El
inevitable ciclo de la vida, amigos míos. “Yo no sabía, no pude imaginar, que
todo lo que empieza tiene un final” cantaba un meloso Carlos Segarra en un tema
de Los Rebeldes que hablaba de almibarados amores bajo la luz de la luna.
Este
pasado fin de semana echaba el cierre tras nada menos que diez temporadas y 237
episodios (todo un éxito en el cruento mundo televisivo regido por las
audiencias) la teleserie “Aída”, spin-off de la célebre “Siete vidas” a la que
acabó superando para convertirse en uno de los mayores fenómenos televisivos
nacionales de los últimos tiempos. Criticada por muchos, admirada por otros
cuantos, “Aída” ha sido el mejor exponente de eso que llaman “humor grueso” en
nuestro país, sin que ello tenga que significar mediocridad o pobre nivel del
producto, más bien al contrario, ya que la calidad de los guiones de la serie de
Globomedia estaba por encima de la media en cuanto a comedias nacionales, y
contaba además con un punto a favor imbatible gracias al triángulo actoral que
formaban Pepe Viyuela, Paco León y Mariano Peña, colosales en su capacidad para
lo grotesco, que era, en realidad, de lo que se trataba esta serie (y habría
que añadir también en los últimos tiempos a Canco Rodríguez y su formidable trabajo
como Barajas)
“Grotesco”
significa ridículo, extravagante, irregular, grosero, exagerado o de mal gusto.
Lo cual, insistimos, no tiene nada que ver con la calidad. Grotescos eran
algunos cuadros de El Bosco, muchos dibujos de Goya, variopintos personajes
trazados por la pluma de Valle-Inclán, y por supuesto, y por hablar de algo más
contemporáneo, las películas de los primeros John Waters o Pedro Almodóvar,
donde podíamos contemplar desde un banquete a base de cagada de perro hasta una
lluvia dorada. Auténtico mal gusto. ¿Exento de calidad? No en mi opinión.
“Aída”
ha recibido muchísimas críticas por sus retratos descarnados de unos personajes
extremos, de baja condición social, arrabaleros y marginales. Como si no se
pudiera hacer humor con todo eso. Que diríamos entonces de Azcona y Berlanga.
No se trata de hacer una defensa a ultranza de un producto que no buscaba mayor
objetivo que el simple entretenimiento y levantar una sonrisa al espectador
(como si fuera poca cosa), aunque si escarbamos bajo la sátira y el exabrupto
de sus protagonistas podemos encontrar algo más (la convivencia entre las “dos
españas” que simbolizan Pepe Viyuela y Mariano Peña, o la necesidad de la
familia como sustento emocional, que tan bien se ha reflejado en telecomedias
americanas como “The Simpsons” o “Matrimonio con hijos”, y éste posiblemente
sea el mayor acierto de la serie, reflejar como unos personajes que hacen del
despellejarse mutuamente su rutina diaria en realidad no pueden vivir los unos
sin los otros, son su único apoyo, y es que quizás despellejarse sea la mejor
manera que conocen para seguir manteniéndose unidos) “Aída” es historia de la
ficción televisiva nacional, le pese a quien le pese, pero está muy lejos de
ser considerada una obra maestra. El paso de los años y los capítulos ha
acabado produciendo un hartazgo mutuo entre creadores y espectadores. No se
puede ser brillante durante diez años seguidos (excepto si te llamas Rafa
Nadal) La última temporada ha sido explicita en el cansancio acumulado y en una
imaginación tocando fondo, con una forzadísima y patética Paz buscando
recuperar a un Luisma al que ella misma había abandonado, y sobre todo con la
incorporación del (pésimo) humorista e imitador Dani Martínez. Un tipo
estomacante e intrusista sin nociones de interpretación que intentaba encarnar
la figura del “doofus” (personaje habitual en toda telecomedia, y que puede
encontrar su máxima expresión en el Michael Kelso de “Aquellos maravillosos
70”) canalla y bribón con mucha más pena que gloria. El incremento de minutos
de este humorista que vive de imitar a Butragueño entre otras “hazañas” cómicas
supuso a la vez un decrecimiento de los de un Paco León cada vez más enfocado
hacia otros proyectos, como su curiosa carrera de director. Una pena que la última
temporada de esta serie haya sido, con diferencia, la peor. Pero al menos han
sabido no seguir arrastrándose por la parrilla televisiva.
Nos
dejan infinidad de momentos hilarantes, capítulos inolvidables, situaciones
antológicas. Y hay que agradecerles cada risa, cada sonrisa, y cada carcajada.
Cada resaca dominical mejor soportada con sus payasadas. Sólo por eso, nunca
olvidaremos “Aída”.
Todo ello pese a que seguirán apedreando a este
tipo de humor. Ya que estamos un poco gruesos, si se pican, que se
rasquen.
Culpables de hacernos reír. |
Pepe, la canción que citas al principio es de Los Rebeldes, no de Duncan Dhu.
ResponderEliminarCorrecto, ya lo había editado, :-)
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