sábado, 4 de diciembre de 2021

PORQUE A JOHN WATERS NO LE COSTARÍA ESTRENAR HOY

 




Hace unos días fui al cine Doré de la Filmoteca Española, que sigue siendo uno de mis sitios favoritos de Madrid. De mis primeros sitios favoritos y ahí sigue inamovible. Se proyectaba “Polyester” de John Waters, lo cual siempre es un tiro fijo. Pocos cineastas con más personalidad y más divertidos y más cultura pop y rock'n'roll que el bueno de Waters. También se presentaba un libro. Bueno, no me importó, aunque recelo mucho de las presentaciones de libros en la Filmoteca porque se pueden hacer largas y tediosas. No tengo nada en contra de las presentaciones de libros, de hecho asisto a muchas, pero una presentación de un libro acompañada de la proyección de una película estira demasiado el chicle, tanto como una presentación de un libro acompañada de un concierto, de una exhibición de un fakír tragasables, de una batucada, o de un campeonato de amas de casa haciendo ganchillo (micromachismo por cierto, identificar amas de casa con ganchillo, a la esquina de pensar...) Para mí una presentación de un libro es una presentación de un libro, con su espacio, tiempo y protagonistas propios.


Llegué al cine en cierta manera virgen, no por ver la cinta de Waters, sino por lo que me iba a encontrar en la dichosa presentación. Nada chirriaba, un libro, presuntamente, sobre John Waters, y de ponentes gente como Antonio Weinrichter o el prologuista de la obra, Luis Antonio de Villena, uno de mis referentes particulares y quien finalmente no acudió. Tampoco me chirriaba la colección y editorial donde se concretaba el texto, “cine, derecho y sociedad” de la Editorial Sindéresis. El cine desde que es cine igual que el hombre desde que es hombre tiene un evidente componente social en cuanto que trata de explicar la sociedad en la que vivimos y en algunos casos denunciar o transgredir (sería el caso de Waters) las normas sociales que hemos adoptado para una feliz convivencia. John Waters es evidentemente un cineasta que además de manejar un lenguaje propio ha buscado siempre la provocación y el derribo de tabúes, cosa que de por sí no supone ningún valor si no hay una calidad detrás de la obra. Waters la tiene.


Si me chirrió en todo caso el título del libro, “MONDO ANATEMA. O porque a John Waters le costaría estrenar hoy”.El propio autor, una eminencia (dicho esto sin ninguna ironía, por mucho que el interfecto en la presentación dijese que su imponente curriculum no era más que una cuestión alimenticia en su biografía) llamado Raúl Cesar Cancio Fernández, admitió la trampa del título. Por supuesto que John Waters no tendría ningún problema para estrenar hoy día. Waters está más vivo, fresco y de actualidad que nunca. Si lleva años retirado del cine es por voluntad propia, dedicándose a lo que más le gusta hoy día, principalmente escribir (con la suerte de que prácticamente todo lo que escriba sabe que va a ser publicado) y hacer sus monólogos en teatros (y preparando ya su próximo show navideño) John Waters dista mucho de ser ningún autor maldito o caído en desgracia por los pérfidos nuevos tiempos y la dictadura progre del “pensamiento único”.


Reconocida la trampa el autor explicó que había utilizado el nombre de Waters para hablar de una presunta regresión cultural según la cual la música, el cine, o en general el arte de hace años podía ser más atrevido sin temor a ser censurado. En un maravilloso acto de “excusatio non petita” afirmó que utilizaba a Waters porque, claro, si Waters decía ciertas cosas, a él, al autor, por compartirlas, nadie podría tildarle de “fascista”. Incluso se permitió a leer literalmente, y curiosamente fue lo único que leyó del libro, unas frases con las que cierra su obra atribuidas a Waters hace un par de años a The Guardian en las que se muestra crítico con el transgenerismo. Se diría que el autor está interesado en esto que hemos importado de Estados Unidos (y que de hecho el autor creo que conoce bien) potenciado por Steve Bannon conocido como “guerra cultural”. Dentro de esta “guerra cultural” se buscan aliados, ya vivos o muertos, lo mismo puede valer George Orwell que Escohotado que John Waters. Hasta Macarena Olona “resucita” a Anguita en Lepe (va a resultar que para VOX el comunismo entonces es noble y loable) Ahora he hecho trampa yo porque lo de Olona con Anguita no es guerra cultural, es social, lo cual es peor todavía.


Y aquí déjenme hacer un inciso o digresión que creo me pondrá en mal lugar y tendré que abrir el paraguas, pero en mi opinión y con todo el respeto a la sabiduría y experiencia que proporcionan los años, la experiencia me hace ver que al llegar a una determinada edad y sobre todo si has tenido una cierta relevancia en fuera cual fuera tu profesión te permites la libertad de decir lo que te salga de las cantimploras aunque sea una soberana sandez, y esto vale lo mismo para John Waters, que Clint Eastwood, que José Sacristán. No existe filtro ni autocensura, lo cual puede estar muy bien si tienes la edad y la relevancia de estos señores, pero el filtro y la autocensura para la gran mayoría de los mortales es algo totalmente necesario para que cuando lleguemos el lunes a la oficina a trabajar digamos “¡buenos días!” y no “hijos de puta, otra vez estoy aquí aguantándoos”


Volviendo al tema que nos ocupa, esa presunta regresión cultural de la que hablaba el autor del tramposo libro sobre Waters, nos hace creer en un lastimero ejercicio de nostalgia que cualquier tiempo pasado fue mejor para las libertades. Y así según se acerca alguna efeméride cultural por el estreno de tal o cual película de hace 30 o 40 años que resultó polémica y transgredió convenciones sociales, ya fuera por sexo, religión, o moral (podemos pensar en “El último tango en París”, “La naranja mecánica” o “La vida de Brian”, tres películas que visionadas ahora por cualquier chaval de 20 años le resultan absolutamente inocentes y ridícula cualquier polémica), leeremos artículos demenciales con títulos como (esto es verídico) “se cumplen 50 años de “La naranja mecánica”, la película prohibida en 27 países, ¿podría estrenarse hoy día?”, o sea, están hablando de una película prohibida en 27 países... ¡como ejemplo de que hace décadas había más libertad artística que ahora! Demencial.


Bajo todo esto subyace un tópico universal y eterno, el de que cualquier tiempo pasado fue mejor, éramos más felices, todo era más puro, y las nuevas generaciones son idiotas y están alienadas por el sistema, los medios de comunicación, o la dictadura progre. Olvidamos que cualquier nueva generación toma como referentes las anteriores. Cuando John Waters critica que los niños y niñas de ahora no tengan clara su identidad sexual olvida que él dio voz a quienes no tenían clara esa identidad. Olvida también que seguirán saliendo niños y niñas heterosexuales, sin ningún género (nunca mejor dicho) de duda. Igual que quieren hacernos olvidar que los derechos LGTBI no recortan ningún derecho a los heterosexuales.


Dudo mucho que haya menos libertad ahora que hace décadas y dudo que hace décadas hubiera más libertad que ahora. Dudo mucho que haya habido una época en la humanidad en la que cualquier chaval de cualquier edad tuviese acceso inmediato por medio de cualquier dispositivo (ordenador, tablet, móvil...) a contenidos plagados de violencia o pornografía. En los ochenta ver una película de John Waters para mí significaba un acontecimiento, ahora se trata sólo de saber buscar en internet. ¿Cuál es el problema, qué esas películas no se emiten en la televisión pública?¿la misma televisión pública que en los ochenta censuraba a José Luis Balbín, Fernando García Tola, o el Gran Wyoming?


Esta regresión cultural si que es peligrosa, la de hacernos creer que ahora vivimos bajo una dictadura progre de pensamiento único. Una teoría de la conspiración perfectamente diseñada para que sigamos pensando que los chistes de “mariquitas” de Arevalo eran humor refinado y que la mujer tiene que seguir sirviendo una copa de Soberano a su amado esposo cuando llega de trabajar. La resiliencia de la caspa.


Ni nos hemos vuelto más gilipollas que antaño ni hay menos libertad que antes. Lo que hay es un mayor altavoz para todo, para todos, para todas. La gilipollez que antes se quedaba en la barra del bar ahora puede trascender a todo el globo terráqueo gracias a Twitter y a la capacidad de ofender que tenga dicha gilipollez. ¿Se acuerdan de “La vida de Brian”?, yo recuerdo perfectamente como en la misa del domingo el cura se cagaba en la película e incitaba a los feligreses a que no fuéramos a verla. No había redes sociales. Eso era lo más parecido. Es lo que tiene ser mayor y recordar una edad. Otros seguro que recuerdan cuando les obligaban a cantar el “Cara al sol” antes de cada clase. Yo por lo pelos. Pero oigan, que no, que de verdad, la dictadura al parecer es la de ahora, manda huevos... tantos huevos como los que se comía Edith Massey en “Pink Flamingos”.


Y John Waters en su mansión en Baltimore tan feliz.