Desde José María García haciendo el ridículo con aquello de que las chicas eran incapaces de mandar un balón al área en un saque de esquina, hasta las últimas declaraciones de Alfonso Pérez, pasando, como no, por todo el escándalo Rubiales eclipsando uno de los mayores éxitos de la historia del fútbol nacional en cualquier categoría y sexo, el fútbol femenino español vive en un constante ojo del huracán desde el cual, cualquier reivindicación y posterior avance encuentra el contrapunto reaccionario de la parte más casposa e inmovilista de nuestra sociedad, la que se ha quedado en una manera de pensar de hace décadas y demuestra que no tiene la mínima intención de apertura. Merece la pena intentar desentrañarlo.
Si el feminismo se ha convertido en el centro principal de lo que conocemos como “guerra cultural”, línea de pensamiento importada desde el nazional-populismo de la “alternative right” norteamericana con Steve Bannon como ideólogo y Donald Trump como actor principal, esto llevado a Europa y a una sociedad como la española, en el escenario del fútbol como deporte mayoritario y principalmente masculino, la combinación resulta directamente devastadora. Y es que bajo ningún concepto, de ninguna de las maneras, ni por muchos éxitos conseguidos o mundiales ganados, puede consentirse la equiparación del fútbol femenino con el masculino. Cualquier intento de ello encontrará esa firme oposición de los señores que, viviendo físicamente en el presente, no han tenido el mínimo interés en que su mente deje de vivir en el pasado.
Si partimos de la última y patética polémica generada por un personaje tan limitado como el ex –futbolista Alfonso Pérez, quien entre otras “genialidades” ha sugerido que como prueba de fidelidad hacia la selección nacional se obligue a sus representantes a besar la bandera (del mismo modo que él besaba el escudo del Real Madrid… para años después defender el del Barcelona), nos encontramos pobres argumentos de primero de capitalismo como el de la ofenda y la demanda. Es decir, los hombres futbolistas tienen que ganar más dinero que las mujeres futbolistas porque generan más dinero. Se olvida Alfonso Pérez de la proporcionalidad, se olvida, principalmente, porque no es consciente de cuál es la diferencia salarial real entre hombres y mujeres en el fútbol, ya que, como gran parte de la población (la que se ha apresurado a encumbrarle como héroe, mártir y nueva víctima de la dictadura progre) es totalmente ajeno a los problemas del fútbol femenino y posiblemente las vea como unas muchachas caprichosas incapaces de someterse a la férrea disciplina que él vivió jugando en los campos más cuidados del país, siendo tratado por los mejores médicos y fisioterapeutas posibles, y por supuesto, engordando su cuenta corriente día tras día y mes tras mes. La realidad es que no hay ninguna proporcionalidad, y si Cristiano Ronaldo cobra 100 millones de euros porque un partido suyo lo ven 100 millones de personas en todo el globo, Alexia Putellas no cobra 50 millones de euros pese a que un partido suyo lo vean 50 millones de personas. El salario mínimo de una jugadora de la primera división femenina en España es actualmente 21000 euros al año, unas 10 veces menos que el de los hombres. Si nos ceñimos al argumento puramente especulativo de las ganancias, como bien sabe RTVE el fútbol femenino resulta mucho más rentable ahora mismo simplemente echando las cuentas de lo que les costó comprar los derechos del último mundial (apenas un millón de euros) y los resultados obtenidos en audiencias. Comprar un solo partido del mundial masculino ya costaba más que todo el femenino, 1.68 millones de euros por partido. Echen cuentas de cual mundial ha sido más rentable. Esto simplemente por desmontar ese argumento puramente liberal en lo económico de la oferta y la demanda, argumento que no se sostienen si entramos en otras consideraciones éticas o morales, y aún a riesgo de caer en la demagogia hay que volver a recordarlo: un futbolista no salva vidas… un cirujano, un bombero, o un socorrista sí, ¿qué genera más “valor” realmente?, ¿qué tiene más “valor” realmente?, ¿un puñado de billetes o una vida humana?
Se aferran quienes elevan a Alfonso como nuevo adalid de su causa perdida en que ha dicho las verdades del barquero, lo que nadie se atreve a decir, y que por eso ha pagado un precio (que le retiren el nombre del estadio de un club de fútbol del que pasaba olímpicamente y cuyos socios y aficionados llevaban reclamando esa retirada tiempo ha), como si hubiera sido llevado a juicio, suspendido de empleo y sueldo (no se preocupen, de donde no se va a retirar su nombre es de su empresa constructora con la que seguirá haciendo negocios con ayuntamientos de uno u otro signo), u obligado a exiliarse (cosas que si han tenido que hacer otros) y se niegan por tanto a reconocer el sustrato machista de sus declaraciones. Un sustrato sólo permitido cuando se trata de atacar cualquier atisbo de reivindicación feminista. Si leyésemos declaraciones de algún personaje público afirmando que los negros no pueden compararse intelectualmente con los blancos, y que ahí está el ejemplo de que no haya ningún campeón de ajedrez negro, no tendríamos reparos (salvo los casos más ultras y cenutrios de esta “alt-right”) en reconocer que tales declaraciones son racistas, ¿por qué seguimos defendiendo a quien dice lo mismo respecto a las mujeres en el fútbol? Este ataque al fútbol femenino, de hecho, no se da en ningún otro deporte. Ahí está nuestro exitoso baloncesto femenino. Les invito a que busquen una sola declaración de algún baloncestista masculino español hablando del baloncesto femenino en los términos en los que Alfonso Pérez lo ha hecho del fútbol femenino. Y hablamos de un deporte en el que objetivamente las medias físicas son evidentemente diferentes en mujeres, medias de menos altura y peso, ¿y eso ha supuesto la necesidad de que alguien se plantee que el baloncesto femenino no pueda equipararse al masculino? Muy al contrario, se ha trabajado desde federaciones de todo tipo, colegios, entrenadores, etc, en que el baloncesto femenino se pudiese igualar lo máximo posible al masculino, conscientes de que todos saldríamos ganando. Un baloncesto cuya federación nacional, les recuerdo, no tuvo la mínima duda en despedir a un entrenador tan exitoso como Lucas Mondelo en cuanto recibió quejas de algunas jugadoras respecto al trato que éste les dispensaba… y en fútbol todavía hay quien piensa que las jugadoras que se plantaron frente a Vilda y Rubiales son unas niñatas caprichosas. He hablado de baloncesto pero podríamos hablar de cualquier deporte, individual o de equipo, de balonmano o de halterofilia… ¿ustedes se imaginan a un levantador de pesas diciendo que las levantadoras nunca podrán equipararse a los hombres?, provocaría vergüenza ajena y le pediríamos que se retirase a su cueva antes de que la buena de Lidia Valentín le corriese a gorrazos. Pero en fútbol aquí estamos, convirtiendo al cuñao de turno en un librepensador a la altura de Karl Popper. Un librepensador que no puede ser machista porque, como él reconoce, tiene madre, mujer e hija.
Y luego el adoctrinamiento ideológico es el del feminismo.
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