Iker, cuatro letras, como Raúl, sólo cuatro letras que alumbrarán para siempre el recuerdo de los madridistas más sensatos a la par que sensibles. Resumir lo que ha significado Casillas para el Real Madrid y el fútbol español no es tarea fácil, pero nadie debería dudar, con un mínimo de perspectiva histórica de que estamos hablando del mejor portero de la historia de este club, del mejor guardameta del fútbol español en todos los tiempos, y que inevitablemente entrará en todos los debates posibles sobre el mejor en su puesto en la historia del fútbol mundial. Lo descomunal de tales afirmaciones bastaría para comprender el vacío que deja Iker, pero además hay que sumarle un compromiso y un madridismo fuera de toda duda desde los 9 años en los que ingresa en el club. En total 25 años, un cuarto de siglo, representando desde la más profunda convicción madridista el escudo del club más laureado del mundo.
Adiós al mayor mito de la portería blanca, cuya
trascendencia como leyenda madridista sólo aguantaría comparaciones con Di
Stefano, Paco Gento, y por supuesto, Raúl, quien sigue superando en 16 partidos
a Iker como el jugador que más veces ha vestido la camiseta blanca en partidos
oficiales (741 del delantero por 725 del guardameta) Se va Iker y no sabemos si
lo hace por la puerta pequeña, la de atrás, o por la grande, ya que
sencillamente no existe puerta del tamaño adecuado para despedir a una figura tan
superlativa dentro de la historia del Real Madrid, que es lo mismo que decir de
la historia del fútbol.
Su despedida vuelve a poner encima de la mesa el
debate sobre el fútbol actual y el modelo presidencialista de Florentino Pérez,
experto en conformar plantillas estratosféricas a golpe de talonario, pero que
rara vez acaban siendo los equipos dominadores que las expectativas generaban.
Sólo Del Bosque y Ancelotti, entrenadores ambos vilipendiados por Pérez, fueron
capaces de dar con la tecla que procura éxitos, buen fútbol, y la tranquilidad
en el ambiente que se le supone a un club que debiera vivir instalado en la
felicidad y no en la crispación. Del Bosque, Hierro o Raúl, son nombres que
salen a la palestra en estos días para acompañar a Casillas en la realidad
incontestable de que el Real Madrid no sabe honrar a sus héroes, a aquellos que
más éxitos han dado al club y más abrazos han recibido por parte de un
presidente eufórico por sacarse la foto con sus capitanes cuando llegaban los
éxitos, pero inflexible en sus decisiones de destrozar proyectos ganadores a
los que nunca deja madurar. Es cierto que en un club como el Real Madrid la
exigencia es máxima e impera la obligación de ganar, pero precisamente por eso
chirría el maltrato que reciben quienes han tenido más condición de ganadores
en este equipo. Y aunque también es cierto que el actual Iker Casillas no es la
mejor versión de sí mismo, el club debería encontrar la manera de equilibrar un
presente ganador y competitivo con el respeto a sus más valiosos estandartes.
Porque ganar no lo es todo en la vida, y pese a que algunos se empeñan en decir
eso de que “en el fútbol no caben sentimentalismos”, la realidad es que si el
fútbol ha llegado a ser el deporte más popular del mundo, con una trascendencia
social que supera ampliamente el estricto terreno deportivo, es precisamente
por su capacidad para acomodarse de manera natural en el campo de las emociones
y los sentimientos. Por eso nunca será lo mismo un Iker Casillas que un chaval
fichado de la Premier, igual que no es lo mismo un Koke Resurrección que un
Arda Turan, por poner un ejemplo válido para estos días y que todos podrán
comprender.
Florentino Pérez, uno de esos personajes que
parece tener el dinero por castigo, ha convertido lo económico en el principal
valor del Madrid de hoy día. Exhibe sus fichajes orgulloso del coste,
independientemente de las virtudes futbolísticas de los protagonistas. Recuerda
a esos caricaturescos millonarios excéntricos, que tienen una colección de 60
relojes pero sin ningún pudor aparecen en la última fiesta con uno nuevo,
mientras engoladamente refieren a sus amistades: “la verdad es que no lo
necesitaba para nada, pero es tan mooooooono que no me pude resistir”. Valorar
a los jugadores por su estatus económico incendia vestuarios (y no cenar con
periodistas), vestuarios que, hay que repetir, sólo entrenadores como Del
Bosque o Ancelotti han sabido llevar, alejados de la ideología marcial de
técnicos dictatoriales y egocéntricos que suelen fracasar en este tipos de
clubes en los que hay que saber manejarse con psicología un tanto libertaria y
no constreñir el talento de los jugadores, que al fin y al cabo son los
auténticos protagonistas. Vestuarios que viven casos como el actual de Sergio
Ramos, capitán y hombre clave en los últimos éxitos de su equipo y que reclama
ahora el mismo estatus económico que el de otros jugadores apenas recién
llegados y que aún poco han demostrado.
Pero seamos justos, siendo Florentino un
presidente con más sombras que luces, que manejando los presupuestos más altos
de Europa no ha obtenido una relación inversión/títulos acorde con esa
exigencia que tanto pide para los demás, que ha cercenado proyectos ganadores,
y que ha despreciado a la cantera madridista (que sigue nutriendo a clubes de
primera y segunda división de nuestro fútbol), no ha sido el creador del
“madridismo cainita”, tampoco lo fue Mourinho, personaje con una capacidad de
empozoñamiento como jamás se ha visto en nuestro fútbol. Por mucho que le pese
a los talibanes del entrenador portugués, convencidos de que su amado líder ha
inventado el fútbol y descubierto el madridismo “verdadero”, lo cierto es que
el desagradable y extradeportivo ataque que ha tenido que sufrir el ya ex –capitán
madridista por parte de algunos de sus propios aficionados no es la primera vez
que lo vemos en la entidad blanca, más bien al contrario y por desgracia, parece
que es ley no escrita que todo personaje cuya vinculación a este club adquiera
auténtica trascendencia (cosa que se consigue, lógicamente, con los años) deba
acabar sus días como madridista siendo vilipendiado, insultado y ultrajado por
ese madridismo que se erige en auténtico simplemente por su actitud
beligerante. Yo, que llevo décadas de madridismo a mis espaldas, esto ya lo he
visto con Del Bosque, Raúl, Hierro, Sanchis, Michel o Butragueño, por citar
unos cuantos nombres ilustres. Lo estamos viendo con Sergio Ramos, estamos a
punto de verlo con Cristiano Ronaldo, Marcelo o Pepe, y en unos pocos años, si
tenemos la suerte de que sigan en este club, lo veremos también con jugadores
como Carvajal o Isco. En definitiva, y por sistema, todo jugador que consigue
hacer una carrera más o menos larga en el Real Madrid, llega un día en el que
es definido como “cáncer” del Real Madrid.
En todos los casos la argumentación, simplona a
más no poder, es siempre la misma, con alguna pequeña variante: se les acusa de
acomodados, de amiguismo con la prensa, la cual les protege, se inquiere que
juegan por decreto, y no por su calidad como deportistas, y de que mandan más
que entrenadores y directivos. Pueden
ustedes tirar de hemeroteca y ver como esto que digo es cierto respecto a los
más grandes personajes del Madrid en los últimos 40 años. En ese sentido los
ataques a Iker forman parte de la tradición del madridismo cainita, ese, que para
más saña, se autodefine a sí mismo como el único y verdadero. Incluso pueden
encontrar un paralelismo con lo sucedido con Felipe Reyes durante la
ignominiosa era Messina en el baloncesto madridista. Messina, como Mourinho en
el fútbol, llegaba al club blanco con un palmarés incontestable, deslumbrando a
un presidente convencido de que el nombre, y no el hombre, sería suficiente
para devolver al baloncesto madridista aquellos años dorados de Pedro Ferrándiz
y Lolo Sainz y que los títulos caerían como llovidos del cielo. A Messina se le
dio libertad absoluta para contratar y despedir jugadores, tanto que recordar
todos los fichajes realizados por el italiano resulta imposible si no se hace
con la ayuda de Google. Inversiones millonarias, un juego aburrido, una afición
descontenta y los títulos… ni se olieron. En medio de todo aquello el
madridismo cainita encontraba un culpable de la situación: Felipe Reyes. El
capitán, un cáncer enquistado, un jugador viejo que no aceptaba el paso del tiempo
y buscaba refugio y protección en la prensa. Una sincera entrevista a Marca, en
la que de una manera totalmente respetuosa y autocrítica Felipe analizaba su
mal momento en el club blanco les dio la razón a los cainitas. Había que
cargárselo a toda costa. Afortunadamente quien se marchó fue Messina. Se acabó
aquella temporada como se pudo, vapuleados en una Final Four que se llevaba sin
pisar 15 años por el Maccabi Tel Aviv y eliminados en semifinales ligueras por
el Bilbao. El verano nos trajo a Pablo Laso, entrenador en quien nunca ha
confiado Pérez, y que tras todas las zancadillas posibles y de estar más fuera
que dentro el pasado año mientras Florentino elucubraba con Fotsis Katsikaris
como técnico, ha dado a la entidad madridista el año más glorioso en la
historia de su sección de baloncesto. Pérez, que es un madridista con muy pocas
nociones de historia, no debía recordar que Ferrándiz y Sainz también perdían
finales, incluso Ferrándiz, al igual que Laso, perdió sus dos primeras finales
europeas y hoy en día es un miembro del Hall of Fame del deporte del
baloncesto. A todo esto Felipe sigue levantando trofeos con el club blanco y
obteniendo reconocimientos como su MVP de la temporada regular.
Lo que ha hecho especialmente doloroso el asunto
Iker, por encima del despelleje que han sufrido el resto de capitanes
madridistas, es que ha sido objeto de unos ataques mucho más duros que sus
antecesores, en los que el juicio deportivo era lo de menos y el agraviado era
la persona, no el deportista. Por un lado el haberse convertido en el principal
objetivo de Mourinho, entrenador que más que seguidores tiene una auténtica
legión de fanáticos detrás suyo, y que siempre ha buscado un elemento externo
al que echar la culpa de sus fracasos. Ese enemigo era Guardiola. Una vez
ausente el actual entrenador del Bayern Munich, el portugués necesitaba otro
chivo expiatorio con el que vender su discurso victimista, y en esta ocasión
decidió no irse más lejos y buscarlo en su propio vestuario. La primera temporada
de Guardiola fuera del Barcelona, fue, casualmente, el año en el que comienza
la cacería mourinhista al capitán madridista, quien había sido titular
absolutamente imprescindible para el portugués, pero se convirtió de la noche a
la mañana en el recipiente donde desahogar todas sus frustraciones, llevando al
madridismo a la guerra civil y tirando en Diciembre una liga de la que éramos
vigentes campeones (con Casillas, como no, en la portería)
A este respecto creo que es justo hacer memoria
para comprender realmente la historia de lo sucedido con Casillas y Mourinho. A
su llegada al club blanco el portugués no tiene ninguna duda sobre la calidad
de Iker y se convierte en un jugador prácticamente intocable para el de Setubal.
De hecho es la temporada en la que más partidos juega en su historia en el club
blanco, ya que es titular en todas las competiciones (en las temporadas anteriores
César, quien llega a dos finales, y posteriormente Diego López y Dudek jugaban
la Copa, con sonoros tropiezos a las primeras de cambio contra equipos de
divisiones inferiores en el caso de estos dos últimos arqueros) Mourinho decide
dar la Copa a Iker, cuya participación resulta decisiva en la final de Valencia
contra el Barcelona, sobre todo durante una segunda parte de intenso dominio
barcelonista y en la que las intervenciones de Casillas permiten a los blancos
llegar a una prórroga sentenciada por el certero cabezazo de Cristiano Ronaldo.
El Real Madrid ganaba un título que se le escapaba desde 1993, y se constataba
una vez más que Iker Casillas es el único portero con el que el Real Madrid ha
sido capaz de ganar títulos, ya que
posteriormente ni Diego López (ligas 2012-13 y 2013-14, champions 2012-13 y
copa 2012-13) ni Keylor Navas (copa 2013-14) han sido capaces de ganar títulos
defendiendo la puerta madridista. Está claro que la suplencia de Casillas con
Mourinho obedece a cuestiones extradeportivas, y aquí es donde el relato
alcanza sus tintes más agrios. Se sigue aludiendo a la tristemente famosa
semifinal de Champions League de la temporada 2010-11 como el nacimiento del “topo”,
indigna etiqueta con la que muchos, sin prueba alguna, siguen intentando
manchar la imagen de Iker. A Mourinho le molestó que horas antes del encuentro ante
el Barcelona la prensa descubriera que Pepe iba a jugar en el centro del campo,
pero lo cierto es que ya había empezado a ensayar aquella posibilidad semanas
antes en partido de liga contra el Athletic de Bilbao, e incluso en también
partido liguero, diez días antes del de Champions, y precisamente ante el
Barcelona, veíamos a Pepe ocupar el centro del campo. Que el defensa portugués iba
a salir en esa posición con la misión de neutralizar a Messi en el partido de
ida de las semifinales de Champions era algo que se daba por seguro en el 99%
de los analistas deportivos (y quien lo dude no tiene más que tirar dehemeroteca) El Real Madrid pagó su racanería táctica quedando eliminado de
Europa, pero una vez más el victimismo de Mourinho, aplaudido por sus acólitos,
buscaba culpables externos. Por un lado el Barcelona de Unicef, en una rueda deprensa que figurara por siempre como uno de los momentos más negros de la
reciente historia madridista, por otro, en la figura de un presunto “topo” que
nunca nadie ha podido descubrir. Con el tiempo quizás sepamos toda la verdad,
como ahora sabemos, gracias a las revelaciones de Dudek, que Mourinho entró en el vestuario señalando a Granero, posiblemente para intentar desenmascarar o
poner nervioso a tal “topo”, en otra estrategia de chirigota a la que nos tiene
acostumbrados el de Setubal. Algo me dice que en caso de que sepamos algún día
quien ha sido el mayor filtrador del vestuario madridista en la época de
Mourinho, no va a ser Casillas el nombre que salga a la luz. Por cierto, no
está de más recordar como Ancelotti utilizó a Sergio Ramos en el centro del
campo en su eliminatoria ante el Atlético de Madrid, desvelado por la prensa
horas antes del encuentro. Creo que el italiano no montó ningún incendio por
ello. Lo cierto es que no sólo no se
probó la existencia del famoso “topo”, si no que Casillas siguió gozando de la
total confianza de Mourinho para la temporada siguiente, 2011-12, siendo
titular nuevamente en las tres competiciones, ganando la liga de una manera
imponente, y con un buen rendimiento en la Champions League, donde en un
fenomenal duelo con Neuer en la tanda de penalties en semifinales ante el
Bayern Munich llega a atajar dos lanzamientos, de Kross y de Lahm, antes del
fallo de Sergio Ramos que propicia el pase del Bayern de Heynckes a la final.
Con el asunto del “topo” sin poder demostrar
(quizás porque no exista tal “topo” salvo en los sueños húmedos de los
mourinhistas y en su realidad alternativa de madridismo victimista), otro
episodio clave para entender el odio visceral del mourinhismo a Casillas viene de
la llamada a su amigo Xavi Hernández en los momentos de mayor tensión de la
guerra Barcelona-Real Madrid, una guerra que nunca debería pasar de una
rivalidad deportiva, pero que el mourinhismo convertía de manera ciega en una
auténtica batalla que debía durar las 24 horas del día. Un disparate.
Lo cierto es que no se puede entender el éxito
histórico del fútbol español, ganador de dos eurocopas y un mundial de manera
consecutiva, sin comprender la relación entre Iker y Xavi, que se remonta a su
adolescencia cuando son abanderados de unas selecciones de formación que
culminan con el título del Mundial sub20 de 1999 en Nigeria. En un país en el
que históricamente la selección no ha logrado conseguir ser “el equipo de todos”,
debido al fanatismo ciego de quienes enarbolan más la bandera del “anti” que la
del “pro”, el tener dos figuras tan integradoras como líderes de los dos
grandes equipos de nuestro fútbol ha sido la clave que ha llevado a nuestro
fútbol a lo más alto. Y es que la sincera amistad entre Iker y Xavi nos hace
recordar a las tan exitosas selecciones de baloncesto, ya no actuales, si no la
de aquella inolvidable plata de Los Angeles de 1984. Baste recordar sin ir más
lejos la inquebrantable y duradera amistad que han mantenido entre sí jugadores
como Corbalán, Iturriaga y Romay por un
lado, y Solozabal, Epi o Jiménez por otro. Duros antagonistas capaces incluso
de llegar a las manos en la pista, para a la media hora de finalizado el partido
tomarse una caña juntos. No queremos caer en el excesivo ensalzamiento del
baloncesto, que es nuestro deporte favorito, pero es una pena que el fútbol no
sea capaz de saber crear un ambiente tan sano. Sea como fuere lo cierto es que
esta generación de deportistas nacidos en los años 80, y que nos han dado la
época de mayor gloria deportiva a este país (los Gasol, Navarro, Reyes, Iker
Casillas, Xavi, Iniesta, Fernando Alonso, Rafa Nadal…) no puede entenderse sin ese
respeto y cordialidad que se procesan. Deportistas en el concepto más amplio de
la palabra, mucho más que simples practicantes de un deporte.
"No tiene dobleces. Es sincero, va de cara y eso nos gusta a los entrenadores", lo dijo sobre Iker Casillas un hombre de fútbol que si por algo se caracterizaba era por su independencia y no casarse con nadie: Luis Aragonés.
"No tiene dobleces. Es sincero, va de cara y eso nos gusta a los entrenadores", lo dijo sobre Iker Casillas un hombre de fútbol que si por algo se caracterizaba era por su independencia y no casarse con nadie: Luis Aragonés.
Iker, víctima por un lado de un mourinhismo que
definitivamente se ha quitado la careta para dejar a las claras su condición de
secta, de religión, de dogma de fe. No es el madridismo lo que importa, hay
algo que va más allá y en el que el madridismo cainita ha encontrado su razón
de ser. Y esto sí que tiene difícil solución, cura, o extirpación. Por otro, la
propia situación de la información, o desinformación, u opinión deportiva
actual, con un arma de desestabilización realmente poderosa: las redes
sociales. Y ahí es donde el odio a Iker ha encontrado un caldo de cultivo para
extenderse con toda su mezquindad. Amenazas y mensajes contra la persona, su
familia, e incluso contra un hijo de poco más de un año de vida. Tweets,
páginas de Facebook, o foros de internet en los que el madridismo cainita y
fagocitador, ese Saturno que devora a su hijo, campa a sus anchas instalado en
una apología del disparate que les hace abrazar ese insolente dogma de fe
basado en que más madridista eres cuanto más odies al capitán. Un disparate de
muy mal gusto y del que es muy difícil abstraerse. Esperemos que a Oporto no
lleguen esos cañonazos de mala baba.
La despedida de Iker nos deja huérfanos del
madridismo más sentimental. Y es que como ya hemos dicho ganar no lo es todo.
La identificación con el equipo es fundamental, y va a ser difícil encontrar un
sustituto ya no sólo en la portería blanca, si no en la sensibilidad del
madridismo que no vive con el cuchillo entre los dientes. Seguiremos viendo con
envidia como se ha reconocido a Gerrard o Xavi en sus despedidas, por no hablar
del estremecimiento de recordar a los Baresi, Maldini, Puyol o Giggs, jugadores
de club por encima de todas las cosas. Eso es lo que diferencia a los buenos
jugadores de los absolutamente grandes, los que a sus hazañas deportivas complementan
la conquista del corazón de los aficionados.
Y es que desde ayer, seguro que el Oporto tiene
muchos más seguidores.
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