"Porque tuve hambre y me distéis de
comer, tuve sed y me distéis de beber, fui huésped y me recogisteis"
(Mateo 25:35)
Lecturas que caen en saco de político roto. |
Desconozco si nuestro actual ministro de
Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, conoce la famosa cita del Evangelio según San
Mateo. Imagino que como uno de los miembros más destacados y reconocibles del
partido político que mayor empeño ha demostrado en nuestro país en la defensa y
protección de la Iglesia Católica, y como católico y cristiano declarado, ha de
ser así. En esa cita corta y simple se vienen a recoger los principios de la
caridad cristiana, lo que posteriormente daría lugar a parte de las Obras de la
Misericordia de esa Iglesia de la que hablamos. Como no creo que tales actos de
bondad sean exclusivos de ninguna religión en concreto, me parece más propio
que hablemos de "humanidad", eso que en principio nos distingue de
los animales no racionales, los cuales, dentro de su "animalidad",
también sienten impulsos naturales de defensa, protección y ayuda entre ellos.
Por eso la noticia de la intención de nuestro
ministro de aplicar penas de cárcel a aquellos quienes den cobijo y ayuda a
inmigrantes (y no vamos a utilizar la palabra "ilegales", puesto que
un ser humano jamás puede ser "ilegal") cuya situación en nuestro
país no está regularizada nos ha cogido con sobresalto, como si fuera un grotesco regalo de Reyes. Personalmente yo soy partidario de que vivamos
dentro de un cierto marco de leyes y reglas, lo cual hace que podamos vivir en
una sociedad y no en una jungla. Leyes y reglas que lejos de ser ataduras para
una libertad a menudo sobredimensionada o mejor dicho equivocada (de verdad,
amigos, la Libertad de verdad consiste en algo mucho más profundo que fumar al
lado de un no fumador) deberían servirnos de camino, de pequeña guía para
entender como podemos vivir mejor con nuestros vecinos y congéneres.
Evidentemente en una sociedad utópica esas leyes no serían en absoluto
necesarias, y volvemos al tema de la humanidad. Nuestra condición humana es la
que debería dictar nuestra conducta en el más correcto de los sentidos, y por
tanto bajo esa misma condición humana han de verse reflejadas las leyes que
debamos acatar. Sin embargo la ley que pretende establecer Ruiz Gallardón no
sólo no tiene nada que ver con tal humanidad, si no que la ataca y castiga
frontálmente. Ayudar al necesitado, al débil, al indefenso, al sin techo (a quien recordemos que este mismo gobierno ha excluido de nuestro sistema sanitario), se
convierte en delito. Si las leyes,
como digo, han de servir de pequeña guía sobre el "bien" y el
"mal" (y así son delito todo tipo de atentados contra el prójimo),
ahora Gallardón quiere decirnos, a nosotros y a las generaciones venideras, que la ayuda
humanitaria es algo "malo". Un despropósito, una barbaridad.
"Haz bien y no mires a quien", dice el refrán, exponente de la
sabiduría popular. Ahora nuestro ministro de Justicia parece decirnos "haz
bien... y mírale los papeles". En realidad no deja de ser un atentado al
prójimo, sólo que paradójicamente ahora venido desde esa ley que debe protegerles.
Y con ello no me refiero precisamente al inmigrante en situación irregular (que
también) sino al ciudadano español u organización que realiza la ayuda al más
necesitado por una cuestión de principios morales, éticos, humanitarios o
religiosos. Una auténtica ofensa a cualquiera que haya sentido en sus entrañas
alguna vez la más mínima conmoción por ayudar al prójimo, desde figuras
gigantescas como Vicente Ferrer hasta el último voluntario anónimo que trabaja
en Cáritas (y en el último caso creo que sé de lo que hablo)
Pésimo ejemplo para el exterior el que
pretende dar un ministro al que muchos ingenuamente veíamos como alguien
sensato, moderado y de buen talante (lo mismo me sucede con Wert, de quien de
aquel tertuliano de “Las mañanas de Cuatro” que sin ocultar su inclinación
hacia la derecha mostraba una sana mentalidad abierta, ya no queda ni un rastro
desde que adquirió su cartera ministerial), y que de repente, con esta y con
muchas otras medidas que nos darían para folios y folios (todo su proyecto de
reforma del Código Penal tiene más peligro que la mona de “Estallido” empapada
en LSD con dos pistolas… amén del tema de las tasas judiciales que deja a
muchos ciudadanos sin posibilidades de recurrir ante la justicia por cuestiones
meramente económicas) parece convertirse en nuestro Joe Arpaio particular. Y
por favor, acabemos de una maldita vez con el mísero argumento populista y
xenófobo (aprendamos de Grecia) de culpar a “los de fuera”… no creo que sea
plato de buen gusto para nadie abandonar su casa, su familia, su hogar, dejarlo
todo, en muchas ocasiones incluso para perder la vida durante el viaje, o
acabar malviviendo en las calles. Si tanto nos preocupa las tropelías de “los
de fuera”, empecemos por tapar ciertos agujeros por donde nos están estafando
en la cara a usted, a mí, y al conjunto de los españoles (pero no importa,
mientras “los de fuera” sean multimillonarios, que todo sean facilidades)
El infierno son "los otros". |
Este tipo de noticias demuestran una vez más
hasta que punto la política se ha distanciado tanto de los principios básicos
que debieran regir por un lado a los individuos en particular, y por otro como
conjunto de una sociedad. Créanme si les digo que mi interés por la política se
ciñe a lo justito… pero no juguemos con la humanidad de esta manera. Hemos dado
título a esta entrada rindiendo homenaje a uno de los grandes clásicos de la
Serie B cinematográfica en el genero de la ciencia ficción, “Them!” (Gordon
Douglas, 1954 ) y el nombre que recibió en España. En este caso también
desconozco, y si que no puedo ni imaginar si nuestro ministro es aficionado a
este tipo de cine o si ha visto esta obra. Me permito recomendarle
humildemente, eso sí, que la próxima vez que se le pasen por la cabeza ideas de
este tipo se de un paseo por ejemplo a una sala de cine. A lo mejor por el camino puede ver realmente lo que
sucede en las calles mejor que desde su despacho ministerial, donde parece que
la humanidad ha dejado de tener cabida.
En medio de esta crisis hay una cosa de la que
me he dado cuenta. Un valor insobornable e incorruptible que permanece en pie y
permanecerá por muchos golpes que recibamos: el valor de las buenas personas.
Señor ministro, déjelas usted en paz.
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