Por fin he
tenido acceso a las memorías de mi ídolo y referente Lafayette Lever
(novelista, articulista, ensayista, poeta, satanista, filósofo, matemático,
jugador de ajedrez y trompetista de jazz), cientos de páginas repletas de
sabiduría, embargadas de cierta angustia vital, pero plagadas de un optimismo
rebosante... ese que se basa en "el día de hoy será mejor que el de ayer,
pero peor que el de mañana"... sus andanzas amorosas son realmente lo
mejor de sus escritos... era tal su obsesión por el amor que le llevó a
practicar infructuosamente con distintos compuestos químicos en busca de la alquímica fórmula de dicho amor... no lo consiguió, pero gracias a eso descubrió un
potentísimo crecepelo que todavía hoy día sigue vendiéndose en cantidades
industriales.
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Otra cosa que
me gusta de Lafayette es que es uno de esos que a mí me gusta denominar como
"nobles brutos", un estoico, un hombre que se reía de su propia
sombra... cuenta, por ejemplo, que durante la temporada que fue jugador de
hockey sobre hielo en Manitoba, durante un tiempo, su mejor amigo fue... ¡un
oso!, resulta que salía todas las tardes a beber grandes jarras de cerveza con
un individuo gigantesco que llevaba un ostentoso abrigo de piel... nunca
hablaban, sólo bebían y bebían hasta caer redondos al suelo... pues bien,
pasadas varias semanas, una tarde que hacía algo de sol, intentó quitarle el abrigo
a su amigo... fue entonces cuando se dió cuenta de que aquello no era un
abrigo, y que su compañero de veladas durante aquellas largas tardes
canadienses había sido... ¡un oso!
Así era la
vida de Lafayette, la anécdota convertida en arte, o viceversa.
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A medida que
uno profundiza en la lectura, en los pensamientos, de este personaje masculino
singular que era el bueno de Lafayette Lever, va percibiendo como se apoderaba
de él una cierta sensación de amargura, de desencanto, de sabor a hiel, más hiel...
en su busqueda obsesiva del amor, como esa locomotora de vapor del "fin de
siecle", Lafayette va asumiendo su condición de "hombre objeto",
también llamado "hombre kleenex", de usar y tirar, o estación de
paso... condición que el a menudo jovial protagonista asume de buen grado,
hasta que de repente delante del espejo ve como le ha salido una cana, o en uno
de los parques a los que acude a jugar partidas de ajedrez rápidas para ganarse
unos dolares se queda embobado mirando a un hombre de mediana edad paseando con
un hijo de la mano... entonces se da cuenta de que hay cosas a las que no puede
acceder... estas reflexiones recuerdan un poco a la famosa película
"Alfie", personaje con el que encontramos puntos en común con
Lafayette...
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¿Un brindis por Lafayette? |
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