Nuestro hombre no se anduvo por las ramas, con ese tono sereno ensayado tantas veces y cierta languidez en la mirada, le dijo a la muchacha que había sentido un irrefrenable deseo de sentarse a su lado, de hablar con ella, de conocerla... el torrente de palabras comenzó a surgir de la boca de Lafayette como sólo podía surgir de semejante boca, expresando esas emociones subyugantes que funcionan como certeros dardos en el arte del cortejo, palabras que, aunque dichas a muchas veces, cada vez que Lafayette las pronunciaba era porque lo sentía de verdad... no hablaba Lafayette, hablaba un volcán que erupcionaba dentro de su pecho... y ese volcán estaba dispuesto a derretir el iceberg de aquella Greta Garbo de cabellos dorados.
Las tácticas seductoras de Lever volvieron a funcionar con acierto, la gentil muchacha accedió a ser acompañada a su apartamento una vez que llegasen a su destino, evidentemente Lafayette no se conformó con acompañarla a su apartamento y despedirse de ella en el portal, y consiguió que la ingenua muchacha le invitase a subir a tomar un Manhattan.
Lafayette se sabía triunfador, su experiencia como vendedor de picadoras de carne ambulante le decía que una vez que conseguía entrar en un apartamento, el éxito estaba conseguido.
Dicho y hecho y a los primeros tragos del cocktail, y en menos que canta un gallo, nuestro protagonista se encontraba desnudo frente a la grácil señorita (es conocida la facilidad de Lafayette para desnudarse en muy pocos segundos una vez que una mujer le invita a su apartamento), la cual comenzaba a tener un gesto, digamos, más alegre y divertido... lo que antaño parecía una oficial caucasiana se tornaba de repente en una traviesa gatita que afilaba sus uñas dispuesta para arañar el torso tarzánico de nuestro amigo Lafayette.
La muchacha se dirigió hacia un cajón y sacó... ¡unas esposas!, um, aquello se ponía interesante, pensó Lafayette. No era el amigo Lafayette hombre timorato para este tipo de cuestiones... de hecho a lo largo de sus escritos encontramos situaciones, anécdotas, y multitud de reflexiones propias en las que claramente se ven sus gustos por diversas parafilias y perversiones sexuales. Era Lafayette, lo que en nuestra puritana sociedad se conoce por un "pervertido", pero yo prefiero definirlo bajo los eufemismos de "aventurero del amor" o el también propicio "gimnasta sexual", ya que no es tan pervertido el practicante de este tipo de travesuras adultas en la intimidad de una habitación, como el agrio censor que señala con el dedo lo que uno debe y no debe hacer con las alegrías de su carne.
Así pues se encontraba Lafayette desnudo y esposado a la cabecera de la cama en la habitación de aquella enigmática amazona que parecía dispuesta a devorarle como quien devora la cabeza de una gamba... la muchacha vivió a dirigirse al cajón del cual había sacado las esposas, ¿cuál sería el juguete que entraría en escena en aquel momento?, Lafayette fue levemente cegado por el resplandor del brillo de la hoja de acero inoxidable de un cuchillo de cocina del tamaño de un bate de baseball que la joven dominatrix blandía bajo una muy inquietante sonrisa... aquello parecía demasiado fuerte incluso para un auténtico picha brava de la vieja escuela como el zorro Lafayette.
La muchacha se inclinó sobre el pecho de Lafayette, pasó su lengua sobre su torso, lamió sus pezones, y sonriendo de una manera cada vez más diabólica trazó una sanguinaria línea desde un costado a la altura de la ingle hasta prácticamente el hombro de nuestro sufrido héroe.
El dolor era intenso, punzante, una delgada línea roja se asomó sobre el atlético cuerpo de Lafayette, quien empezaba a pensar que aquel era su fin... que sus devaneos y su conducta indecorosa finalmente le habían llevado a la perdición...
...pero no llegó tal fin para nuestro protagonista, debido a que cuando el malvado súcubo se disponía a realizar la segunda incursión del acero en la piel de Lafayette, una figura envuelta en una gabardina y con una cámara de fotos colgando de su cuello se abalanzó sobre la bella maligna y la desarmó salvando la vida del pobre Lafayette.
Sí amigos, Elisabetha Reinalda Sputter McWigan heredera de la dinastía de las bolsitas de te Pompadour, aconsejada por su familia y sobre todo por su padre, Eliberto Reinaldo Sputter McWigan propietario de la dinastía de las bolsitas de te Pompadour, había contratado a un detective privado para que siguiera las andanzas de Lafayette en sus viajes periodísticos, debido a los rumores de vida disoluta del protagonista de esta historia, y en quien no acababan de confiar como heredero de la dinastía de las bolsitas de te Pompadour. Pronto reconoció Lafayette el rostro del detective, ¡era el hombre al que había cambiado su asiento en el autobús para poder entablar conversación con la que estuvo a punto de ser su asesina!, el detective no sólo siguió a ambos hasta el apartamento, con discreción y una mastercard entró en el habitáculo y se apostó a realizar las fotos que probarían el tipo de depravado (nosotros preferimos decir "aventurero del amor" o "gimnasta sexual") que era Lafayette Lever... evidentemente la escena del cuchillo y la sangre no acabó de cuadrarle al investigador, quien llamó a la policía y antes de su llegada actuó por su cuenta, como hemos narrado, salvando la vida de Lafayette.
La muchacha resultó ser una peligrosa asesina en serie que tenía de cabeza a la policía de San Francisco, despellejando salvajemente a sus amantes, quienes aparecían totalmente mondos y lirondos en apartamentos entre un baño de sangre y esposados a la cabecera de una cama... era conocida como Blade Female, y hasta el momento contaba ya con 17 víctimas, todos varones de mediana edad.
Asi fue como Lafayette consiguió otro divorcio y perdió la herencia de la dinastía de las bolsitas de te Pompadour, pero ganó la admiración pública por contribuir a la detención de una peligrosa asesina, y una rampante cicatriz que a partir de entonces enseñaría con orgullo, siempre recordando, eso sí, porque Lafayette era un hombre muy sentido, que las cicatrices de verdad las tenía por dentro.
Espero que les haya gustado la historia, y se animen ustedes también a unirse al culto al genial Lafayette Lever.
Yo me voy, que por cierto me espera un viaje en autobús.
jajaja, qué grande!!!...ya me dirás cual es tu fuente de inspiración. Mikel Erentxun suele contar que para componer se encharca de Bourbon...tu le andarás a la zaga ;-)
ResponderEliminarSí sólo fuera bourbon... en aquellos tiempos le daba a todo... sin embargo de un tiempo a esta parte estoy casi completamente limpio...
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