“Excelente
cosa es tener la fuerza de un gigante, pero usar de ella como un gigante es
propio de un tirano” (William Shakespeare)
70 años del hongo atómico, la ignominia nuclear,
el puñetazo final, la capitulación. El espanto alcanzando una nueva dimensión.
La involución definitiva. El Leviathan alzándose sobre la humanidad. Hobbes humillando
a Rousseau.
De aquellos encerados de pizarra nació la
tragedia. Las gafas de los científicos reflejaban el aliento de la locura, la
tecnificación del miedo. Del desierto de Nevada a la carne japonesa, de los
atolones del Pacífico a la sangre oriental.
70 años entre siglos cubiertos de humo, dolor y
una lección quien sabe si aprendida. No para el pueblo que la sufrió, si no
para el que la ejecutó.
El hombre no volvió a ser el mismo desde que cruzó
aquel umbral del anochecer de los tiempos, el que le fue brindado por la más
siniestra de las alianzas, la de la ciencia y la destrucción. El hombre fue
engullido por el hongo y Leviathan despertó de su letargo.
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