viernes, 7 de junio de 2013

EL EYACULADOR DE CANASTAS


Hoy hacemos "trampa". Traigo aquí un texto de mi última entrada en mi otro blog. El Eyaculador de Palabras nació como un rincón mucho más personal, pero hoy tocaba mirar hacia dentro y hacer introspección. El blog del Tirador Melancólico cumple dos añitos. Déjenle que se pegue un buen revolcón con su blog hermano.  


Hoy cumplimos dos años en la red. De nuestro estado de salud debieran opinar los lectores (si es que existen, más allá del irreductible Marcos de Gijón al que enviamos un fuerte abrazo por su incondicional apoyo) Lo único cierto es que aquí seguimos, escribiendo sobre nuestro deporte favorito y procurando tener una actividad más o menos continuada.

Si hablamos de cifras, éstas hablan de 301 entradas publicadas y más de 40000 vistas. Creo que no está mal. Nuestro texto sobre Steve Nash sigue siendo el favorito de los lectores, y es el único que ha superado las mil vistas. 

Ahora un poco de autocrítica y exhibicionismo impúdico. Creo que en este segundo año el nivel del blog ha bajado, sobre todo en cuanto a la calidad de los textos se refiere. ¿Razones? He de sacar al aire una intimidad. No es fácil de explicar, pero digamos que en los últimos meses mi vida ha cambiado. Supongo que toda la vida es una constante transformación y el paso de los años consiste en enfrentarse a dichos cambios y saber adaptarte a las nuevas situaciones. A día de hoy sigo sin saber exactamente que me ha sucedido, pero hace meses las cosas empezaron a ir mal. No me resulta sencillo poder describirlo. Por mucho que piense que puedo manejar la palabra con cierta destreza, sigo siendo incapaz de encontrar la manera de definir sensaciones y sentimientos que nunca antes había padecido, o al menos diría que no me había percatado de ello. Pasé ratos realmente infernales, y tras consultas médicas de todo tipo y sin todavía poder tener un diagnóstico claro han encauzado mis problemas a eso que llaman “ansiedad”. Nunca pensé que pudiera sucederme algo así, el caso es que hubo momentos en los que la simple existencia se convertía en una especie de tortura, como si fuera incapaz siquiera de poder vivir conmigo mismo. No me soportaba. Sentía claustrofobia de mi propia piel. Aquello me afectaba tanto que había días en los que era incapaz de sentarme a escribir durante quince minutos seguidos, ya que enseguida sentía un maldito relámpago que me partía el alma por la mitad. Un desesperante ahogo para el que no conocía solución, simplemente tenía que dejar de escribir, salir a la calle, respirar… y aprender a vivir con esto. 

Se imponía entonces un cambio de vida, de hábitos, y de modos. Tuve que cuidar el sueño. La NBA, por lo tanto, en cierta manera restringida (por eso esta temporada hemos escrito mucho más sobre ACB y Europa que sobre la liga profesional estadounidense), realmente sólo me dediqué a seguir a los  Minnesota Timberwolves, porque sigo viendo este deporte como un ejercicio de magia e ilusionismo y no concibo mago más supremo hoy día que Ricky Rubio. Cambios en la alimentación, vida sana, largos paseos, y últimamente “running”. De mis timoratas carreras iniciales a poder meterme una decena de kilómetros de una sentada y sin apenas sentirme especialmente castigado. Adiós al tabaco, a la cafeína, a mi litro de Coca-Cola diario. Adiós a estimulantes de todo tipo y habituales compañeros de viaje que siempre estaban ahí cuando el fin de semana comenzaba a asomar. A partir de ahí el blog tuvo ciertas dificultades de encontrar hueco en mi rutina, y prácticamente ha tenido que conformarse con ser alimentado en los ratos libres que me deja el trabajo, en la oficina donde a fuerza debo pasar ocho horas al día. Y en ese contexto la literatura se resiente. 

Por si fuera poco, y buscando en parte ahuyentar algunos de mis fantasmas, tanto como apoyarme en la escritura más allá de las limitaciones de este deporte, puse en marcha otro blog. Un lugar donde recopilar viejos textos y parir nuevos pensamientos. Pero El Tirador sigue su camino. Por muchos problemas a los que nos tengamos que enfrentar y pese al decaimiento habitual que sacude tu conciencia cuando arbitras el valor de tu tiempo. Es entonces cuando te preguntas si esto merece la pena o no (si pienso, por ejemplo, que esas más de 300 entradas publicadas darían sin duda para haber escrito un libro… otra cosa es que hubiera encontrado interés por ser publicado). Y mi respuesta es que amo el baloncesto tanto como para que sea un sí. Y escribir sobre este deporte me sigue permitiendo estar más cerca de él y disfrutarlo. Me obliga a estar al corriente de su actualidad, y me procura placeres como poder sumergirme en historias, biografías, anécdotas o vivencias de este deporte que posiblemente si no fuera por el blog dejaría pasar por alto. En definitiva, este espacio virtual sigue teniendo sentido porque el baloncesto sigue teniendo sentido. Me sigue haciendo feliz el pasado, presente y futuro de este deporte. Y ahí aparecen motivos de sobra. Las finales de la NBA comenzadas esta pasada madrugada, nuestras finales de Liga Endesa, y a medio plazo ya vislumbramos el ilusionante Europeo de Eslovenia donde acudimos a defender nada menos que dos oros consecutivos con la ausencia de nuestro gran líder Pau Gasol. Y esta sigue siendo la gran noticia. El juego sigue, y con él la vida.   

La casualidad (ya que no fue premeditado) quiso que aquel 7 de Junio en el que decidí que el Tirador echase a andar fuese el decimoctavo aniversario de la muerte del gran Drazen Petrovic, el Mozart de las canchas de juego. Se cumplen hoy por tanto dos décadas sin el halo genial del quizás mayor talento ofensivo europeo que ha dado este deporte. La historia ya es conocida pero no por ello no ha de ser recordada una vez más. El 6 de Junio de 1993 Drazen jugaba en la localidad polaca de Wroclaw un partido clasificatorio para el Europeo de Alemania de ese mismo año con su selección croata, la misma a la que había llevado al subcampeonato olímpico un año antes en Barcelona (lo cual equivalía casi a ganar el oro, dada la sideral distancia que establecía el llamado Dream Team USA sobre el resto de selecciones) En su línea, el escolta croata alcanzó la treintena de puntos. Sus últimos treinta puntos. Aquella noche Drazen no cogería el avión de vuelta a Croacia con sus compañeros. Aprovechando que disponía de unos días de asueto quiso disfrutarlos en compañía de su romance por aquel entonces, una modelo alemana llamada Klara Szalantzy (actualmente esposa del ex –futbolista Oliver Bierhoff), cuyo nombre quedaría para siempre ligado a la tragedia. Klara y Drazen, acompañados de la jugadora turca Hilal Edebal emprendieron un viaje en automóvil por las carreteras europeas. Pasadas las cinco de la tarde del 7 de Junio circulaban por la autopista de Deggendorf, cerca de Munich. Drazen dormía mientras Klara llevaba el volante. Un camión se cruzó frontalmente en su camino y cambió la historia del baloncesto para siempre. Murió el hombre, nació la leyenda. Tenía 28 años y venía de promediar 22,3 puntos en la mejor liga del baloncesto del mundo vistiendo la camiseta de los New Jersey Nets. Sus números adquieren mayor relevancia cuando se comprueba que eran logrados con un 52% en tiros de campo. Una barbaridad para un base-escolta acostumbrado a jugar (y tirar) lejos del aro. Su 45% en triples, simplemente inhumano. A donde hubiera podido llegar el Petrovic de sus 29, 30, 31 o 32 años, las mejores edades para un baloncestista entra ya en el terreno de la cábala y la conjetura. 


Inevitablemente cada aniversario del blog del Tirador no puede sino ir acompañado de un recuerdo hacia la figura del jugador que como dijo LeBron James preguntado sobre quien había sido el mejor baloncestista europeo de la historia, “nunca tenía miedo”. Brindemos por los genios.    



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