Swedenborg, Swedenborg... |
¿Hay
acaso algo que celebrar, cuándo los acontecimientos se precipitan al vacío en
un suicido de silencios?
Seamos
una burricie sentimental, una cabellera semental, y celebremos, riamos, bebamos
y nos comamos los unos a los otros. Saquemos a pasear el Swedenborg que
llevamos dentro.
Y
notamos el filo silencioso del calendario que pasa otra página, el tiempo,
campeón imbatible de nuestras necedades, el maestro nihilista de nuestra nada,
nos trae otro número que añadir a nuestra joroba, otra cicatriz de anhelos
imposibles.
“Hacemos
el balance de lo bueno y malo”, cantaban aquellos andróginos metaanfetaminados.
Y
yo aquí con los Pogues, buscando el espíritu del alcohol, la señera de mi
vida…
Y
es que nuestras vidas son Los Del Río, que van a bailar, con Macarena.
Soy
un obcecado, un idiota envuelto en histeria sentimental quien se pincha con la
aguja de su plato una y otra vez mientras los Zombies cantan aquello de “This
will be our year”… Swedenborg, Swedenborg, que listo nos salió aquel rapaz, y
que miras más arriesgadas que tenía su grisácea melena.
Aquellos
eran días de pecado y redención, y luego más pecado. Alcohol y lujuria, mujeres
y pegamento.
El
almanaque de nuestras vidas, infinitos paseos de nostalgia sobrevenida…
Swedenborg, Swedenborg…
Caperuzas
de dignidad en recuerdo de Germán Coppini.
“Marineros,
soldados, solteros, casados…” canta la mamarrachada hipertensa.
Y
ya nadie se acuerda de Sinatra en Reprise, Septiembre de nuestras vidas,
excepto locutores de voz cavernosa disparando desde lejanas trincheras, huyendo
de los tambores y el hemiciclo.
Y
yo que sólo venía a desearles feliz año, pero se me fue la brocha…
Swedenborg,
Swedenborg…
Descorchemos
el champán, amigos míos, ¿no lo notan agitándose en mi entrepierna?
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