Hoy se cumplen cuatro años de la desaparición física de una de las personas más importantes en mi vida... intenté homenajearla en su momento vagamente haciendo lo único que mínimamente se hacer, escribiendo, con esta carta enviada a un diario local de Ponferrada. Creo que nunca lo publiqué en este blog, y dado que su recuerdo vive más que nunca en mí y en todos los que la conocimos, hoy decido hacerlo. Va por ella, va por su memoria, va por siempre.
Virtudes Fontal se ha ido, muy rápido, y a la vez muy despacio, con esa discreción de quien elige vivir su vida ajena al ruido mediático y a los focos, una persona que nunca quiso molestar y sin embargo siempre quiso ayudar, una persona que siempre estuvo, y una persona que nunca sobró... parece redundante escribir sobre las mayores virtudes de una persona que ya llevaba desde su bautismo tal nombre, como si fuera una premonición a un destino, a la vida que siempre quiso llevar, he conocido muchísima gente a lo largo de mi vida, gente mediocre y gente genial, gente ordinaria y gente extraordinaria, gente fría y gente caliente, libros cerrados indescriptibles e imposibles de descifrar y libros abiertos, claros, límpidos y cristalinos... de todo el paisanaje del vasto ser humano que he conocido a lo ancho y largo de mi vida la única cosa que puedo respetar por encima de todo es a la gente que vive su vida tal y como la quiere vivir... esa es la auténtica gente libre, todo lo demás son paparruchas, números inverosímiles, hipotecas monetarias y sentimentales, cábalas esotéricas sin ningún sentido, y apuestas banales por un pedazo de gloria terrenal...
Mi tía Virtudes, no me cabe ninguna duda, pertenecía a ese extraño y
cada vez menos abundante genero de la gente absolutamente libre, esto es, la
gente que vive su vida tal como concibe vivirla, que dedica todo ello, es
decir, su vida, su tiempo, su ser, su esencia, todo lo que tiene, que se
entrega en cuerpo y alma a un único ideal, con todas las consecuencias, sin
pararse a pensar si es bueno o malo, beneficioso o perjudicial, simplemente, gente
que vive, que hace, que actúa, según los dictados de su corazón... no hay nada
irreprochable en ello, siempre hizo lo que quiso, posiblemente pudiéramos reprocharle
que no pensase más en ella en vez de hacerlo tanto en los demás, pero entonces
le estaríamos pidiendo que no viviera esa vida que escogió vivir. La auténtica
libertad es la de quien quiere vivir su vida y la vida, y esa vida, va mucho
más allá de "cosas", cosas materiales, impostadas, paraísos terrenales
que nos hacen creer que dan la felicidad, tener un gran coche, mejor dos y
último modelo, un chalet en la sierra, viajar en primera clase, dinero, mucho
dinero, amasarlo... una posición social elevada, un nombre en las altas
esferas, un gran nombre en la política, tener poder ejecutor, que las grandes
decisiones pasen por tus manos... en definitiva todo lo auténticamente
superficial, todo lo que condena al hombre, al ser humano, a la esclavitud, el
ansia de poder, el "tanto tienes, tanto vales".
Con mi tía Virtudes comprendí muchas cosas que de alguna manera han
influido en mi forma de ser y de pensar. En estos momentos no tengo recuerdos
para los regalos materiales que pudiera hacerme, que seguro que fueron muchos,
y sin embargo recuerdo cosas de muy niño, soterradas en esos rincones de mi
cerebro, de mi conciencia, que ella me enseñó, y ese fue el mejor regalo, el
regalo de ver las cosas tal y como son sin ningún tapiz ni eufemismo...
recuerdo ver con ella chabolas, miseria, podredumbre, desolación, amargura,
familias rotas... yo podía llegar a casa y tener la mejor familia posible, que
la he tenido y sigo teniendo, ver dibujos animados en el televisor, o leer mis
queridos comics de superhéroes, pero mi
tía Virtudes me dio desde muy niño una bofetada de realidad que jamás he
olvidado y jamás olvidaré, y me la dio desde el subsuelo, desde la calle, no me
enseñó gráficos ni estudios de Unicef ni de Oxfam ni de la ONU sobre como con
lo que se gasta en armamento al año cualquier país desarrollado se podría
paliar todo el hambre en el tercer mundo (lo cual por otro lado es cierto para
quien quiera darse cuenta del estercolero de globo terráqueo en el que vivimos
y lo asumimos sumisamente mientras compramos nuestro nuevo televisor de plasma).
No, no me enseño esa teoría, me enseñó la realidad, me enseñó las chabolas, me
enseñó la pobreza... y ese es el mejor regalo que me han hecho jamás y que
jamás olvidaré, y eso hace y hará siempre que siga pensando que hay cosas por
las que luchar, sea como sea, a pie de calle o desde un púlpito, con un
bolígrafo o con una metralleta, pero el día que dejemos de sentir que hay cosas
por las que luchar, o bien viviremos en ese mundo justo, en el que simplemente
no vivimos porque no queremos y/o no interesa, o bien porque estaremos muertos
por dentro, lo cual es peor que estarlo por fuera.
Mi tía Virtudes siempre fue una persona muy importante, eso lo comprendí
desde muy niño también, y eso se reflejaba en algo de lo que siempre hemos
hablado toda la familia... pasear con ella era saber que cada dos pasos se iba
a parar a hablar con alguien, o al menos la iban a saludar. No es que
Ponferrada sea una ciudad demasiado grande, pero si de una población de 65000
habitantes tres de cada cuatro personas se paran a hablarse con tu tía, te das
cuenta de que era una persona muy importante, no tan importante como lo sé
ahora que era, no tan valiosa como ahora me doy cuenta ahora que lo era, pero
siempre supe que era importante... también sabía que no era poderosa, ni rica,
ni fuerte (en el sentido físico de ser fuerte, porque en cuanto a fortaleza
siempre ha tenido esa fortaleza impresionante de todas las mujeres de la
familia Fontal ), es decir, era importante sin tener esos "valores"
que se presuponen sobre los que se tiene que asentar una vida ejemplar e
imitable, los ídolos se sustentan en el poder, el dinero, y la fortaleza
física, no voy a decir que son ídolos de pies de barro, porque eso es
redundante, todo ídolo se sustenta en una imagen, en una pose, en algo
superficial, banal, exterior... mi tía era importante no porque fuera a ser uno
de esos ídolos de poner una pegatina en tu carpeta del colegio, no, era
importante, porque había alguna persona para la que era muy importante, y luego
había otra persona para la que también era muy importante, y luego otra, y
otra, y otra, y otra más...
Que haya gente muriéndose de hambre en pleno siglo XXI simplemente por
mantener este ecosistema injusto en el que un 20% (tirando por encima) de la
población mundial vivimos con todas nuestras necesidades básicas cubiertas (y
dentro de ese 20% podríamos encontrar porcentajes de riqueza realmente
obscenos) aprovechándonos del 80% restante, no se puede tolerar, y eso está por
encima de ningún credo.
Por eso siempre he admirado de Virtudes su entrega, pero sobre todo su
libertad para vivir la vida que escogió vivir, esa vida se basó en luchar
contra esas desigualdades, y lo hizo a pie de calle, puerta a puerta...
Virtudes era como un soldado valiente, que iba a la guerra, que se enfrentaba a
mil batallas, que bajaba al lodo de la realidad apartándose del boato y de la
ampulosidad del que deberían apartarse ciertas instituciones alejadas de la
realidad encerradas en torres de cristal donde el olor de la miseria no les
puede llegar, mientras gente como Virtudes se deja la vida por sus ideales sin
pedir jamás nada a cambio.
Por otro lado otra cosa de la que me siento muy orgulloso, como
ponferradino, nacido y amante hasta el tuétano de esta ciudad, es de que
Virtudes era una parte muy grande de Ponferrada, el barrio de San Pedro, su
iglesia, todo eso no va a volver a ser lo mismo... Virtudes me recuerda la
Ponferrada que conocí de niño, la Calle del Cristo, donde vivió muchos años,
con sus estrechísimas aceras por donde no podíamos ni ir de la mano porque
apenas cabían dos personas, mucho antes de ser peatonal, y por supuesto, cada
dos pasos alguien parándose a hablar con ella o saludarla... la agenda diaria
de Virtudes se componía, aparte de hacer sus tareas de ama de casa y ver a la
familia y allegados, en despedirse, cuando estabas con ella, con una de sus
típicas frases del estilo "bueno, me tengo que ir que tengo que ver a un
señor que le pasa...", "te dejo, que me espera una señora que tiene
un problema con...", "he de irme porque tengo que ver a un drogadicto
que..."... ese era el día a día de Virtudes, estar al lado de los
necesitados, pero también de los marginados, porque ser necesitado es duro,
pero se hace doblemente duro sentirte y saberte marginado, por tu condición
social, tu etnia, el color de tu piel, o por tus traspieses en la vida o las
zancadillas que hayas recibido... no sé si realmente existe eso que llaman
"vidas ejemplares", pero si sé que mi tía Virtudes era un ejemplo,
tanto es así que deja un hueco que va a ser muy difícil de llenar... ojala, por
el bien de todos, que se pueda llenar, nada le haría más feliz que ver que todo
por lo que luchó sigue vivo y tiene relevo... por eso hay que ensalzarla y
reivindicar su lucha diaria, lucha que por desgracia siempre es insuficiente,
porque la desigualdad, auténtico mal de nuestro mundo y la mecha que prende
otro tipo de problemas, avanza implacable siempre en la misma dirección, ya que
esta sartén tiene el mango bien agarrado siempre por el mismo sitio. Virtudes
nunca intentó cambiar el mundo, se conformaba con hacer mejor la vida del ser
humano que tenía a su lado. El no hace mucho fallecido (y equivocadamente
denostado por la Iglesia) José Saramago dijo un día que el hombre hoy día se preocupaba
de llegar a la Luna, y sin embargo era incapaz de llegar al ser humano que
tenía a su lado.
Con ella se ha ido una parte de mí, de mi infancia, mi crecimiento, mi
pubertad, adolescencia... mi vida... y,
con ella se va también una parte de esta ciudad, de una ciudad con demasiadas
sombras, con demasiadas ansias de poder, con el equivoco pensamiento de que la
"importancia" es el dinero, el poder, o la fuerza... Virtudes hizo
por esta ciudad más de lo que ningún político o empresario ha hecho jamás, y si
tienen dudas, pregunten por la calle, por las esquinas, por los rincones, por
los barrios más pobres... no pregunten en los grandes hoteles o restaurantes,
no, pregunten allá donde late la vida de verdad, allá donde la miseria lucha
por tener una vida simplemente digna mientras todos nosotros la seguimos
pisoteando porque seguimos pensando que lo importante en esta vida es tener un
coche mejor que el del vecino, y no que el vecino viva dignamente.
Y lo que me sigo preguntando... todo esto que hacía, ¿cómo lograba siempre
con esa enorme sonrisa?
No hay comentarios:
Publicar un comentario