"Dr. Jekyll and Mr. Hyde" (1931, Rouben Mamoulian) |
No puedo precisar cuando comenzó...
aquellos días disolutos, de tragedia vertiginosa, no dejaban atisbo
para mirar el calendario. No puedo recordar si fue a los tres, cuatro
o cinco días de entregarme al tobogán alcohólico que siempre
sucede en navidades. Pero sucedió. De repente estaba ahí. En esas
rondas de siete u ocho amigos yo contaba uno de más. Caminábamos
por la calle y hablaba con uno o con otro pero sentía que había
alguien más. Sentía un calor sobrenatural que podía achacar al
efecto del vino tinto. Era al mismo tiempo una carga y un descanso.
Sentía placer, calor, confort, al mismo tiempo que aquella inquietud
me mataba. No estaba solo.
Del mismo modo que no puedo precisar
cuando comenzó no puedo precisar cuando fui consciente de la
presencia. No recuerdo si fue ante la cristalera de un bar o en el
espejo de un baño... pero de repente apareció, sigo sin estar
seguro de que apareció porque se manifestó o porque de una puñetera
vez me di cuenta de su presencia, de que no estaba solo. Y allí
estaba. Viejo, carcomido, desdentado, pálido y ojeroso... la misma
aterradora presencia con la que llevaba conviviendo tantos y tantos
años sin darme cuenta. Pude reconocer todos sus rasgos, arrugas,
cicatrices y heridas. Lo reconocí todo con tanta evidencia que
aquella presencia sobrecogedora no tuvo el menor problema en
presentarse ante mí: en efecto... era yo...
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