sábado, 4 de diciembre de 2021

PORQUE A JOHN WATERS NO LE COSTARÍA ESTRENAR HOY

 




Hace unos días fui al cine Doré de la Filmoteca Española, que sigue siendo uno de mis sitios favoritos de Madrid. De mis primeros sitios favoritos y ahí sigue inamovible. Se proyectaba “Polyester” de John Waters, lo cual siempre es un tiro fijo. Pocos cineastas con más personalidad y más divertidos y más cultura pop y rock'n'roll que el bueno de Waters. También se presentaba un libro. Bueno, no me importó, aunque recelo mucho de las presentaciones de libros en la Filmoteca porque se pueden hacer largas y tediosas. No tengo nada en contra de las presentaciones de libros, de hecho asisto a muchas, pero una presentación de un libro acompañada de la proyección de una película estira demasiado el chicle, tanto como una presentación de un libro acompañada de un concierto, de una exhibición de un fakír tragasables, de una batucada, o de un campeonato de amas de casa haciendo ganchillo (micromachismo por cierto, identificar amas de casa con ganchillo, a la esquina de pensar...) Para mí una presentación de un libro es una presentación de un libro, con su espacio, tiempo y protagonistas propios.


Llegué al cine en cierta manera virgen, no por ver la cinta de Waters, sino por lo que me iba a encontrar en la dichosa presentación. Nada chirriaba, un libro, presuntamente, sobre John Waters, y de ponentes gente como Antonio Weinrichter o el prologuista de la obra, Luis Antonio de Villena, uno de mis referentes particulares y quien finalmente no acudió. Tampoco me chirriaba la colección y editorial donde se concretaba el texto, “cine, derecho y sociedad” de la Editorial Sindéresis. El cine desde que es cine igual que el hombre desde que es hombre tiene un evidente componente social en cuanto que trata de explicar la sociedad en la que vivimos y en algunos casos denunciar o transgredir (sería el caso de Waters) las normas sociales que hemos adoptado para una feliz convivencia. John Waters es evidentemente un cineasta que además de manejar un lenguaje propio ha buscado siempre la provocación y el derribo de tabúes, cosa que de por sí no supone ningún valor si no hay una calidad detrás de la obra. Waters la tiene.


Si me chirrió en todo caso el título del libro, “MONDO ANATEMA. O porque a John Waters le costaría estrenar hoy”.El propio autor, una eminencia (dicho esto sin ninguna ironía, por mucho que el interfecto en la presentación dijese que su imponente curriculum no era más que una cuestión alimenticia en su biografía) llamado Raúl Cesar Cancio Fernández, admitió la trampa del título. Por supuesto que John Waters no tendría ningún problema para estrenar hoy día. Waters está más vivo, fresco y de actualidad que nunca. Si lleva años retirado del cine es por voluntad propia, dedicándose a lo que más le gusta hoy día, principalmente escribir (con la suerte de que prácticamente todo lo que escriba sabe que va a ser publicado) y hacer sus monólogos en teatros (y preparando ya su próximo show navideño) John Waters dista mucho de ser ningún autor maldito o caído en desgracia por los pérfidos nuevos tiempos y la dictadura progre del “pensamiento único”.


Reconocida la trampa el autor explicó que había utilizado el nombre de Waters para hablar de una presunta regresión cultural según la cual la música, el cine, o en general el arte de hace años podía ser más atrevido sin temor a ser censurado. En un maravilloso acto de “excusatio non petita” afirmó que utilizaba a Waters porque, claro, si Waters decía ciertas cosas, a él, al autor, por compartirlas, nadie podría tildarle de “fascista”. Incluso se permitió a leer literalmente, y curiosamente fue lo único que leyó del libro, unas frases con las que cierra su obra atribuidas a Waters hace un par de años a The Guardian en las que se muestra crítico con el transgenerismo. Se diría que el autor está interesado en esto que hemos importado de Estados Unidos (y que de hecho el autor creo que conoce bien) potenciado por Steve Bannon conocido como “guerra cultural”. Dentro de esta “guerra cultural” se buscan aliados, ya vivos o muertos, lo mismo puede valer George Orwell que Escohotado que John Waters. Hasta Macarena Olona “resucita” a Anguita en Lepe (va a resultar que para VOX el comunismo entonces es noble y loable) Ahora he hecho trampa yo porque lo de Olona con Anguita no es guerra cultural, es social, lo cual es peor todavía.


Y aquí déjenme hacer un inciso o digresión que creo me pondrá en mal lugar y tendré que abrir el paraguas, pero en mi opinión y con todo el respeto a la sabiduría y experiencia que proporcionan los años, la experiencia me hace ver que al llegar a una determinada edad y sobre todo si has tenido una cierta relevancia en fuera cual fuera tu profesión te permites la libertad de decir lo que te salga de las cantimploras aunque sea una soberana sandez, y esto vale lo mismo para John Waters, que Clint Eastwood, que José Sacristán. No existe filtro ni autocensura, lo cual puede estar muy bien si tienes la edad y la relevancia de estos señores, pero el filtro y la autocensura para la gran mayoría de los mortales es algo totalmente necesario para que cuando lleguemos el lunes a la oficina a trabajar digamos “¡buenos días!” y no “hijos de puta, otra vez estoy aquí aguantándoos”


Volviendo al tema que nos ocupa, esa presunta regresión cultural de la que hablaba el autor del tramposo libro sobre Waters, nos hace creer en un lastimero ejercicio de nostalgia que cualquier tiempo pasado fue mejor para las libertades. Y así según se acerca alguna efeméride cultural por el estreno de tal o cual película de hace 30 o 40 años que resultó polémica y transgredió convenciones sociales, ya fuera por sexo, religión, o moral (podemos pensar en “El último tango en París”, “La naranja mecánica” o “La vida de Brian”, tres películas que visionadas ahora por cualquier chaval de 20 años le resultan absolutamente inocentes y ridícula cualquier polémica), leeremos artículos demenciales con títulos como (esto es verídico) “se cumplen 50 años de “La naranja mecánica”, la película prohibida en 27 países, ¿podría estrenarse hoy día?”, o sea, están hablando de una película prohibida en 27 países... ¡como ejemplo de que hace décadas había más libertad artística que ahora! Demencial.


Bajo todo esto subyace un tópico universal y eterno, el de que cualquier tiempo pasado fue mejor, éramos más felices, todo era más puro, y las nuevas generaciones son idiotas y están alienadas por el sistema, los medios de comunicación, o la dictadura progre. Olvidamos que cualquier nueva generación toma como referentes las anteriores. Cuando John Waters critica que los niños y niñas de ahora no tengan clara su identidad sexual olvida que él dio voz a quienes no tenían clara esa identidad. Olvida también que seguirán saliendo niños y niñas heterosexuales, sin ningún género (nunca mejor dicho) de duda. Igual que quieren hacernos olvidar que los derechos LGTBI no recortan ningún derecho a los heterosexuales.


Dudo mucho que haya menos libertad ahora que hace décadas y dudo que hace décadas hubiera más libertad que ahora. Dudo mucho que haya habido una época en la humanidad en la que cualquier chaval de cualquier edad tuviese acceso inmediato por medio de cualquier dispositivo (ordenador, tablet, móvil...) a contenidos plagados de violencia o pornografía. En los ochenta ver una película de John Waters para mí significaba un acontecimiento, ahora se trata sólo de saber buscar en internet. ¿Cuál es el problema, qué esas películas no se emiten en la televisión pública?¿la misma televisión pública que en los ochenta censuraba a José Luis Balbín, Fernando García Tola, o el Gran Wyoming?


Esta regresión cultural si que es peligrosa, la de hacernos creer que ahora vivimos bajo una dictadura progre de pensamiento único. Una teoría de la conspiración perfectamente diseñada para que sigamos pensando que los chistes de “mariquitas” de Arevalo eran humor refinado y que la mujer tiene que seguir sirviendo una copa de Soberano a su amado esposo cuando llega de trabajar. La resiliencia de la caspa.


Ni nos hemos vuelto más gilipollas que antaño ni hay menos libertad que antes. Lo que hay es un mayor altavoz para todo, para todos, para todas. La gilipollez que antes se quedaba en la barra del bar ahora puede trascender a todo el globo terráqueo gracias a Twitter y a la capacidad de ofender que tenga dicha gilipollez. ¿Se acuerdan de “La vida de Brian”?, yo recuerdo perfectamente como en la misa del domingo el cura se cagaba en la película e incitaba a los feligreses a que no fuéramos a verla. No había redes sociales. Eso era lo más parecido. Es lo que tiene ser mayor y recordar una edad. Otros seguro que recuerdan cuando les obligaban a cantar el “Cara al sol” antes de cada clase. Yo por lo pelos. Pero oigan, que no, que de verdad, la dictadura al parecer es la de ahora, manda huevos... tantos huevos como los que se comía Edith Massey en “Pink Flamingos”.


Y John Waters en su mansión en Baltimore tan feliz.




viernes, 15 de octubre de 2021

LA LIBERTAD DE TENER ESCLAVOS

 






Hace unos días Carlos Boyero contaba en su sección en La Ventana de la cadena SER que se había cogido una pelotera de las suyas en el último festival de Cannes, tanto es así que afirma que se corta la coleta y se retira de los festivales. Aludía en el caso del certamen francés principalmente a los interminables controles que ha tenido que padecer por la dichosa pandemia del coronavirus. Pero también aprovechaba para expresar su malestar por el triunfo de la película “Titane”, dirigida por la francesa Julia Docornau como ganadora de la Palma de Oro, porque no se trata sólo de que la cinta sea a su juicio espantosa (personalmente esperaré a mi particular visionado para poder emitir igualmente mi particular juicio), si no que sospecha el veterano crítico que es un premio otorgado por una cuestión de paridad, es decir, porque la directora es una mujer. Sospecha que hace extensible a otros eventos, viendo que posteriormente en San Sebastián el premio a la mejor película se lo llevó “Blue Moon” de Alina Grigore mientras que la mejor dirección recayó en la danesa Tea Lindeburg. Habla por tanto Boyero de unos premios premeditados en los que la condición de ser mujer supone una ventaja frente a los directores masculinos. Y Boyero se rebela contra eso.  


Y tiene razón. Es injusto en cualquier ámbito profesional premiar el sexo y no la calidad del trabajo. Es tan injusto que deberíamos plantearnos porque entonces durante siglos, incluso durante tantas décadas del siglo XX o incluso en las primeras décadas del siglo XXI ha existido y sigue existiendo una brecha tan brutal en el ámbito laboral y en la consideración profesional entre hombres y mujeres. Estados Unidos, la potencia cinematográfica más potente del mundo, batió en 2020 su record de películas estrenadas dirigidas por mujeres… un 16%. Y este es el record. En España en 2019 fue el 10%. Si hablamos de premios y nominaciones, el porcentaje de mujeres nominadas en categorías que no distingan sexo (es decir, cualquier categoría excepto las de mejores interpretaciones masculinas y femeninas) no supera el 20% si hacemos una media de los principales festivales anuales, y gracias a que en los últimos tiempos ha ido creciendo la presencia de la mujer a la hora de optar a estos reconocimientos. Nunca escuché a Boyero preocuparse por esto. Era lo normal. Y contra lo que asumimos como normal nadie se rebela.


Y esta es la clave de todo lo que está pasando. De este mundo al parecer apocalíptico de dictadura progre y presunto recorte de libertades. La patética resistencia y la infantil resistencia a que las cosas puedan cambiar, y cambiar a mejor, a que quien antes tenía menos derechos ahora los vea potenciados sin que ello suponga merma en quienes ya los tenían en cuantía. Ni los derechos de las mujeres recortan los de los hombres, ni los de los homosexuales atentan contra los de los heterosexuales, ni los de la población negra limita las libertades de la raza blanca, ni las ayudas a los inmigrantes atacan a los españoles. Sin embargo en cuanto estos sectores de la ciudadanía han reclamado y luchado por esos derechos que no tenían, otros sectores casposos y reaccionarios se han rebelado exigiendo mantener sus privilegios. Y es que no parecía haber ningún problema en que el 90% de los premios cinematográficos lo ganasen los hombres… pero si lo hay en que el 20% lo ganen las mujeres. 


Activistas de todo tipo, pacifistas, ecologistas, antirracistas, feministas, animalistas, militantes homosexuales… en definitiva todo ese tipo de gente que se ha dedicado habitualmente a dar la matraca hablando de lo injusto que es el mundo eran en realidad los únicos que se rebelaban contra lo que se consideraba una normalidad según la cual las mujeres tuvieran menos visibilidad, los gays tuvieran que estar encerrados en sus particulares armarios o se pudiera maltratar un animal sin que fuera delito. Pero en un perverso giro de guión, en una retorcida vuelta de tuerca, asistimos al espectáculo victimista de los nuevos mártires y rebeldes que no admiten que tales cosas cambien, como el negrero que en plena abolición de la esclavitud se quejaba de la falta de libertad de no poder tener esclavos, porque para él la libertad realmente consistía en eso, no en que el resto de los hombres pudieran ser libres, si no en que él pudiera tener a los negros como esclavos. De hecho en la Guerra de Secesión de Estados Unidos, la guerra civil desencadenada por los estados del Sur que se negaban a aceptar la llegada de Lincoln al poder y la abolición de la esclavitud, los “rebeldes” eran precisamente los partidarios de la esclavitud, es decir, los partidarios y defensores del mantenimiento del “status quo”, de lo que consideraban “normal” y de lo que visto ahora para cualquiera que tenga dos dedos de frente es una aberración, del mismo modo que estoy convencido que en pocas décadas cualquier ser humano verá que las corridas taurinas eran una auténtica salvajada y se preguntará como durante tantos años mantuvimos tan bárbara costumbre.


La realidad es que no hay ninguna rebeldía ante el poder establecido ni ninguna reivindicación de la libertad por parte de quienes lo único que buscan es poner piedras bajo las ruedas que hacen avanzar a una sociedad en la que tengan voz quienes durante tanto tiempo permanecieron, a la fuerza, callados y ocultos. Al contrario, estos falsos libertarios buscan volver a recortar las libertades de todos quienes no pertenezcan a su particular espectro y estrato social. Buscan, en definitiva, volver a tener la libertad para poseer esclavos.



viernes, 14 de mayo de 2021

PERSIGUIENDO UTOPÍAS, DIEZ AÑOS DE 15M

 





Observo que en el décimo aniversario del 15M se intenta hacer justicia por parte de muchos medios que despreciaron el movimiento en aquel momento. Esto por parte de quienes lo despreciaron de manera más tibia, quienes lo atacaron de manera irredenta siguen en su mundo de caspa y crucifijos, ni han estado ni se les espera. Se quedaron en el casticismo de 1876 y de ahí no salen. Viejo casticismo católico. Bienvenido sea este revisionismo que admite el cambio que supuso, al que luego aludiremos, pero la hemeroteca es cruel y no ofrece dudas. La reacción del “establishment” temeroso ante una revolución que si no fue tal tampoco es justo decir que no cambió el orden político establecido. Para empezar se cargó el bipartidismo, algo que parecía impensable y no es poca cosa. Eran los tiempos del PPSOE, trileros que jugaban con las cartas marcadas desde Filesa hasta Gurtel. Elevó la exigencia sobre nuestros políticos (tanto es así que ese nivel de exigencia ha acabado llevándose por delante alguna de las figuras más relevantes y visibles de aquel movimiento) y germinó en el punto culminante de la primera moción de censura que salió adelante desde la Constitución de 1978 en contra de algo tan tangible y objetivo como la corrupción. Elevó también la exigencia del PSOE, que lejos todavía de ser un partido que pueda satisfacer un mínimo pensamiento crítico de izquierdas parece bastante distinto a aquel PSOE de 2011 y ya no digamos del de Felipe González y sus GAL y Filesa, posiblemente el gobierno más oscuro e infame de este régimen posterior al régimen. Nadie en este país ha hecho más daño a la causa socialista que Felipe González. Todo esto con el juicio de una década, lo que sigue siendo insignificante en términos de perspectiva histórica, máxime en un país tentado a los análisis cortoplacistas. Meses después de aquel 15M de 2011 el PP arrasó ganando por mayoría absoluta y con los mejores resultados de toda su historia. Rajoy superaba en votos incluso al Aznar del 96 y el 2000, aunque a decir verdad “sólo” subía en unos 600000 votos respecto a las elecciones de 2008, con el propio Rajoy como cabeza de lista popular. Una subida considerable, pero no tanto cuando hablamos de un volumen de una decena de millones de votos. Eran los años en los que el PP se movía en esa horquilla inamovible de los diez millones de votos, medio millón arriba o medio millón abajo. El 15M sin embargo tambaleó los cimientos del PSOE, que perdió nada menos que 59 escaños y sufrió la demoledora perdida de más de cuatro millones de votos de unas elecciones a otras. Cuatro millones de votantes que les dieron la espalda en apenas tres años. Esa fue la bofetada de realidad que el 15M propinó al anquilosado Partido Socialista en el que Rubalcaba relevaba a un Zapatero agotado tras dos legislaturas. No deja de resultar curioso que mientras desde las bancadas más extremas de la derecha se sigue hablando de Zapatero como el presidente revanchista que abrió las heridas de las dos Españas (profundo debate que va mucho más allá del 36 y la Guerra Civil y nos llevaría al menos hasta ese 1876 de la polémica de la ciencia española en el comienzo de la Restauración monárquica y borbónica y el final del Sexenio Democrático), la izquierda más crítica sepultaba aquel PSOE vacuo de fondo y forma.



Decía Eduardo Galeano que la utopía estaba en el horizonte, y cada vez que se acercaba a ella la veía alejarse más, ¿para qué sirve entonces la utopía?, para caminar. En efecto, admitiendo que la utopía es inalcanzable y asaltar los cielos una boutade naif por mucho que se la quiera revestir de vieja épica (más bien retórica) comunista (o precisamente por eso), cualquier pequeño intento de alcanzar esa utopía nos hará mejores de lo que éramos en el estadio anterior. Por eso la aparición del 15M alertó a los sectores más reaccionarios de nuestro país, del mismo modo que (permítanme una comparación tan naif como “asaltar los cielos”, ya que estamos) en un pueblo en el que deciden progresar y dejar de arrojar cabras por un campanario siempre encuentran enconadas reacciones en contra, esgrimiendo argumentos tradicionalistas, ese inmovilista recurso del “es que siempre se ha hecho así”, como si eso supusiese algún valor, como si la humanidad no hubiese sido capaz de evolucionar y mejorar, y debiese ser admitida como natural, por poner un ejemplo, la esclavitud (la cual no me cabe duda que sigue existiendo a distintas escalas y posiblemente este ordenador portátil en el que tecleo ahora mismo esté empañado de sudor y sufrimiento de algún menor de edad en una mina de coltán africana) Como si tuviésemos que admitir como normal la corrupción en nuestra clase política.



Sólo por poner esa cuestión encima de la mesa, diez años después, hay que admitir que el 15M mereció la pena. Un 15 de Mayo de 2011 en el que jetas y caraduras profesionales de la política como Isabel Díaz Ayuso se curtían en cuestiones de estado tan fascinantes como llevar la cuenta de twitter del afamado perrito Pecas de Esperanza Aguirre o Santiago Abascal se lucraba al amparo y calor de precisamente la citada lideresa presuntamente liberal y cuyo despilfarro de dinero público sigue superando todos los registros conocidos. Es el precio que hay que pagar por vivir en democracia. Pero algunos pasos hemos dado. Algo hemos caminado. Ergo, algo hemos mejorado.


sábado, 1 de mayo de 2021

TORMENTO ALIMENTICIO Y ANGUSTIA EXISTENCIAL RESPECTO AL HABITAR UN AÑO MÁS SOBRE LA TIERRA

 







Como le dijo Pablo Casado a Santiago Abascal durante la moción de censura al gobierno presentada por VOX en Octubre del pasado año, “hasta aquí hemos llegado”. Mi objetivo de convertir varios días, una semana, un mes, quizás un año, o porque no toda la vida en un cumpleaños toca fin. Pensaba en alargarlo hasta el 4 de Mayo, coincidiendo con el quinto partido de cuartos de final de Euroliga en Estambul entre Efes y Real Madrid y las elecciones a la presidencia de la Comunidad de Madrid, pero como me temo que el equipo de Ataman será parte de la Final Four de Colonia y lejos de ver a Pablo Iglesias entrando en la Puerta del Sol con dos pistolas cual Pancho Villa (de Vallecas) nos vamos a comer un gobierno de ultraderecha muy rica oigan, hago como ese sagaz Pablo Casado y su “hasta aquí hemos llegado” que en realidad quería decir “no puedo con esta mierda, nos vais a merendar hasta el tuétano”.



Han sido unos días muy raros, ciclotímicos y primaverales, de nubes y claros. A mí la fecha de mi cumpleaños me afecta mucho, me afecta tanto que lo que menos me afecta es la fecha en sí, la del 28 de Abril, que realmente es una fecha cojonuda, ¡si Jacques Dutronc nació un 28 de Abril! Lo que me afecta realmente son los días anteriores, los días posteriores, las semanas anteriores, las semanas posteriores... incluso diría que los meses anteriores y los meses posteriores... incluso es posible que me afecte el año anterior y el año posterior, con lo cual vivo en un bucle infinito y ya saben, “¡hasta aquí hemos llegado!”, todo esto fue mucho antes de que la mula Francis publicase un disco de pasodobles.



No tenía ninguna gana de celebrar este cumpleaños, es un año de mierda, fíjense que llego a un número en el que los únicos jugadores de la NBA que llevasen este número en la camiseta son Nazr Mohammed, ojo, ¡en su época en Chicago!, ¡ojala fuese en Detroit!, y Walt Gilmore, un olvidado jugador de Portland con una única temporada en la mejor liga del mundo. El dato es terrible.



Es mi segundo cumpleaños en pandemia, que parece el título de una canción de Objetivo Birmania, “cumpleaños en pandemia”. El año pasado en esa ansiosa cuenta atrás o cuanta adelante, según como lo queramos ver, contaba los días pensando que quizás sí, pudiera hacer algo, aunque fuera salir a correr esquivando cacas de perros y tomarme un carajillo leyendo el As. No hubo nada, y curiosamente fui feliz en ese síndrome de Estocolmo. La felicidad de no tener libertad y no tomar decisiones. Tuércele el cuello al cisne de engañoso libre albedrío, que dijo mi gran amigo Emilio Soriano Aladren.



El caso es que he llegado a un punto en mi vida en el que ya parece que no importa cumplir años. Me arrastro, o mejor dicho, me arrastra la vida, a un tiempo en el que la edad no importa simplemente porque ya soy un muerto en vida, un cadáver ambulante. Lejos de horrorizarme me alivia mi nuevo estado que me posibilitará vivir más que nunca bajo el radar. A los números de las camisetas de los jugadores de la NBA me remito. Es glorioso lucir un 33 a lo Larry Bird o como mucho un 42 de James Worthy... Kirilenko lució el 47 por la coña con los fusiles rusos... a partir de ahí nada.



La gran pesadilla de todo esto era darme cuenta de que ni siquiera necesitaba escribir sobre ello. Con lo que he sido, o mejor dicho, sufrido yo. Con todas mis reflexiones sobre jorobas henchidas de espanto y jirones de melancolía agroalimentaria. ¿Dónde quedó todo aquello, donde quedó mi yo dolorido y quejumbroso?, ya de tan joven que era, y de tan viejo que soy, decidí abandonarlo. Sólo fui joven cuando sufría, sólo soy viejo cuando practico esta eutanasia en vida. Así fui quemando una a una cada una de mis pezuñas.



Con un largo alarido de etcéteras me despido recordando que no hay cosa peor que cumplir años sin que te importe cumplir años... al fin y al cabo sólo se trata de 365 días en los que has girado alrededor del Sol, y encima el mérito no es tuyo sino del planeta en el que vives que ya hace ese movimiento por ti. Mi pequeña contribución en todo caso es hacer mucha caca (de lux, pero de lux de verdad, que donde pongo el culo pongo la caca) y echar aerosoles por doquier, sobre todo de Deliplus.



¡Hasta el año qué viene!, qué no será ni mejor ni peor, pero será el año que viene.






viernes, 23 de abril de 2021

DIARIO DEL CORONAVIRUS (XLIX): CAÑAS Y TOROS

 






De lo poco que nos dejó el “no debate” de esta mañana en la SER más allá del ruido y la “guerra cultural” de Monasterio heredada de las tácticas de Steve Bannon con el trumpismo en Estados Unidos y ese populismo victimista hablando de una dictadura progre que no sólo le pone un micrófono delante para decir lo que piensa si no que incluso le permite presentarse a presidenta de la comunidad autónoma donde se aloja la capital de España (la dictadura más rara que he visto en mi vida), me quedo con el recurso pueril una vez más de cuestionar las restricciones de movilidad impuestas por la pandemia. Ese momento cuñadista de la candidata con sus modales de elefanta en cacharrería ante Mónica García: “a ver, usssted que esss la médico, dígame, presénteme una evidencia de que el virus contagia más a las once de la noche que a las diez y media”. No, el virus no contagia más a las once de la noche que a las diez, de hecho contagia menos gracias al toque de queda, y si el toque de queda fuera a las diez de la noche contagiaría menos a las diez que a las nueve, y si el toque de queda fuera a las nueve contagiaría menos a las nueve que a las ocho... porque el mayor aliado del contagio es la movilidad. La medida más segura para evitar contagios y transmisiones sería el confinamiento total, cosa que ya sufrimos el pasado año durante casi dos meses y creo que todos estamos de acuerdo en que ahora mismo no estamos dispuestos a volver a pasar por ello. Sería terrible. Sin embargo haber estado en casa estos últimos meses, la mayoría de ellos invernales, a las once de la noche, ha sido un pequeño esfuerzo que creo que todos podemos asumir si es por el bien común, a menos de que seas un malcriado y acostumbrado a hacer lo que te de la gana independientemente de lo que suceda a tu alrededor (posiblemente Monasterio de eso sepa mucho), como ese mocoso que llora si no le compran un juguete nuevo porque en su inocencia no es capaz de entender que quizás sus padres no puedan permitirse hacer el gasto. Quejarse por estar en casa a las once de la noche en un estado de pandemia global y cuando tus países vecinos (o comunidades autónomas vecinas ya que estamos hablando de un debate surgido en las elecciones a la presidencia de la comunidad de Madrid) han sufrido restricciones mucho más duras sólo tiene un calificativo: infantilismo. Y pocas cosas más infantiles hay que reivindicar una “libertad” así a pelo, sin filtro y sin consecuencias. Hay mucha más libertad para el común de la sociedad en que las parejas homosexuales puedan casarse o adoptar niños, en que un enfermo pueda solicitar poner fin a su vida o en que los profesores puedan hacer el trabajo para el que han dedicado años de su vida estudiando sin interferencias de los padres (cosas todas estas a las que se opone la señora Monasterio y el partido al que representa) que en estar por la calle de madrugada en medio de la pandemia global más grave desde hace 100 años. Infantilismo. El debate no debe estar en si el virus contagia más a las diez o a las once de la noche. Contagia lo mismo y contagia mucho. Mata en muchos casos, en otros deja secuelas graves, todavía está por ver si crónicas. No puede ser que la Francia de Macron, la Alemania de Merkel, o el Reino Unido de Johnson, corríjanme si me equivoco pero creo que de socialcomunistas tienen poco, con medidas más severas en el global de este último año que España, sean todos unos liberticidas junto a Pedro Sánchez “el sepulturero”. No puede ser que quienes quieren expulsar inmigrantes de nuestro país, ilegalizar partidos políticos, derogar derechos a los homosexuales, impedir la eutanasia o coartar la libertad de los profesores en las aulas, sean los adalides de la libertad. No se lo puede creer nadie salvo que tenga la mentalidad infantiloide de una Rocio Monasterio y esos mundos de Yupi cuando en 2021, décadas después de la caída del Muro de Berlín o la desintegración de la Unión Soviética vengan con ese rollito de “¡ey!, ¡qué me acabo de enterar que el comunismo es muy malo!, ¡notición, hay qué decirselo a la peña!”, son peores que los nuevos djs de 40 años. Una Monasterio o una Ayuso, que va de la mano en esto, claro. Es un nivel bajísimo y muy peligroso cuando la política consiste en poder tomarse una caña. Así cualquiera. ¿Qué usted no llega a fin de mes? ¿Qué no puede pagar la calefacción? ¿Qué paga un alquiler indecente por un zulo de 30 metros cuadrados? ¿Qué trabaja seis días a la semana acumulando horas extras no pagadas pasando 14 horas al día fuera de casa viajando en vagones de metro o cercanías hacinados? ¿Qué tiene que esperar meses para una cita sanitaria? ¿Qué no puede pagarse siquiera un dentista o unas gafas nuevas? No pasa nada amigo, recuerde que... USTED VIVE EN MADRID, y usted... ¡puede tomarse una caña y vivir a la madrileña! E incluso si ahorra un poquito y un mes come día sí día no (es que también lo queremos todo... comer todos los días y tal) a lo mejor hasta puede... ¡ir a los toros! Y además ya verá que tipín se le queda.














viernes, 16 de abril de 2021

JAZZ DE MADRUGADA








 Por alguna razón que no alcanzo a entender y pese a que me congratulo de no padecer habitualmente problemas de insomnio esta semana me ha costado conciliar el sueño más de lo habitual y conseguir hilar seguidas las necesarias horas de reposo. Esta última madrugada, una vez acabada la programación deportiva nocturna de las principales emisoras de radio nacionales, hice un poco de zapping a través de las ondas consiguiendo un dulce estado de duermevela, lo que estaba buscando, mecerme en el sueño con la voz de un locutor dedicado a algún tema que oscilase en un equilibrio entre resultar instructivo y apasionante como para sacarle algún provecho pero sin demasiado apasionamiento que no haría sino dificultarme todavía más el sueño.

 

Ya sumergido como digo en ese estado de duermevela una melodía de jazz fue introduciéndose cada vez más en mi cerebro hasta el punto de hacerla reconocible y despertarme por completo. Era el “Theme for Kareem” que publicara el trompetista Freddie Hubbard en su álbum “Super Blue” de 1978. El motivo de pinchar aquella canción no era otro que el de celebrar el 74 cumpleaños de una de las mayores leyendas del deporte de todos los tiempos, Kareem Abdul-Jabbar. Reconocido amante del jazz por otro lado (conocida es la historia sobre su colección de discos arrasada en el incendio de su casa de Bel Air), Kareem llegó a definir la trompeta en una de las piezas de Hubbard, “Suite Sioux”, como el equivalente musical a uno de aquellos contrataques con los que sus Lakers honraban el “show time”. 

 

La discusión sobre el mejor jugador de la historia, complementada en los últimos tiempos con la etiqueta del “GOAT” (greatest of all time) me resulta del todo punto absurda y cansina, además de sepultada por una dictadura de pensamiento único que impone a Michael Jordan como el mejor que ha existido nunca y que existiría jamás,  hasta el punto de que todo el baloncesto posterior a MJ es otro deporte para quien practica ese integrismo. En todo caso, y por darle un poco de espacio a las nuevas generaciones, se deja asomar al debate a Kobe Bryant o LeBron James (nunca Tim Duncan con sus cinco anillos y 3 MVP de las finales), y los más nostálgicos se atreven con “Magic” Johnson o Larry Bird. Más atrás de eso no existe nada, como si la NBA comenzase exclusivamente en aquel verano de 1979 en el que los prodigios de Michigan e Indiana oficializasen su desembarco en la mejor liga de baloncesto del mundo (la cual es justo reconocer que ambos astros, “Magic” y Bird, cambiaron para siempre) Pero antes hubo otros jugadores que, parafraseando la autobiografía del propio Kareem, dieron “pasos de gigante” (“Giant Steps”, otro guiño al jazz y a un célebre tema de John Coltrane) para que el baloncesto evolucionase hasta convertirse en ese deporte que muchos tomamos como religión. Gigantes como Chamberlain, Russell o Kareem, que nunca entrarán en el fastidioso debate del “GOAT”, pero sin cuya influencia no podría entenderse la NBA actual.  

 

El palmarés de Kareem en su intergeneracional carrera (llegó a jugar en tres décadas diferentes, algo inaudito en su momento y que con el tiempo igualaría Tim Duncan… o incluso superaría Vince Carter cuyo nombre figura en partidos NBA de cuatro décadas nada menos) habla por si solo. La carta de presentación con la que aterrizaba el número 1 del draft de 1969 (también fue escogido en esa posición aquel mismo año en la ABA) ya resultaba insultante en cuanto a su capacidad dominante. Tres títulos de campeón universitario en la invencible UCLA de John Wooden con medias de 26.4 puntos y 15.5 rebotes, realizando un juego tan tiránico sobre sus rivales que la NCAA llegó a prohibir los mates durante unas diez temporadas, levantando la sospecha de que se buscaba limitar la superioridad del siete pies de Harlem. El argumento oficial sin embargo era el de cuidar el físico de los jugadores y reducir el número de lesiones además de evitar la rotura de tableros (por aquella época eran fijos, no basculantes) La respuesta de Kareem (todavía Lew Alcindor) fue desarrollar el lanzamiento que se convertiría en su mayor seña de identidad: el sky hook. Tres temporadas inolvidables en la universidad angelina, que hubieran sido cuatro de no existir la regla por aquel entonces que distinguía un equipo de jugadores de primer año (freshman) y otro llamado “varsity” en el que se englobaban los del resto de ciclo universitario (entre segundo y cuarto año) Es difícil no pensar de que de no existir aquella norma Kareem hubiera ganado cuatro títulos de la primera división de la NCAA, baste recordar que aquel primer curso 1965-66 se abría con el tradicional partido inaugural entre los dos equipos, de primer año y los “mayores”. Contra todo pronóstico los freshman vencían a los veteranos con 31 puntos, 20 rebotes y 7 tapones de Alcindor…y John Wooden frotándose las manos.

 

En la NBA pocas carreras podrían considerarse más legendarias que la de Jabbar, incluyendo la del intocable Jordan. 20 temporadas jalonadas con 6 anillos, 6 MVP de temporada, 2 de finales, 19 veces All Star y 10 veces incluido en el Mejor Quinteto de la temporada. Y lo que le confiere una mitología especial por encima de todos los demás jugadores, ese título honorífico de mayor anotador histórico de la mejor liga de baloncesto del mundo. Nadie ha hecho tantos puntos ni anotado tantas canastas en semejante escenario, e incluso en estos años de desorbitado volumen anotador preferiblemente sumando de tres en tres sus 38387 puntos siguen resultando una cima inalcanzable para el resto de los mortales, excepto para un LeBron James cuya presencia en el Olimpo y carácter mitológico también estás fuera de toda duda y quien si es capaz de mantenerse sano y a su nivel del pasado curso durante tres temporadas más, o incluso dos, parece el único capaz de derribar un muro tan infranqueable.

 

Pero incluso más allá de los impresionantes números, la figura de Kareem resulta absolutamente imprescindible para comprender la actual NBA y su influencia en la sociedad. Cuando un personaje tan infame como Donald Trump llegó a calificar la liga como una “organización política” está claro que se han seguidos los pasos correctos. El activismo social o la lucha contra el racismo no es una cuestión política, si no humana y valga la redundancia, social. Sólo se intenta contaminar desde un prisma político cuando los enemigos de tales principios se ven sin argumentos y por tanto llevan a ese terreno una batalla en la que sin embargo todos los seres humanos deberíamos estar en el mismo bando. Kareem, junto a otros pioneros (Oscar Robertson, Bill Russell…) fue una de las primeras estrellas en demostrar una enorme conciencia social que perdura hasta nuestros días (actualmente está en plena campaña de concienciación promoviendo la vacunación contra la covid-19) Su sensibilidad en el tema del racismo le llevó a renunciar a los Juegos Olímpicos de 1968 en protesta por la violencia racial cuyo climax supuso el asesinato de Martin Luther King en la primavera de aquel olímpico 68. Hay que recordar que Kareem es hijo del asfalto de Harlem, cuyas calles sufrieron una inusitada ola de racismo y violencia en las décadas de los 40 y 50, especialmente significativo el caso de las revueltas de 1943 en las que seis afroamericanos perdieron la vida.

 

La biografía de Kareem Abdul-Jabbar arroja un irresistible trazado entre lo social y lo intelectual, melómano, escritor, novelista (celebradas son sus novelas basadas en Mycroft Holmes, el hermano del más celebre detective de todos los tiempos)… todo eso complementando a un enorme deportista quien también fue pionero en lo que ahora se conoce como empoderamiento de los jugadores, cuando en 1974 forzó su salida de Milwaukee, donde había sido campeón tres años antes, para volver a Los Angeles donde tan feliz había sido bajo la tutela de John Wooden en sus años universitarios, alegando que culturalmente no se sentía afín a la ciudad del estado de Wisconsin, pero desvelando algo tan simple como que no era feliz en Milwaukee. Como si ser una estrella de la NBA con una generosa cuenta corriente (sin llegar a los sueldos actuales) bastase para obviar lo más importante, la propia felicidad.

 

Con el recuerdo de la en todos los sentidos gigantesca figura de Kareem y bajo los compases del “hard bop” de Freddie Hubbard finalmente concilié el sueño con un objetivo fijado para el día siguiente: escribir esta entrada. 


sábado, 3 de abril de 2021

TRAPECISMO

 







Trapecismo, trapecio y desprecio,

nuevo trapecismo católico,

nuevo catequismo catódico,

nuevo que es viejo, viejo que es hueco,

naftalina posada inflando la enseña nacional.


Trapecismo de naranjadas y autobuses de Hazte Oír,

el rabo entre las piernas y el bate entre las hienas.


Construyeron el arte del trapecismo esos viejos sátrapas de la inmoralidad envueltos en un olor a tripas y sangre y morcillas de intelecto machacado y despreciado, ajado y vilipendiado. Se hicieron trampas al solitario y ganó la banca.


Hail a todos ellos!


sábado, 27 de marzo de 2021

PANEM ET CIRCENCES 2021

 






Opinar sobre el último “tema de moda” es tan cansino que he dejado pasar los días, las horas y los minutos, dejar que el tiempo muera y nos devore y que el tema de moda pase de moda dejando paso a otro tema de moda. Pero no es el caso, porque este es el “tema”. Dentro de la denominada “guerra cultural” ideada desde Estados Unidos por Steve Bannon y ya plenamente transplantada a Europa no hay ningún tema mayor que el feminismo. Dentro de esa supuesta (e inventada por la derecha) “superioridad moral de la izquierda” no hay ningún tema más goloso que el feminismo... ni homosexualidad, ni racismo... sólo el feminismo ha alcanzado esa condición de “Gran Satán”, sólo el feminismo ha sido equiparado literalmente y sin ningún tipo de complejos como el “nuevo nazismo”. Casi nada.



Por eso el espectáculo de Rocío Carrasco, anteriormente conocida como Rociíto, es “el tema”, porque toca lo que toca y aquí está el nicho donde políticos de medio pelo basan toda su razón de ser y periodistas o analistas de apenas cuarto de pelo llevan años explotando el filón, en este caso del anti-feminismo, lo cual les otorga extraordinarios réditos y aplausos varios desde las bancadas de nuestro particular Cromagnon social. Siempre dejando claro eso de “vaya por delante que Antonio David Flores me parece un chulo y blablabla...”, ese perenne “excusatio non petita” que demuestra un “accusatio manifesta”. Seguro que lo han visto infinidad de veces, esas vomitonas dialécticas que comienzan con un “yo no soy racista pero...”, “yo no tengo nada contra los gays pero...” y por supuesto “yo soy muy feminista pero...”



He tardado en abordar este tema que no es si no una enorme pérdida de tiempo porque aunque no lo crean yo también me impongo mi propia autocensura (desde siempre, y creo que es necesario) y muchas veces no digo lo que pienso. ¿Miedo a algo o alguien?, bueno, más bien ganas de no caer en un lodo que ni me va ni me viene y ya lo han creado quienes piensan que la realidad del mundo en el que vivimos se condensa en un tweet. Pero en este caso he de decir que la dirección predominante, ese pensamiento único y mayoritario, al menos en lo que yo he visto (lo siento pero en mi círculo íntimo no tengo a Irene Montero o Iñigo Errejón) no he apreciado ni un sólo apoyo a la tal Rociíto. Al final si el fulano la ultrajaba o no es lo de menos, aquí de lo que se trata es de lo malo que es el feminismo. Sí, claro, mucha culpa es del propio feminismo por exhibirse de este modo, pero como he escuchado alguna vez, si hay una manera de que el movimiento feminista se desvirtúe y pierda razón de ser es dejándolo en manos de gente que nunca en ni un solo momento de su vida han luchado por el feminismo y se atreven a dar lecciones de feminismo, de un presunto feminismo “light”, moderado, a la par que equiparan el feminismo con el nazismo... son los del “excusatio non petita”, es Pablo Casado diciendo que lleva 20 años hablando de feminismo. Me fascina la sinvergonzonería de este tipo de políticos que son capaces de erigirse en abanderados de cualquier causa y contrarios a la misma si hace falta, que pueden hablar de algo que no les ha interesado en la vida como el feminismo con la misma ligereza que pueden hablar del Ibex 35. Lo cual tampoco garantiza que sepan de lo segundo, más bien al contrario, esta nueva generación de políticos neo-liberales anti-estado tienen unos conocimientos de economía irrisorios quedándose en aquella mano invisible de Adam Smith que a día de hoy yo me pregunto si esa mano invisible vale para superar una crisis pandémica... posiblemente un directivo de AstraZeneca, con toda su inmoralidad, defenderá que sí mientras engorda su bolsillo. Al menos los fascistas y comunistas no engañan a nadie, quizás en eso se base parte de su éxito, a la par que se basa todo su peligro.



No hablar del fenómeno Rociíto resultaba más tentador (y sensato) que hablar de ello. Quien considere, como es mi caso, que la violencia de género (quien considere para empezar que existe esa violencia de genero machista del hombre a la mujer, ya que hay que recordar que hay quien lo sigue negando) es un tema sensiblemente serio y delicado sólo puede sentir repulsa ante un producto que se aprovecha de ese problema para sumar grandes índices de audiencia y generar pingues beneficios en las arcas (o arcadas) de la cadena de televisión responsable. Ya saben. La ley de la oferta y la demanda. No deja de ser capitalismo puro y duro pese a que nos vendan que vivimos bajo un régimen (a nivel mundial incluso) social-comunista. Al final es todo tan simple como vender un producto. Y dentro de ese producto la creo que desafortunada intervención de los políticos ha ayudado a alimentar el monstruo. Y digo “creo” porque una vez más no tengo la verdad absoluta, es más, es que si ese Satán en forma de mujer llamado Irene Montero no hubiera intervenido en este debate posiblemente no estaríamos hablando del “tema de moda” y apenas hubiera ocupado unos cuantos tweets de algún aprendiz de politólogo desocupado que entre mordisco y mordisco a su bocadillo de sardinas nos estaría advirtiendo de ese nuevo nazismo que es el feminismo. Entonces, ¿sería mejor no haberle dado visibilidad a este asunto?, ¿qué cayera en saco roto?, al final es una vuelta a uno de los mejores problemas metafísicos de todos los tiempos basado en un koan budista, el del árbol que cae y nadie lo escucha. ¿Hace ruido ese árbol?, evidentemente lo hace... tan evidentemente como que si no hay nadie que escuche ese ruido ese ruido no existe.



Creo sinceramente que el “affaire” Rociíto debería haber quedado donde nació, en un cutre espacio televisivo en una cutre cadena de televisión, la misma que durante 17 años alentó a la ex-pareja de esa señora a decir cualquier chorrada o burrada sobre su ex-mujer mientras que todo el mundo callaba. Ese es el problema. Cuando es la mujer la que habla entramos en el terreno de la polémica. Que Antonio David Flores se haya tirado 17 años soltando mierda sobre su ex-mujer con la cabeza bien alta en los platós de televisión formaba parte del folklore. En el momento que escuchamos la otra versión hay que sacar el parapeto y el escudo porque aquí viene el nuevo nazismo que es el feminismo.



Unos días antes de este paripé, en mi teléfono móvil que se rige por no sé que criterios y algoritmos (más bien creo que quiere regirme a mí, y seguro que lo consigue, porque no hay mayor pérdida de la libertad y del criterio propio que habernos entregado a este mundo del pensamiento virtual... este es el auténtico Gran Hermano... el Gran Hermano lo tienes instalado en tu móvil, no es Pedro Sánchez o el feminismo), me ofrecía una noticia sobre el antaño famoso cantante Francisco. Pinché en el enlace con ese morbo que me llevaba a pensar, como suele ocurrir cuando Google me arroja nombres propios en noticias destacadas, que quizás hubiera finado sus días asfixiado con una media en la cabeza en una habitación de un hotel tailandés... no era el caso. Al parecer aquel ajado cantante latino era actualidad porque habían salido a la luz unas conversaciones con una ex-pareja de raza negra absolutamente atroces y vomitivas, tanto que no me atrevo a reproducirlas aquí. Búsquenlas si quieren, encontrarán un lenguaje tan neanderthal que ni siquiera llega a racismo o machismo... es directamente de un señor de encefalograma plano. Me he acordado de esa polémica con Francisco viendo la que se ha liado días después con lo de Rociíto. No salió ninguna ministra a hablar de aquello, y claro, en en el necesario ejercicio de retroalimentación los juntaletras más casposos de este país (desde Jiménez Losantos hasta Rebeca Argudo) no dijeron ni pío sobre el tema. No había que rascar. Porque aquí lo que menos importa es si Antonio David zurró o maltrató física o psicológicamente a Rociíto. Aquí de lo que se trata es de seguir el dictado que nos importó Steve Bannon, la guerra cultural que dice “feminismo es el nuevo nazismo”, y por supuesto la izquierda culpable por ampararlo.



Todo lo demás es papel mojado... el árbol que cae en medio del bosque sin que nadie lo escuche y no hace ruido.



Lo que vende es el ruido.



Oferta y demanda, ya saben.




domingo, 7 de marzo de 2021

LOS PUÑETAZOS DEL DIABLO

 







El Diablo Sobre Ruedas vuelve a repartir mandobles a diestro y siniestro total. Es uno de los escritores con los que irremediablemente mejor me lo paso, quicir, me hace reír, me divierte, me entretiene, y eso es lo más que puedo pedir a quien ofrece un puñado de páginas entregadas al vacío de vaya usted a saber que lector o juício sumarisimo diseccionará o triturará esa obra que una vez publicada ya no es del autor sino del público, un espectro, el del público, en el que puede englobarse desde un alunicero conocido por la policía hasta un futuro astronauta que se esté presentando a unas pruebas en la NASA para un próximo viaje a Marte. El público siempre es incógnita, es el gran desconocido, el autor no.


Y en eso Toño Tejerina es un seguro de vida. Acostumbrado precisamente a una vida que no es seguro de nada si no del más sano nihilismo se empeña en recomponer historias humanas donde poder reflejar nuestras miserias. Por si acaso. Porque todos podemos caer en lo mismo. Por eso ahora le ha dado por escribir una novela de boxeo. No sé si consciente de que es un género que ha dado tantas obras maestras como igualmente infravaloradas.


Dicen los exorcistas que el mayor éxito del Diablo es hacer creer que no existe. De eso Toño, a la sazón, Diablo Sobre Ruedas, sabe mucho. Acostumbrado a moverse bajo el radar bien que nos infecta con sus páginas más corrosivas que una meada después de comer en un Hot Pot thailandés.


Estoy hablando más del autor que de la obra, porque creo que en este caso no se puede concebir la obra sin el humor vitriólico del sujeto. Y no es justo, porque en las menos de 100 páginas de “A guardia cambiada” hay una aventura de puñetazos, caídas en la lona y levantarse. Otra vez, lo mismo que la vida del autor.


Pero no se queden con la anécdota, porque hay una chicha que les puede llevar a las miserias de un deporte minoritario, efímeras e interesadas glorias olímpicas, y y una Guerra Fría que hacía el mundo más fácil... o como le pasó al protagonista de esta novela, más difícil.


En resumidas cuentas, la última novela de Toño Tejerina se lee de rechupete. Y a estas edades en las que lo único que le pido a la vida es que no me aburran ya es mucho. Toño Tejerina, el Diablo Sobre Ruedas, en eso es mi Madelman favorito... el auténtico hombre de acción. Prohibido aburrir, que diría Billy Wilder





sábado, 27 de febrero de 2021

ESPAÑA ES UNA Y NO UNAMUNA

 





Recién visionado “Mientras dure la guerra”, asignatura pendiente, la mirada del perfecto e insufrible Amenábar sobre la Guerra Civil española y en concreto sobre el papel del gigante Unamuno. Después de tantos años de aguantar esas chorradas de la superioridad moral de la izquierda (la cual sólo puede existir gracias a una inferioridad moral de la derecha... por tanto que se lo hagan mirar los interesados) y de que todas las películas sobre el periodo más negro de nuestra historia reciente, y ya lo siento por quienes piensen que fueron peores los años de la ETA o del actual gobierno socialista de Pedro Sánchez (como piensa el líder del tercer partido más votado en España actualmente y por tanto doy por sentado que votado por muchos que lean esto... pero no, fue mucho peor la Guerra Civil y la dictadura franquista, desenrósquense la boina y háganme caso que soy tan viejo o más que todos ustedes), después de aguantar ese tópico como digo el bueno de Amenábar nos intenta conmover con esta película no politizada ni adherida a ninguna de las dos españas, lo cual me parece muy bien si no fuera porque le acaba saliendo una película tan aséptica y blanda que estaba deseando mojar mis testículos en soja y repasar mis katas del Miyagi-Do. Aplaudo el intento de hacer una película sobre la Guerra Civil y el ignominioso alzamiento nacional (uy, debería decir, el levantamiento que liberó a España del pérfido comunismo) con sus luces y sombras y más antihéroes que héroes y muchos matices de grises y no tantos blancos y negros, el problema es que le acaba saliendo un churro sin alma en la línea de la filmografía de este plomizo director, al que por algo los compañeros de profesión le llevan llamando desde sus inicios “Orsoncito”(aunque en honor a la verdad eso de “Orsoncito” lo empezó a rular Pumares, que es un poco como el Jorge Javier Vázquez de la crítica cinematográfica), hay mucho más alma en un fotograma de “La Vaquilla” o de cualquier película de Berlanga sobre nuestra Españaza que en el ladrillazo que nos ha regalado Amenábar (Amenábar, Amenábar, moro de la morería) en “Mientras dure la guerra”. No obstante hay dos puntos muy a favor de la cinta de “Orsoncito”:


-No me quedé dormido viéndola.


-La última media hora más o menos con los cara a cara de Unamuno con Franco y el climax final con Millán Astray. Ahí está toda la filosofía unamuniana y una filosofia de vida, o al menos la filosofía de Unamuno en un momento tan tenso de la historia de nuestro país (por mucho que permiten que les recuerden a los que votan a la tercera fuerza política de España actualmente que no, que el gobierno socialcomunista de Pedro Sánchez no tiene gracias a Dios nada que ver con esa España de la Guerra Civil)


Y hago aquí un punto y aparte sobre ese último punto por motivos de estructura narrativa, saltos de página, párrafo y demás...


Cuando Unamuno, al comienzo de la trama simpatizante con el alzamiento porque peor serían los rojos, le reprocha al final a Franco todas las persecuciones, ejecuciones, etc, el generalísimo sólo sabe responder “¿y qué hacen los otros'”, esta es la piedra filosofal de los franquistas de hoy día (muchos de ellos votando ya saben a quien), lo que hacen los otros, lo malos que son los rojos, eso legitima todo... y su famoso enfrentamiento final con Millán Astray, el “venceréis, pero no conveceréis” Aquí hay mucha miga, es que Unamuno es pura miga nunca digerida del todo, y eso los unaminianos llevamos años y décadas en eso. Unamuno ha sido tan español como antiespañol y tan cristiano como ateo o peor todavía, anticristiano. Fue sincero cuando dijo que no era nada sin sus contradicciones, como cualquier ser humano, porque por encima de todo fue un gigante del pensamiento humanista.


Y aquí hago otro inciso. Unamuno alabó el alzamiento nacional para luego aborrecer del mismo. Como tantos otros intelectuales europeos que en un primer momento saludaron con alegría el fascismo o el nazional-socialismo y pronto se dieron cuenta de que el peaje por la lucha contra el comunismo era demasiado caro. Era puro genocidio (empezando porque el stalinismo ya era de por si un genocidio que masacró a todo comunista disidente) Otro inciso... como sólo los países anglosajones, Reino Unido y Estados Unidos, nunca se infectaron de ambas enfermedades, fascismo y comunismo. A tener en cuenta también.


Volviendo a Unamuno, figura gigantesca del pensamiento español, occidental y... ¡CRISTIANO!, ¿o no?, ¿creía Unamuno en Dios?, la respuesta es tan dudosa como la conclusión que puedas sacar de leer “San Manuel Bueno Martir”. Me interesa ese Unamuno cristiano (o no) que en base a ese cristianismo (o no) no quiere que España se llene de rojos, pero enseguida en base a ese cristianismo (o no) aborrece del fascismo... no sé si Unamuno era realmente cristiano, tanto o más como Tolstoi, pero desde luego bajo un prisma cristiano no se podía concebir el fascismo, el franquismo y el nazional-catolicismo que padecimos en España varias décadas.


Esto me entronca en pensamiento con la Europa actual, tan preocupada porque al parecer el “hombre blanco cristiano heteresoxual” está en peligro. No se sabe defender. Riadas humanas de individuos de otras razas y religiones vienen a España a invadirnos y quitarnos el trabajo, a colonizar una Europa en decadencia como denuncian desde cutres novelistas franceses superventas hasta terroristas verbales con micrófono abierto todas las mañanas en difusión nacional... y yo sin embargo pienso que no hay nada que atente más contra ese cristianismo que dicen defender estos incendiaros que no acoger a los inmigrantes, a los débiles, a los refugiados... “Fui forastero y me acogisteis” dice San Mateo, por citar una de las frases más celebres de la Biblia a este respecto, la primera de las muchas que se me puede venir a la cabeza. Doy por sentado que los fascistas no han leído la Biblia, aunque maten en su nombre, aunque levanten muros en su nombre. No puede haber nada más anti-cristiano que quien no quiera acoger en su casa a forasteros. Doy por sentado también que los fascistas en general no leen nada, ni siquiera los comics de Roberto Alcazar y Pedrín...


sábado, 20 de febrero de 2021

COMO DESARROLLAR UNA LÍNEA DE PENSAMIENTO ABSOLUTAMENTE ÚNICA

 





A menudo, en las mañanas de los domingos pescando en el lago Tahoe con mis compañeros miembros del Club de Divorciados Cornudos y Solteros Mancillados, entre ellos prestigiosos cirujanos cardiovasculares alcohólicos, jugadores de ajedrez con un Elo de 980, y campeones mundiales de papiroflexia, me preguntan como he llegado a desarrollar una línea de pensamiento absolutamente única, como, en definitiva, he llegado a convertirme y erigirme como el paradigma del librepensador que haría las envidias de cualquier cultura clásica humanista, desde la Grecia de Aristóteles hasta la España de C. Tangana. Es por ello que me he decidido a escribir este pequeño manual para las generaciones futuras que puño derecho en alto cantarán un “sieg heil!” pleno de orgullo y romanticismo (siempre hay romanticismo en estas mierdas), estos son mis consejos para un mundo futuro de librepensadores liberados de prejuicios.


Lo primero es cuestionarte que no hay ninguna verdad absoluta, lo cual llevado al absurdo quiere decir que si en efecto no hay ninguna verdad absoluta, no existe la verdad absoluta de que no exista verdad absoluta, con lo cual cabe la posibilidad de que si exista la verdad absoluta. Una vez comprendido esto y haber contribuído a la cuenta corriente de tu camello puedes avanzar en esas líneas de pensamiento que te llevarán a un pensamiento absolutamente único e intransferible.


Liberado de la mayor tiranía del pensamiento, la de la verdad, queda liberarse de la siguiente, la de la objetividad. Verdad y objetividad son los dos grandes elementos totalitarios del pensamiento, los Hitler y Stalin del intelecto. Queda entonces refugiarse y ser uno con los estados naturales del ser humano... lejos de la verdad el engaño, la trampa, el truco, y lejos de la objetividad la subjetividad. La a menudo despreciada semántica aquí viene a echarnos una mano... si usted es un sujeto su percepción de la realidad, ergo por tanto y por ello su línea de pensamiento, se basará en la subjetividad, nunca en la objetividad, propia de los objetos (computadoras en este caso) Si usted es un humano y no un robot pensará de manera subjetiva, nunca objetiva.


La subjetividad evidentemente supone una enorme liberación que responde a nuestra condición humana, las de las imperfecciones, taras, enfermedades, vicios, y por supuesto contradicciones. Ningún ser humano que aspire a una línea de pensamiento única puede renunciar a sus contradicciones, así se manejará entre el deseo de comer y la necesidad de adelgazar, el amor a su esposa y la pasión por la vecina del tercero, y por encima de todo, la contradicción de querer vivir sabiendo que como todo ser humano tiene fecha de caducidad y algún día morirá, ¿cabe mayor absurdo que este, el de una vida que irremediablemente acabará en muerte?, precisamente este absurdo y contradicción es lo que ha empujado a varios de nuestros congéneres a escribir una gran multitud de obras maestras, esa condición de mortales con anhelo inmortal, como deseaba Unamuno... ese dejar huella en páginas emborronadas de letras asesinas. Y así desde Cervantes hasta Eduardo Mendoza. La conciencia mortal del ser humano ha sido una bendición para las artes, la certeza de lo efímero de nuestra existencia ha empujado a los mejores de nuestra especie, a los más dotados, a empeñarse en dejar huella.


Una vez liberado de esas piedras en las ruedas que nos impiden avanzar, verdad y objetividad, cabe enfrentarse a una realidad todavía más aterradora: su línea de pensamiento será exclusivamente única, pero no será usted el único padre de la misma. Aterrador, ¿verdad?, imagínese en el paritorio con su mujer arrojando desde su vientre un pequeño y querúbico ser humano al que usted abraza con fervor paternal pero algo en su interior le dice que no ha sido el único en inocular esperma en ese milagro de la vida. Nadie piensa nada nuevo del mismo modo en que constántemente estamos pensando en algo nuevo. Otra contradicción (gracias Unamuno) de nuestra especie.


En clase de filosofía en el instituto recuerdo cuando abordamos el debate sobre la imaginación creadora frente a la reproductora. Desde un punto de vista poético y romántico (otro lastre, siempre, el romanticismo) nos inclinaríamos a pensar en la posibilidad de una imaginación creadora (y la primera imaginación creadora fue la que creó a Dios), un “huevo o gallina” que nos lleva a un debate “ad eternum” pero si tenemos que ceñirnos a la realidad y al pragmatismo, es decir, a lo único que tenemos y podemos abrazar, toda imaginación, y por tanto toda creación es siempre reproductora. Cualquier monstruo o criatura que usted vea en la más reciente película de terror no será una creación, si no una reproducción. Será más grande, más pequeña, con más o menos pelo, garras, cuernos, rabo, etc, pero será una combinación de elementos ya conocidos. Uno de los más antiguos fenómenos de la antigüedad es el cíclope, simplemente un gigante (es decir, un hombre de gran tamaño) con un sólo ojo (es decir, un hombre que en vez de dos ojos tiene uno), ¿creación... o reproducción de otros elementos ya conocidos anteriormente y ordenados de otra manera? El unicornio, ¡un caballo con un cuerno!, seamos sinceros, ¿creación... o reproducción de un caballo al que se le pone un cuerno?



Y así, su línea de pensamiento única e intransferible será en realidad un mejunje de otros pensamientos. No se puede llegar a esa línea de pensamiento absolutamente única si no es a partir de ciertos referentes, como yo digo, herramientas para el pensamiento, aquí algunos de mis favoritos:


-Zoroastro/Zaratrusta

-Santo Tomás de Aquino

-Karl Marx

-Groucho Marx

-Miguel de Unamuno

-Leon Tolstoi

-Oscar Wilde

-G.K.Chesterton

-Woody Allen

-Omar Pedreira García


Si no se puede abarcar todo por limitación neuronal, quédense entonces con Santo Tomás de Aquino y Karl Marx, creo que con esos dos autores, si son capaces de llegar a ellos desnudos de prejuicios y con los chakras limpios, podrán instalarse en la mirada de la sociedad, al menos occidental, de nuestros últimos siglos y era moderna. De banda sonora, evidentemente un disco de los Housemartins sería lo ideal.


Una vez llegado a este punto, ¡enhorabuena!, usted habrá alcanzado una línea de pensamiento absolutamente única del mismo modo que se dará cuenta de que, efectivamente, no le va a servir de nada.


¿Y qué más da?, ¡si vamos a morir todos!


A todo esto, el eminente cirujano Manuel Raquel ha pescado un salmón que me hace plantearme mis creencias, ¡qué rico bacalao por Jehová!









viernes, 19 de febrero de 2021

¿Y QUÉ TAL SI SALIMOS TODOS A BAILAR? (DE GEORGIE DANN A PABLO HASÉL)

 






La España de esqueleto invertebrado sigue en sus ciegos pasos de braille. Leyes obsoletas y olor a naftalina y una justicia lenta pero implacable, que finalmente ha alcanzado con sus garras a un torpe rapero con un largo historial delictivo y una filosofía basada en la violencia erigido ahora en una especie de nuevo Víctor Jara símbolo del pueblo oprimido frente al fascismo represor. Esa misma justicia también ha dictado condenas de cárcel a bandas neonazis cargadas igualmente de discursos de odio, igual que acabará alcanzado a la musa neonazi Isabel Medina Peralta y su alegato antisemita de hace unos días en el homenaje a la División Azul. Una de las mayores boutades leídas estos días (y miren que ha habido muchas) es la de “ah, o sea, es para flipar tíos, o sea que meten a Pablo Hasél en la cárcel por lo que dice y la tipa esa diciendo que el enemigo judío en una concentración neonazi”. No, oigan, tranquilos, no creo que esa tiparraca se vaya a ir de rositas en la misma línea que muchos apologetas del nazismo llevan años rindiendo cuentas ante la justicia, como debe ser.

La pregunta es si cuando la justicia dictamine que un apologeta del nazismo o el fascismo deba cumplir condena similar a la de Hasél los antifascistas que combaten el fascismo de una manera fascista también saldrán a la calle. Imagino que sí, que saldrán juntos de la mano de los neonazis y todos cantando aquello de Georgie Dann “¿y qué tal si salimos todos a bailar, todos a bailar, todos a bailar?” Ya lo decía aquella obra de Muñoz Seca y Pérez Fernández, “los extremeños se tocan”. Por poner un ejemplo que cualquiera puede entender, ustedes pueden coger a un boixo noi y un ultra sur y les aseguro que serán exactamente el mismo tipo (o tipejo) de individuo, sólo les diferencia la bandera bajo la que sueltan puñetazos. Cuando acabó la era Ochaíta en los Ultra Sur, el grupo ultra madridista eligió como nuevo líder a Antonio “El Niño”, seguidor del Atlético del Madrid y antiguo miembro del Frente Atlético. El Frente Atlético, Ultra Sur, Boixos Nois y demás calaña podrían salir todos de la mano a bailar igual que los seguidores de Pablo Hasél e Isabel Medina Peralta cada uno eligiendo su objetivo de tiro en la nuca, y en muchos casos seguro que coincidiendo en sus víctimas (básicamente la mayoría de los demócratas) No es de extrañar que el mayor referente de quienes se declaran en España liberales y por supuesto anti-comunistas y anti-todoloquetengaqueverconlaizquierda sea un fanático radical como Jiménez Losantos, experto en manejar discursos de odio y al que precisamente se le alaba haber sido un radical comunista en su juventud que como Saulo se cayó del caballo... para seguir siendo igual de radical y enroscado en su particular boina ideológica.

Porque oigan, la libertad de expresión es uno de esos principios morales tan férreos y tan poco inquebrantables que precisamente debemos defenderlo para poder manejarnos en una confrontación de ideas, no en una confrontación de puñetazos. Porque si de lo que se trata es de arreglar las cosas a hostias volvemos al 36.

No hemos aprendido nada, toda la historia de nuestro país basada en darnos de hostias y no hemos aprendido nada...

...¿y qué tal si salimos todos a bailar, todos a bailar, todos a bailar?





sábado, 6 de febrero de 2021

ANATOMIA DE “ANATOMÍA DE UN DANDY”

 





Y llegó el esperado documental sobre la vida de Paco Umbral a las pantallas, y todos con las uñas afiladas para acariciar con nuestras garras las entrañas del mayor hijo de puta de la literatura española. Se lo merece, y allá en esa insoportable ultratumba donde esté tocando los cojones habrá disfrutado por haber vuelto a ser actualidad y compartir espacio en los medios con Pablo Iglesias, Gabriel Rufián, el Rubius o engendros semejantes. Si Paco Umbral es el mayor literato, y esto lo digo con todas las consecuencias, de la segunda mitad del siglo XX en España, es también la mayor paradoja y contradicción, como no puede ser en estos terrenos de las letras, que son las gotas de sangre, que son las gotas de esperma de los eyaculadores de palabras.


Unamuno decía que no era nada sin sus contradicciones. Esa sombra alargada del pensamiento trágico español, capaz de devorar a Ortega y Gasset, no digamos ya Eugenio d'Ors (porque seamos sinceros, a Eugenio d'Ors sólo seguimos leyéndole cuatro fachas de izquierdas como yo), yo no la pude vivir en vivo y en directo. A Umbral le tocó crecer y medrar en esa España de mierda y posguerra, de suciedad proscrita y estraperlo y heridas sin cicatrizar donde la única salida era un cinismo atroz. Pronto a Umbral se le reconoció como descendiente de la genealogía tan absurda como macabra de los Valle Inclán o Gómez de La Serna. Alguien lo dice, no recuerdo quien, en el documental, lo que Gómez de La Serna hacía en un circo (aquellas delirantes charlas subido a un elefante) Umbral lo hacía en la tele. Eso que ganó el hidecabra.


Diseccionar al mayor seccionador de nuestras letras no era tarea fácil, al más impío articulista y novelista que ha dado nuestra literatura. Porque en la inabarcable obra de Umbral, con sus más de 100 novelas y sus incontables artículos de prensa diarios una de mis particulares debilidades es su crueldad respecto a otros grandes escritores españoles. A monstruos como Pío Baroja y Galdós los destripó. Umbral se erigió como una especie de “enfan terrible”, como un insolente Rimbaud, dispuesto a poner en jaque y cuestionar el panteón de ilustres nacionales. Me cuesta perdonarle su inquina a Baroja. En el documental se ve arrojada a su piscina una edición de “El árbol de la ciencia”, en esa época de tan epatante irritable en la que se congratulaba de tirar a la piscina novelas que le desagradaban. Siendo sinceros, es difícil pensar que aquel Umbral sexuagenario arrancase a leer por primera vez las desventuras de Andrés Hurtado, a quien no le bastaba con sufrir el trágico final que le destinó Baroja como para encima acabar flotando sobre aquella piscina del célebre chalet de Umbral en Majadahonda al que en un guiño a la Unión Soviética llamaba la "dacha". Cabe más bien pensar que en otro ejercicio epatante quería demostrar lo que pensaba de un escritor tan rudo y tosco como Baroja, quien siempre reconoció sobre si mismo que carecía de estilo, lo cual, por otro lado, le confería un particular estilo del mismo modo que el desorden es otro tipo de orden.


Estas hijoputeces y cabronadas de Umbral siempre fueron perdonables para todos los que amamos el veneno que nos procuran las letras. Por un lado le alabamos el buen gusto de preferir a Valle Inclán y Juán Ramón Jiménez por delante de Baroja y Galdos, y sobre todo porque a un tío que escribía de esa manera se le perdona todo. Umbral fue un auténtico “juggernaut” en eso que llaman incorrección política, un ejército de demolición masiva a través de una máquina de escribir Olivetti. A ese rebufo se siguen amparando mediocres que buscan medrar únicamente a través del exabrupto y no de cuidar el jardín de la literatura. Umbral venía de esa rama en todo caso oscarwilderiana, en la que la provocación es un arte que merece un mimo y cuidado que muy pocos son capaces de cultivar. Umbral, como Wilde, construyó un personaje, y con eso se ganó a los medios que vieron en él un filón de anécdotas y humoradas más allá de sus 110 novelas publicadas.


El documental dirigido por Charlie Arnaiz y Alberto Ortega me ha gustado tanto como me ha decepcionado. Me ha gustado porque nadie se había acercado a la figura de Umbral con tanto cariño, acierto, y cercanía, pero una cercanía distante, la única que podía ofrecer el individuo... y me ha decepcionado porque hay todavía mucho que remover en esas entrañas, mucho que diseccionar en el estómago de ese resplandeciente (como recién follado, que diría el propio Umbral) rodaballo que era el escritor vallisoletano (aunque nacido en Madrid, Umbral es hijo de las calles y el frío de Valladolid y aquellos periódicos con sus rotativas donde se empezó a envenenar de publicar palabras) Impresiona ese Umbral más cercano, lejano a ese “ser de lejanías” con el que se definió en los últimos años de su vida, que dejó cintas grabadas con su hijo Pincho. Alguna vez leí al respecto sobre aquellas cintas de cassette y como la voz del escritor era totalmente distinta a la opaca voz con la que todos le hemos conocido. Pero nunca lo había podido escuchar, y sinceramente estremece. Puede caber la duda sobre si impostaba la voz con su hijo o lo hacía con el resto de la sociedad. Creo que la respuesta es obvia. Umbral, escritor de milagros, hijo de la posguerra, modernista militante, empeñado en recrear cualquier prodigio que se encontrase ante sus narices, fuese una prostituta meando en cuclillas en un callejón o una tertulia con el presidente del gobierno, nunca se encontró ante prodigio mayor que la existencia de su hijo... y nunca se enfrentó a mayor dolor que el de su pérdida. Dejó aquella herida nunca cicatrizada la mayúscula e inalcanzable obra maestra de “Mortal y rosa” y la máscara definitiva del héroe trágico que le iba a acompañar hasta el fin de sus días.



Escribía líneas atrás que yo no pude vivir a Unamuno en directo. Mi héroe trágico favorito, la pluma existencialista de un país existencialista todo ello por excelencia y con permiso una vez más del pobre Andrés Hurtado al que no le bastó con lo que le hizo Baroja que parece que nos empeñamos en no reconocer en él al personaje existencialista por excelencia de la literatura española. Pero pude vivir a ese Umbral irrestible y dandy, provocador y gamberro, del que para vergüenza generacional queda aquello de “yo vine a hablar de mi libro”. Tanta tinta y sangre derramada para ser recordado por eso daba buena cuenta de un mundo en el que quizás ya no mereciera la pena vivir.



Digo yo, lo cual es decir poco.




domingo, 10 de enero de 2021

EL MEJOR DE TODOS NOSOTROS

 








Cuando en 2014 falleció el gran Alfredo Calonge, miembro fundador de Los Negativos, su gran amigo y compañero de fatigas Carles Estrada escribió algo muy bonito a modo de elegía, donde hablaba de la vida como un albúm de cromos y en el suyo le había tocado el cromo de Alfredo, el cual exhibía con orgullo. He recordado aquella emotiva metáfora estos días porque, sin llegar al nivel de complicidad con el que Carles y Alfredo (junto a Valentín Morató y Roberto Grima) sacudieron el modernismo español al frente de Los Negativos, yo también tuve mucha suerte cuando en mi album particular me tocó el cromo de Jacob Gonzalez Gancedo aquella lejana noche en el Metrópolis (posterior Morticia) invitándome a formar parte de la banda de garage que estaba formando. Y así estuvimos unos años, los “casimúsicos”, como nos llamaba el tipo del Bar Las Torres, cargados por las calles de Ponferrada con nuestros instrumentos al hombro.


Una noche, de vuelta a casa tras reencontrarme con Jacob después de un cierto tiempo (desde que ambos abandonamos nuestra ciudad los encuentros han sido más bien esporádicos pero constantes a lo largo de todos los años) y después de cenar en su casa, alumbrado por el calor de los tragos que acompañaron la jornada, le mandé un whatsapp en el que le definí como “el mejor de todos nosotros”. No el más juerguista, ni el más cachondo, ni el más timbero. Nada menos que “el mejor”. Refería con aquello la capacidad de Jacob para ordenarse en la vida y reconstruírse después de algún pequeño traspiés académico o del habitual desengaño amoroso que acompañaba aquellas edades. Porque Jacob nunca volvió a equivocarse. Ya no tomó ningún desvío. Comenzó a coleccionar masteres y doctorados, a triunfar personal y profesionalmente, se casó, fue padre, y todo ello sin dejar en ningún momento su auténtica gran pasión: la música. Esa enorme capacidad intelectual que le convirtió en un devorador de estudios además de músico multidisciplinar, todo ello a raíz de una envidiable disciplina con el objetivo de exprimirle el máximo provecho al tiempo, despertaba en mí tanto la citada envidia como muchísimo orgullo, y nunca dejé de admirar y alegrarme por cada pequeño nuevo éxito conseguido por mi amigo, de igual modo que desde la distancia veía como él sentía lo mismo cada vez que yo hacía algo más o menos relevante dentro de esa cultura bajo el radar en la que nos movemos. Creo que entenderán por tanto que pudiera considerar a Jacob como “el mejor de todos nosotros”, ya que precisamente esa entereza y rectitud le convertían en referente moral, es decir, en lo que se conoce como una persona “buena” (cuyo comparativo es precisamente “mejor”), quienes no hemos sido capaces de seguir ese camino del virtuoso somos los más conscientes de la dificultad del mismo, y ante quien supera dificultades sólo cabe la admiración.


Pero si Jacob me enseñó la importancia de aprovechar el tiempo y utilizar ese magnífico regalo que son nuestro cerebro e intelecto, también me ha hecho recordar que si debemos vivir cada día como si fuera el último, igualmente debemos procurar no estar en deuda con nadie precisamente porque no sabemos si mañana estaremos nosotros, deudores, o lo estarán nuestros fiadores. Y yo estaba en deuda con Jacob. Tanto es así que albergaba la esperanza de verlo despertar y en cuanto pudiera tener unos días libres y las autoridades me permitieran viajar entre comunidades autónomas saldar esa deuda y echarle una mano en todo lo posible en lo que en mi ensoñación optimista creía una recuperación. No la he podido saldar y tampoco me puedo despedir de él como quisiera. Hace ya meses escribí que lo peor de esta pandemia se reflejaba en las despedidas a los seres queridos que no se pueden concretar y rezaba porque no sufriese yo la desazón de perder a alguien a quien no poder darle el último adiós y acompañarnos mutuamente en el dolor. Siempre se está en deuda con alguien que se porta bien contigo (y qué decir de toda su familia), pero es que además en el caso de Jacob nunca le he podido agradecer lo suficiente el verano del 99. Mi verano tuberculoso en el que sin alcohol, bares ni fiestas Jacob fue el mejor amigo posible, y quien hizo posible que lo que podía haber sido uno de los peores años de mi vida acabase siendo de los más provechosos, desde que nos levantábamos por la mañana hasta la hora de echar el cierre, llenando las horas de cada día de subidas al Pajariel, pachangas de baloncesto y sobre todo muchísimas horas en el local de ensayo de donde surgieron igualmente muchísimas canciones.


Estoy todavía en un estado tan de shock por su perdida que me cuesta sumergirme en el dolor. La coraza, sin haberlo pedido, ha sabido colocarse sola sobre mi pecho. No quiero caer yo en bramar mis cuitas al cielo. Prefiero pensar en que mi amigo, “el mejor de todos nosotros”, tuvo la vida más plena, feliz y satisfactoria posible, ya que todo lo que estuvo en su mano para conseguir lo que quería así fue empleado. No tengo otra cosa por tanto que enorme admiración a la hora de despedir a ese amigo quien mejor que nadie supo transitar por ese inaccesible camino del virtuoso. En su ida deja el último ejemplo, ya que al ser donante de órganos su muerte salvará otras vidas.


Más allá de creencias espirituales o religiosas está claro que el fallecimiento terrenal supone un paso a otro mundo u otra vida. Por lo menos al mundo de los recuerdos, y ahí es donde nunca la verdadera muerte, que es el olvido, vencerá. Si la amistad de Jacob fue un orgullo y un regalo que la vida me ha dado sólo queda honrar tal honor con el recuerdo y poner en práctica lo aprendido a su lado. Seguir ese camino del virtuoso que nos enseñó. Nos deja el listón muy alto, pero hay que intentarlo. Por su memoria.