sábado, 10 de noviembre de 2018

ZENOBIA Y JUAN RAMÓN SIGLO XXI








En un rincón lánguido, estrangulado por una tenue luz sobrevive el poeta, orgasmo hiriente macerado de maldad, esquina imposible de azar inconcluso.

Derrocharon tanto amor sobre la arena, en las playas, que el hombre que imaginó la poesía como anfetamina es un guiñapo, una parodia de sí mismo, un esperpento de ironías y resacas salvajes al amanecer sobre las nalgas de los dioses y el escupitajo de la Luna mancillando la risa de la carcoma y el azafrán bendito en el que se columpia la bendición apostólica de los pigmeos orangutanes y la madreselva hecha trizas en papeletas de votos para las próximas elecciones municipales.

Rincón lánguido, rincón de miseria... atrapados el poeta y los pezones sentimentales en un mundo que no es si no suspiro y pegada aristotélica, pesadumbre matemática, consejo de hazmerreíres, aquelarre de la cosmética.

Vahído tóxico y sentencia de blasfemia. El surrealismo bajando por un tobogán. Incontinencia verbal del alma y jolgorio de parásitos. Charlatanería sódica.

Hay que pintar las paredes de cristal ahumado y metamorfosis, de metástasis y rendición.

Brindemos por un nuevo fascismo de las palabras... ya nada puede ir a peor, irresistiblemente asesinados por el calendario.

Diáspora de mis pestañas quebradizas, Aleluya y Amén.

A veces la hilera de los sentimientos, pensamientos de guijarro y piedra pómez, es peor que presentarse ante un pelotón de fusilamiento, el cual sería fácil de sobornar con unos cuantos juegos de palabras y unos gramos de mocos de oro extraídos por los pelos de mi nariz.

Diáspora de los pelotillas de mi culo, Incongruencia y Semen.

Espanto para todos los presentes, felicidad en rebanadas táctiles, juventud indómita y Perseo en taparrabos.

Feliz año de la garrapata septentrional parlanchina.

Nos vemos en el próximo tebeo o juicio contras las buenas costumbres y los fabricantes de sales de frutas. La fruta que los parió.