sábado, 1 de abril de 2023

BREVE TRATADO SOBRE COMO VOX BUSCÓ UNA VEZ MÁS EL RETORNO AL PASADO, Y NO LA PELÍCULA DE JACQUES TOURNEUR

 Tenía pendientes escribir unas pocas líneas sobre el que fue uno de los temas de moda hace apenas diez días, la moción, exenta de emoción, de censura presentada por VOX en el Congreso con Ramón Tamames como candidato a la presidencia. Ahora que, como era previsible, ha bajado el suflé de Don Ramón Amón-Ra y su vanidad volverá a concentrarse en esas esporádicas entrevistas periodísticas de verano cuando algún becario para llenar contenido entre las páginas de sucesos y deportes se acordará de este señor que volverá a recordarnos que con Franco no estábamos tan mal, y ninguna autoridad moral mayor que la suya que precisamente luchó con sus manos vacias y su torso desnudo contra ese dictador que al parecer no lo era tanto según las constantes reinterpretaciones de la historia. Yo, que voy a cumplir 50 años en breve, no veo tan lejanos los días de principios de los 80 en el que en el colegio de curas al que asistía los profesores, sin ningún tipo de tapujos ni pudor nos recordaban que en España no era justo hablar de dictadura, sino de una “dictablanda”, porque comparado con los grandes dictadores europeos, Stalin, Hitler o Mussolini, Franco era una hermanita de la caridad. No me invento nada, aquellos docentes sin el menor atisbo de vergüenza nos decían a niños de no más de diez años que lo de Franco no fue una dictadura. Como si el maltratador que abofetea a su mujer argumentase no serlo porque el vecino del quinto además de abofetear le quemó la cara con una plancha ardiendo a su esposa. No. Una dictadura es una dictadura y punto, se fusile a 500 o a 500000 personas.

Ya mucho se ha dicho sobre el circo de la moción, calificada mayormente como “esperpento” para de paso homenajear a otro Ramón ilustre de acerada pluma y afilado ingenio. Esperpento que horrorizó al propio Tamames, espantado de que sus interlocutores pudieran hablar tanto, tener tanto tiempo para réplicas y exposiciones, e incluso, ¡qué horror!, llevarse folios con el discurso preparado. Tamames, contradicción en sí mismo, llegó al Congreso presentado por un paleto petulante, un golfo trajeado que no ha dado palo al agua en su vida y piensa que con un traje puede esconder sus carencias morales e intelectuales, Tamames, incoherencia en sí mismo, reivindicó la solemnidad de la cámara del Congreso y la seriedad de la política, las leyes y la Constitución, pero no tuvo reparos en expresar su disgusto por toda ley que no era de su agrado y reconocer que si por él fuera, hasta el funcionamiento del Congreso sería otro. Incluso falseando datos como los relativos a la ley electoral pese a que la realidad es otra. Tamames, paradoja en sí mismo, empezó hablando del 56, recordó que la II República también tenía, ya saben, sus cosas, pero luego se puso como un basilisco cuando le hablaron de Blas Piñar y sus aventuras políticas de los 80 y principios de los 90.
Pero dejó Tamames una reflexión final preocupante, y es la que me ha llevado a escribir estas líneas. Tamames acusó literalmente a todos los participantes de la política actual (de la que él fue también participe durante esos días, contradicción en sí mismo), y digo bien, a todos (no sólo al Gobierno como han querido colar algunos medios) de llevarnos a un clima similar, o incluso peor, que el de la España del 36.
Y desgraciadamente no le falta razón, el terreno abonado está para ello, y Tamames ha contribuido a sembrarlo todavía más. Y es que en España en cuanto hay un mínimo intento de hacer una política medianamente progresista, que lejos de significar ningún tipo de socialcomunismo no es más que la socialdemocracia de toda la vida evolucionada y adecuada a los tiempos, los herederos del nazional-catolicismo ya están ahí para torpedearlo y para recordarnos que por encima de sus cadáveres, y si hay que levantarse en armas, como en el 36, se hace, o como se intentó hacer en el 81, cuando por cierto nunca sabremos si, como insinuó Carrillo, Tamames estaba metido en el ajo (como tantos secretos oscuros de este país, de sus cloacas, que no son sólo del estado sino también de cuarteles, catedrales y mansiones aristocráticas), lo que si sabemos, porque está documentado, es que en la lista del general Armada figuraba su nombre como ministro de economía en caso de que el golpe prosperase. Los mismos que hablan ahora de las barbaridades de las leyes LGTBI o de chiringuitos feminazis son los mismos que hace 40 años se oponían a algo tan asumido, normal y necesario como el divorcio. Sí, en aquellos 80 que nos quieren vender como un paraíso de libertad, donde todo el mundo podía decir lo que quería y todos éramos al parecer más respetuosos y tolerantes con los demás, se montó un chocho tremendo con el divorcio, algo que hoy nos daría risa, como nos dará risa recordar la que se está montando hoy día cada vez que se intenta progresar con alguna ley que lejos de quitarnos derechos a quienes ya tenemos muchos, busca darles esos mismos derechos a quienes no los han tenido por diversas consideraciones, físicas, raciales, étnicas, religiosas, o de género… pero en este país hasta hace cuatro telediarios, mujeres que muchas pueden tener incluso 60 años, o sea, incluso estar en edad laboral, fueron condenadas por adulterio hasta que pudimos tener una ley del divorcio. Una ley que salió adelante pese a los 128 votos en contra, votos emitidos por la totalidad de los diputados de Alianza Popular (lo que ahora es el Partido Popular) y la mitad de los diputados de UCD. Como suele suceder, para que vean lo poco que hemos cambiado, se vislumbró un apocalipsis de divorcios inmediatos. Como cuando hablamos de aborto o eutanasia y los hijos del nazional-catolicismo dibujan un escenario de colas kilométricas de mujeres frente a clínicas abortistas, como si abortar fuera una fiesta que nadie quiere perderse y no uno de los episodios más traumáticos que puede vivir una mujer, más traumático cuanto más una parte de la sociedad se sigue comportando como auténticos seres del medievo para señalas a esas mujeres como nuevos inquisidores buscando brujas que quemar en sus hogueras. Corrieron ríos de tinta y ardieron las tertulias, pero de entre todos los titulares de artículos de prensa me quedó con uno que decía literalmente: “la ley del divorcio atenta contra la libertad”. Esta es la clave para entender el pensamiento de toda esta gente y de la maliciosa guerra cultural heredada de Estados Unidos en la que nos han metido. Se creen muy modernos por cierto, y que han descubierto una línea de pensamiento nueva, la de la incorrección política, cuando no es más que replicar lo que comenzó a suceder en Estados Unidos cuando las mujeres y homosexuales fueron ganando derechos que no tenían, y cuando las leyes racistas fueron poco a poco suprimiéndose… es siempre lo mismo, cuando se alcanzan derechos y libertades que no existían, ellos hablan de una falta de libertad. Porque para este tipo de personas sólo puede haber una libertad, la suya. Y esa libertad consiste en que haya otros individuos que por sus condiciones no puedan gozar de los mismos derechos que ellos si han disfrutado a lo largo de la historia. Y como saben que esto en el fondo es una aberración le dan la vuelta a la tortilla, y presentan a los antaño oprimidos como nuevos opresores que atentan contra su libertad. Es la parodia del esclavista que se queja de que, “¡no hay libertad!, ¡no me dejan tener esclavos!”. Y así, sujetos de la abyección moral de los Trump o Bolsonaro, abiertamente homófobos y xenófobos se presentan en esa perversa imaginería como tipos “cool”, rebeldes que luchan contra la corriente dominante del buenrollismo. Incluso Putin en su momento. Sí, sí, Putin, ese al que ahora todos han corrido a señalar como el mayor villano mundial y a borrar tweets y posts de Facebook en el que le ensalzaban porque se oponía a la dictadura progre, era el faro espiritual de Occidente (u Oriente en este caso si tomamos el Meridiano de Greenwich) que plantaba cara a los lobbies gays y feminazis. Revisen, revisen usted (me pongo ahora como Abascal en el Congreso), si no los han borrado, muchas de las cosas que decían de Putin antes de Febrero de 2022, y como era un ejemplo de líder político y ojala tuviéramos uno así en España (pero luego la autocracia es la de aquí, la de España, no la de Rusia)
De modo que en efecto, hay que volver al clima del 36, hay que buscar una excusa para acabar con todo esto (ahí están de hecho los titulares maliciosos que manipularon la reflexión final de Tamames dirigida a todos los políticos como un reproche únicamente al gobierno actual) Para que luego, años y décadas después, sigamos reescribiendo la historia. Hablaremos de como en 2023 Pedro Sánchez había llevado a España a un callejón sin salida, y que no quedaba otro remedio que una intervención urgente y quirúrgica para acabar con esta autocracia y dictadura del pensamiento único. Extraña autocracia y extraña dictadura esta que permite dar voz a todo tipo de pensamientos e ideologías, y ya no hablo sólo de VOX, sin duda los más peligrosos en cuanto a poder y crecimiento pero no los más radicales. Democracia Nacional, España 2000, Alternativa Española y por supuesto la Falange Española se han presentado a cuantas elecciones han querido en los últimos años, partidos de ideología claramente nazional-católica y en algunos casos directamente fascistas y franquistas. Muchos de sus miembros, al ver el percal, se han ido reciclando en VOX, donde si pueden rascar algo. También tenemos, antes de que me lo recuerde nadie, partidos estalinistas y reinvidicadores de dictaduras comunistas, sí, por supuesto. España no es una autocracia, España no es una dictadura. Pero contra el sanchismo vale todo, lo que sea con tal de acabar con el sanchismo. Ese es el mantra. Y ahora los muy moderados señores de VOX nos traen a una vetusta figura de una transición español que fue de todo menos pacífica, un tipo que figuraba como ministro de economía en caso de haber prosperado el golpe de estado de 1981, y nos lo quieren presentar como un ejemplo de buena voluntad y concordia entre los españoles para acabar con la dictadura sanchista, esa que nos ha llevado a un clima guerracivilista (insisto, que poquita memoria tenemos de las Españas que hemos tenido hace pocas décadas, con las calles teñidas de sangre) No cuela a menos de que se trate de engañar a indigentes mentales o ignorantes supinos, que sin duda los hay. Si quieren llevar a una figura clave de la transición que sea ejemplo de concordia entre los españoles la próxima vez llamen a Pepe Da Rosa.
Si las palabras de Tamames son proféticas, no tardaremos en volver a tener niños de diez años en las escuelas oyendo hablar de una “dictablanda”.
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