Dijo una vez Henry Rollins que sólo
debes creer en ti mismo y en los primeros seis discos de Black
Sabbath. Es encomiable la fidelidad hacia la primeriza discografía
de la banda de Birmingham como un asidero emocional infalible. Algo
parecido me sucede a mí con “Cuéntame”, y es que la saga
televisiva de la familia Alcántara, que marcha tan campante y con
paso firme hacia los 400 episodios, parece lo único inalterable en
estos días en los que nuestras agendas culturales, deportivas o de
ocio en general han saltado por los aires por la dichosa pandemia del
covid-19.
Ahí siguen Antonio y Merche con lo
suyo, ajenos a nuestro presente viviendo en su pasado. Se agradece
esa normalidad, ese último refugio de la deliciosa rutina.
Por lo demás poco más traigo esta
noche al diario. Esperando el segundo fin de semana de clausura en el
que espero tener más tiempo para sacarle jugo de verdad a esto que
estamos viviendo. Al escenario de experimento sociólogico, a la
disección antropológica que hasta el momento arroja más miserias
que luces. Otra apuesta que pierdo, cuando la mezquindad y el mal
rollo parece que va ganando terreno al positivo pragmatismo que
debiera imperar. Quicir, que seguimos pensando que el vecino es
gilipollas sin darnos cuenta de que nosotros somos el vecino de
nuestro propio vecino, y que ese vecino gilipollas no es si no un
espejo devolviéndonos nuestro propio reflejo.
Isa y yo hemos superado nuestra segunda
jornada de teletrabajo juntos.
Sigo mirando la web de Aemet todas las
noches para saber que tiempo va a hacer a la mañana siguiente, ¡cómo
si tuviera importancia!
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