viernes, 14 de mayo de 2021

PERSIGUIENDO UTOPÍAS, DIEZ AÑOS DE 15M

 





Observo que en el décimo aniversario del 15M se intenta hacer justicia por parte de muchos medios que despreciaron el movimiento en aquel momento. Esto por parte de quienes lo despreciaron de manera más tibia, quienes lo atacaron de manera irredenta siguen en su mundo de caspa y crucifijos, ni han estado ni se les espera. Se quedaron en el casticismo de 1876 y de ahí no salen. Viejo casticismo católico. Bienvenido sea este revisionismo que admite el cambio que supuso, al que luego aludiremos, pero la hemeroteca es cruel y no ofrece dudas. La reacción del “establishment” temeroso ante una revolución que si no fue tal tampoco es justo decir que no cambió el orden político establecido. Para empezar se cargó el bipartidismo, algo que parecía impensable y no es poca cosa. Eran los tiempos del PPSOE, trileros que jugaban con las cartas marcadas desde Filesa hasta Gurtel. Elevó la exigencia sobre nuestros políticos (tanto es así que ese nivel de exigencia ha acabado llevándose por delante alguna de las figuras más relevantes y visibles de aquel movimiento) y germinó en el punto culminante de la primera moción de censura que salió adelante desde la Constitución de 1978 en contra de algo tan tangible y objetivo como la corrupción. Elevó también la exigencia del PSOE, que lejos todavía de ser un partido que pueda satisfacer un mínimo pensamiento crítico de izquierdas parece bastante distinto a aquel PSOE de 2011 y ya no digamos del de Felipe González y sus GAL y Filesa, posiblemente el gobierno más oscuro e infame de este régimen posterior al régimen. Nadie en este país ha hecho más daño a la causa socialista que Felipe González. Todo esto con el juicio de una década, lo que sigue siendo insignificante en términos de perspectiva histórica, máxime en un país tentado a los análisis cortoplacistas. Meses después de aquel 15M de 2011 el PP arrasó ganando por mayoría absoluta y con los mejores resultados de toda su historia. Rajoy superaba en votos incluso al Aznar del 96 y el 2000, aunque a decir verdad “sólo” subía en unos 600000 votos respecto a las elecciones de 2008, con el propio Rajoy como cabeza de lista popular. Una subida considerable, pero no tanto cuando hablamos de un volumen de una decena de millones de votos. Eran los años en los que el PP se movía en esa horquilla inamovible de los diez millones de votos, medio millón arriba o medio millón abajo. El 15M sin embargo tambaleó los cimientos del PSOE, que perdió nada menos que 59 escaños y sufrió la demoledora perdida de más de cuatro millones de votos de unas elecciones a otras. Cuatro millones de votantes que les dieron la espalda en apenas tres años. Esa fue la bofetada de realidad que el 15M propinó al anquilosado Partido Socialista en el que Rubalcaba relevaba a un Zapatero agotado tras dos legislaturas. No deja de resultar curioso que mientras desde las bancadas más extremas de la derecha se sigue hablando de Zapatero como el presidente revanchista que abrió las heridas de las dos Españas (profundo debate que va mucho más allá del 36 y la Guerra Civil y nos llevaría al menos hasta ese 1876 de la polémica de la ciencia española en el comienzo de la Restauración monárquica y borbónica y el final del Sexenio Democrático), la izquierda más crítica sepultaba aquel PSOE vacuo de fondo y forma.



Decía Eduardo Galeano que la utopía estaba en el horizonte, y cada vez que se acercaba a ella la veía alejarse más, ¿para qué sirve entonces la utopía?, para caminar. En efecto, admitiendo que la utopía es inalcanzable y asaltar los cielos una boutade naif por mucho que se la quiera revestir de vieja épica (más bien retórica) comunista (o precisamente por eso), cualquier pequeño intento de alcanzar esa utopía nos hará mejores de lo que éramos en el estadio anterior. Por eso la aparición del 15M alertó a los sectores más reaccionarios de nuestro país, del mismo modo que (permítanme una comparación tan naif como “asaltar los cielos”, ya que estamos) en un pueblo en el que deciden progresar y dejar de arrojar cabras por un campanario siempre encuentran enconadas reacciones en contra, esgrimiendo argumentos tradicionalistas, ese inmovilista recurso del “es que siempre se ha hecho así”, como si eso supusiese algún valor, como si la humanidad no hubiese sido capaz de evolucionar y mejorar, y debiese ser admitida como natural, por poner un ejemplo, la esclavitud (la cual no me cabe duda que sigue existiendo a distintas escalas y posiblemente este ordenador portátil en el que tecleo ahora mismo esté empañado de sudor y sufrimiento de algún menor de edad en una mina de coltán africana) Como si tuviésemos que admitir como normal la corrupción en nuestra clase política.



Sólo por poner esa cuestión encima de la mesa, diez años después, hay que admitir que el 15M mereció la pena. Un 15 de Mayo de 2011 en el que jetas y caraduras profesionales de la política como Isabel Díaz Ayuso se curtían en cuestiones de estado tan fascinantes como llevar la cuenta de twitter del afamado perrito Pecas de Esperanza Aguirre o Santiago Abascal se lucraba al amparo y calor de precisamente la citada lideresa presuntamente liberal y cuyo despilfarro de dinero público sigue superando todos los registros conocidos. Es el precio que hay que pagar por vivir en democracia. Pero algunos pasos hemos dado. Algo hemos caminado. Ergo, algo hemos mejorado.


sábado, 1 de mayo de 2021

TORMENTO ALIMENTICIO Y ANGUSTIA EXISTENCIAL RESPECTO AL HABITAR UN AÑO MÁS SOBRE LA TIERRA

 







Como le dijo Pablo Casado a Santiago Abascal durante la moción de censura al gobierno presentada por VOX en Octubre del pasado año, “hasta aquí hemos llegado”. Mi objetivo de convertir varios días, una semana, un mes, quizás un año, o porque no toda la vida en un cumpleaños toca fin. Pensaba en alargarlo hasta el 4 de Mayo, coincidiendo con el quinto partido de cuartos de final de Euroliga en Estambul entre Efes y Real Madrid y las elecciones a la presidencia de la Comunidad de Madrid, pero como me temo que el equipo de Ataman será parte de la Final Four de Colonia y lejos de ver a Pablo Iglesias entrando en la Puerta del Sol con dos pistolas cual Pancho Villa (de Vallecas) nos vamos a comer un gobierno de ultraderecha muy rica oigan, hago como ese sagaz Pablo Casado y su “hasta aquí hemos llegado” que en realidad quería decir “no puedo con esta mierda, nos vais a merendar hasta el tuétano”.



Han sido unos días muy raros, ciclotímicos y primaverales, de nubes y claros. A mí la fecha de mi cumpleaños me afecta mucho, me afecta tanto que lo que menos me afecta es la fecha en sí, la del 28 de Abril, que realmente es una fecha cojonuda, ¡si Jacques Dutronc nació un 28 de Abril! Lo que me afecta realmente son los días anteriores, los días posteriores, las semanas anteriores, las semanas posteriores... incluso diría que los meses anteriores y los meses posteriores... incluso es posible que me afecte el año anterior y el año posterior, con lo cual vivo en un bucle infinito y ya saben, “¡hasta aquí hemos llegado!”, todo esto fue mucho antes de que la mula Francis publicase un disco de pasodobles.



No tenía ninguna gana de celebrar este cumpleaños, es un año de mierda, fíjense que llego a un número en el que los únicos jugadores de la NBA que llevasen este número en la camiseta son Nazr Mohammed, ojo, ¡en su época en Chicago!, ¡ojala fuese en Detroit!, y Walt Gilmore, un olvidado jugador de Portland con una única temporada en la mejor liga del mundo. El dato es terrible.



Es mi segundo cumpleaños en pandemia, que parece el título de una canción de Objetivo Birmania, “cumpleaños en pandemia”. El año pasado en esa ansiosa cuenta atrás o cuanta adelante, según como lo queramos ver, contaba los días pensando que quizás sí, pudiera hacer algo, aunque fuera salir a correr esquivando cacas de perros y tomarme un carajillo leyendo el As. No hubo nada, y curiosamente fui feliz en ese síndrome de Estocolmo. La felicidad de no tener libertad y no tomar decisiones. Tuércele el cuello al cisne de engañoso libre albedrío, que dijo mi gran amigo Emilio Soriano Aladren.



El caso es que he llegado a un punto en mi vida en el que ya parece que no importa cumplir años. Me arrastro, o mejor dicho, me arrastra la vida, a un tiempo en el que la edad no importa simplemente porque ya soy un muerto en vida, un cadáver ambulante. Lejos de horrorizarme me alivia mi nuevo estado que me posibilitará vivir más que nunca bajo el radar. A los números de las camisetas de los jugadores de la NBA me remito. Es glorioso lucir un 33 a lo Larry Bird o como mucho un 42 de James Worthy... Kirilenko lució el 47 por la coña con los fusiles rusos... a partir de ahí nada.



La gran pesadilla de todo esto era darme cuenta de que ni siquiera necesitaba escribir sobre ello. Con lo que he sido, o mejor dicho, sufrido yo. Con todas mis reflexiones sobre jorobas henchidas de espanto y jirones de melancolía agroalimentaria. ¿Dónde quedó todo aquello, donde quedó mi yo dolorido y quejumbroso?, ya de tan joven que era, y de tan viejo que soy, decidí abandonarlo. Sólo fui joven cuando sufría, sólo soy viejo cuando practico esta eutanasia en vida. Así fui quemando una a una cada una de mis pezuñas.



Con un largo alarido de etcéteras me despido recordando que no hay cosa peor que cumplir años sin que te importe cumplir años... al fin y al cabo sólo se trata de 365 días en los que has girado alrededor del Sol, y encima el mérito no es tuyo sino del planeta en el que vives que ya hace ese movimiento por ti. Mi pequeña contribución en todo caso es hacer mucha caca (de lux, pero de lux de verdad, que donde pongo el culo pongo la caca) y echar aerosoles por doquier, sobre todo de Deliplus.



¡Hasta el año qué viene!, qué no será ni mejor ni peor, pero será el año que viene.