Es posible que tal y como decía Lampedusa sea necesaria
la mutabilidad de las cosas para que precisamente nada cambie, en ese pesimismo
reflexivo al que nos confina un mundo viejo presa de sus propios vicios y
errático en sus propias vanidades. No obstante, en nuestra urgencia de vivir
conscientes de la “erección de la actualidad”, que decía Cándido, siempre
encontramos alguna lucha o batalla por la que merece la pena descruzar los
cansados brazos y limpiarles las telarañas a nuestras conciencias. Es entonces
cuando recurrimos a los medios que encontramos a nuestro alcance, entre ellos
el gesto reivindicativo.
Una de mis luchas sociales favoritas, por lo que
tuvo de impacto cultural en la historia del Siglo XX, es la de los negros en
Estados Unidos. Una reivindicación justa y necesaria en contra del racismo y
opresión a todo un pueblo que no significaba que se excluyera de aquella lucha
a otros racismos existentes sobre otras razas o etnias (por ejemplo el
manifiesto racismo estadounidense hacia los asiáticos, especialmente japoneses,
durante parte del siglo XIX y gran parte de la mitad del XX), de igual modo que
la lucha contra la violencia machista no implica, de ninguna manera, olvidar
que puede haber violencia de género feminista. Es sólo que ésta última es
ínfima en comparación con el gravísimo problema que supone la violencia
ejercida por el hombre contra la mujer, y ahí están las cifras de asesinatos o
agresiones en un sentido u otro. La lucha del pueblo negro durante aquellas
convulsas décadas constituye un episodio fascinante en el que se entremezclan
movimientos culturales, música soul, bandas callejeras, e incluso Juegos
Olímpicos.
La imagen de Tommie Smith y John Carlos en México
1968 puño en alto reivindicando el “black power” después de ganar oro y bronce
respectivamente en la final de los 200 metros lisos sigue siendo una de las
estampas más icónicas y poderosas de finales de los 60. Posiblemente El Gesto,
con mayúsculas, del movimiento negro, en cuanto a notoriedad y capacidad para
traspasar mediáticamente fronteras debido al escenario en el que tuvo lugar. Fueron
abucheados en la misma pista, criticados por el propio Comité Olímpico de los
Estados Unidos, y vilipendiados y amenazados de muerte tanto ellos como sus
familias a su regreso a su país. No sólo ellos. Peter Norman, el atleta blanco australiano
que les acompañó en el podio al hacer plata y quien se mostró solidario con la
protesta de sus rivales, fue igualmente despreciado por las autoridades de su
país, negándoles incluso su participación en los Juegos Olímpicos de Munich
cuatro años después pese a ser el tercer mejor corredor de su país en su
distancia en las pruebas clasificatorias. Al fallecer, en 2006, esta historia
de honor deportivo y dignidad racial recobró protagonismo cuando los propios
Smith y Carlos viajaron a su funeral y portaron el féretro de quien había sido
su rival en aquella histórica carrera, en aquellos 200 metros de velocidad que
pareciendo querer dar la razón a Quevedo en su soneto dedicado a Roma, demostraron
que sólo lo fugitivo permanece y dura.
Say it loud, I'm black and I'm proud!! |
Aquel gesto definitivo y global de los dos atletas
negros fue el televisivo espaldarazo a los que protagonizaran años antes Irene
Morgan y Rosa Parks, mujeres anónimas que se convirtieron en símbolos para todo
un pueblo al negarse a ceder sus asientos de autobús a los blancos. Como en
toda lucha social que se precie, conviven por un lado los gestos anónimos de
quienes padecen día a día las injusticias que pretenden derrocar con otros gestos
más mediáticos e impactantes efectuados por quienes debido a su posición pueden
erigirse como improvisados altavoces de una reivindicación que igualmente
consideran justa y necesaria. Irene Morgan y Rosa Parks fueron las heroínas que
saliendo de la nada prendieron la mecha de una revolución social que creció
imparable hasta ver como en 1974 los ciudadanos de Atlanta escogían al primer
alcalde negro de los Estados Unidos, Maynard Jackson, y que ha logrado que 150 años después de ser abolida
la esclavitud (a pesar de que el Estado de Mississippi no lo haya hecho
oficialmente hasta el año 2013) la Casa Blanca sea ocupada por un inquilino de
raza negra con total naturalidad, pero el gesto de Smith y Carlos hizo que
aquella lucha se colase en los hogares de todo el mundo, dada la trascendencia
de un evento como unos Juegos Olímpicos.
Esta mañana hemos asistido en un escenario
igualmente simbólico como es nuestro Congreso de Los Diputados a otro gesto
reivindicativo protagonizado por una figura mediática que ejerce de altavoz de
miles de mujeres (y hombres) anónimas que llevan tiempo denunciando la
necesidad de una mejoría en las condiciones laborales para una mejor
conciliación entre vida laboral y familiar. Carolina Bescansa, diputada de
Podemos, se ha convertido en protagonista del día al acudir al comienzo de la
nueva legislatura del Congreso con su bebe de seis meses bajo el brazo, en un
intencionado acto reivindicativo que, como no podía ser de otro modo tratándose
de una “podemita”, ha comenzado ya a ser criticado (y lo que te rondaré morena,
Carlos Cuesta tiene para llenar tertulias de aquí a Semana Santa con el tema)
En este país muchos hombres y mujeres (sobre todo mujeres) tienen que realizar
auténticos ejercicios de equilibrismo horario para seguir atendiendo a sus
puestos de trabajo sin perder su condición y naturaleza parental. La mayoría no
tienen voz ni voto ni micrófono ni altavoz para reivindicar su lucha. Hoy
Bescansa ha tratado de dárselo.
Nunca una reivindicación por algo que se considera
justo deber ser una vergüenza. La única vergüenza que hemos padecido esta
mañana en el Congreso es la de ver a Pedro Gómez de La Serna, un diputado acusado de corrupción y expulsado
por el propio partido político que representa y bajo cuyas siglas ha obtenido
su escaño inaugurar su nueva legislatura en el cargo. Algo contra lo que
todavía no tenemos herramientas y que, esto sí, debería hacernos enrojecer de vergüenza
sobre nuestro sistema político.
Dejen de mirar tanto al niño de Bescansa y miren
más a las jóvenes y trabajadores madres que tenemos a nuestro alrededor. Ellas son
a quienes ha representado este gesto.
Y mientras tanto Pedro a lo suyo. |
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