Free Nelson Mandela? |
La
reciente perdida de Nelson Mandela (18-07-1918/05-12-2013), su desaparición de
este mundo físico de los vivos, ha servido para comprobar la magnitud de su
enorme figura y su impacto en la sociedad a nivel global, no tan sólo en la
africana si no sobre todo en la europea, anglosajona y occidental.
Efectivamente hablamos de un ser humano de proporciones gigantescas.
Inspirador, luchador, ejemplar. Pocos hombres durante el pasado siglo XX y
parte del XXI han sido capaces de acumular tanto respeto sobre su persona,
adquiriendo un aura casi santoral superando ideologías de todo tipo. Se diría que Mandela
caía bien a todo el mundo (o eso puede pensar cualquiera que haya visto las
reacciones a su deceso)
Funerales
multitudinarios, una nación entera sumida en el llanto (o en el llanto a través
de la alegría, el baile y el canto), y casi todo el globo terráqueo sintiéndose
un poco huérfano de bonhomía, humanidad y libertad. Para darle el rigor y la
seriedad necesarios al asunto un centenar de jefes de estado y gobernantes de
distintos países han querido estar presentes físicamente en el adiós al gran
enemigo del apartheid sudafricano, en algunos casos demostrando una de las
mayores muestras de cinismo e hipocresía que uno pueda recordar en mucho tiempo.
Asqueroso hasta la náusea.
Y
es que es justo recordar precisamente ahora, en honor de la memoria de Madiba (uno
de los muchos nombres con los que era conocido Mandela, éste referido al Clan
Madiba de la etnia Xhosa a la que el dirigente africano pertenecía), el
significado de su lucha, el sacrificio de sus 27 años encarcelado, su
tratamiento como terrorista desde Estados Unidos, y todo lo que supuso su
encarnizada defensa de una Sudáfrica libre de racismo y apartheid frente a los
poderosos líderes del Partido Nacional y sobremanera contra el infame
gobernante racista Pieter Willem Botha. Ahora que éste al que llamamos mundo
“libre” llora la pérdida del gran padre africano, es necesario refrescar la
memoria y airear las vergüenzas sobre como ese mismo mundo libre, democrático,
y occidental, no sólo no dio su apoyo al preso Mandela, si no que mostró sin
ambages su vergonzoso apoyo al apartheid sudafricano.
Empecemos
por “casa” y un pasado muy reciente, para darnos cuenta de la desvergüenza (con
diéresis, que duela más) de nuestra clase política y de su empeño por tratarnos
como imbéciles y hacernos comulgar con ruedas de molino. Y es que el actual
partido en el poder, el conocido como Partido Popular (que de popular, respecto
al pueblo, cada vez tiene menos, si es que alguna vez lo tuvo), no tardó en
expresar su pena por la perdida de Mandela, aprovechando incluso la presidenta
del PP catalán Alicia Sánchez Camacho que el Vaal pasa por Johannesburgo para
atizar al independentismo catalán en estos días de la Constitución recordando
la figura de Mandela e instando a los partidos catalanistas a que sigan el
ejemplo del líder africano y su capacidad para unir y no disgregar. Lástima que
ella misma y su partido sean incapaces de aplicárselo para si mismos.
Fue
hace tan sólo unos meses, el “Tata” Mandela crecía en venerabilidad cumpliendo
nada menos que 95 años. En la ciudad española de Toledo, Izquierda Unida, por
medio de sus dos representantes en el Ayuntamiento, creyó que podría ser un
buen momento para desterrar otro recuerdo de nuestra infausta Guerra Civil y
tener un bello gesto con el dirigente africano y su corajuda vida luchando
contra la segregación racial. Se solicitó en pleno el cambio de nombre de la
calle llamada “18 de Julio” (homenaje al “Alzamiento Nacional” que dio paso a
la Guerra Civil y advenimiento del franquismo) por el nombre de Nelson Mandela.
La propuesta salió adelante con el apoyo del PSOE. El PP de Toledo, retratándose ante toda la sociedad española, votó en contra. Ellos, a quienes
se les llena la boca hablando de revanchistas y de españoles incapaces de
perdonar y olvidar el pasado, se enrocaban de esta manera en defensa de uno de
los símbolos de la Guerra Civil y de la dictadura franquista y despreciaban el
gesto hacía un hombre como Mandela, por aquel entonces todavía vivo, que es
cuando los homenajes y las muestras de reconocimiento tienen auténtico valor, y
no el lloro y lamento hipócrita al que no han tardado en sumarse desde nuestro
partido gobernante.
De
modo que ahí tenemos a nuestro presidente, Mariano Rajoy, con cara circunspecta
y pensando en el Mundial de fútbol, en las exequias de uno de los más grandes
luchadores contra las barreras raciales y sociales, llorando a Mandela mientras
conserva (como años antes hiciera el PSOE) las concertinas de la vergüenza (con
diéresis, que duela más) en las vallas de Ceuta y Melilla para seguir manteniendo
vivas las barreras entre los muy pobres y los (cada vez menos) ricos. Para
seguir fortaleciendo las fronteras entre mundos, clases sociales, etnias, y
razas. Todo ello mientras se va a Sudáfrica a llorar a Mandela.
Nuestro apartheid particular |
Pero
estas muestras de desprecio al auténtico mensaje de Mandela palidecen ante lo
que fue hace décadas (y hasta hace bien poco) la realidad de la posición de los
poderes de Occidente ante la situación sudafricana, el apartheid, y los abusos
del gobierno de Pieter Botha en el país donde Mandela y otros miembros del
Congreso Nacional Africano pasaban sus días entre rejas en la tristemente
célebre isla de Robben, con especial ignominia por parte del eje anglosajón representado
por Ronald Reagan y Margaret Thatcher, modelos de una manera de entender la
política y el poder con grandes seguidores en nuestro país, especialmente en la
figura de ese personaje indescriptible llamado Esperanza Aguirre. Quizás mucha
gente no sepa, o no recuerde, la extraordinaria virulencia con la que fue
tratado Mandela desde el Reino Unido y Estados Unidos cuando no era ese
venerable anciano que levanta la Copa del Mundo de fútbol que finalmente se
llevó España, si no un activista convencido en la defensa de los derechos de
sus conciudadanos de raza negra.
Uno
de los episodios más desafortunados lo protagonizaron los miembros de la FCS (Federation
of Conservative Students), una organización estudiantil vinculada al Partido
Conservador británico (de quien fue uno de sus más destacados miembros en la
década de los 80 el ahora Primer Ministro David Cameron), algo así como los
“cachorros” de los “tories” ingleses. A mediados de esa citada década, en pleno
mandato de Margaret Thatcher, los estudiantes conservadores británicos lanzaron
un furibundo ataque contra Mandela publicando unos carteles en los que pública
y literalmente pedían el ahorcamiento del líder africano junto al del resto de
miembros del Congreso Nacional Africano, calificados como “carniceros”. La
propia Thatcher llegó a asegurar en 1987 que el CNA era una organización
terrorista y que era una locura pensar en que pudiera llegar el día en que
tomase el poder. Afortunadamente para el pueblo sudafricano la Dama de Hierro
estaba equivocada. Respecto a David Cameron, quien en otro ejercicio de
hipocresía ha corrido a hacerse la foto en los funerales de Mandela y ha
mostrado ostensiblemente su pesar en redes sociales por el fallecimiento de Madiba,
hay que recordar que en 1989, siendo ya un joven político emergente de los
conservadores británicos, aceptó la invitación del gobierno racista sudafricano
para visitar a gastos pagados el país del por aquel entonces encarcelado y
calificado de terrorista Nelson Mandela. No parecía preocuparle en aquellos
momentos la situación del desaparecido personaje en quien tantos elogios le
hemos visto deshacerse en los últimos días. Y para acabar este muestrario de
despropósitos sobre Mandela por parte de los conservadores británicos, nada
mejor que recordar al diputado Teddy Taylor en 1980 asegurando públicamente que
el sudafricano debería ser fusilado.
Estas
son algunos ejemplos de la posición desde el Reino Unido frente a la lucha de
Mandela, cuando hacía falta, cuando necesitaba ayuda de verdad. No sólo no le
apoyaron si no que se posicionaron del lado del apartheid y despreciaron su
figura, llegando incluso a pedir su ejecución. ¿Y qué hay de Estados Unidos?
Aún mayor ignominia e infamia. Hay que recordar que hasta 2008 (tras una
iniciativa presentada por los senadores demócratas John Kerry, Bob Corker y
Sheldon Whitehouse) Mandela figuraba en la lista de terroristas de los Estados
Unidos. Es decir, su nombre tenía el “honor” para la política estadounidense de
figurar al lado de un Bin Laden (ex –agente de la CIA por otro lado, aunque esa
es otra historia… o quizás no) cualquiera. La propia CIA contribuyó
decisivamente al arresto de Mandela en 1962, como se ha conocido gracias aWikileaks, gracias a la infiltración de uno de sus agentes en el CNA. Reagan,
por su parte, nunca ocultó su apoyo a la Sudáfrica del apartheid, país al que
calificó de “esencial para el mundo libre” mientras era gobernado por los
racistas afrikaners del Partido Nacional. Una vez más vemos que lejos de
recibir apoyo, Mandela era incluso apresado con la colaboración de la
inteligencia estadounidense.
Mandela, flanqueado por su ex-esposa Winnie y el gran activista Joe Slovo |
¿Cómo
se puede ofrecer tamaña muestra de hipocresía frente a toda la humanidad como
la vista estos días? Tratemos de ser objetivos, no creo que ni Thatcher ni
Reagan fueran abiertamente racistas (aunque en el caso de la británica tengo
mis dudas), simplemente se trataba de “estrategia”. Por un lado Mandela era
comunista (lo cual a ojos de ciertas ideologías resulta mucho más aberrante que
ser negro), por lo que en ningún momento podían manifestar su apoyo a una
figura como la de Mandela, quien nunca ocultó públicamente su apoyo al
castrismo. En plena Guerra Fría todo lo que oliese a “rojo” merecía ser
pisoteado y vilipendiado públicamente, e incluso ser digno de pedir su
ejecución, como hemos visto en el caso del personaje que nos ocupa. Por otro,
Mandela significaba una figura de lucha por la libertad contra el poder
establecido, algo que va mucho más allá del comunismo y que aterra aún más a
los grandes poderes fácticos, preocupados porque se imponga el pensamiento
lampedusiano de que todo ha de cambiar para que todo siga igual. Esa misma
estrategia y ese mismo pensamiento ha llevado a gran parte de los líderes
mundiales a ir cambiando con el tiempo su postura frente a Mandela. Si antaño
era un terrorista ahora es un defensor de los mayores valores humanos. Un
cambio, en definitiva, para que todo siga igual. Y es que el Mandela preso no
importaba, y si importaba era acaso para desear su muerte. El Mandela
presidente, instalado en el poder, evidentemente ya es otra cosa. Lo hemos
visto a lo largo de la historia de Estados Unidos y su capacidad para
posicionarse a favor o en contra según sus intereses y transformando por igual
a aliados en enemigos y viceversa (Bin Laden, Hussein, Noriega, y un largo
etcétera) Esto, lejos de justificar sus comportamientos, ejemplifica
perfectamente el mundo nauseabundo en el que vivimos. Un mundo miserable,
podrido, cínico e hipócrita en el que se siguen levantando barreras, todas
basadas en una misma barrera, la más grande: la que hay entre ricos y pobres.
Todo ello mientras se llora a Mandela y con total desvergüenza (con diéresis,
que les duela, si es que tienen algo dentro) esta serie de personajes sin escrúpulos
se hacen fotografías para sus redes sociales como si estuviesen en un baile de
estudiantes y no en el funeral de uno de los más grandes hombres de los últimos
tiempos.
Si
en verdad respetan a Mandela, dejen de joder.
¡Qué funeral tan divertido! |
Efectívamente si algo se saca del fallecimiento de Mandela es la cantidad de hijos de puta que hay sueltos y cuantos de ellos nos gobiernan
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