jueves, 21 de febrero de 2013

LA INTELECTUALIDAD TRAICIONERA



“Desde el punto de vista de la forma, el modelo de todas las artes es el del músico. Desde el punto de vista del sentimiento, la profesión de actor” (Oscar Wilde, prefacio de “El retrato de Dorian Gray”)


Levantando goyas... y ampollas.






“Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia”.



 Con estas palabras rompía su silencio Miguel de Unamuno el 12 de Octubre de 1936 ante la sarta de estupideces fascistas que estaba pronunciando el profesor Francisco Maldonado de Guevara en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, “el templo de la inteligencia”, como el propio Unamuno la refirió, provocando las iras del fundador de la Legión Española José Millán-Astray, al punto de que el enfervorizado militar acabó mostrando su más agrio talante dejando para la solemnidad las proclamas definitivas que a día de hoy sirven todavía de definitivo y diminuto (como diminuta es la mentalidad de quienes sostienen estas ideas) glosario sobre el pensamiento de ciertas ideologías patrias sobre nuestro mundo de la cultura. Los “¡muera la cultura!”, “¡muera la inteligencia!”, “¡muera la intelectualidad traidora!”, parecen resonar con la misma viva fuerza siete décadas y media después en cuanto alguno de nuestros hombres de arte o cultura alza la voz contra las injusticia, cada vez mayores, a las que estamos asistiendo sin excepción el común de españoles. Pocos enfrentamientos más antitéticos pudieran producirse en la España de 1936 que el llevado a cabo entre un gigante de nuestro pensamiento a todos los niveles (filosófico, religioso, político, etc) como Unamuno y un monstruo grotesco en todos los sentidos como Millán-Astray, cuyo razonamiento lo comenzaba por la empuñadura de su gatillo.  



Unamuno entre las hienas.





La España de 1936 era una triste sombra gris sumida en una guerra civil del luminoso país que pocas décadas antes había sido. Nuestro país no fue ajeno al culturalmente tumultuoso movimiento de “fin de siecle”, ese mágico periodo entre finales del siglo XIX y comienzos del XX,donde las más excitantes vanguardias artísticas luchaban contra la apolillada y aburrida vida burguesa. Tiempos de simbolismo, modernismo, dadaísmo, ultraísmo, vanguardia y bohemia. La España de Valle-Inclán que era capaz de parir soñadores dionisiacos y eternos como Max Estrella. La misma España que había recibido como auténticos hijos de sus entrañas a radiantes visitantes como Rubén Darío, poeta de la luz, o años más tarde a Vicente Huidobro, “el que trajo las gallinas”, como escribió Cesar González Ruano, el genial periodista de la calle Ríos Rosas. La España de Cansinos Assens, del gigante Juán Ramón (más que un poeta, toda la poesía encerrada en un solo hombre) La España del Gómez de La Serna que daba conferencias a lomos de un elefante. La España de los Machado, el delicado Antonio y su alma lánguida y plácida como los mansos campos de Castilla, y el vitalista Manuel, amigo de las putas, los bares y los alcoholes. La España de Vicente Aleixandre, Nobel y maestro de las nuevas generaciones. Esas nuevas generaciones que encarnaban los jóvenes Lorca, Buñuel y Dali, alegre camarilla unida por el Bartleby español, Pepín Bello. La España del psicalíptico Hoyos y Vinent, o la España parnasiana de Antonio de Zayas. Nombres algunos más ilustres, otros menos, pero todos ellos personajes que configuraban un paisaje cultural puntero en Europa, pese a que, como se vería años más tarde, el país iba camino de acabar en manos de quienes para la cultura importaba tanto como el título de la primera novela de Brett Easton Ellis. Esa España vanguardista, moderna, cosmopolita, cultivada y avanzada, quedará sepultada para siempre bajo el yugo, las flechas y las armas. 




Desde entonces y hasta nuestros días el pensamiento propagandístico de los vencedores tan obsesionado en los "buenos y malos españoles" ha calado generación tras generación. Cierto es que todo aquello parece un mal sueño, pero no es menos cierto que en muchos hogares aún se sigue denigrando de manera cruenta absolutamente todo lo que tenga que ver con nuestra maltratada cultura. Se sigue disparando contra esa "intelectualidad traidora" representada y representante en cualquier arte escénica y cultural, pero con especial inquina hacia un sector de sobra por todos conocidos y posiblemente el que nos resulta más familiar, cercano y accesible, por todo lo que hemos compartido con ellos: los actores. 



Desde el comienzo de los tiempos se ha denigrado la dura y abnegada profesión actoral. Tanto es así que parafraseando a Jorge Luís Borges podríamos hablar de una "historia universal de la infamia" al referirnos al mundo de los escenarios, las tablas y los actores. Todo ello a pesar de que al arte dramático, como todo el mundo debería saber, nace en esa Grecia clásica que sigue siendo en mi opinión paradigma de civilización y cultura. Esa cultura helenista y humanista de la que este mundo ha ido alejándose con fatales consecuencias para embrutecer a un ser humano incapaz de evolucionar todo lo que hubiera debido por potencial. Efectivamente, en términos intelectuales, desde el hombre de la Grecia clásica hasta el hombre del siglo XXI, la evolución es absolutamente nula. Cero. Con el advenimiento del tiránico Imperio Romano comienza literalmente la infamia. Estudiando los textos clásicos y la legislación romana vemos que principalmente hay tres estamentos que, vistos como paradigmas del deshonor, reciben el calificativo de “infames”: los gladiadores, las prostitutas… y los actores. “Infamia was an inescapable consequence for certain professionals, including prostitutes and pimps, entertainers such as actors and dancers, and gladiators” (“Unspeakable Proffesions: Public Perfomance and Prostitution in Ancient Rome”, Catharine Edwards) Con el actor degradado a lo más bajo de la escala social en Roma, la llegada del cristianismo no supuso ningún alivio para la profesión, más bien al contrario. Los textos de los primeros padres de la cristiandad y los diversos concilios suponen ataques sin piedad contra todo lo relacionado con el arte escénico. San Juan Crisóstomo define el teatro como el “templo del Maligno”, y advierte que quienes lo frecuentan lo reconocen como su maestro. En el hispano Concilio de Elvira (cerca de la actual Granada) se establece que si un actor desea recibir el bautismo ha de renunciar a su oficio. Por supuesto, actores ya bautizados fueron excomulgados durante aquellos tiempos de beligerancia eclesiástica (siglos IV y V principalmente) y durante centurias han tenido prohibido el recibir sacramento alguno. Dicen incluso que a la actriz Mercedes Sampedro, fallecida en 1928, le negaron el entierro cristiano. Una de las nietas de Mercedes Sampedro, por cierto, es la conocida actriz sevillana Pilar Bardem, a quien el año pasado las autoridades del PP le retiraron la calle que había en su honor en su ciudad natal para sustituirlo por un mucho más cristiano “Calle Nuestra Señora de Las Mercedes”. 



Por lo tanto los miserables ataques mediáticos producidos desde medios que en su pobreza espiritual son hasta capaces de rastrear en expedientes académicos de alumnos para sacarlos en portadas de sus diarios (medios como La Razón o Intereconomía, auténticos cómplices de todo lo que está pasando en este país con su capacidad para desunir al país y desviar la atención sobre los verdaderos culpables) hacia el gremio actoral no debieran extrañar a nadie. Más bien son una lógica y coherente continuación de la inquisición que en este país ha padecido la profesión desde siglos. Profesión a la que se busca continuamente denigrar con calificativos como “titiriteros” o “payasos” (muy nobles oficios por otro lado, y ambos relacionados con el arte dramático, ya que a pesar de la ignorancia y los rebuznos que estamos escuchando estos días pocas disciplinas más completas y sacrificadas hay que la del arte dramático tanto en lo físico como en lo intelectual) Efectivamente, el actor ha de ser titiritero, ha de ser payaso, clown, malabarista, acróbata, bufón, mago, y mil cosas más a las que sólo se accede desde la vocación y el esfuerzo. La jornada de un joven estudiante de arte dramático, normalmente un chaval de clase media al que le pica el gusanillo del teatro en el instituto, puede discurrir de manera que a las 8 de la mañana esté en mallas haciendo ejercicio, estiramientos, colocación corporal… a la hora siguiente leyendo algún texto de teatro clásico, un poco más tarde tomando apuntes sobre historia del teatro, al rato teniendo que realizar algún ejercicio de improvisación escénica, poco después algún trabajo vocal, algo de canto, alguna clase sobre técnicas de respiración, ejercicios de acrobacia, y acabar la mañana repasando algún texto de un personaje que en breve ha de interpretar. Posiblemente dedique el resto de su jornada a poner copas en algún bar para con ello poder pagarse sus estudios. Todo esto para acabar una carrera de la que sabe que un buen número de practicantes se quedan en el camino y para los que no habrá sido nada más que una excitante aventura de juventud. Ello sabiendo que aunque alcance su sueño de poder vivir de su pasión y su vocación, lo más probable es que lo único que logre sea sobrevivir a base de patearse castings y más castings y conseguir pequeños papeles alimenticios con los que mantener la nevera mínimamente llena. Esta es la realidad del arte dramático, trabajo que engloba disciplinas físicas, intelectuales, musicales, y de todo tipo. Todo ello para escuchar como auténticos iletrados y analfabetos incapaces de escribir dos líneas seguidas con sentido generalizan con su oficio en la mejor tradición de este país, esa que les hemos estado relatando unos párrafos más arriba.   

"Make them laugh" Donald O'Connor. Titiritero multidisciplinar.




Como uno de los ataques más frecuentes desde los medios de comunicación a los que me refiero versan sobre las subvenciones que recibe el cine español, les dejaré un par de datos que ellos nunca querrán arrojar, en su habitual hooliganismo y dobleraserismo. El actual record en una subvención a una película con dinero público en nuestro país lo ostenta la adalid del neo-liberalismo patrio Esperanza Aguirre. En 2008 a través de la Comunidad de Madrid otorgó 15 millones de euros a José Luís Garci para la realización de la película “Sangre de Mayo”, que por cierto recaudó poco más de 700000 euros. Record absoluto, no sólo en cuanto a dinero otorgado, si no posiblemente en cuanto a dinero perdido. Otro dato fascinante y reconocido por el propio presidente de la Academia de Cine Española: las mayores ayudas a nuestro cine fueron durante el mandato del ínclito José María Aznar, otra especie de ídolo, al igual que Aguirre, para las nuevas corrientes neoliberales que tan de moda están en nuestro país. No es de extrañar el doble lenguaje o las dobles actitudes de este tipo de personajes, simplemente recordando que Aznar llegó a definir a la banda terrorista ETA en su momento como “el ejercito de liberación del pueblo vasco”, en uno de los mayores ejercicios de cinismo, hipocresía y manipulación lingüística que podemos recordar en la clase política de nuestro país (y mira que hay casos y ejemplos donde elegir) 



Como digo es comprensible, totalmente comprensible, lleno de lógica y coherencia el ataque por parte de algunos medios a lo sucedido la noche del pasado domingo. Va intrínseco a su miserabilidad. Lo que me preocupa enormemente es ver gentes de ciertos entornos que creía más inquietos culturalmente y más ávidos por pedir a nuestros personajes públicos compromiso, caer en los tópicos sobre la profesión actoral y sobre la actividad artística en general. Sabemos que el mundo de la cultura se ha devaluado en general, que es difícil encontrar fuertes convicciones en defensa de elementos fundamentales y que para mí, personalmente, me han ayudado a forjar mi educación sentimental. El mundo de la música pop, la producción discográfica, la literatura, el cine… todo ello devaluado en este mundo virtual en el que ya no se valora la creación artística… ¿cómo se va a valorar entonces al chaval que comete la locura de dedicarse al mundo del teatro, cuando puede emplearse en cosas más productivas económicamente que a subirse a un escenario a hacer “el payaso”?



Y ahora hablemos de un tema que a mí, personalmente, me da lo que se dice “repelús”. La política. Lo diré una y mil veces. La política no me interesa. Los temas sociales sí. No obstante hablemos de política y de esa dicotomía tan corta de miras y que tanto nos ha empequeñecido a todos: la derecha y la izquierda. Parece preocupar mucho el hecho de que un buen número de artistas e intelectuales españoles ideológicamente se escoren más hacia la izquierda, signifique lo que signifique eso, ya que al menos en España difícilmente hemos visto movimientos izquierdistas de verdad ostentando el poder. Lógicamente también los hay de derechas. Algunos muy respetables, como el desaparecido y admirado Luís Sanchez Pollack, “Tip”, un auténtico genio e ídolo personal de quien esto escribe. Otros, unos plumillas que sólo viven del insulto, como el lamentable Alfonso Ussía. Pero me inquieta que exista esta preocupación sobre la tendencia izquierdista de nuestras gentes de las artes, y por supuesto, que se utilice como arma arrojadiza dentro de la sarta de topicazos cavernarios que desenfundan de inmediato una de las palabras más apolilladas de nuestro hablar: “progre”. Un vocablo tan oxidado como su némesis “facha”. Como ven, apenas hemos evolucionado. No sé si realmente y por lo general nuestros artistas o intelectuales son de izquierdas, no lo tengo tan claro. Si me parece más claro que por lo general es gente inquieta y comprometida socialmente. ¿Por qué? No lo sé, pero quizás tenga que ver el hecho de que estamos hablando de gente que ha orientado su formación, educación y profesión dentro de unos parámetros humanísticos. El actor, el cineasta, el escritor, el escultor, el pintor, el músico… suelen ser por lo general personajes leídos e instruidos. No se trata de ningún tipo de superioridad intelectual (y aprovecho aquí para hacer una digresión; cuando escucho hablar sobre algo tan vago como la “superioridad moral de la izquierda”, pienso que en caso de existir tal superioridad, sólo podría ser comparable al “complejo de inferioridad de la derecha”, siempre tratando de justificarse por todo, asomando quizás cierto sentimiento de culpabilidad por pensamientos tan paleolíticos como prohibir el matrimonio entre personas del mismo sexo o la adopción de niños por parte de parejas homosexuales, por citar dos ejemplos), no es una superioridad intelectual como digo si no simplemente una distinta formación que hace que afrontes la vida con una perspectiva distinta de quien en su corazón alberga sueños materialistas. Quien haya leído a Dostoievski tiene un conocimiento sobre la moral que no posee quien no haya accedido a tal lectura. Quien haya leído a Dickens tiene una visión sobre la sociedad distinta de quien no haya catado su prosa. Quien haya leído a Baudelaire adquiere un sentido sobre nuestros propios infiernos desconocido para quien no se haya atrevido a descender a tales profundidades. Y quien haya leído a ese Unamuno del que comenzábamos hablando en esta entrada, es capaz de hacerse preguntas mucho más profundas que “¿ganará el Madrid en Old Trafford?” Esto no es ningún tipo de superioridad, si no una lógica tan aplastante como la que dicta que quien se levanta cada día a las doce del mediodía y acude a cualquier lugar en transporte público o privado, jamás podrá correr una maratón como quien cada mañana se levanta a las ocho en punto para correr durante una hora o dos. Lo mismo sucede por tanto en los temas de la intelectualidad, sensibilidad y pensamiento.


Gentes de sensibilidad exquisita.


La desproporcionada caza de brujas a la que hemos asistido estos días hacia los actores españoles promovida por esos medios manipuladores (esos que te desmontan la legitimidad de toda una huelga general con un argumento tan “contundente” como un sindicalista tomando una caña) deja en ridículo una vez más a estos intoxicadores mediáticos rebuscando en el pasado de los artistas buscando contradicciones e incoherencias con las que atacarles, y lo que es peor, toma descaradamente el pelo a sus lectores, aunque diría que dichos lectores están encantados de vivir con la venda de talibán en los ojos y siendo incapaces de pensar por ellos mismos. Una de las tretas más absurdas ha sido recurrir al hecho de que Javier Bardem y Penelope Cruz (por cierto, actores que ya hace años ni viven ni trabajan en España) dieron a luz a su hijo en un conocido hospital judío de Los Angeles (recordemos que California es el segundo estado en número de población judía en Estados Unidos por detrás de Nueva York, con lo cual las probabilidades de que acudas a un hospital judío en Los Angeles son tan altas como las de que Mariano Rajoy incumpla una promesa electoral), este hecho, para estos fabricantes de escarnios, es un oprobio debido a que Bardem se ha declarado partidario de la defensa de los derechos del pueblo palestino. Baste con buscar un poco de información sobre el hospital en cuestión, el Cedars Sinai, para ver que no sólo no tiene ningún tipo de implicación política ni sionista, si no que incluso en ocasiones ha destinado médicos de su centro a poblaciones palestinas para ayudar en programas de atención infantil. El ridículo y la desverguenza de periodistas como Francisco Marhuenda (jefe de gabinete de Mariano Rajoy cuando era ministro de Educación) no conoce límites. La poca capacidad de análisis propio de sus lectores parece que tampoco. En 2003 el 91% de los españoles, según las encuestas, nos declaramos contrarios a la invasión de Iraq por parte del ejercito de los Estados Unidos de América presididos por George Bush Jr. ¿Significó eso que ese 91% de españoles debíamos volvernos por ende anti-americanos y dejar de beber Coca-Cola o ver películas de Bruce Willis? Yo mismo me reconozco afín al reconocimiento de los derechos de Palestina como estado, y por otro lado soy capaz de respetar y admirar muchísimas cosas de la cultura y pueblo judíos. ¿Me convierte eso en un falso, un hipócrita o un incoherente? Apelo a la inteligencia del lector y a su criterio propio para dictaminar si un “pro” ha de venir acompañado siempre de un “anti”.



Créanme si les digo que esta entrada, madurada y meditada durante estos días de tiroteo indiscriminado y ataques salvajes hacia nuestro cine y sus artesanos, no pretende ser tanto una defensa del noble oficio actoral como un desesperado y agónico intento de ayudar a acabar de una vez con esa sombra oscura que se abate sobre nuestra intelectualidad desde el día en que un personaje tan oscuro como Millán-Astray decidió calificarla como “traicionera”. Cada cual es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios, y cada uno es libre de utilizar el altavoz que crea conveniente para expresarse. Si algunos de nuestros actores han decidido “socializar” (que no politizar)  la gala de los Goya, como en otras ocasiones han hecho conocidos homólogos suyos en los Oscars (desde Marlon Brando hasta Richard Gere), suyas y sólo suyas son sus razones y sus consecuencias. Libre también es la crítica hacia ellos de quien así lo disponga, como igual de libre es la crítica hacia este pequeño y humilde blog. Simplemente, como en todos los órdenes de la vida, se trata de hacerlo con cierto criterio y no seguir la vieja tradición de la infamia sobre el teatro. La agresividad actual hacia los actores no es nada más que la continuación de una vieja tradición que como habrá podido leer quien haya tenido la paciencia y curiosidad suficiente se remonta a la antigua Roma. No se crean, por tanto, tan originales. Los insultos que hoy día padecen los Willy Toledo o Bardem de turno los padecieron antes que ellos José Sacristán o Fernando Fernán Gómez. El genio Berlanga, recordemos, era para Franco literalmente un “mal español”. El Marhuenda de hoy día no es más que la continuación, disfrazada de periodismo, de esa fúnebre tradición de nuestra España más oscura, rancia y casposa. Tradición que parece perpetuarse ante el aplauso de algunos jóvenes que lejos de saludar el compromiso de los nuestros se apuntan al tiroteo hacia el pianista. La mayoría de los animales al nacer, aún siendo cachorros, sin recibir ningún tipo de enseñanza, tienen desarrollados una serie de instintos que conforman su conducta. Es lo que en biología se conoce como “memoria genética”. Si un gato doméstico recién nacido acude de inmediato a hacer sus necesidades sobre un montón de arena sin necesidad de ordenárselo, es simplemente por que millones de gatos a lo largo de años hicieron lo mismo mucho antes de su nacimiento. De igual modo en este país somos presos de nuestra propia “memoria genética” que influye en nuestro pensamiento y manera de ver las cosas. Cuanto más en los casos de quienes se eduquen en casas en las que constantemente la referencia a artistas e intelectuales se establece en términos del estilo de “vagos”, “chupócteros” y similares, y cuya única lectura permitida sea el As o el Marca. Hablamos entonces de casos prácticamente perdidos, por mucho que con los años estas personas se crean poseedores de un criterio y pensamiento propio. Se engañan a si mismos pues su pensamiento no es más que una herencia recibida (por recurrir a otro término muy de moda hoy en día)  

"El mal español", Caudillo dixit.




La virulencia desencadena estos días hacia los actores pone de manifiesto una vez más el cainismo de un país en grave crisis económica e incapaz de hacer unión ante un presente que no anticipa si no un futuro aún más negro debido a la precariedad laboral que nos dejan las últimas reformas y a la baja calidad de vida que nos ofrecen los recortes sociales. Los actores en el punto de mira como hace unos meses pudieron ser los mineros, los funcionarios, etc…  “Divide et impera”, divide y vencerás, dicen que era uno de los lemas de Julio César para conquistar batallas. Bien lo saben quienes no paran de asfixiarnos ayudados por esos medios de comunicación cómplices que buscan enfrentar a los españoles de continúo para que en ningún momento seamos la masa granítica que acabe con este estado de miseria al que nos han llevado. Tristemente también permite la continuación de un juego equivocado en el que todos estamos cayendo. El de la reivindicación “verdadera” que parecen poseer unos pocos elegidos (curiosamente, los que menos ponen un pie en la calle pero hacen la “revolución” desde el teclado de un ordenador), críticos con todo el que critica, y sinceramente, así no se puede. “La verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero”,  escribió Antonio Machado en su papel de Juan de Mairena. Quedémonos con la verdad y no critiquemos tanto quien la ha dicho. Escuchemos el discurso, abstraigámonos del orador. De lo contrario, y como dice el sabio proverbio oriental, no seremos más que los necios que mientras el sabio señala la luna, se quedan mirando el dedo.

13 comentarios:

  1. @pepekubrick ¿sabes lo que ocurre? que una vez más llevas razón, pero decir eso puede interpretarse con que me alineo con los llamados artistas "progres" y eso tampoco me gusta.

    No sé si lo viste, yo si. Mi paisano Arturo Fernandez en Intereconomía hablando de política. Hay quien dirá que tiene todo el derecho y es cierto, pero yo también tengo el derecho a denunciar que me ofendió profundamente lo que dijo y que me asqueó más aún ver a los palmeros de la citada cadena reirle las gracias...Exáctamente lo mismo que me ocurre cuando en una cadena de "linea editorial" opuesta hacen lo propio con el artisteo afín.

    Personalmente lo de Candela Peña me pareció tan bochornoso como lo de Arturo Fernandez. Discursos tan demagógicos, como lo son acusar a Javier Bardem de ir al Mount Sinai.
    Para denunciar las injusticias sociales no hace falta ser pobre, para apoyar la causa de los Palestinos no hace falta ser anti-semita...y si, se puede denunciar, se debe denunciar, la situación de la sanidad sin caer en la demagogia que al final es lo que han utilizado los contrarios para atacar y al final justificarse.

    un saludo

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  2. No vi lo que dices del chatín, pero curiosamente ayer era su cumpleaños y en "Directo Marca", el programa de Vicente Ortega que suelo escuchar por las mañanas, le llamaron para felicitarle... y en efecto, totalmente ofensivo, literalmente dijo cosas como: "¿crisis?, ¿qué crisis?, pero que bobada es eso, si eso siempre ha habido, si estamos fenomenal, eso son inventos de cuatro que se llevan mal... mira, el otro día estuve en Valencia y se me pasaron todos los males por la calle... ¡unas mujeres estupendas!", una cosa es que tengamos sentido del humor, seamos optimistas, y otra que nos volvamos gilipollas... curiosamente después de escuchar la bobada del chatín de que no hay crisis porque te vas por Valencia y hay unas señoras estupendas, zapeando en el dial escucho una noticia desde la capital levantina, de la Casa de la Caridad de Valencia, denunciando que durante el año pasado atendieron un 44% más de madres con hijos... eso también son señoras de Valencia... una curiosa cara y cruz sobre la realidad escuchada ayer en las ondas en el intervalo de 15 minutos... así estamos.

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  3. La noticia a la que me refiero: http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/02/21/valencia/1361450003_963489.html

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  4. Pues si, más o menos en esa linea fué lo de Intereconomía. Una de las perlas que soltó era que no entendía como las autoridades dejaban manifestarse a gente tan fea, porque nunca había visto tanta gente y tan fea junta ¿? En fín tantos años representando el mismo papel al final pasa factura....lo que me dejó a cuadros fué la camarilla de alrededor riéndole las jilipolleces.

    http://www.youtube.com/watch?v=yhgBi-DVBkI

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  5. Ah, sí, claro, recuerdo eso, porque fue muy comentado... una pena porque la verdad es que el tipo me caía bien y lo he pasado en grande con muchas de sus películas... a mí ese tipo de cine español picaresco, de caraduras y vividores que tan bien representaba en las pelis de los 60 este hombre me gusta mucho, aunque mucha gente lo desprecie... yo es que soy muy de lo nuestro, para esas cosas soy muy españolista, lo admito, aunque mucha gente no lo pueda entender... pero cada uno tiene que escoger su camino y no casarse con nadie... pero coñe, que lo que digo, que una cosa es que vayamos por la vida con el humor por bandera, que me parece cojonudo y saludable, y otra que vivamos de espaldas a la realidad...

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  6. Y si que huele ya la repetición de su papel, en ese sentido no ha sabido evolucionar como otros compañeros suyos de profesión... como el gran José Luis Galiardo, que no paró de mejorar como actor con los años...

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  7. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  8. Hablando de Galiardo, aunque no seguí la gala entera, la verdad (y de lo que vi, no me pareció para montar tanto pollo porque 6 o 7 personas de entre las decenas que participaron soltasen alguna reivindicación... de hecho como verás en mi texto realmente me reservo mi opinión sobre los discursos en sí, lo que incido es en lo injusto de la crítica hacia ellos), una vez más lo que me dio mucha pena es la parte en la que homenajean a los desaparecidos durante el año anterior... ahí ves realmente la cantidad de gente que hay detrás de esto, aparte de los grandes nombres (Galiardo, Sancho Gracia, Leblanc... ) multitud de gente más desconocida y anónima, maquilladores, diseñadores, fotógrafos, etc... hasta tuvieron un recuerdo para la pobrecilla Lina Romay, la musa del tío Jess Franco... que penica me da ver como se nos va esta gente.

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  9. Ese comentario que sale eliminado es el último (el penúltimo contando con éste), sólo que había metido una gamba ortográfica imperdonable que me hizo sangrar los ojos y me lo tuve que cargar, :-D

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  10. A mi Arturo Fernandez no me hace mucha gracia ...en el cine, porque curiósamente en en bis a bis, cuando te lo cruzas por Gijón, si que tiene gracia, por lo menos a mi me la hace. Yo creo que en el fondo su intención es la que comentas, quitar hierro, poner una nota de humor entre tanto catastrofismo pero coño, date cuenta de que lo estás diciendo en Intereconomía y de que te están pinchado por que saben lo que van a conseguir...y el tío lejos de darse cuenta se viene arriba a cada "chiste". Lo dicho fué muy lamentable. A mí me dejó descolocado. Arturo Fernandez es de una familia muy, muy humilde de Gijón. Las pasó putas hasta hacerse un hueco en el cine y teatro, de echo empezó diciendo eso mismo en la entrevista. Hablando de su padre anarquista, del hambre, de la postguerra ....vamos venía a decir que la crisis es dura pero que para duro lo que el pasó de crío y joven...hasta ahí bien, pero luego .....En fin, creo que a la gente de esa edad se les debe un respeto por como lo pasaron y no me gusta juzgarlos a la ligera. Sobrevivir a una guerra, postguerra, dictadura ...tiene guasa, pero hay cosas que no son de recibo.

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  11. Respecto a lo que comentas del cine español. Yo soy un incondicional de Lopez Vazquez. Simplemente genial. Recuerdo que hace años vino a Gijón con una obra de teatro. Le ví en la calle y le saludé. Le dije, "solo quiero estrechar su mano, es un verdadero placer saludarle" No le dí un beso de milagro. Yo no soy muy de autógrafos y tal, pero me hizo especial ilusión poder estrechar la mano de ese señor.
    También me dió mucha pena cuando murió Gracita Morales. Olvidada y al parecer casi en la indigencia...
    De los que tu nombras, me quedo con Leblanc.

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  12. La gente de esa edad se merece todo el respeto y más por todo lo que pasaron y lucharon, no me cabe duda (excepto algún carcamal que queda por ahí, pero bueno, de todo tiene que haber)... yo como te digo soy muy de defender lo nuestro en estas cosas, y en cine pues incondicional como no de López Vazquez y tantos otros... Saza, Gómez Bur, Manuel Alexandre... de Manuel Alexandre, la interpretación que hace en "El año de las luces", de Trueba, ¡madre mía, a la altura de los más grandes!... en fin, nuestro maltratado y desconocido cine español...

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  13. joder Saza, Gomez Bur y Manuel Alexandre ...casi nada. José Isbert, Rafaela Aparicio, Agustín Gonzalez, Landa, Martinez Soria ...y tantos otros de los que no recuerdo el nombre. Están a la altura de los grandes americanos como Walter Matthau o Jack Lemmon.

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