martes, 9 de diciembre de 2014

SON TODOS IGUALES



Liberación de París, Agosto de 1944





Son todos iguales, nos dicen los malabaristas del pensamiento agitando la equidistancia de los vaivenes.

Es lo mismo asesinar que ser asesinado,
Es lo mismo robar que ser robado,
Es lo mismo mentir que ser mentido,
Es lo mismo violar que ser violado.

Es lo mismo ser el puño que el rostro ensangrentado,
Es lo mismo ser la bota que el cuerpo pisoteado,
Es lo mismo ser el palo que el lomo apaleado.

...es lo mismo el martillo que el clavo.

Igualdad de lo peor de la condición humana para que la barra libre sea prolongada y desaparezcan de una vez por todas aquellas cosas que alguna vez nos hicieron desear cambiar lo que nos rodea y perfumar las cloacas con nuestros actos. Desaparecen los principios, los valores, la lucha, la vergüenza y la ética, arrojados al retrete de las ideologías, porque son todos iguales.

Ciudadano silente e inerte al que ya no le quema ni la rabia por dentro, porque son todos iguales.

Es lo mismo estar arriba que abajo, a la derecha que a la izquierda, en el centro que en los laterales. Es lo mismo la calva que la melena, la barba que la coleta, la corbata que la camiseta. Es todo lo mismo, ciudadano silente e inerte, por lo que no se preocupe por nada, relájese viendo un partido de fútbol donde aún siendo todos iguales, al menos los colores le permiten distinguir de quienes usted considera buenos, de los malos.

Es lo mismo ultrajar que ser ultrajado,
Es lo mismo pisotear que ser pisoteado,
Es lo mismo mancillar que ser mancillado,
Es lo mismo difamar que ser difamado.

No vaya a ser que un día nos de por recuperar esas pequeñas cosas que hicieron mover levemente el mundo, escapar de su pereza lampedusiana y atisbar un rayo de sol perfumando las cloacas. No vaya a ser que usted, ciudadano silente e inerte un día despierte, hable, grite, se indigne, chille y patalee. ¡Qué espectáculo dantesco para el orden de las cosas!

No vaya a ser que un día descubra que el mero hecho de ser humano no justifica asesinar, matar, robar, mentir, expoliar, esclavizar, corromper y pisotear.

Es lo mismo un asesino que un asesinado.
Es lo mismo un ejército invasor que un pueblo invadido.

Recuerdo aquellas charlas luminosas con Juan Carlos Mestre,
Genio parido de nuestras verdes entrañas bercianas.

No se puede comparar a un alto cargo nazi que haya dirigido un campo de concentración con un resistente del Ejército Francés de Liberación, por mucho que ambos sean ancianos y estén en sillas de ruedas, es justo recordar que lucharon por cosas diametralmente opuestas”

¿Son todos iguales?, el dorado poeta me decía que no.

Pero ahora los altavoces gritan salvajemente que sí, que son todos iguales, ergo, que todo está perdido… encienda usted el plasma, abra la botella, conduzca su bólido, juegue a la ruleta rusa… elija su paraíso artificial, fume a gusto su opio del pueblo y abandone las preocupaciones… son todos iguales y no hay salvación posible.

No vaya a ser que usted, ciudadano silente e inerte, un día piense que se puede luchar. Luchar contra los totalitarismos, talibanismos, contra la injusticia, contra el racismo, el clasismo, el machismo, la homofobia, la corrupción política, el abuso de poder, la esclavitud, la precariedad laboral, las políticas exteriores imperialistas, la globalización expoliadora de materias primas de países pobres, el hambre, el maltrato a los débiles y a los animales…

No vaya a ser que desperecemos la cosa esta de los principios y los valores, que el lodo de las ideas vuelva a sentir el calor de los rayos del sol y el hambre de justicia nos haga pensar que, mire usted que estupidez, que no son todos iguales, que no es lo mismo, como decía la canción.

Que no es lo mismo el ejecutor que el ejecutado.
No es lo mismo el captor que el capturado.
No es igual el machista maltratador que la mujer maltratada.
No es lo mismo el violento racista que el extranjero apaleado.

No se canta igual a la guerra que a la paz, no se trabaja del mismo modo el oprobio que la justicia, no se esculpe con el mismo material el odio que el amor.

No es lo mismo el abuso del ser humano sobre un animal, que la defensa de ese animal que hace otro ser humano.

No se iguala una caricia a un puñetazo, ni un beso se compara al escupitajo, el poema no es un himno militar ni a la sincera amistad podrá acercarse nunca el odio por el prójimo.

Son iguales los espejos y los cristales que nos devuelven el reflejo, pero no lo que en ellos se contempla.

Ciudadano silente e inerte, individuo con derechos y deberes y pesares existenciales, arrojado al océano de la duda del sentido de la vida. Ciudadano que ni ha robado, ni ha mentido, ni ha ultrajado, ni ha violado, ni ha maltratado. Levante su voz y agite su orgullo. Porque usted sabe que no son todos iguales. Porque usted es la prueba viva y decente de ello. No deje que ellos, los que se apalancaron tiempo ha en la barra libre, sigan ganando la partida. Porque ellos no son iguales, y en su engaño vive su victoria.




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