“No pido de aquí en más buena fortuna, yo mismo
soy la buena fortuna” (Walt Whitman, “Canto del camino abierto”)
"The fools rule the world" Gyuri Lohmuller |
Supongo que hoy es un buen día para reabrir este
blog de mis cicatrices. Espejo laminado donde eyacular palabras y escupir
tempestades. Y es que soy un año más viejo.
El trueno no cesa. La tormenta, el vaivén. La
joroba de calamidades, la hipocondría caminante, la obsesión compulsiva hecha
carne y lamento.
Ya todo lo que tengo es esto. Edad y recuerdos. Pasos
hacia atrás e impulsos hacia delante. La memoria del hedonismo y de los
tobillos alados.
El mejor regalo es la vida, los rayos de sol, la risa de I., “cuanto sé lo aprendí entre surcos de vinilo y vermouth”, y
empaparme, bañarme en el simbolismo, Los Negativos, la Magia Negra, el
modernismo, el futurismo, el dadaísmo, el surrealismo… el aliento de Fernando Arrabal.
El sentimental nudismo anacoreta.
Y es que me sigue emocionando como el primer día
(toda la vida es en realidad el primer día) aquel verso enajenado de Rimbaud: “en
efecto, los nervios están a punto de zarpar”. El poema se llamaba “Veinte años”,
pero ya no hay número sino tránsito, y una hoja de hierba no es menos que el
camino recorrido por las estrellas. O al menos eso me enseñó Walt Whitman en su
cabaña de triunfos y celebraciones.
Estamos llegando al punto de que se cierna un
nuevo Pentecostés sobre nuestras cabezas, de tal modo que me canto, me celebro y
me estremezco ante mí mismo.
Quiero más.
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