domingo, 29 de marzo de 2020

DIARIO DEL CORONAVIRUS (XVI): CACHITOS DE RED Y CANASTAS












El canal público Teledeporte se ha convertido en estos días del confinamiento en un poderoso aliado para todos los amantes del deporte. Con prácticamente todas las competiciones aplazadas a lo largo del globo, la cadena pública española resurge gracias a lo único en lo que es todavía superior a las privadas: el archivo.



En una sociedad de libre mercado y de ley de oferta y demanda es comprensible que la televisión de todos se haya quedado atrás y no compita con el resto de grandes cadenas por los derechos de los grandes acontecimientos deportivos. Me parece bien. Que se gasten nuestro dinero en otras cosas. Peor me parece, hasta el punto incluso de indignarme, que siga la fiebre de “Cachitos de hierro y cromo” como una de las grandes bazas de RTVE tirando de su potentísimo archivo y sin apostar apenas por jóvenes bandas actuales más allá de los Conciertos de Radio 3, a horas intempestivas y con nocturnidad y alevosía. Sinceramente, ¿cuánto puede costar volver a hacer un programa del estilo de Plastic?, poner a un par de fulanos haciendo el gamberro y presentando a unos jóvenes punks que acaben de sacar un EP con Family Spree Recordings. Si hace falta yo me ofrezco a ser uno de esos fulanos, y gratis además.



Pero bueno, estábamos con el deporte. Entre clásicas reposiciones de etapas del Tour de Francia a la mayor gloria de Perico e Indurain, partidos míticos del denostado balonmano o históricos encuentros de fútbol, a mí los ojos se me van a los partidos de baloncesto. Y en este revivalismo histórico constato de nuevo la realidad de la travesía en el desierto que sufrió mi deporte favorito especialmente durante la década de los 90 y parte de este siglo XXI. Nunca he compartido la nostalgia que padecen los aficionados que muy posiblemente no sigan el baloncesto actual, deporte que vive uno de los mejores momentos de su historia. Si comprendo el recuerdo a la mayor parte de la década de los 80 por parte de mi generación, los jugadores con los que crecimos y que practicaban un baloncesto de ritmo naturalmente alto en el que lo que se buscaba era profanar el aro rival cuanto antes. Con el paso de los años las pizarras de los entrenadores fueron frenando la velocidad de los jugadores, especialmente los exteriores, obligados a botar el balón mientras el reloj de posesión consumía los segundos y las defensas rivales cada vez estaban más formadas. Si en aquel baloncesto triunfaban las defensas no es porque se defendiera más y mejor, si no simplemente porque alargar los ataques, lejos de asegurar mayor éxito ante el aro rival, permitía a los equipos armarse mejor atrás y dejar menos espacios a los atacantes. Un desastre que echó a los espectadores de los pabellones.



Y así, con diferencia, los peores partidos de estos días han sido los de la década de los 90, mientras que encuentros como la semifinal del Eurobasket 83 entre España y la extinta URSS o la final de Copa ACB de 2008 entre Joventut Badalona y Saski Baskonia nos recordaron ese baloncesto en el que los principales protagonistas eran los jugadores y no los entrenadores y sus tácticas. Y en ese juego de vértigo y regocijo ha sido un placer ver la evolución del base español, desde Corbalán anunciando su precoz alopecia con los cuatro pelos de su melena agitándose en los contraataques embutido en sus muy cortos pantalones ajustados, al Ricky Rubio adolescente del Joventut con flequillo beatle y pantalones casi hasta los tobillos. Dos genios, dos estilos, dos estéticas, pero un baloncesto similar en cuanto a ritmo y filosofía. En eso hemos ganado respecto a los 90.








sábado, 28 de marzo de 2020

DIARIO DEL CORONAVIRUS (XV): LOS HOMBRES TRANQUILOS





















Escribía Carlos Prieto en la primera entrada de su Diario de la Pandemia (qué gran descubrimiento, por cierto, desde aquí lo recomiendo), que hemos pasado de la pachorra a la histeria en tiempo record. Somos así. Parece que lo del equilibrio aristotélico en las clases de filosofía lo aprendimos los cuatro tarados de siempre (o más bien todo lo relacionado con la filosofía) y nos encantan los extremismos. Aunque una de las principales diferencias en esta lucha contra el coronavirus radica en la naturaleza democrática de nuestros gobiernos europeos frente al totalitarismo chino (al que tristemente quizás debamos recurrir), en los últimos tiempos ha sido inevitable advertir en el viejo continente una preocupante añoranza de la Europa de mediados del siglo XX, la de los totalitarismos fascistas y comunistas. Pero ese es otro tema, aunque creo que algo de eso ahí en esta esquizofrenia extremista del español actual bajo la cual el vecino del cuarto que está en el balcón increpando al viandante que camina quien sabe si a comprar fruta, tabaco, a trabajar, o simplemente necesitaba airearse tras discutir con la parienta vaya a ser el primero en saltar a la calle pidiendo la cabeza del presidente del gobierno y llamando a la revolución porque “emosido engañado”. Denle unos días y verán.



Lo cierto es que a mí también me ha llamado la atención el cambio en la percepción respecto a Fernando Simón, ocasional parapeto del gobierno de Sánchez en esta crisis (como lo fuera del de Rajoy en 2014 con el ébola... crisis aquella que definitivamente fue un juego de niños al lado de esta pandemia global) El doctor Simón (licenciado en medicina y especializado en epidemiólogia, por si acaso alguien pensaba que es un señor al que encontró Pedro Sánchez una mañana comprando el pan debajo de su casa y le pidió que se saliera ahí a dar la cara en este marrón), quien por cierto no me negarán que cada vez tiene un aspecto más desmejorado, ojeroso y el rostro más cansado, como Guardiola cuando dejó el Barcelona, ha pasado de ser un ejemplo de mesura, serenidad y tranquilidad en los momentos críticos, de ese capitán de barco que no pierde los nervios en medio de la tormenta, a un incompetente torpe patán y mentiroso que apenas sabe siquiera de lo que habla cada vez que se nos cuela en los hogares españoles para informar sobre el estado de la pandemia en nuestro país. Quizás lo más responsable por parte de Simón debiera ser aparecer en nuestras pantallas temblando y con los ojos inyectados en sangre gritando “¡vamos a morir todos (y todas, claro)!, ¡estamos perdidos!, ¡no hay cura y de hecho están las iglesias cerradas!”, mientras los cámaras de RTVE que le graban dejan a toda pastilla sus instrumentos de trabajo y salen corriendo en medio del pánico y el caos.




No sé hasta que punto Simón y el resto de profesionales al frente de esta crisis nos están mintiendo. Si puedo decirles por la experiencia que me proporciona el ser un aprensivo e hipocondríaco de manual que las varias ocasiones en las que he sufrido episodios repentinos en los que algo no ha ido bien en mi cuerpo y mi salud (y que afortunadamente no han sido nunca graves... toco la madera de mi escritorio) el pensamiento inicial que me ha poseído de “¡Dios mío, voy a morir!”, lejos de ayudarme lo único que ha hecho ha sido acentuar y empeorar esa crisis esporádica. Si es cierto que vamos a morir y que no hay escapatoria posible a esto, prefiero que me lo comuniquen con la tranquilidad y el estoicismo propio de un músico de la orquesta del Titanic. Si esto es el fin, lejos de arrancar a correr sin dirección presa del pánico exclamando al resto de mis congéneres que ha llegado el final, prefiero ponerme mi mejor traje, abrir una botella de mi whisky favorito, encender un puro y esperar la muerte entre el estoicismo y la estética. Un poco de consideración ante la Parca, ¿no?, al menos que te pille bien vestido.



La impasibilidad de Simón y su efecto en algunos de mis conciudadanos, esos que en sus comparecencias echan de menos tragedia, drama e histrionismo como si hubieran ido al cine a ver a Joaquín Phoenix en “Joker” me ha hecho recordar la ya olvidada (buena cuenta de que paradójicamente estos días de inacción vivimos a una velocidad de vértigo) intervención del periodista Lorenzo Milá desde Milán (¿existirá una ciudad llamada Sardán para envíar allí a Javier Sardá?) Fue el 25 de febrero de este año, lo cual a efectos del tiempo bajo una pandemia es como decir hace un lustro, y el reportero aparecía en pantalla henchido de campechanía haciendo un llamamiento a la calma como quien ante una inminente tormenta se empeña en asegurar que serán cuatro gotas. Lo cierto es que repasando aquella intervención, el grueso de lo dicho por el reportero no faltaba a la verdad (afecta especialmente a personas con las defensas bajas, la mayoría de la gente se recupera de la enfermedad, y la mayoría de esos infectados tienen esa recuperación en sus casas), ¿qué fue lo que no pudo prever Milá?, lo que me temo nadie pudo: el colapso sanitario que esto está produciendo en toda Europa, con una sanidad pública incapaz de hacer frente a la pandemia. Una sanidad, que dicho sea de paso, no hay que dejar de aplaudir cada día, cada tarde, cada hora... pero a la que cuando esto acabe habrá que reconocerle todavía más su labor y sobre todo fortalecer e inyectarle el músculo debido. Es evidentemente otro debate, pero si tras esta crisis no somos capaces de darnos cuenta de que no hay dogmas de fe liberales ni capitalistas que aseguren la pervivencia del bienestar humano y que por tanto necesitamos un estado, conjunto, nación, llámenlo como quieran, que tendrá más fácil garantizar ese bienestar humano y social por la simple lógica de que dicho conjunto siempre tendrá más fuerza que el individuo, tiro la toalla respecto al raciocinio de mis compatriotas.



Aquella aparición de Milá fue sonoramente aplaudida tras ser, como no, viralizada y retwiteada (o a ver si pensaban que en realidad miles de españoles se encontraban viendo nuestra cadena pública en aquel momento... ¡existiendo Netflix!), y el sanedrín de sabios que conforma Twitter pronto pidió para el periodista el premio Ondas, el Princesa de Asturias, la Orden del Mérito Civil, y hacerle cabeza de cartel del Primavera Sound. Las mismas redes sociales en las que se puede leer (lo acabo de hacer ahora mismo) perlas como: este debe acabar entre rejas o fusilado por mentir a la población. No voy a decir el nombre del foro en el que se ha publicado tal exabrupto porque prefiero no hacer publicidad de ese tipo de estercoleros, que por otra parte, no podía ser de otro modo, son los que más éxito tienen (y donde sus usuarios lloran a gusto sobre una presunta dictadura progre que les prohíbe decir eso que sabemos que piensan porque en efecto nadie les prohíbe decir lo que piensan, pero oye, el victimismo siempre vende) El hombre tranquilo de la película de John Ford finalmente muere abrasado por el lanzallamas de Chuck Norris en las producciones de la Cannon.




Recordando aquello de Milá a finales de Febrero (ya digo, hace un lustro en el universo coronavirus) y googleando al periodista fue como descubrí el blog de Carlos Prieto al que me he referido al comienzo de esta entrada. Evidentemente no podía ser yo el único que estuviese redactando un diario sobre estos días de la pandemia. Hagan como nosotros y escriban. Que las videollamadas y martirizar a los vecinos con la enésima versión del “Resistiré” está muy bien, pero dejen algo por escrito para las generaciones venideras, o para cuando los alienígenas descubran que hubo vida (inteligente o no, ya es otro tema) en este planeta. Porque recuerden, vamos a morir todos.





miércoles, 25 de marzo de 2020

DIARIO DEL CORONAVIRUS (XIV): LA PEOR DESPEDIDA










Dentro de toda esta pesadilla que vive nuestro país como uno de los principales focos del covid-19 (recordemos que hoy hemos adelantado a China y sólo Italia registra más fallecidos que España en el siniestro ranking de decesos), creo que nada hay peor que el hecho de no poder despedirte de tus seres queridos, no darles el último adiós y ni siquiera sentir el abrazo de un familiar o amigo que te acompañe en el trance.




Recuerdo cuando falleció mi padre, en septiembre de 2012. No tengo problema en reconocerlo porque al fin y al cabo cuando uno escribe un diario se trata de eso, de desnudarse emocionalmente ajeno a las miradas extrañas. La noticia me la dio mi hermana mientras todavía leía en un parque, o quizás simplemente paseaba por el, aprovechando mi hora libre del trabajo. Volví a la oficina en estado de shock, como un zombi. Descolgué el teléfono de mi puesto y marqué el número de la casa paterna, en Ponferrada, a 400 kilómetros de donde me encontraba. Al escuchar la voz entrecortada de mi madre fue cuando cortociruité y me dio uno de esos violentos sincopes que he sufrido de vez en cuando a lo largo de mi vida. Mi padre ya llevaba unos años en una situación tan delicada que la noticia de su fallecimiento no debería pillarme por sorpresa, era consciente de que cualquier día podría suceder, pero aun así la bofetada repentina dejaba al descubierto la realidad de mi soledad en un momento así. No estaba allí para siquiera abrazar a mi madre y llorar junto a ella. Fueron unas horas interminables las que sucedieron hasta que pude estar junto a mi familia.




Es natural pensar que siempre duele más la muerte de una persona joven, a la que la vida todavía en buena lógica le debe deparar mucha aventura, pero cuanto más mayor es quien se va también parece lógico que deje a su perdida mayor orfandad en la figura de hijos, nietos, sobrinos, etc... piezas del puzzle de su vida que buscan reunirse en esos momentos de dolor. Porque el dolor de verdad es para los que se quedan aquí. Parece también justo que quienes llegan a una cierta edad y han sobrevivido a tantos envites de la vida se hayan ganado el derecho a ese sobrio “ars moriendi”, de irse en paz y rodeados de los suyos.




Nada de eso sucede estos días. Hasta la maldita pandemia nos ha robado eso en estos días en los que miramos a nuestros mayores con el especial celo que merecen quienes tanto nos han dado y tanto han perdido y viven ahora más que nunca presos de la indefensión.




Rezo para que esta reflexión que me atormenta estos días no deba vivirla en primera persona, pero si de algo sirve, vaya todo mi ánimo para quienes estos días no han podido darle a los suyos la despedida merecida. Como dice mi buen amigo Arcadio, la verdadera muerte es el olvido, o sea que entre todos vamos a tener la obligación de recordar a tantos que se quedan en el camino. Siempre por ellos.







martes, 24 de marzo de 2020

DIARIO DEL CORONAVIRUS (XIII): DOLOR DE MUELAS










Eramos pocos y llegó el dolor de muelas. Bueno, dolor de muelas por decir algo genérico. En realidad es todo un lado de la cara irradiando e irradiándose incapaz de saber cual es el origen. Y en realidad no es que haya llegado ahora. Ya llevaba unos días aguantando como un campeón antes de que nos sacudiese la pandemia, porque aunque no sé lo crean, por muy hipocondríaco que yo sea mi capacidad para aguantar el dolor es espartana, olímpica, homérica, hercúlea.




¿Se acuerdan de Antonio Banderas en “Dolor y gloria” machacando pastillas para tomárselas de golpe?, pues así estoy yo con el nolotil y el naproxeno. De algo tenía que servirme mi experiencia machacando pastillas. Y porque no tengo heroína a mano para fumarme unos chinos.




Total, que lo que no han conseguido las adicciones lo va a conseguir el dolor de muelas: echarme desesperado a la calle en busca de un dentista de urgencias. No puedo más, en serio, esto es insoportable. Es un dolor que no está en los escritos. Por eso lo estoy escribiendo. Para que al menos esté en los escritos.





lunes, 23 de marzo de 2020

DIARIO DEL CORONAVIRUS (XII): MENS SANA...










Aunque no debería ser noticia calificar de racista a quien ha dado sobradas muestras de serlo, Jeremy Lin ha saltado a la actualidad recientemente por advertir el desafortunado lenguaje de Donald Trump refiriéndose al covid-19 como “virus chino”. Personalmente me gusta más ver como el baloncestista exterior ha sido noticia por regresar a China para prepararse de cara a la reanudación de la liga de ese país, fechada para el 15 de Abril. 


Habrá quien piense que es una frivolidad preocuparse por las competiciones deportivas ahora mismo, pero más allá del asidero de evasión mental que supone la presencia de una agenda deportiva, haciendo más llevaderas algunas de las jornadas más rutinarias (ese miércoles de frío invierno que después de ocho horas de trabajo con madrugón incluido sabes que te espera un partidazo de Champions League), creo que el hecho de que el país desde el que comenzó su letal expansión el covid-19 considere que su liga de baloncesto (que no lo olvidemos, es una de las que más millones maneja en el mundo) está lista para reanudarse en menos de un mes es una noticia que nos debe llenar de esperanza a los países que vamos, por así decirlo, con retraso respecto a la pandemia. Sinceramente ni sé ni me importa ahora mismo cuando regresará la NBA, la Euroliga, o nuestra ACB en España. En efecto eso es lo de menos. Pero si sé que los goles y las canastas tienen que volver algún día, y si el calendario chino sigue marcando la ruta de la pandemia tanto para lo bueno para lo malo, llámenme lo frívolo que quieran pero ver ese 15 de Abril marcado en rojo (curiosamente la fecha en la que comenzaron las protestas de Tiananmen en 1989) para que el balón vuelva a botar en los pabellones chinos (en principio a puerta cerrada) a mí sinceramente me parece una buena, estupenda noticia para mantener ese equilibrio mental necesario entre sacrificio y esperanza de estos días. Esto también es tener la “mens sana”.








domingo, 22 de marzo de 2020

DIARIO DEL CORONAVIRUS (XI): SE VEÍA VENIR









Hoy 22 de Marzo se cumplen dos semanas del Día Internacional de la Mujer, el 8M que un año más hizo que las calles de medio mundo se poblasen de manifestaciones reivindicando los derechos de las mujeres. Visto ahora fue un error y una irresponsabilidad que los gobiernos de ese medio mundo permitiesen los actos con la amenaza de la pandemia instalada entre nosotros.



Horas antes yo me había corrido una fenomenal juerga, había estado de fiesta con decenas de amigos y había acudido a un concierto. Visto ahora fue un error y una irresponsabilidad, pero nadie, absolutamente nadie de las decenas de las personas con las que estuve y compartí charlas, abrazos, roces y copas sugirió que estábamos siendo unos irresponsables. Imagino que lo mismo que yo en esa citada fiesta decenas de miles de españoles también salieron horas antes del 8M invadiendo bares y salas de fiestas y conciertos como un sábado cualquiera, víspera de un domingo cualquiera.



Horas después de las manifestaciones del 8M se celebraron varios actos multitudinarios en todo el territorio español (y por supuesto, en todo el globo terráqueo), especialmente deportivos, con el partido del Benito Villamarín entre Betis y Real Madrid como climax. A las nueve de la noche del pasado 8 de Marzo se juntaban en Sevilla más de 50000 aficionados para presenciar el encuentro. Visto ahora fue un error y una irresponsabilidad.



Comenzamos la semana laboral del 9 de Marzo con la absoluta normalidad que nos obligaba a coger medios de transporte público, compartir vagones de trenes de metro o de cercanías de Renfe... a compartir lugares comunes en nuestros puestos de trabajo, aseos, comedores, máquinas expendedoras, etc... visto ahora fue un error y una irresponsabilidad.



Dos días después, el 11 de Marzo, recordarán que miles de madrileños viajaron alegremente al Reino Unido para acudir al partido de Champions League que enfrentaba en Anfield al Liverpool y Atlético de Madrid sin que las autoridades británicas tomasen ninguna medida de control ni testasen la posible portabilidad del virus de nuestros compatriotas. Visto ahora fue un error y una irresponsabilidad.



En la primera entrada de este particular diario lo dejé claro. Los gobiernos de todo el mundo han actuado tarde y es especialmente cruento el caso de Italia, y posteriormente España, que no supo advertir en el país transalpino su “yo del futuro”. Es perfectamente justo y comprensible la exigencia de responsabilidad para nuestros mandamases. Pero también deberíamos ser justos y reconocer que en el conjunto de la sociedad casi nadie previó lo que se nos veía encima y seguíamos pensando que era un problema lejano, asiático. No lo vimos o no lo quisimos ver y seguimos con nuestras vidas hasta que nos dimos de bruces con la realidad. Estuvimos viajando dentro o fuera de nuestra geografía hasta el último momento, organizando fiestas, conciertos, quedadas con los amigos. Nuestras empresas tardaron en adoptar medidas, en habilitar teletrabajo para sus empleados. Todos hemos fallado. Absolutamente todos. Centrar el objetivo únicamente en el 8M no sólo resulta ruin y miserable, es que además nos sigue instalando en la inmovilidad de un bucle ideológico que va a dificultar mucho lo que debe ser una lucha conjunta frente a un enemigo común: el covid-19 y su propagación. Hay que exigir a nuestro gobierno la responsabilidad que se les supone a quienes se presentaron ante las urnas para servirnos. Pero acto seguido, si queremos ser justos, debemos exigírsela a las otras formaciones políticas que también salieron a las calles el 8M, representantes del PP y C's, quienes días antes también alentaban a celebrar la señalada fecha en la vía pública porque el 8M es de todos. Nadie desde esas formaciones alertó de que no saliéramos a las calles esa mañana. Peor todavía es el caso de VOX, quienes en vez de sumarse a la celebración escogieron precisamente esa fecha para llevar a cabo su asamblea general ordinaria con un multitudinario acto en Vistalegre fletando autobuses desde distintos puntos de nuestro país. Al menos han tenido la decencia de pedir perdón... pero fue otro error e irresponsabilidad.



A toro pasado todos lo tenemos claro. Se ha actuado tarde y mal. Pero nadie tenía una bola de cristal. Si fuera así y alguno de mis numerosos amigos que ahora braman contra el gobierno y muy especialmente por la celebración del 8M manejaba información sobre lo que iba a pasar, me veo en la obligación de llamarle también irresponsable por no habernos advertido a tiempo o simplemente contactarme y pedirme que hace dos fines de semana no saliera a la calle, bares, etc



Si tan claro era que esto se veía venir, ¿por qué no escuché a nadie el 7 de Marzo describir este escenario?


A toro pasado... todos, absolutamente todos hemos sido unos irresponsables.








viernes, 20 de marzo de 2020

DIARIO DEL CORONAVIRUS (X): LA RECONQUISTA










Si el mito patrio de la Reconquista cristiana nace en Asturias con la Batalla de Covadonga, bien pudiera decirse que la reconquista de la sanidad nace en el local asturiano en el que el ingeniero Marcos Castillo ha desarrollado un prototipo de respirador desde una impresora 3D, con el bajo coste que ello supone. Aunque el propio profesional reconocía hoy emocionado que la idea le llega desde Canarias, donde el anestesiólogo Ramsés Marrero insiste a su compañero de resistencia en embarcarse en esta maravillosa aventura a la que se han ido sumando todo tipo de profesionales de distinto tipo para conseguir en solamente 96 horas tener preparado el nuevo respirador. Todo ello ha supuesto una media de dos horas de sueño por jornada, como reconocía Castillo esta tarde en la cadena SER, pero en un momento tan delicado como este la iniciativa particular y altruísta de estos ciudadanos es sin duda alguna la noticia del día en otra jornada necesitada de buenas noticias. Si el prototipo tiene éxito hablamos de un invento que puede aliviar sobremanera el colapso de los servicios sanitarios al que nos ha llevado la actual pandemia.


España necesitaba una noticia así, un empujón anímico tan descomunal que hace palidecer y deja en absoluto ridículo toda nuestra verborrea en redes sociales buscando culpables y cargándonos de razones tirando piedras y escondiendo manos. El propio Castillo lo dejaba claro esta tarde, esto es obra de todos los que están ahí detrás empujando, tanto él como los casi dos millares de profesionales anónimos y desconocidos entre sí que se han sumado al proyecto Coronavirus Makers, como los ciudadanos que sin conocimientos ni habilidades técnicas para luchar contra la pandemia están, estamos, dando nuestro aliento y nuestro aplauso y empeñados en que no se puede decaer en ningún momento. No vamos a bajar los brazos en ningún momento, y no puedo por menos que emocionarme ante esas 96 horas de trabajo prácticamente continuado desde Asturias hasta Canarias que ha llevado a que tengamos este nuevo arma en forma de respirador en nuestras manos. Y resulta realmente llamativo que tras varios días en los que hemos vivido envueltos en el ruído de caceroladas en una u otra dirección y peleados en luchas ideológicas que nos dividen y hacen más fuerte al virus, las noticias sobre el trabajo de los Coronavirus Makers hayan pasado tan desapercibidas.


Si quieren irse a la cama con buen sabor de boca al menos una noche en esta semana tan cruenta, escuchen la breve pero contundente y emocionalmente demoledora intervención de Marcos Castillo esta tarde en las ondas:  



jueves, 19 de marzo de 2020

DIARIO DEL CORONAVIRUS (IX): LOS ALCÁNTARA Y BLACK SABBATH









Dijo una vez Henry Rollins que sólo debes creer en ti mismo y en los primeros seis discos de Black Sabbath. Es encomiable la fidelidad hacia la primeriza discografía de la banda de Birmingham como un asidero emocional infalible. Algo parecido me sucede a mí con “Cuéntame”, y es que la saga televisiva de la familia Alcántara, que marcha tan campante y con paso firme hacia los 400 episodios, parece lo único inalterable en estos días en los que nuestras agendas culturales, deportivas o de ocio en general han saltado por los aires por la dichosa pandemia del covid-19.


Ahí siguen Antonio y Merche con lo suyo, ajenos a nuestro presente viviendo en su pasado. Se agradece esa normalidad, ese último refugio de la deliciosa rutina.


Por lo demás poco más traigo esta noche al diario. Esperando el segundo fin de semana de clausura en el que espero tener más tiempo para sacarle jugo de verdad a esto que estamos viviendo. Al escenario de experimento sociólogico, a la disección antropológica que hasta el momento arroja más miserias que luces. Otra apuesta que pierdo, cuando la mezquindad y el mal rollo parece que va ganando terreno al positivo pragmatismo que debiera imperar. Quicir, que seguimos pensando que el vecino es gilipollas sin darnos cuenta de que nosotros somos el vecino de nuestro propio vecino, y que ese vecino gilipollas no es si no un espejo devolviéndonos nuestro propio reflejo.


Isa y yo hemos superado nuestra segunda jornada de teletrabajo juntos.


Sigo mirando la web de Aemet todas las noches para saber que tiempo va a hacer a la mañana siguiente, ¡cómo si tuviera importancia!










miércoles, 18 de marzo de 2020

DIARIO DEL CORONAVIRUS (VIII): TODOS SOMOS ROBINSONES









Si el ser humano es de por si una paradoja, la pandemia no hace si no acrecentar esta cualidad cuando nos vemos obligados al aislamiento para así demostrar nuestra fuerza en conjunto. Manifestamos el poder grupal en la soledad de nuestros habitáculos. No es la única paradoja cuando vemos hasta a los más acérrimos defensores del anarcoliberalismo ahora entonar los ojos llorosos a ese “papá estado” del que tantas chanzas otrora hacían, sabedores de que el habitual “sálvese quien pueda” es un papel tan mojado como esa charlataneria de superficial mercadotecnia que habla del valor del emprendedor y de como tanto los millonarios como los pobres han llegado a tal rol por propio merecimiento. Muy interesante a ese respecto la reflexión de Jesús G. Maestro sobre las diferencias a la hora de luchar contra el covid-19 por parte de los países de tradición católica (España o Italia) frente a los de herencia protestante (Estados Unidos o Gran Bretaña), y el sentido social de los primeros en contra del desamparo de los segundos, defensores de una especie de “ley del más fuerte”, aunque ya decimos que paradójicamente estos últimos han reculado en sus propuestas y hasta el propio Donald Trump de manera inaudita (pero responsable) ha admitido cuan equivocado estaba.


En esta paradoja en la que para demostrar que ningún hombre es una isla nos hemos convertido todos en robinsones, en naúfragos confinados a las ínsulas de nuestras casas, me ha llamado la atención observar como ciértamente el papel higiénico se ha convertido en preciado objeto del deseo pero las baldas de higiene personal, al menos masculina, apenas han notado el impacto del coronavirus. Me refiero a productos tan indispensables como champús, geles, espumas de afeitar y sobre todo desodorantes. Comprendo la importancia de tener el culo limpio (aunque se tenga la boca sucia) y sé de lo incómodo que puede resultar llevar un pastel debajo de tu espalda, pero considero igualmente molesto, por mucho que uno esté confinado en casa, el pasar días sin una buena ducha, lavado, perfumado, peinado, afeitado... confirma esto la tragedia de que para mis congéneres la “comodidad” hogareña consiste en el desarreglo, el desaliño y el desafecto con la estética. Y un mundo sin estética es incluso peor que un mundo con coronavirus.


Temo por tanto el día en que las autoridades anuncien que esto haya acabado y que podamos tomar de nuevo las calles, los bares, las salas de cine o las librerías. Siento escalofríos pensando el paisaje humano que pueda encontrarme, la plaga de sucias cabelleras y barbas cuales parques de atracciones para piojos. Y si la imagen se me antoja dantesca peor todavía es imaginar el fétido aroma que posiblemente acompañe tales especímenes.


Eso sí, todos con el culo bien limpio.










martes, 17 de marzo de 2020

DIARIO DEL CORONAVIRUS (VII): COMPRAR EL AS, IR AL BANCO, PONERSE MECHAS.









Vivir bajo una pandemia es algo tan excepcional que cada día, cada hora que pasa, hace que el momento anterior resulte totalmente obsoleto. Eso hace que incluso las coñas tan españolas que estamos haciendo con motivo del covid-19 parezcan desfasadas de un día para otro.


Pero antes de que nuestro presidente del gobierno, Pedro Sánchez, matizase que las peluquerías sólo podrían realizar servicio a domicilio, las redes sociales y cadenas de whatsapp se inundaron de una gracieta que venía a suponer que vaya mierda de confinamiento este que te permite salir a comprar el As, ir al banco y visitar la peluquería para ponerte mechas. Ya expliqué el mismo sábado que yo mismo también recibí con extrañeza la noticia de que los profesionales capilares pudiesen abrir sus locales sin reparar en que ciértamente pudiera haber vecinos con limitaciones para poder hacer algo tan natural como simplemente lavarse la cabeza. Y entoné un “mea culpa” respecto a la falta de empatía que habitualmente padecemos los ciudadanos digamos sanos, incapaces de comprender otras realidades, otras necesidades. Ni por asomo hubiera podido pensar tal cosa y caí, como tantos, en que lo más fácil es que se tratase de otra boutade del mandamás de la Moncloa, o que quizás su socio Pablo Iglesias tuviese necesidad de dejar su hermosa coleta al cuidado de manos profesionales (esa coña fue la que ideé yo, que también tengo lo mío)


Pero coñas aparte, dentro de este magnífico (a nuestro pesar) experimento sociológico que supone el ser víctimas de la pandemia y el ser testigos en primera persona del mayor acontecimiento a nivel global desde la II Guerra Mundial, tratar con ligereza esta y cualquier medida del estado de alarma como si se tratasen de humoradas nada meditadas y todo esto fuese un gigantesco chiste, es un ejemplo más de que pocos refranes españoles tienen tanto tino como el de “piensa el ladrón que todos son de su condición”. Un pensamiento mínimamente crítico consideraría que cualquiera de las actividades comerciales que permanecen vigentes lo hacen para casos de auténtica necesidad, no para estúpidos caprichos. Pero imagino que es más fácil pensar que nuestro vecino, preferiblemente “progre” y sociata, está en la calle todo el día pasándoselo en grande y haciéndose mechas mientras sus abnegados compatriotas hacen un ejercicio de responsabilidad sólo propio de los buenos españoles, los de la pureza de sangre. Y es que muy posiblemente en realidad eso lo que estamos deseando todos, el buscar ese subterfugio, ese agujero legal por el que saltarnos a la torera el estado de alarma y volver a tomar las calles de nuestro país, pero eso sí, echándole la culpa al otro.


Aunque de eso ya tendremos mucho de lo que hablar, de como nos vemos los vecinos ahora mismo, unos a otros y otros a unos. Porque ciértamente, creo que ni el más avezado antropólogo o el más reputado sociólogo pudiera haber imaginado un experimento mejor para calibrar el comportamiento humano que el escenario que nos está brindando esta crisis del coronavirus.









lunes, 16 de marzo de 2020

DIARIO DEL CORONAVIRUS (VI): TELETRABAJO









A fuer de ser sincero nunca he sido yo muy fan de eso del teletrabajo. En primer lugar porque dudo de mi propia autodisciplina y capacidad para organizarme. Entregarme a esa desidia similar a la de ver una película en casa a través de alguna de esas plataformas de moda que te permite pararla, volver atrás, adelantar... para que al final te hayas tirado toda la tarde mirando el móvil o visitando el baño y apenas hayas visto 15 minutos del citado largometraje. Realmente para ver una película en condiciones necesito ir a una sala de cine donde me sienta obligado a permanecer sentado todo el minutaje que dure la obra, del mismo modo que para trabajar de manera eficiente necesito un puesto físico destinado única y exclusivamente a ello, sin otras distracciones alrededor.

No veo ninguna ventaja en no sentirme obligado a afeitarme, en no tener que vestirme y estar frente al ordenador en pijama o (peor todavía) en chándal.

Una de mis rutinas cada noche es mirar la web de Aemet para en base al tiempo pronosticado para la mañana siguiente dejar preparada la ropa con la que salir de casa.

Me gusta madrugar, pasear temprano, ver amanecer en la calle.

Pero bajo ningún concepto podía imaginar que mi primer día de teletrabajo fuera la pesadilla asfixiante de hoy. Espero ir encontrando en próximas jornadas el apoyo de los compañeros a los que todavía no se les ha dado acceso a esta modalidad a la que recurrimos ahora obligados por las circunstancias. No obstante dudo que pueda eliminar esa sensación opresiva de sentir la pared del salón de mi casa detrás mía durante tantas e interminables horas.

Necesito huir.










domingo, 15 de marzo de 2020

DIARIO DEL CORONAVIRUS (V): CUATRO GOTAS








Seguro que todos hemos vivido una anécdota como la de aquella pachanga de 6º de E.G.B. Jugábamos en los campos del Polígono de las Huertas, los conocidos como “las escombreras”. La tarde había comenzado con un sol reluciente que poco a poco se fue ocultando tras unas amenazadoras nubes. A los diez minutos de partido el color gris presidía el cielo, y no podíamos evitar mirar hacia arriba con recelo. En cuanto comenzó a llover los más precavidos, por no decir timoratos, corrieron a protegerse bajo las cornisas de los vestuarios. Pero en el medio del campo uno de los nuestros permanecía impasible diciendo: “son cuatro gotas”.

En pocos minutos la tormenta era ya una realidad y nos vimos atrapados bajo una fenomenal tromba de agua. A duras penas pudimos llegar hasta donde nuestros compañeros más precavidos por no decir timoratos se resguardaban desde unos anteriores instantes. Una vez todos juntos volvimos nuestra mirada al campo de juego y ahí seguía nuestro amigo, erguido y desafiante asegurando “son cuatro gotas”.

El terreno de juego que pisábamos minutos antes se había convertido en un impresionante lodazal que muy a su pesar nuestro disidente compañero de fatigas abandonaba, eso sí, con un envidiable paso firme y marcial, como si la lluvia no hiciera mella sobre su púber cuerpo de colegial. Mientras caminaba hacia nosotros todavía pudimos escuchar entre su rechinar de dientes como maldecía: ¡pero si son cuatro gotas, joder!”

Fue una de las mayores tormentas de la historia de nuestra ciudad y faltó muy poco para que el pantano no llegara a desbordarse. Nuestro compañero, el valiente negacionista de la lluvia, estuvo dos semanas sin ir a clase por culpa de la tremenda pulmonía que se pilló aquella tarde bajo el agua.

Aquel muchacho que ante la tormenta se empeñaba en afirmar que eran “cuatro gotas” es el mismo que a día de hoy sigue proclamando que la pandemia de covid-19 no es más que una “gripe fuerte”.








sábado, 14 de marzo de 2020

DIARIO DEL CORONAVIRUS (IV): SATURDAY'S KIDS










Saturdays boys live life with insults,
Drink lots of beer and wait for half time results,
Afternoon tea in the light-a-bite, chat up the girls, they
Dig it!
Saturdays girls work in tescos and woolworths,
Wear cheap perfume cause its all they can afford,
Go to discos they drink baby cham talk to jan, in bingo
Accents.
Saturdays kids play one arm bandits,
They never win but that's not the point is it,
Dip in silver paper when their pints go flat,
How about that, far out!
Their mums and dads smoke capstan non filters,
Wallpaper lives cause they all die of cancer,
What goes on, what goes wrong.
Save up their money for a holiday,
To selsey bill or bracklesham bay,
Think about the future, when they'll settle down,
Marry the girl next door, with one on the way.
These are the real creatures that time has forgot,
Not given a thought, its the system,
Hate the system, what's the system?
Saturdays kids live in council houses,
Wear v-necked shirts and baggy trousers,
Drive cortinas fur trimmed dash boards,
Stains on the seats - in the back of course!

(“Saturday's Kids” The Jam)



Primer sábado del estado de alarma. No ha estado mal. No he podido resistirlo y he salido a correr. No sé hasta que punto puede haber sido una irresponsabilidad, lo he hecho por una zona bastante aislada y apenas me he tropezado con algún transeúnte paseando a su perro. He paladeado cada uno de los diez kilómetros de esta tirada consciente de que pueden haber sido los últimos en unas cuantas semanas.

Me siento como un león enjaulado y esto no ha hecho más que empezar.

¿Podré tomarme un tinto de verano en una tintorería?

Parece una coña, pero al final el coronavirus ha logrado implantar un estado jacobino.

Mi primera reacción a lo de mantener abiertas las peluquerías ha sido, como la de la mayoría, la de tomármelo a coña. Posteriormente leyendo y escuchando a otra gente he caído en que, en efecto, puede haber personas incapaces de poder mantener su higiene capilar sin ayuda. La reflexión que me deja esto es que, una vez más (y todo el tema del coronavirus es un grandísimo ejemplo) nuestra tendencia natural es pensar en que no existe más realidad que la nuestra. La mía. Con mi salud, mis dos brazos y mis dos piernas. Cambiar ese chip mental debería ser prioritario si queremos vencer en esta lucha que trata realmente de mantener vivo el sistema.


Qué sábado más raro, pero sábado, al fin y al cabo. Con ese sabor, ese picorcillo especial... voy a echarme una copa.







viernes, 13 de marzo de 2020

DIARIO DEL CORONAVIRUS (III): I THINK I'D RATHER BE AT HOME LISTENING TO THE RAMONES!












Lo cantaban The Queers en uno de los más deliciosos versos dentro de un LP maestro que estaba plagado de ellos, como fue el “Love songs for the retarded”, una colección de himnos rotundos de principio a fin, entre ellos ese “Granola-Head” que retumbaba como solipsista lema punk-rocker a mediados de los 90 para jóvenes y coléricos cretinos como yo. No nos interesaban ni los bares llenos de gente, ni ligar con chavalas, ni estar a la última moda. Preferíamos quedarnos en casa escuchando a los Ramones.


Claro que la realidad era otra porque en la Ponferrada de los 90 disfrutábamos de un buen número de locales de rock and roll que convertía en misión imposible el quedarnos en casa. Saloon, Barracuda, La Meca, Metrópolis, Quijote... ¡qué suerte tuvimos!


Y ahora nos encontramos ante el primer fin de semana del estado de alarma por coronavirus. Era cuestión de días que llegásemos a la reclusión forzosa, y por desgracia pese a lo que escribí en las dos entradas anteriores de este diario, mucho me temo que haber dejado al libre albedrío del ciudadano la conducta a seguir durante esta crisis hubiera sido un poderoso aliado para la expansión del virus. No hace ni media hora todavía he visto alguna terraza alegremente montada en la calle ocupada por despreocupados e irresponsables compatriotas que, ya que ellos se sienten bien, a ver porque no van a darse el capricho de tomarse una jarra de cerveza aun existiendo la posibilidad de contagiarse o peor todavía contagiar a algún vecino en grupo de riesgo.


Ha sido una jornada agotadora, ha habido momentos en los que ya he llegado a perder la noción del tiempo. Todo ello rematando una de las semanas más estresantes que pueda recordar. Y no por volumen de trabajo, si no por capear el temporal en unas circunstancias tan adversas. Ese “clean living under difficult circumstances” de los mods trasladado al ámbito laboral. Pero lo hemos sacado adelante. Esto merecía celebrarse con una buena cerveza brindando con un amigo...


...pero una, otra más, de las cosas terribles que nos deja esto es que ahora mismo no se cuando podré volver a abrazar a mis amigos.


Toca quedarse en casa escuchando a los Ramones.






jueves, 12 de marzo de 2020

DIARIO DEL CORONAVIRUS (II): NINGÚN HOMBRE ES UNA ISLA.









Miramos a China con optimismo. La cuna del Covid-19 afirma haber superado el pico del coronavirus y la curva del contagio muestra con orgullo la deseada forma descendente. Han sido prácticamente dos meses de sacrificios y restricciones por parte de la ciudadanía obligados por el gobierno comunista de Xi Jinping. Veíamos las noticias que nos llegaban desde el país asiático, cuando la epidemia parecía tan lejana y ajena a nosotros, ciertamente horrorizados por las draconianas medidas impuestas por un estado continuamente en entredicho por sus constantes violaciones a los derechos humanos. Un estado que no había tenido ningún reparo, para que nos demos cuenta de la catadura moral manejada, en acusar de difamación a los primeros médicos que advirtieron de un repunte del SARS (el coronavirus que entre 2002 y 2003 dejó más de 700 muertes en el Asia Oriental) sin saber que en realidad se trataba de un nuevo virus todavía más dañino y contagioso. El propio Li Wenliang, oftalmólogo del Hospital Central de Wuhan y primera persona en advertir del peligro, fallecería a causa de la propia enfermedad convirtiéndose en otro icono más de la lucha por la libertad de expresión e información en el opaco y totalitario país asiático.


Pero tras la ignominia inicial las posteriores medidas del gobierno chino fueron ejemplares, aunque algunas resultasen impopulares. Construyeron para asombro del mundo un hospital en diez días, cerraron y confinaron Wuhan, y sellaron los bloques en los que vivieran infectados, a los que se les dejaba diariamente comida en la puerta de sus casas como antiguamente se hacía con los leprosos a quienes se les negaba el contacto con el resto de congéneres. No faltaron los controles periódicos a toda su población. Nada podía quedar sujeto al azar, o mejor dicho, a la libertad individual y responsabilidad de unos individuos quienes por otro lado están acostumbrados al sometimiento ante un régimen que lleva más de 70 años imponiéndose.


La crisis del coronavirus plantea por tanto un debate necesario sobre la idoneidad del totalitarismo frente a las crisis o la capacidad de las democracias y los estados libres para resolver estos problemas con igual eficacia. ¿Seremos capaces los libres ciudadanos europeos de superar esta emergencia simplemente apelando a nuestro sentido de la responsabilidad? En ese sentido quien a día de hoy siga sin ser capaz de comprender la magnitud de lo que enfrentamos y no adopte las básicas medidas de higiene, no ya para evitar el contagio, si no para propagarlo por si mismo como seguro está sucediendo con muchos ciudadanos asintomáticos que ignoran estar infectados, no merece otro calificativo que el de irresponsable y mal ciudadano. La duda sobre nuestro sentido de la responsabilidad es fundamentada. Seguro que les viene a la memoria un líder político de infausto recuerdo que se jactaba y hacia chanzas sobre coger el volante con unos vasos de vino encima. Aquella boutade fue bien recibida desde ciertos sectores como ejemplo del liberalismo peor entendido. Ese que no tiene en cuenta aquello que decía John Donne de que ningún hombre es una isla y que todas nuestras acciones pueden tener repercusión en los demás, por mucho que apelemos a esa libertad individual, a esa parcela que todos deseamos. Ahora que se avienen días de confinamiento (forzoso o voluntario, ahí está el debate y ojala seamos conscientes para que no haya que recurrir a lo primero) en aras del bien general y la salud pública, bien podríamos hacer en limpiar el polvo de las estanterías y recuperar el saludable hábito de la lectura buscando la necesaria brújula humanista en autores como Donne. Entonces nos daremos cuenta de que el continente humano que formamos no merece ser infectado por nuestras irresponsabilidades. Que ningún estado comunista o totalitario tenga que venir a recordárnoslo.





miércoles, 11 de marzo de 2020

DIARIO DEL CORONAVIRUS (I): DESGRACIADO PRIVILEGIO











Consciente de que estoy viviendo un momento histórico me veo obligado a dejarlo escrito comenzando esta especie de diario sobre estos días que se suponen serán semanas y posiblemente meses. Veremos hasta donde me llevan estas líneas que aquí comienzan, quizás incluso y de hecho sería lo más posible yo mismo acabe siendo uno de los millones de infectados repartidos a lo largo de todo el globo terráqueo.


Admito mi falta de reflejos en apreciar la magnitud de la catástrofe. Quizás contagiado de la misma falta de reflejos de nuestros gobiernos, principalmente italiano y español, no he sido realmente consciente hasta ayer, 10 de Marzo de 2020, que asisto a un momento nunca visto antes en la historia de la humanidad, o al menos en la historia de mi generación. Siempre he pensado que los humanos que asistiesen al apocalipsis, al tan manido “fin del mundo”, serían unos privilegiados, ya que después de miles de millones de años ser protagonistas de la desaparición de un planeta, o incluso de la extinción de una especie, pues oigan, ya es casualidad, ¿no? Lo cual no quiere decir que yo desease ser uno de esos protagonistas, líbreme Dios. Simplemente se trata de verlo por el lado... ¿positivo?


Tampoco quiero decir que piense que esto signifique el “fin del mundo” y que ya escucho a lo lejos las trompetas del Apocalipsis (aunque soy de los que prefiere ponerse en lo peor, y a partir de ahí, pues oye, todo lo que venga bienvenido sea), pero si tengo claro que jamás he vivido un momento tan crucial que posiblemente marque el rumbo de todo nuestro planeta durante varios años posteriores, quizás décadas. Posiblemente sólo las dos grandes guerras mundiales han sido capaces de condicionar toda la agenda global de la manera en la que lo está haciendo ese ya maldito y odioso virus. Al fin y al cabo lo que estamos viviendo ahora mismo es otra guerra, en este caso de toda la humanidad frente a dicho virus. Quiero pensar que no vamos a ser tan ineptos como para no ser capaces de ganar esta guerra cuando cualquiera de nosotros simplemente con unas básicas medidas de higiene y precaución puede retrasar muchísimo el avance de este particular enemigo. En ese sentido estamos ante una magnífica ocasión de demostrar que los ciudadanos libres, los que llevamos años disfrutando de las bondades de la socialdemocracia, somos capaces de ejercer nuestra responsabilidad con nosotros mismos y nuestros vecinos sin necesidad de que se alce ninguna tiránica mano dictando nuestros gestos y conductas durante una auténtica emergencia mundial.


Precisamente hoy 11 de Marzo se cumplen 16 años del mayor atentado terrorista sufrido en este Madrid que ya es mi ciudad adoptiva. En aquellos momentos la ciudadanía dio una lección de solidaridad y entereza demostrando la valía del ser humano. Poca duda tengo a ese respecto en que de esta crisis saldremos más fortalecidos y que mostrará lo mejor de nosotros mismos, pese a que acentuará también la villanía de quizás las mentes más frágiles y mezquinas, pero demostraremos que las nuevas generaciones, esas a las que las antiguas acusan en eterno tópico de haber perdido el rumbo (usted se dará cuenta de que se ha hecho mayor cuando comience a hablar de “los jóvenes de ahora” al igual que los viejos de antes hablaban de usted) llegan cargadas de robustos valores humanistas.


Admito mi torpeza y mi lentitud de reflejos. Vivía el día a día de manera despreocupada bajo la coraza de mi propio mundo, pero ayer todo cambió al confirmarse un positivo en mi puesto de trabajo. A partir de ahí todo ha sido improvisación y rápida adaptación a un nuevo escenario. Esta mañana preparando mi bolsa del trabajo sentía una agitación que no experimentaba desde la muerte de la abuela de Isa, cuando tuvimos que viajar a su pueblo de repente y con lo puesto. Esa sensación de estoica angustia mientras guardaba un cepillo de dientes o algo de lectura. Viajar por este Madrid que comienza a adquirir tono fantasmagórico hacia salas de contingencia catalogado como “personal crítico”, el que no puede faltar bajo ninguna circunstancia porque el capitalismo no puede parar. Y así debe ser. O debiera. Al fin y al cabo siempre estamos obligados a replanteárnoslo todo. Pero nos hemos acostumbrado a un sistema que, admitámoslo, funciona. Al confort de una deliciosa rutina de partidos de fútbol o estrenos cinematográficos. Todo eso de repente vuela por los aires. Momento por tanto de adaptarse al nuevo medio, al que nos empuja esta extraña situación de desgraciados “privilegiados”. Ojala no fuera así. Ojala siquiera este diario no hubiérase comenzado nunca.






sábado, 7 de marzo de 2020

8 DE MARZO








Jacinto despertó aquella mañana más sobresaltado de lo habitual. Llevaba meses planeando aquel encuentro desde el último 19 de Noviembre en el que en la marcha por el Día Internacional del Hombre su amigo Jaime le había insinuado aquella posibilidad. Al día siguiente, en el homenaje al Caudillo, entre viejos camaradas y patriotas, la insinuación del día anterior cobró otro cariz cuando Jaime le dio dirección y teléfono de lo que Jacinto, uno más entre tantos hombres, buscaba.


Echó mano de su agenda y fijó la cita. La llamada a aquel centro le había dejado satisfecho y disipada cualquier duda había marcado en el calendario el 8 de Marzo como el día señalado. Fueron tres largos meses de espera, aburridos, anodinos, transcurridos entre partidas de brisca y charlas en el trabajo sobre la dictadura progre que les oprimía. Nunca hubo hombres más oprimidos que Jacinto y sus compañeros y así dejaban constancia de ello desde que se levantaban hasta que se acostaban. Bien fuera de camino al trabajo, en el ascensor, y por supuesto en las redes sociales. Jamás se vio mayor opresión en el ser humano que la del hombre blanco católico heterosexual del siglo XXI. Las victimas de las dos grandes guerras mundiales, los judíos aniquilados por el nazismo, los disidentes comunistas del stalinismo, los kurdos masacrados por Iraq, los musulmanes exterminados en Birmania, y hasta los tutsis en Ruanda... ninguna de esas matanzas podía ser comparada a la que vivía cualquier congénere de Jacinto en España en el siglo XXI por el simple hecho de haber nacido hombre.


A duras penas consiguió sobrevivir el bueno de Jacinto el infierno de aquellos meses de opresión y represión desde que se levantaba hasta que volvía al consuelo de la almohada. Sólo Dios sabe lo que tuvo que padecer aquellos meses de represión en los que su único consuelo era saber que tenía apalabrada la cita del 8 de Marzo en el centro Cabree A Grudo.


Y llegó el día.


Jacinto, como hemos dicho, despertó aquella mañana más sobresaltado de lo habitual. No era para menos después de tantos meses bajo la asfixiante dictadura progre. Desayunó un sol y sombra mientras leía en el periódico que las últimas encuestas vaticinaban una mayoría absoluta de VOX y Santiago Abascal como presidente del gobierno. No obstante él sabía que todo aquello era una patraña, que vivía bajo una dictadura progre, y que ese tipo de propuestas políticas estarían irremisiblemente prohibidas, pese a que ya ocupaban la mitad del arco parlamentario y todos sus representantes vivían a cuerpo de rey (nunca mejor dicho porque la monarquía, como la unidad de España, era algo absolutamente innegociable para estas pobres víctimas de la dictadura progre)


Jacinto se perfumó debidamente y se vistió con sus mejores galas. No podía ocultar su nerviosismo, pero al fin y al cabo llevaba meses viviendo para aquel día. Alcanzó el centro Cabree A Grudo a las diez de la mañana y traspasó la puerta giratoria para envolverse de aquel aura. Algo le decía que estaba en el lugar correcto. Como si se hubiera detenido el tiempo. Se acercó al mostrador donde una recatada señorita embutida en un vestido rojo y aplastada bajo un gigantesco moño se limaba las uñas.


-Buenos días- disparó la muchacha.


-Buenos días-respondió Jacinto- Jacinto Rodríguez Hermosilla. Tengo cita para las diez y media de la mañana.


-Caray Jacinto, que madrugador es usted- respondió la mujer mientras pasaba las páginas de una agenda- ...a ver... Jacinto Rodríguez, sí, a las diez y media, aquí está. Primero debe responder este formulario con una serie de cuestiones básicas- y le alargó un papel.


Jacinto recogió el formulario y se retiró a una mesa, sacó su estilográfica del bolsillo y con pulso firme se decidió a responder lo que se le planteaba. Básicamente eran preguntas sobre sus relaciones con las mujeres, cuanto tiempo hacía que no hablaba con alguna, y si había sido capaz de plantear una conversación con el otro sexo más allá del tiempo meteorológico.


Una vez completado se lo devolvió a la mujer del moño, la cual echó un vistazo satisfactorio, archivó el papel y simplemente dijo:


-Acompáñeme.


Jacinto siguió a su anfitriona por un largo pasillo desembocando en una especie de sala de espera con sillones en forma ovalada enfrentados a una serie de puertas presididas por varios nombres propios que le eran familiares a nuestro protagonista.


-Jacinto- resolvió la muchacha- tiene usted que elegir a cual sala quiere acceder, dependiendo de lo que busca. Tenemos distintos accesos, desde el caballeroso rancio a lo Julio Iglesias hasta el macho abrupto tipo Sánchez Dragó, personalmente le recomiendo la sala Plácido Domingo, muy demandada últimamente, donde puede hacer cargo de su situación de poder por ser hombre sin ningún recato ni miramiento por parte de la sociedad. Recuerde que está en el centro Cabree A Grudo y todo lo que sucede en estas cuatro paredes nace y muere aquí, como siempre debió suceder entre hombres y mujeres. Usted ya me entiende Jacinto.


-Y tanto que la entiendo. Pero mire señorita, creo que me voy a decantar por la sala Arturo Fernández.


-Por supuesto Jacinto, y permítame decirle que ha tenido usted una elección acertadísima.


La muchacha del vestido rojo y moño estratosférico abrió la puerta de la sala demandada por Jacinto y se retiró. Nuestro hombre tragó saliva, posteriormente la escupió sobre la palma de su mano, y se repeinó su grasiento pelo hacia atrás. Caminó con la incertidumbre de quien camina hacía un altar, presa de ese miedo católico que le habían enseñado desde niño. Pasado el pasillo de la estancia adivinó un majestuoso par de piernas cruzadas presididas por unos zapatos de tacón negro y alto. La escena la completaba un escultural cuerpo de mujer dentro de un vestido tan negro como los zapatos. Rubia y de ojos azules, miró y habló a Jacinto como si le llevara esperando toda su vida:


-Hola.


-Ho... hola- acertó a decir Jacinto.


-Siéntese aquí, a mi lado. Jacinto, ¿verdad?


-Sí, ¿cómo sabe mi nombre?


-¿Acaso no debería saberlo?, ¿cuándo su presencia aquí supone mi sustento?, ¿qué clase de mujer sería si no fuera capaz de saber siquiera el nombre del hombre que viene a buscarme?, yo me llamo Susana, por cierto.


-Encantado Susana.


Jacinto se sentó tímida y torpemente al lado de aquella magnífica mujer, azorado, intentaba mirar hacia otro lado pero Susana, haciendo gala de una estupenda profesionalidad, no estaba dispuesta a salirse de su guión.


-Y bien Jacinto, ¿qué es lo qué busca por aquí?


La vergüenza,el miedo y el temor le carcomían, pero a la vez sabía que aquellos meses de opresión feminista y dictadura progre habían sido demasiado y necesitaba desahogarse.


-Pues yo busco, señorita Susana, simplemente poder hablarle a una mujer como le hablábamos antaño. Mirarla como la mirábamos antaño. Olerla como la olíamos antaño. Desearla como la deseábamos antaño. Usted ya me entiende, ¿verdad?, tomarme la libertad de hablarle de la magnífica longitud de sus piernas, del vértigo de su escote, del fulgor de su rubio pelo, o de como esos ojos azules que parecen zafiros hipnotizan hasta al más experto tahúr. Poder deslizar mi mano por su muslo, tontear con el equivoco, hacerme el encontradizo... al fin y al cabo seducirla, al fin y al cabo digamos saber que yo soy hombre y usted mujer, y ya sabe lo que eso significa, significa ese piropo ardiente, ese halago encendido, esa mano como le dije despistada por su muslo, porque yo soy hombre y usted mujer y por eso yo, yo...- Jacinto comenzó a respirar agitádamente mientras era consciente de que por primera vez en su vida estaba tocando la pierna de una mujer, ¡y qué mujer!, pensaba para si mismo... se sentía tan azorado que no podía continuar hablando...


-¡Yo le entiendo Jacinto!- respondió Susana con una patética impostura- ¡claro que le entiendo!, no sabe como las mujeres echamos de menos esto, sentirnos mujeres de verdad, deseadas y seducidas por hombres tan auténticos, tan genuinos, tan hombres como usted.


Al escuchar aquello Jacinto, que por alguna extraña cuestión de la física era incapaz de soltar su mano de la pierna de Susana, como el herido por arma blanca que tiene el cuchillo clavado en su costado y no puede arrancarlo porque sabe que es peor el desangre que tener el arma incrustada bajo su piel, sintió un estremecimiento en su entrepierna. Un calambre, un chasquido. Suficiente para sentir su calzoncillo húmedo y manchado. Se levantó más azorado todavía de lo que estaba al llegar y dijo:


-Muchas gracias señorita, debo retirarme.


A la salida volvió a tropezarse con la azafata del vestido rojo y moño mastodóntico quien no pudo evitar preguntar a Jacinto por lo satisfactorio o no de una experiencia que le suponía el pago de 120 euros.


Jacinto, con toda lógica aún manchado y húmedo en su entrepierna, se esforzó para esbozar una muy sincera sonrisa y responder:


-Ha sido el mejor día de mi vida.


Traspasó la puerta del centro y tanteó su bolsilló para marcar el número de su amigo Jaime. Lo mejor estaba por llegar. No podía esperar a contarle su experiencia.



domingo, 1 de marzo de 2020

LA ANOMALÍA DEL GÉNERO TRAS LA CÁMARA










Admito que cuando leí la noticia de la intención del gobierno de establecer ayudas a las películas dirigidas por mujeres no me gustó. Por principios y desde una sana posición liberal creo que ningún colectivo debiera tener más privilegios que otros, ya que de ser así torpedearía cualquier intento de igualdad, igualdad a la que deberíamos aspirar todos los que nos sentimos cercanos a ese espíritu liberal item más si lo hacemos desde la izquierda, pese al secuestro del liberalismo que lleva décadas perpetrando en este país la derecha más caduca, casposa y carpetovetónica, pero ese es otro tema.

Decía mi admirado Vicente Del Bosque una vez preguntado sobre el seguir llevando a la selección al mejor portero español (y posiblemente mundial) de todos los tiempos, Iker Casillas, a pesar de ser suplente en el Real Madrid por un capricho de José Mourinho que pagaba su cuita personal con el guardameta campeón del mundo y Europa relegándole al banquillo para poner a un Diego López que venía de descender con el Villarreal y ser suplente en el Sevilla en su último año de carrera, decía don Vicente como digo aquello de que “no hay mayor injusticia que tratar a todos por igual”, dando en el clavo desde su bonhomía socialista del porque de lo necesario de ciertas discriminaciones positivas (aunque en ese caso particular se trataba de un caso claramente elitista como el de Casillas, pero no me nieguen el buen sabor de boca que me deja traer a la palestra de mis reflexiones los pensamientos de uno de los españoles más ejemplares que puedo concebir como es el marqués salmantino de recio mostacho castellano)

El caso es que una vez conocida la noticia de que el Ministerio de Cultura iba a reservar un 35% del dinero destinado al cine a proyectos firmados por mujeres me planteé, como creo que debiera hacer cualquier ser humano con dos dedos de frente y un mínimo de riego sanguíneo circulando sobre su cerebro, sobre lo necesario o no de esta medida.

Y lo primero que hice fue plantearme una cosa muy sencilla. Tan sencilla pero tan definitiva que si me permiten la iré repitiendo a lo largo de este texto cual homilía litúrgica cristiana (y como buena homilía litúrgica cristina a los fariseos que bien poco les importa la situación de nuestro país en cualquier contexto, incluyendo cultural, les entrará por un ojo y les saldrá por otro, o no siquiera eso porque tendrán sus órganos ópticos embebidos en el penúltimo embuste que les brinde cualquiera de los mayores fariseos del reíno, tipo Eduardo Inda) La pregunta que me hice es: ¿soy capaz de decir sin pensarlo demasiado, sin rebuscar en mi memoria, y por supuesto sin buscar en Google el nombre de simplemente tres cineastas españolas actuales?, no, no he sido capaz. No tendría ningún problema en citar una decena de directores masculinos, desde Almodóvar hasta el estomagante Santiago Segura pasando por Trueba (mayor y menor), De La Iglesia, Colomo, Amenábar, Bayona, León de Aranoa, Monzón, etc

Le planteo esta misma cuestión al amable lector: ¿es usted capaz de decir sin pensarlo demasiado, sin rebuscar en su memoria, y por supuesto sin buscar en Google el nombre de simplemente tres cineastas españolas actuales?

Es complicado, ¿verdad?, como cualquier cuestión complicada merece una reflexión. ¿Será qué a las mujeres españolas no les interesa el cine tanto como a los hombres? Busco noticias a este respecto y veo que en 2018 las matriculadas en cinematografía representaban el 54% del alumnado, o sea, más mujeres que hombres estudiando cine. También es cierto que no es necesario pasar por una escuela de cine para acabar haciendo películas (aunque indudablemente ayuda), y de hecho una gran cantidad de mis cineastas favoritos nunca pasaron por ninguna academia sino que venían de otras disciplinas (fotografía, caso de Stanley Kubrick, pintura, caso de Fritz Lang...), pero es que estoy absolutamente convencido de que precisamente una mujer que no haya pasado por una escuela de cine tiene todavía más complicado poder llegar a dirigir un día una película.

A todo esto, ¿es usted capaz de decir sin pensarlo demasiado, sin rebuscar en su memoria, y por supuesto sin buscar en Google el nombre de simplemente tres cineastas españolas actuales?

La anomalía de la escasa presencia de mujeres detrás de la cámara en el mundo del cine es tan sorprendente en pleno siglo XXI que no encuentro ningún otro ámbito cultural en el que se de esta diferencia de género tan abrumadora. Anomalía que trasciende nuestras fronteras. Incluso el mejor aficionado al cine a nivel global sería incapaz de citar una decena de grandes directoras de cine a lo largo de la historia del séptimo arte, pero no tendría ningún problema en hacer “tops 20” como mínimo de cualquier década de la historia, desde D.W. Griffith y Eisenstein hasta Tarantino pasando por Howard Hawks, Peckinpah, Scorsese, Coppola o Spielberg. Una anomalía de género que no se da en ninguna otra disciplina artística, ni literatura, ni pintura, escultura, etc... es cierto que en el caso del cine hablamos de un arte relativamente joven, que ni siquiera llega al siglo y medio de vida. Pero también es cierto que si precisamente ese es un argumento para explicar la poca presencia femenina en este escenario, reafirma el hecho de que hablamos de una disciplina cultural en la que todavía no se ha conseguido el deseado derribo de la discriminación de género. Entonces, ¿si no hemos conseguido derribar esa discriminación no es justo tomar medidas para conseguirlo?

A todo esto, ¿es usted capaz de decir sin pensarlo demasiado, sin rebuscar en su memoria, y por supuesto sin buscar en Google el nombre de simplemente tres cineastas españolas actuales?

Incluso retomando el argumento de la “juventud” del cine como un arte joven respecto a otras disciplinas, podemos observar la diferencia dentro de toda la cultura juvenil de la segunda mitad del siglo XX (si me permiten, la llamaremos “cultura pop”) de la cual evidentemente el cine es parte fundamental. Ni en diseño de moda, fotografía, pintura, literatura, etc, encontramos esta anomalía. No la encontramos por supuesto en el mundo de la música pop y el rock'n'roll. Una jungla eminéntemente machista sazonada de hazañas sexuales de la estrella masculina de turno. Las razones por las que en ese escenario la mujer si ha logrado triunfar se me ocurren principalmente dos:

-Una cuestión de marketing, de productores sabedores de lo que puede vender una voz bonita acompañada de un cuerpo escultural (Tina Turner por poner un ejemplo)

-Esta razón más agradecida: una cuestión de talento capaz de sobrevivir y florecer hasta en una jungla tan inhóspita. El rock`n`roll siempre ha tenido esa deliciosa anarquía y ese “Do It Yourself” en el que se pueden colar hasta unas indómitas gamberras como las Slits, o mejor todavía unas Pandoras.

Si analizamos el segundo punto (el más agradecido), tendríamos sin duda el mejor escenario en el que una cineasta pudiera desarrollarse. Libre de ataduras y subvenciones, como el primer y gamberro Almodóvar que semejaba una especie de John Waters patrio. Ahora bien, ¿qué hay de la chavala que sale de la escuela de cine y quiere hacer una producción a lo Amenábar?, ¿hasta cuándo debe seguir topándose con el evidente “techo de cristal” que existe en el cine español cuándo hablamos de ponerse detrás de una cámara?

Pero es que si nos vamos al primer punto el panorama es todavía más desalentador. El que considera que la mujer directora no vende. Ni vende su película, ni vende su imagen, ni vende su personaje, ni vende su pose.

A todo esto, ¿es usted capaz de decir sin pensarlo demasiado, sin rebuscar en su memoria, y por supuesto sin buscar en Google el nombre de simplemente tres cineastas españolas actuales?

Sigo pensando, como expresé al comienzo de este texto, que nadie debería ser juzgado respecto a su sexo, raza, etc... pero sigo pensando que la discriminación positiva es necesaria. Es triste tratar a la mujer cineasta como una especie de minusválida. Sí, es muy triste. Pero cuando la realidad es tan atroz que demuestra la diferencia de género a la hora de ponerse detrás de una cámara quizás esa peliaguda discriminación positiva sea necesaria, porque oigan, que en este país de más de 45 millones de habitantes no sepamos citar tres directoras de cine españolas actuales, quizás es que estamos cojeando en algo y aunque no venda tanto como envolverse en una bandera o demás ridículas perfomances de políticos de cartón piedra, reivindicar nuestra cultura también es patriotismo.


El día que seamos capaces de decir sin pensarlo demasiado, sin rebuscar en nuestra memoria, y por supuesto sin buscar en Google el nombre de simplemente tres cineastas españolas actuales, seré el primero en denunciar que ningún colectivo en el cine español tenga más privilegios que otro. Mientras tanto seguiré esperando que usted sea capaz de decir sin pensarlo demasiado, sin rebuscar en su memoria, y por supuesto sin buscar en Google el nombre de simplemente tres cineastas españolas actuales.

Porque la triste realidad es que no las encuentra... en un país de más de 45 millones de habitantes.