Qué nube negra se cierne hoy sobre España, querido
Saza, cuando nos dejas huérfanos de humor e histrionismo. Sana carcajada hecha
huesos y calavera, mandíbula batiente de dictaduras, transiciones y
democracia.
Tú que cargaste la escopeta nacional como nadie,
dime, desde allende la otra vida, en que situación nos dejas. Dime que hacemos
ahora los que preferimos las risas a las pistolas, las carcajadas a los
cañonazos… dime cómo sobreviviremos en este país de odios empeñado y emperrado
en odiarse a sí mismo como nadie nunca se ha odiado. Dime que haremos los que
no somos de la España de Blas ni de Cataplás, si no de la España de Tip y Coll
y Gila, de la España de Berlanga y Azcona, de la España de Landa y López
Vázquez… la España que siempre supo dar un paso adelante y ser vanguardia de sí
misma. La España que encontró en el surrealismo religión y poema. La España de
la mandíbula Sazatornil.
Esperpento y vida, champán de las comedias, tu
sola presencia llenaba la pantalla de un volcán de humorismo. Dicen que te
lleva el alzheimer maldito, demonio del olvido que despoja una vida y la reduce
a vacía carcasa. Tú que tanto reconocías la dificultad con la que te aprendías
los textos, duele imaginarte despojado de tus recuerdos. Que jugarreta del
destino, arrojarte a los últimos años de tu vida, al final de tu tiempo corpóreo
en La Tierra sin recordar apenas las cuatro letras inmortales con las que
siempre serás recordado, Saza, sin saber lo que hiciste reír a todo un país al
que le gusta tanto enfadarse. Y es que tú no necesitabas aprenderte las frases,
Saza, porque tú has sido un actor de instinto y de mandíbula, un actor de puro
rostro, un rostro de puro actor, actor de raza, Saza.
Hay quien dice que un buen actor es el camaleónico
y versátil, el que logra hacer desaparecer a su persona en la pantalla y aparecer
el personaje. No negaré tal, pero hay que reivindicarte, Saza, como ejemplo de
actor que está por encima de sus papeles. En tus películas siempre te veía a
ti, Saza, y no a cualquiera de los más de cien personajes que se vistieron de
tu enjuta y huesuda figura, como siempre he visto a John Wayne, o a Totó, mira
que absurdas y extremas comparaciones te hago, porque en este mundo de los
sueños y las ficciones a Dios gracias todo se nos permite, y que se confundan
los censores y se queden atrapados a poder ser en los ascensores.
Calavera risueña, esqueleto bailarín, mandíbula
batiente, loca entrepierna, pelvis salvaje, pichina irredento, canalla blasfemo…
que solos nos dejas aquí plagados de libre albedrio y de incipientes alborotos
por doquier.
Te recordaremos siempre así, con la instantánea que
congela el hedonismo de “Verano 70” en la que desde el coche con la ventanilla
bajada nos invitas a sumergirnos en un océano de biquinis en las playas de
Benidorm.
Y es que no hay mayor labor humanitaria que haber
hecho reír al prójimo, aunque tú no te acuerdes, Saza de mis entretelas.
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