“Tengo
un problema, un problema sexual, un serio problema, problema sexual, soy una
bicicleta” (Ilegales)
A
veces nos empeñamos tanto en estar a favor o en contra de las cosas que suceden
a nuestro alrededor y en que todo sea un debate constante buscando cargarnos de
razones que den validez a nuestros prejuicios que nos olvidamos de lo más
importante: simplemente de vivir y de disfrutar lo que tenemos alrededor
nuestro. Y ahí es donde surgen los genios, los cuales viven en un mundo aparte.
Como José Luís Suárez Roca, que escribe como una idem e impregna los escritos
de esa visión surrealista y de ese escarbar debajo del fondo de las cosas,
porque eso es el surrealismo y eso es la poesía. Que una silla no sea una silla
si no un trono y que la vida no sea vida si no arte. ¡Qué aburrimiento de vida
cuando las sillas son sillas y no tronos!
Y nos viene a recordar, ahora que Ponferrada se llena de centauros de barras
metálicas volando sobre nuestras calles, que la bicicleta nos evoca a esa
España que tanto nos gusta, quizás porque no la hemos vivido, cuando todo era
modernista, vanguardista, ultraísta, modernista, simbolista, parnasianista,
dadaísta y retrofuturista. Cuando los cafetines y los bares se llenaban de
soñadores envueltos en humo parapetados sobre sus monóculos y hechizos. Cuando
Huidobro nos traía las gallinas y Darío atizaba con fuegos de artificio. Cuando
no comprábamos en Zara pero nos guiaba Tristan Tzara. El cisne de engañoso
pelaje, y no el oso del Madroño, era el símbolo de la capital.
Y
la bicicleta era el futuro.
Yo
que ando cojeando entre modernismos y romanticismo de celuloide rancio, siempre
asocio la bicicleta a Butch Cassidy en la piel de Paul Newman. “Te presento el
futuro”, le dice a Katharine Ross, a la que gentilmente invita a subirse al
moderno artefacto. Bandidos y rufianes, pero también modernistas. Claro que
aquel paseo ciclista mecido por las notas del “Raindrops keep fallin’ in my
head” acaba en un soberbio costalazo que hace exclamar al díos fílmico de los
ojos azules: “¡Quédate con tu futuro, asquerosa bicicleta!”
Décadas
más tarde llegarían los Kraftwerk para inventar, o eso dicen, el pop
electrónico a base de odas ciclistas sobre el Tour de Francia. Al fin y al cabo
no hubo tierra más modernista que la de Theopile Gautier.
Raindrops keep falling on my head ...
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