viernes, 4 de julio de 2014

FRANCIA-ALEMANIA



Por parte gala, en la portería Víctor Hugo, guardamallas de amplia trayectoria y recorrido, hábil con los pies y a la hora de de ordenar a la zaga. 

Una zaga en la que el plúmbeo Honore de Balzac, dando bocados de realidad, se convierte en el jefe de la defensa, claro que a su lado el naturalista Emile Zola es igualmente expeditivo y no se anda por las ramas. Ambos conforman una de las mejores parejas de centrales del continente. En los laterales, por la derecha Celine y por la izquierda Paul Eluard, hacen suyas las bandas de manera moderada sin perder el equilibrio. En el centro del campo el inmenso Theophile Gautier, capitán de la escuadra, crea juego de manera generosa para el lucimiento colectivo de sus compañeros, ahí a su lado se manejan Andre Breton, siempre imprevisible en su juego, y Jean Paul Sastre, contrapunto de cordura al genio iluminativo y creacionista de sus compañeros. Los franceses apuestan por un 4-3-3 que culmina con su deslumbrante tripleta atacante compuesta por Baudelaire, Rimbaud y Verlaine, cuyas ráfagas luminosas deslumbran sobre el tapete verde. Gloria a esta selección de cisnes, unicornios y albatros, que en el banquillo guarda otros genios como el resplandor Mallarmé, el juego a contrapelo de Huysmans o Cocteau y su visión de juego, por no hablar del joven talento Boris Vian esperando su oportunidad. Con mano sabia el viejo Rabelois ve reconocida su figura como padre de estos grillos maravillosos siendo el entrenador de la escuadra gala. 

Y enfrente los teutones del ruido y la tormenta. Desprovistos del lirismo y la fantasía de sus rivales, pero poseedores de un juego cerebral y pragmático. Salen al terreno de juego protegiendo la portería con su gigantesco guardameta Arthur Schopenhauer, arquero de gran envergadura que provoca el pavor entre los delanteros rivales. Su pareja de centrales es expeditiva y pragmática a partes iguales. Nietzche, el duro capitán, filosofa con el martillo y hace bueno el dicho “pasa el balón, pero no el jugador”, mientras que a su lado Kant saca el balón con maestría, con ese toque empírico y racional de prusiano viejo. Holderlin maneja la banda diestra con sus cabalgadas románticas, mientras que la siniestra pertenece a un E.T.A. Hoffman cuyo gótico azote castiga al sorprendido rival. Los alemanes se hacen fuertes en el centro del campo. Thomas Mann oye cantos de sirena para vestir otras zamarras, pero de momento dirige la orquesta alemana junto a Hermann Hesse formando ambos un sólido doble pivote donde los haya. Erich Maria Remarque impone su serenidad al lado de los dos mencionados trabajando entre el medio volante y la media punta, mientras que las alas quedan para la creatividad de Heine y Rilke, capaces de intercambiarse de banda ante la sorpresa de rivales y espectadores. Como ven Alemania apuesta por un 4-5-1 donde la vanguardia, la punta de ataque, queda en los pies de la joven promesa Bertold Brecht, contundente y creativo a partes iguales. En el banquillo germano abundan los pensadores de la pelota, Mendelssohn, Hegel, Schelling o Heidegger, junto a jóvenes valores del juego creativo como Heinrich Boll o Gunter Grass. Pero la figura más reconocida internacionalmente en la selección alemana la encontramos en la dirección técnica, donde Johann Wolfgang von Goethe confiere aureola de ilustrismo al recio combinado teutón. No puede haber entrenador más respetado y venerado por todos los que comprenden el arte que encierra este deporte.        


Mann y Hesse, el doble pivote alemán. 







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