Que curioso. Acabo de encontrar un texto escrito hace años con motivo de la llegada de un buen amigo mío a esas cuatro décadas de edad que recientemente yo mismo he traspasado. Lo escribí a petición de su hermano, quien deseaba realizar una pequeña antología de la banda de música punk-rock que ambos habían perpetrado en los 90 (y a la que esporádicamente resucitan) y necesitaba de un texto introductorio e ilustrativo. Y esto fue lo que salió.
¡ESTO ES LO QUE NOS HA TRAÍDO LA DEMOCRACIA!
Sí amigos míos, permítanme que humildemente les
pida que me ofrezcan su atención durante los instantes que les llevará leer
estas humildes y breves líneas. Sin duda estarán escuchando la COPE, rezando el
rosario, o intentando resolver el enigmático sudoku de nuestro buen periódico
La Razón.
Verán, quiero hablarles de una pequeña y hermosa
región del noroeste español llamada El Bierzo, concretamente su capital,
Ponferrada. Tierra de buenos caldos y jugosos manjares, tierra que parió a
insignes personajes tales cuales Amancio Prada, Luis del Olmo, o Jorge Morán.
Tierra, y esto es lo grave, que a mediados de los 90 se vio agitada por las
actividades de unos jóvenes bárbaros que influenciados por una no menos bárbara
cultura anglosajona llamada "punk", convirtieron la plácida y quieta
vida de los bercianos en un infierno del que muchos aún no se han podido
recuperar. Créanme cuando les digo que aún se me erizan los vellos púbicos al
recordar aquellos años de ignominia y barbarie.
A la cabeza de todo aquello se encontraban dos
hermanos, Carlos y Víctor, buenos cristianos en los primeros años de su vida,
pero a quienes la pérfida influencia de esos discos de vinilo provenientes de los
salvajes y hedonistas países de habla inglesa desvió irremediablemente en su
camino en la vida y en los designios del Señor. No tardaron estos dos
incivilizados mequetrefes en comenzar a aporrear unos rudimentarios
instrumentos musicales, imitando a sus infames ídolos de horribles peinados y
extrañas vestimentas, así el mencionado Carlos rasgaba las cuerdas de una
ruidosa guitarra eléctrica (despreciando toda la rica cultura de guitarra
española que ha tenido nuestra soleada España), como si de un simio despiojándose
se tratara, mientras que su hermano pequeño aporreaba compulsivamente una
batería recordando a los monos de "2.001 una odisea en el espacio".
Su suerte estaba echada, y su vida definitivamente tirada por la borda. No
tardaron, por si aquello no bastase, en rodearse de otros sujetos igualmente
poco recomendables, recuerdo un guitarrista proveniente de un comunista país
asiático, un espigado bajista de tez blanquecina y dudoso respeto por la salud
de su hígado, y sobre todo un extraño personaje de cabeza rapada y aspecto
amenazador al que, por si tenían alguna duda de que tipo de gente estamos
hablando, les diré que apodaban "el rata". Un elenco realmente
aterrador que tenía atemorizados a los tranquilos habitantes de la noble ciudad
de Ponferrada. Con los años incluso fueron reclutando a nuevos jóvenes quienes,
igualmente parecía que iban a tener una vida ejemplar como ciudadanos y padres
de familia. Un nuevo bajista llamado César, y se habla de que en los últimos
tiempos un trasunto del protagonista de la serie "Me llamo Earl", al
que llaman Brit (es conocido es que las bandas de delincuentes siempre utilizan
nombres en clave para asi burlar mejor la vigilancia de nuestras fuerzas del
Estado), se han unido a estos salvajes en una reciente reunión veraniega en
medio de las montañas bercianas, en un akelarre secreto del que apenas pudimos
conseguir información para alertar a los ciudadanos de la peligrosidad de estos
individuos. Realmente sus tácticas no tienen nada que envidiar a las del Mossad
israelí, pueden creerme.
Como todas las bandas de delincuentes juveniles,
estos descarriados muchachos tenían sus lugares predilectos de reunión, locales donde corría el alcohol y las mujeres se insinuaban a ellos sin el menor
decoro. Tabernáculos como el Cafre, Baby Rock, Saloon, El Punto, Metrópolis
(posteriormente Morticia), Taberna Campillín, Barracuda, y sobre todo una, en
principio sala de jazz y música culta, pero que a la postre se descubrió ser
una tapadera que servía de punto de reunión a fanáticos del punk, garage, soul
y demás músicas perniciosas para nuestra juventud, conocida como Sala Quijote.
Locales regentados por sujetos igualmente de baja catadura moral, donde estos
muchachos infernales eran jaleados cuando llevaban a cabo sus nada honestas
acciones.
Sus conciertos eran apologías del travestismo (se
sabe que tenían especial predilección por salir al escenario con ropas de
mujer), sus letras odas al desenfreno, y su música una invitación a esos
arrítmicos bailes a los que llaman "pogo". Todo siguiendo los dictados
de ese punk que tanto daño ha hecho a esta nuestra sociedad. Para burlar a
nuestra sagaz policía, cambiaban constantemente de nombre (Rednecks,
Ramongoles, Sangritas...), su número de acólitos crecía peligrosamente, el daño
estaba hecho, el mal había triunfado.
Es duro tener que recordar todo aquello, pero me
veo en la obligación. Algunos de estos sujetos ya tienen hijos, a los que sin
duda tratarán de iniciar en estas malas enseñanzas del rock and roll, en esos
discos que esconden en sus surcos la auténtica semilla del mal. No obstante,
como buenos cristianos que somos, y siguiendo las enseñanzas de Nuestro Señor
Jesucristo, sabemos perdonarles, y sabemos que en el fondo de sus almas aún
esconden su pureza primigenia. Por eso, en estos momentos en que su peligroso
líder Carlos García Molina, alias "Bigas", cumple 40 años, pedimos a
Dios con toda la fuerza de nuestras oraciones que por fin sienten la cabeza,
que disuelvan esa ignominiosa asociación que han formado, y que dejen de una
vez vivir a los sencillos y buenos habitantes de Ponferrada en paz y
tranquilidad.
Gracias por vuestra comprensión, mis amigos y a la
vez hermanos. Siempre vuestro...
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