de liberación del pueblo vasco”, pero posiblemente VOX hubieran estado más felices con el PSOE de Felipe González y el GAL que con el PP de Aznar, no lo dudo. Así son los radicales (y ningún presidente más radical que González, o mejor dicho, más totalitario, con más poder) Una vez apagado el fuego de ETA, el otro gran leitmotiv de VOX ha sido Catalunya y la unidad de España, el cual todavía le ha dado mayores réditos, haciendo suya la idea de patria erigiéndose como únicos valedores de este país, de esta nuestra querida España en la que, no se engañen, bajo los parámetros de VOX no cabemos todos (y si cabemos es dentro de un armario del que nunca debimos salir) Estos patrimonios y estas exclusivas además de hacer daño a un país, el nuestro, España, marcan una línea y definen la tendencia y la manera de entender la vida o la política. Porque no creo que sea precisamente la familia Abascal la que más ha sufrido por culpa de la violencia etarra, por mucho que Santiago se empeñe en recordarlo. Puedo pensar ahora mismo en Eduardo Madina, quien fuera contrincante de Pedro Sánchez por presidir el PSOE hace unos años, un chaval de Bilbao que jugaba al voleibol (llegó a ser elegido mejor deportista universitario vasco en su momento) y que perdió una pierna después de que ETA le pusiese una bomba debajo de su coche, y que siempre se mostró partidario de las negociaciones con la banda terrorista y de llegar a un acuerdo de paz... o puedo pensar en Irene Villa, ¿se acuerdan la que le liaron a Irene Villa cuándo dijo que perdonaba los tweets de Guillermo Zapata, aquel edil de Ahora Madrid?, le cayó de todo a la pobre muchacha porque al parecer sólo se puede entender el discurso de la guerra, no de la paz o la reconciliación. A mí personalmente pocas cosas me merecen mayor respeto que haber sufrido el terror de ETA, por eso que alguien se quiera apropiar de eso si que me parece indigno.
Pero lo peor estaba por llegar, claro, con Rufián. Ya hace tiempo lo definí como el Mourinho de la política. Sus mamporros con Abascal, relegados al final de la tarde, comienzo de la noche, como si fuera la sesión golfa de un cine de extrarradio, definieron perfectamente a estos dos personajes tan parecidos si no en el fondo si desde luego en la forma. Si Rufián, por esas cosas del destino, hubiera nacido en una de esas familias nazional-católicas opusinas tardofranquistas nada evolutivas, empapado de esos viejos valores rancios, sería a buen seguro uno de los grandes arietes de VOX ahora mismo. No costaba reconocer lugares comunes entre los discursos de Rufián y Abascal, mucho victimismo, anticapitalismo, populismo, los políticos son otros, ellos son hombres de la calle, ataques a los medios de comunicación que son unos vendidos... dos tipos muy lamentables haciendo discursos muy lamentables.
La jornada siguiente comenzó con unas chicas de Unidas Podemos, muy torpe y atropellada Lucía Muñoz, pero muy brillante la asturiana Sofía Castañón, y un muy pobre Abascal que ya había soltado todo su discurso/bilis la jornada anterior y se limitaba a intentar capear el temporal aludiendo a las “mujeres florero” de Pablo Iglesias, posiblemente sin ser consciente de en que lugar le dejaba una afirmación así, o quizás sí porque siempre habrá alguien jaleando la caspa y “clin, clin, caja”, un voto más. Hasta que llegó el gran protagonista de la moción de censura, Pablo Casado, porque habida cuenta de que no había ni una sola remota posibilidad para que esta moción de censura prosperase, la charlotada de Abascal sólo tenía un objetivo: convertirse en líder de la oposición. ¿Y qué querían que hiciera Casado?, hombre, podía haberle troleado un poco y llevarle un terrón de azúcar a la boca de Abascal, que era lo que estaba pidiendo. Casado fue quien más claramente expresó el “¡contigo no, facha!” y soltó el sopapo definitivo. El sibilino Iglesias, como el magnífico villano que es, de voz susurrante acariciando un gatito no hizo más que recoger los pedazos. Mientras Abascal sólo alcanzaba a balbucear, a reconocer, literalmente, “traía unas cosas para debatir con usted pero ya no me apetece”. Qué entre un vendedor de kleenex en la sala, por favor, para tanta llorera. Vapuleado, despreciado, y solo, por facha. Sus antiguos amigos, esos que no se cansaron en afearle que le dieron trabajo (y mucho dinero) durante 15 años mientras Abascal se defendía recordando que él es parte de la “España que madruga” porque, ¡ojo!, a las ocho y media de la mañana estaba levantando la reja del comercio textil de su padre. A las ocho y media de la mañana más de media España llevamos más de dos horas levantados para trabajar, entre ellos muchos “panchitos” e inmigrantes varios que si fuera por este mequetrefe no debieran estar en nuestro país a menos de que pasasen su particular test de patriotismo, dudo si en ello figuraría pedir prórrogas “ad eternum” para librarse del servicio militar obligatorio. Al menos el pobre calandraca no hizo esta vez el ridículo con esas mascarillas reivindicando un ejército que nunca conoció y que mayormente se ríe de él.
Entre medías Espinosa de Los Monteros (quien en plena pandemia saludaba desde un autobús descapotable por la Gran Vía creyéndose Iniesta después de marcar el gol ante Holanda en la final de 2010) soltaba un discurso sentimentaloide de garrafón al que sólo le faltaba acariciar un premio Goya.
Y así hemos perdido dos valiosos días de política y políticos en nuestro Congreso de los Diputados. En un plano optimista esto debería alentar a que VOX sólo puede recibir el “no” por el conjunto de la sociedad española, un conjunto que va mucho más allá de la burbuja solipsista de estos señores, un conjunto en el que caben madrileños, vascos, catalanes, gallegos, extremeños, andaluces, vascoparlantes, galegoparlantes, hombres, mujeres, heterosexuales, homosexuales, cristianos, musulmanes, blancos, negros, amarillos, de izquierdas, de derechas, de centro, de arriba, de abajo... y no un conjunto excluyente en el que sólo caben los de “España una y libre”. En el plano pesimista, los de “España, una y libre” hacen mucho ruido. La nostalgia es lo que tiene. Quedémonos con el presente, el de “¡contigo no, facha!”, que ya nos zurrarán en el futuro. Al final siempre nos zurran a los mismos. Y créanme, ni Abascal ni sus secuaces están entre ellos. A ellos nunca les han zurrado ni les zurrarán.
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