Hoy hacemos "trampa". Traigo aquí un texto de mi última entrada en mi otro blog. El Eyaculador de Palabras nació como un rincón mucho más personal, pero hoy tocaba mirar hacia dentro y hacer introspección. El blog del Tirador Melancólico cumple dos añitos. Déjenle que se pegue un buen revolcón con su blog hermano.
Hoy
cumplimos dos años en la red. De nuestro estado de salud debieran opinar los
lectores (si es que existen, más allá del irreductible Marcos de Gijón al que
enviamos un fuerte abrazo por su incondicional apoyo) Lo único cierto es que
aquí seguimos, escribiendo sobre nuestro deporte favorito y procurando tener
una actividad más o menos continuada.
Si
hablamos de cifras, éstas hablan de 301 entradas publicadas y más de 40000
vistas. Creo que no está mal. Nuestro texto sobre Steve Nash sigue siendo el
favorito de los lectores, y es el único que ha superado las mil vistas.
Ahora
un poco de autocrítica y exhibicionismo impúdico. Creo que en este segundo año
el nivel del blog ha bajado, sobre todo en cuanto a la calidad de los textos se
refiere. ¿Razones? He de sacar al aire una intimidad. No es fácil de explicar,
pero digamos que en los últimos meses mi vida ha cambiado. Supongo que toda la
vida es una constante transformación y el paso de los años consiste en
enfrentarse a dichos cambios y saber adaptarte a las nuevas situaciones. A día
de hoy sigo sin saber exactamente que me ha sucedido, pero hace meses las cosas
empezaron a ir mal. No me resulta sencillo poder describirlo. Por mucho que
piense que puedo manejar la palabra con cierta destreza, sigo siendo incapaz de
encontrar la manera de definir sensaciones y sentimientos que nunca antes había
padecido, o al menos diría que no me había percatado de ello. Pasé ratos
realmente infernales, y tras consultas médicas de todo tipo y sin todavía poder
tener un diagnóstico claro han encauzado mis problemas a eso que llaman
“ansiedad”. Nunca pensé que pudiera sucederme algo así, el caso es que hubo
momentos en los que la simple existencia se convertía en una especie de
tortura, como si fuera incapaz siquiera de poder vivir conmigo mismo. No me
soportaba. Sentía claustrofobia de mi propia piel. Aquello me afectaba tanto
que había días en los que era incapaz de sentarme a escribir durante quince
minutos seguidos, ya que enseguida sentía un maldito relámpago que me partía el
alma por la mitad. Un desesperante ahogo para el que no conocía solución,
simplemente tenía que dejar de escribir, salir a la calle, respirar… y aprender
a vivir con esto.
Se
imponía entonces un cambio de vida, de hábitos, y de modos. Tuve que cuidar el
sueño. La NBA, por lo tanto, en cierta manera restringida (por eso esta
temporada hemos escrito mucho más sobre ACB y Europa que sobre la liga
profesional estadounidense), realmente sólo me dediqué a seguir a los Minnesota Timberwolves, porque sigo viendo
este deporte como un ejercicio de magia e ilusionismo y no concibo mago más
supremo hoy día que Ricky Rubio. Cambios en la alimentación, vida sana, largos
paseos, y últimamente “running”. De mis timoratas carreras iniciales a poder
meterme una decena de kilómetros de una sentada y sin apenas sentirme
especialmente castigado. Adiós al tabaco, a la cafeína, a mi litro de Coca-Cola
diario. Adiós a estimulantes de todo tipo y habituales compañeros de viaje que
siempre estaban ahí cuando el fin de semana comenzaba a asomar. A partir de ahí
el blog tuvo ciertas dificultades de encontrar hueco en mi rutina, y
prácticamente ha tenido que conformarse con ser alimentado en los ratos libres
que me deja el trabajo, en la oficina donde a fuerza debo pasar ocho horas al
día. Y en ese contexto la literatura se resiente.
Por
si fuera poco, y buscando en parte ahuyentar algunos de mis fantasmas, tanto
como apoyarme en la escritura más allá de las limitaciones de este deporte,
puse en marcha otro blog. Un lugar donde recopilar viejos textos y parir nuevos
pensamientos. Pero El Tirador sigue su camino. Por muchos problemas a los que
nos tengamos que enfrentar y pese al decaimiento habitual que sacude tu
conciencia cuando arbitras el valor de tu tiempo. Es entonces cuando te
preguntas si esto merece la pena o no (si pienso, por ejemplo, que esas más de
300 entradas publicadas darían sin duda para haber escrito un libro… otra cosa
es que hubiera encontrado interés por ser publicado). Y mi respuesta es que amo
el baloncesto tanto como para que sea un sí. Y escribir sobre este deporte me
sigue permitiendo estar más cerca de él y disfrutarlo. Me obliga a estar al
corriente de su actualidad, y me procura placeres como poder sumergirme en
historias, biografías, anécdotas o vivencias de este deporte que posiblemente
si no fuera por el blog dejaría pasar por alto. En definitiva, este espacio virtual
sigue teniendo sentido porque el baloncesto sigue teniendo sentido. Me sigue
haciendo feliz el pasado, presente y futuro de este deporte. Y ahí aparecen
motivos de sobra. Las finales de la NBA comenzadas esta pasada madrugada,
nuestras finales de Liga Endesa, y a medio plazo ya vislumbramos el ilusionante
Europeo de Eslovenia donde acudimos a defender nada menos que dos oros
consecutivos con la ausencia de nuestro gran líder Pau Gasol. Y esta sigue
siendo la gran noticia. El juego sigue, y con él la vida.
La
casualidad (ya que no fue premeditado) quiso que aquel 7 de Junio en el que decidí
que el Tirador echase a andar fuese el decimoctavo aniversario de la muerte del
gran Drazen Petrovic, el Mozart de las canchas de juego. Se cumplen hoy por
tanto dos décadas sin el halo genial del quizás mayor talento ofensivo europeo
que ha dado este deporte. La historia ya es conocida pero no por ello no ha de
ser recordada una vez más. El 6 de Junio de 1993 Drazen jugaba en la localidad
polaca de Wroclaw un partido clasificatorio para el Europeo de Alemania de ese
mismo año con su selección croata, la misma a la que había llevado al
subcampeonato olímpico un año antes en Barcelona (lo cual equivalía casi a
ganar el oro, dada la sideral distancia que establecía el llamado Dream Team
USA sobre el resto de selecciones) En su línea, el escolta croata alcanzó la
treintena de puntos. Sus últimos treinta puntos. Aquella noche Drazen no
cogería el avión de vuelta a Croacia con sus compañeros. Aprovechando que
disponía de unos días de asueto quiso disfrutarlos en compañía de su romance
por aquel entonces, una modelo alemana llamada Klara Szalantzy (actualmente
esposa del ex –futbolista Oliver Bierhoff), cuyo nombre quedaría para siempre
ligado a la tragedia. Klara y Drazen, acompañados de la jugadora turca Hilal
Edebal emprendieron un viaje en automóvil por las carreteras europeas. Pasadas
las cinco de la tarde del 7 de Junio circulaban por la autopista de Deggendorf,
cerca de Munich. Drazen dormía mientras Klara llevaba el volante. Un camión se
cruzó frontalmente en su camino y cambió la historia del baloncesto para
siempre. Murió el hombre, nació la leyenda. Tenía 28 años y venía de promediar
22,3 puntos en la mejor liga del baloncesto del mundo vistiendo la camiseta de
los New Jersey Nets. Sus números adquieren mayor relevancia cuando se comprueba
que eran logrados con un 52% en tiros de campo. Una barbaridad para un
base-escolta acostumbrado a jugar (y tirar) lejos del aro. Su 45% en triples,
simplemente inhumano. A donde hubiera podido llegar el Petrovic de sus 29, 30,
31 o 32 años, las mejores edades para un baloncestista entra ya en el terreno
de la cábala y la conjetura.
Inevitablemente
cada aniversario del blog del Tirador no puede sino ir acompañado de un
recuerdo hacia la figura del jugador que como dijo LeBron James preguntado
sobre quien había sido el mejor baloncestista europeo de la historia, “nunca
tenía miedo”. Brindemos por los genios.
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