Ayer
cumplía Juan de Pablos 71 años y se hacía efectiva su jubilación de las ondas. Una
fecha que sinceramente esperaba nunca
llegase, al igual que nunca imaginé que los Ramones anunciarían su despedida (y
sin embargo lo hicieron aquel verano del 96) A mí me gustaba pensar que Juan de
Pablos moriría con las botas, o los cascos, puestos, porque cuesta imaginarlo
en otro escenario que no sea el de una canción pop de melodía pluscuamperfecta
dando vueltas en un plato. No vamos a entrar en todo lo que puede haber detrás
de esta jubilación. Sabidas son las dificultades que han sufrido y sufren
muchos locutores de Radio Nacional, y que el espacio de Juan no ha recibido
especialmente buen trato desde la radio pública es de sobra conocido. Baste
repasar la historia del programa en las últimas décadas y los constantes
cambios de ubicación en la parrilla. En Ponferrada llegamos a hacer una recogida
de firmas, promovida por Carlos, de Terciopelo Azul y la Sala Quijote (uno de
los muchos “hijos” que Juan de Pablos ha ido dejando a base de eyacular
emociones y melodías delante del micrófono), cuando a principios de los 90 se
rumoreó que había intención de confinarlo a los fines de semana. No se trata de
recordar lo pedregoso del camino que le ha conducido al mito de figura
paternal, a su magisterio clarividente sobre el pop, si no de buscar un
resquicio en el habitual desgarro emocional que nos provoca esta cultura que es
nuestra para tratar de desentrañar, igual que él hace con los misterios de la
música, la magia de la figura del más sabio de la tribu en el momento de la
retirada de su magistral oficio.
Mis
primeros recuerdos de “Flor de Pasión” se remontan a finales de los 80, cuando
emitía por las tardes y ya se había convertido en un pequeño fenómeno social
dentro de una España liberal y libérrima que se seguía quitando la caspa y el
polvo de la gabardina del franquismo sin descanso. Pequeño, muy pequeño, pero
un fenómeno que congregaba alrededor del transistor a individuos de diverso
pelaje: rockers, mods, punks… internet quedaba muy lejano (ni podíamos
intuirlo) y el correo postal ejercía de vigoroso vínculo para los fieles del
programa con su sacerdote. Nombres como Marisa la Segoviana, Isa la Despeinada,
Félix el Camionero, el Tupé Estacionario, Julio Vocal Group o Melancholic Peter
se nos hacían habituales en esa comunión a la vieja usanza, la del oyente
pidiendo canciones para dedicar a sus amigos, amigas o novias, o simplemente
por puro deseo de escuchar una tonada que le levantase el ánimo en los duros
momentos de enfrentarse a un examen o una entrevista de trabajo.
Como no
podía ser de otro modo no tardé en pergeñar yo mis propias cartas al maestro. Recuerdo
perfectamente la primera que le escribí. De aquella estaba totalmente empapado
por la cultura modernista y el rythm&blues y el soul y le confesé mi
devoción por los sonidos negros y especialmente por mi favorito, Smokey
Robinson, de quien le pedí la estremecedora “Tracks of my Tears”. Lo que no
recuerdo sin embargo es porque razón, como sucede tantas veces con cartas
escritas desde lo más profundo del alma, nunca llegué a enviarla y permaneció
cautiva y temblorosa dentro de mi carpeta del instituto. Y ahí sigue.
Si fueron
enviadas las posteriores, y así “Pepe Kubrick desde Ponferrada” comenzó a
hacerse un pequeño hueco entre el círculo de devotos de “Flor de Pasión”. El
siguiente paso debería ser, como no, conocerlo en persona. Fue el inolvidable
verano del 94, un particular “summer of love” en el que la Sala Quijote se
llenaba todas las noches y las muchachas estaban más bellas que nunca. Todo era
un poema de Rimbaud, “las voces instructivas exiliadas… el egoísmo infinito de
la adolescencia…” Los Flechazos, otros de nuestros héroes, estaban en un
momento de forma fantástico y actuaron dos noches consecutivas en el Quijote
con Juan de Pablos como maestro de ceremonias e invitado especial. A los platos
estuvimos Carlos, Jorge el Viejo Zorro y yo… y Juan, claro. Aquel verano fue
una “allnighter” constante y aquel fin de semana la cumbre absoluta.
Posteriormente volvería a visitarnos en alguna ocasión, como en un concierto de
los Juniper Moon que eran nuestro orgullo local, cuando acabamos en el
Barracuda loando Ponferrada como “el último refugio” mientras a Juan le
brillaban los ojos hablando de Humphrey Bogart e Ida Lupino. A partir de ahí
encuentros constantes aunque esporádicos y espaciados en el tiempo, desde
Felicia (Limodre) hasta Fuengirola, pasando, claro, por infinidad de conciertos
en salas madrileñas, y la inolvidable época en la que fuimos “vecinos” en Clara
del Rey (yo trabajaba enfrente de su casa) y nos encontrábamos en sitios tan
dispares como el supermercado o la consulta del médico, mientras charlábamos
sobre su último especial de calypso o las posibilidades del Madrid en la
Champions.
Sala Quijote, Ponferrada, 1994. |
Esto es un
esbozo de mi pequeña relación personal con Juan de Pablos. Pero a nivel
sentimental me resulta inabarcable describir que ha supuesto “Flor de Pasión”
no ya en mi vida, si no en un escenario comunal e identitario. Ahora que se
levantan banderas por doquier y se alude a las bajas pasiones de patrioterismo
y nacionalismo para alcanzar poder se hace necesario reivindicar el individualismo,
pero no me es ajeno que sí me siento perteneciente a una cultura particular en
la que hemos caído un buen número de individuos en las, digamos, últimas siete
décadas de la historia de la humanidad. Hablo de la cultura pop, y de la rama
más excitante de tan generoso árbol: el rock and roll.
Hay en
“Flor de Pasión” esas esencias venenosas que a tantos nos han cambiado la vida.
“Flor de Pasión” es “cool” pero recoleto. Es “American Graffiti” y “Diner”, es
doo woop y punk-rock. Las canciones por encima de todo. De Leo Dan a Hard-Ons,
de Palito Ortega a Parasites, sin inmutarse (como mucho poniendo entre
medias un instrumental “para separar fases”), ¿por qué no iba a ser así?, el
doo woop de las esquinas de Belmont, el punk-rock de Queens, el surf de Los
Angeles, el Swinging London, el soul de la MoTown, el “Salut Les Copains”, la
canción italiana… y por supuesto las más excitantes bandas nacionales del
momento. No se puede entender la explosión del punk-rock castellonense de No
Tomorrow sin “Flor de Pasión” y viceversa. Conocido es su proverbial y envidable sexto sentido para haber sabido detectar en cualquier momento las bandas nacionales más excitantes, ajeno a las posibles modas y ruídos mediáticos, pero fíandose de su gusto y oído. Desde Los Vegetales hasta Axolotes Mexicanos pasando por Shock Treatment, Parade o Airbag. Su intución para alimentarse (y alimentar él mismo a ellos) a francotiradores solipsistas del calibre de Julio Bustamante, Charlie Mysterio o Malcolm Scarpa. Juan de Pablos es todo ese rock and
roll, pero también es Dino Risi e “Il Sorpasso”, es el “Verano del 42” de
Robert Mulligan, “The Last Picture Show” de Bogdanovich. Es, en definitiva, la
constante pérdida de la inocencia, el despertar infinito, el primer beso
furtivo, el primer trago de cerveza, la constante llegada de la Primavera, la
alegría de los primeros rayos de sol y la melancolía de los últimos bañistas.
Sol y sombra en un caparazón de diazepam. La duda hornbyana de escuchar música
pop por estar triste o estar triste por escuchar música pop. El existencialismo
envasado en gemas melódicas y modélicas de dos minutos y medio de duración. El “angst”
eternamente adolescente disparado desde la furia de las guitarras eléctricas.
Y eso es
todo lo que Juan de Pablos nos transmitió, eso es todo lo que nos enseñó… y
ahora, ¿quién va a programar todas esas canciones?
Huérfanos
de emociones nos sentimos como el protagonista de “17 años”, uno de los muchos
pildorazos de Los Vegetales, banda totémica en el universo de “Flor de Pasión”
y otra de las tantas que hemos descubierto gracias a Juan, y exclamamos: “¡qué
alguien me ayude por favor!”
Fuengirola Pop Weekend, 2016. |
Esto es una
despedida del Juan de Pablos radiofónico, el de la voz quebrada que quitaba la
esponja del micrófono cada noche (el “preservativo”) para entrar “a pelo” en el
alma del oyente. Afortunadamente Juan sigue vivo y coleando batallando en la
montaña rusa emocional a la que está sujeto cualquier individuo con un mínimo
de sensibilidad. Esto quiere decir, así lo deseo y firmemente creo, que tenemos
Juan de Pablos para rato, descoyuntándose de manera espasmódica en las
primeras filas de conciertos, en las cabinas de pinchadiscos, quien sabe
incluso si retomando su breve pero jugosa y disparatada carrera cinematográfica y
televisiva… pero la despedida de “Flor de Pasión” es definitiva, y como tal es
triste y supone nudo en la garganta. Una despedida es tan difícil como cerrar
un texto. Por eso el hombre ha creado las canciones, capaces de llegar donde la
desnuda palabra naufraga. Las canciones visten esas palabras y convierten el
llanto en danza, el funeral en orgía, y así, la única manera de posible de
terminar esto es cantando…
Cerco
l’estate tutto l’anno
e
all’improvviso eccola qua.
Lei
è partita per le spiagge
e
sono solo quassù in città,
sento
fischiare sopra i tetti
un
aeroplano che se ne va.
Azzurro,
il
pomeriggio è troppo azzurro
e
lungo per me.
Mi
accorgo
di
non avere più risorse
senza
di te,
e
allora
io
quasi quasi prendo il treno
e
vengo, vengo da te,
ma
il treno dei desideri
nei
miei pensieri all’incontrario va.
Sembra
quand’ero all’oratorio,
con
tanto sole, tanti anni fa.
Quelle
domeniche da solo
in
un cortile, a passeggiar…
ora
mi annoio più di allora,
neanche
un prete per chiacchierar…
Azzurro,
il
pomeriggio è troppo azzurro
e
lungo per me.
Mi
accorgo
di
non avere più risorse
senza
di te,
e
allora
io
quasi quasi prendo il treno
e
vengo, vengo da te,
ma
il treno dei desideri
nei
miei pensieri all’incontrario va.
Cerco
un po’ d’Africa in giardino,
tra
l’oleandro e il baobab,
come
facevo da bambino,
ma
qui c’è gente, non si può più,
stanno
innaffiando le tue rose,
non c’è il leone, chissà dov’è…
Azzurro,
il
pomeriggio è troppo azzurro
e
lungo per me.
Mi accorgo
di non avere più risorse
senza
di te,
e
allora
io
quasi quasi prendo il treno
e
vengo, vengo da te,
ma
il treno dei desideri
nei
miei pensieri all’incontrario va.
Gracias a Juan de Pablos soy radioyente, empezando con el lenguaje de la música todo es más fácil.
ResponderEliminarCada vez que me lo encontraba en las ondas, el corazón me daba un vuelco, como cuando te encuentras un antiguo amigo. Gràcies
Gracias a Juan de Pablos soy radioyente, empezando con el lenguaje de la música todo es más fácil.
ResponderEliminarCada vez que me lo encontraba en las ondas, el corazón me daba un vuelco, como cuando te encuentras un antiguo amigo. Gràcies