miércoles, 29 de junio de 2016

LA PINZA EN LA NARIZ





"The Syrian Elections" (Yasser Abu Hamed)








La vieja expresión de “votar con la pinza en la nariz”, referida habitualmente a ese votante que hace de tripas corazón, o mira para otro lado, a la hora de votar a su opción política, alcanza una nueva dimensión tras las pasadas elecciones en las que la pinza en la nariz no se la ha puesto el habitual votante del PP (el cual, desde luego, tiene mis respetos; es su opción, y punto), sino una nueva clase de votante que ha otorgado su voto a los populares simplemente por miedo, odio, y asco hacia otra opción política e ideológica, y eso es lo grave del asunto. Estos días verán ustedes por las calles de las grandes ciudades esos carteles que anuncian las rebajas en los comercios… yo personalmente estoy asistiendo al bochornoso espectáculo de las rebajas de los principios.     


No se trata del pataleo infantil ante los resultados electorales. Se trata del estupor. Tampoco queremos caer en maniqueísmos y prejuicios, ni reflexionar con el juicio nublado ni la venda en los ojos. Se trata de hablar de lo que hemos visto (aun admitiendo que muchas veces vemos lo que queremos y en lo que no interesa apartamos la vista, por lo que esta reflexión, al fin y al cabo, no deja de ser un análisis absolutamente subjetivo y personal sobre el particular estado de las cosas que nos ha tocado vivir)  


Cuando durante meses asistes al espectáculo de presenciar en la sociedad (en los diferentes estratos que podemos considerar ahora mismo “sociedad”, desde las barras de los bares a los muros de Facebook) el fenómeno “hater” hacía una opción política (Podemos), al más puro estilo futbolero (ya saben, ese madridista que lo único que le importa de verdad es que pierda el Barcelona, para ver la carita que se le queda a Piqué, o viceversa, para ver la carita que se le queda a Ramos), independientemente de cual sea la propia ideología del susodicho (el “hater” de Podemos incluye tanto partidarios de la derecha más recalcitrante como centristas convencidos aunque no moderados, liberales de nuevo y reciente cuño, o defensores de la izquierda “verdadera”), te das cuenta de que el viejo cainismo español está más presente que nunca en un espectro político estrangulado por sí mismo y gracias a esta misma sociedad que, no nos engañemos, prefiere la “comodidad” del bipartidismo. Un bipartidismo que lo único que nos ha traído es el monólogo de la desigualdad, la corrupción, los recortes sociales y la pérdida de derechos laborales.


Hay diversas corrientes filosóficas que mantienen que la libertad no provoca más que infelicidad en los seres humanos. El libre albedrío, la elección de tus propios actos, la capacidad de decidir entre distintas opciones produce la angustiosa inquietud de hacerte preguntas. ¡Cuánto más fácil resulta caminarse en la vida si ya te han señalado el camino por el que has de transitar! Condicionado y determinado desde la cuna. Si ya han decidido por ti que has de ser cristiano, heterosexual y madridista, por ejemplo, ¿para qué plantearte cuál debería ser tu propio camino? Igualmente en el terreno político encontrarnos de repente con distintas bifurcaciones que no sabes a donde pueden conducir provoca ese natural miedo a lo desconocido. Ese melón por abrir de la “nueva política” representado en su mayor medida por Podemos y Ciudadanos seguirá siendo una incógnita. Bien por miedo o bien por desprecio de sus propios simpatizantes (los partidarios de Ciudadanos que han dado la espalda a ese partido para ponerse la pinza en la nariz y votar al PP) no les vamos a dejar crecer. El bipartidismo, que no deja de ser un partido único, sale reforzado de este ejercicio de cinismo que ha supuesto el que el partido político que es noticia un día sí y otro también por escándalos de todo tipo haya subido nada menos que 14 escaños respecto a Diciembre del año pasado. Repito, esto no es pataleo, es estupor.
 

E insisto en que toda esta reflexión surge de la contemplación del retazo humanístico al que he tenido acceso durante este tiempo. El descarado sentimiento “anti” por delante de cualquier aspecto “pro”. Destruir en vez de construir. Y es que no ha bastado con la exhibición de odio hacia Podemos durante estos últimos tiempos, si no que la euforia de los resultados electorales lleva este fenómeno “hater” a niveles mucho más allá. Hablo de quienes han manifestado que han votado a un partido que desprecian (el Partido Popular) pero que buscaban frenar a toda costa (aún a costa de sus principios) el ascenso de Podemos. No han tenido reparos en mostrarse exultantes al grito de “¡Podemos jódete!”, un grito pueril e infantiloide al más puro estilo de “Puto Real Madrid” o “Puta Barça” con el que nos deleitan los mononeuronales hooligans futbolísticos, cada vez más emparentados con el actual “homo politicus” en la presente sociedad española.


Lo que estaba en juego para estos individuos no era el futuro del país. Era ver la carita que se les iba a quedar a Iglesias y Errejón. Y ya que la mezquindad encuentra recursos para justificarse a sí misma y el hombre es un trapecista que sortea el vértigo de sus propias incoherencias aún tendremos que asumir que gracias a su actitud, a su encomiable sacrificio, a su inmolación democrática y a su puñetera pinza en la nariz nos han salvado de un devastador totalitarismo comunista propio de la Unión Soviética de la primera mitad del siglo XX. Sí, amigos, en la España de 2016, ese es uno de los grandes argumentos que se ha vendido en esta espectacular campaña del miedo. La llegada de Podemos al poder sería capaz de transformar nuestro país en apenas unos meses en un país del Este de Europa de hace cien años. Apabullante argumento. Demuestran de este modo los de la pinza en la nariz no sólo una desconfianza total hacia sus conciudadanos, a los que ven como ignorantes borregos dispuestos a caer en las garras de ese sucesor de Hitler y Stalin llamado Pablo Iglesias, sino incluso un desmesurado recelo hacia nuestras instituciones y nuestra democracia. Un error, pues si de algo podemos presumir es precisamente de una democracia consolidada con los suficientes mecanismos de autodefensa para quien quiera echarla abajo. Este país sufrió una dictadura de varias décadas después de una ignominiosa guerra civil en la que muchos españoles que juraron la bandera roja, gualda y morada de la República Española fueron obligados a cambiarla por otra y defenderla con su vida si fuera preciso. Este país asumió una transición (nada modélica, por otro lado, pese a la propaganda existente al respecto, ya que hablamos de casi seis centenares de muertos entre 1971 y 1983 por violencia policial o por atentados y acciones de grupos tanto de extrema derecha como de extrema izquierda) en la que a la fuerza hubo que perdonar todo el daño causado por el franquismo y forzar las heridas a cicatrizarse. Y este país incluso sobrevivió al intento de golpe de estado de otro salvapatrias iluminado. ¿Se cree alguien que un joven profesor universitario iba a ser capaz de acabar con nuestra democracia, en el improbable caso de que ese fuera su deseo? Es tener muy poca fe en nuestro país, pero, sinceramente, no me extraña, cuando se vive poseído por un dogma y una verdad absoluta que afirma que todo lo que tenga que ver mínimamente con la izquierda conduce al totalitarismo y la pobreza.


El voto anti-Podemos de estas elecciones constituye un asombroso episodio jamás visto en la democracia española, ya que ha sido habitual ver en nuestras elecciones el llamado “voto de castigo” con el que muchos ciudadanos se ponían la pinza en la nariz para votar a otro partido corrupto y con siniestros episodios a lo largo de su historia, caso del PSOE, para echar de la Moncloa al gobierno popular del momento. Y de igual manera pero en sentido contrario, muchos electores desencantados con el Partido Popular, les daban su voto para que el PSOE finalizase su ciclo legislador. Pero por primera vez en la historia de nuestra democracia muchos españoles admiten haber votado no para castigar al gobierno vigente, ni siquiera para frenar el posible ascenso de la oposición que corresponda. Por primera vez se vota para atacar a un partido con apenas dos años de existencia y que no ha tenido tiempo aún de demostrar nada ni para lo bueno ni para lo malo. Un demencial voto “preventivo” basado en que Podemos es lo mismo que el estalinismo de la URSS, la Camboya de Pol Pot, el régimen talibán de Afganistán, el estado nuclear de Corea del Norte, y por supuesto y por encima de todo la Venezuela de Chavez y Maduro. Una cacería ideológica sin precedentes fomentada desde medios de comunicación con titulares lo más tendenciosos posibles (uno de los ejemplos más kafkianos, acusar al ayuntamiento de Ada Colau de organizar eventos infantiles en los que se enaltece el terrorismo… porque una banda musical en el tenderete de una plaza se puso a tocar el conocido “Sarri Sarri” de Kortatu), una persecución implacable a todo lo que tenga que ver con Podemos en un impúdico ejercicio de persecución durante las 24 horas del día para que el ciudadano se escandalice porque comen gambas o tienen un Iphone. No exageramos, periódicos como La Razón o el digital OK Diario se han convertido en el particular “timeline” de políticos como Manuela Carmena. Una vergonzosa agenda consistente en seguir a la alcaldesa de la capital de España a todas partes y a todas horas para pillarla en algún desliz. Una especia de Stasi periodística que aun así palidece ante nuestro actual Ministerio del Interior y su persecución ideológica ante todo lo que tenga que ver con el independentismo catalán, como han desvelado las gravísimas grabaciones que han salido a la luz estos días revelando las conversaciones entre el ministro Fernández Díaz y el máximo responsable de la Oficina Antifraude catalana. Y es que aquí no estamos para construir nada por el bien de España, aquí estamos para despellejar al “rival” hasta dejarlo en carne viva y reírnos, una vez más, con la carita que se les ha quedado a Iglesias y a Errejón.   


La demonización hacia Podemos no conoce parangón en la historia de nuestro estado español. No ha habido, ni por lo más remoto, este discurso del miedo ni esta alerta para nuestra democracia siquiera con los distintos partidos extremistas que ha conocido nuestro país , desde Fuerza Nueva hasta Democracia Nacional, y no lo hubo desde luego en su momento cuando la democracia comenzaba a andar tras la dictadura franquista con partidos como la Alianza Popular de Manuel Fraga, cuya herencia con el franquismo estaba fuera de toda duda, comenzando por la figura de su presidente y fundador, el citado Manuel Fraga, quien ocupase distintos cargos durante el franquismo, siendo el más relevante el de Ministro de Información y Turismo, en una época en la que en España se fusilaba en cuanto a las creencias políticas con casos tan sonados como el de Julián Grimau del que Fraga fue parte activa. Tampoco lo hubo con el Partido Comunista de Santiago Carrillo, joven secretario general de las Juventudes Socialistas Unificadas en 1936 y uno de los responsables del traslado de dos mil prisioneros contrarios a la República que acabarían siendo asesinados vilmente en las matanzas de Paracuellos del Jarama. Fraga y Carrillo, máximos exponentes de la fractura de las “dos Españas”, y ambos con las manos manchadas de sangre, no conocieron ni de lejos la demonización actual que sufre un joven profesor universitario sin ningún tipo de bagaje político hasta la fecha y al que lo único de lo que se le puede acusar es de lo que haya dicho en alguna tertulia televisiva. Es decir, la demonización del pensamiento.  Con Fraga y Carrillo se aludió a la madurez del pueblo español, capaz de saber distinguir el contexto que se abría ante España en aquel momento del de la España de la guerra civil. Una madurez que ahora no se nos reconoce. El voto a Podemos llevaba inevitablemente al país al desastre, sin posibilidad de retorno, sin posibilidad de que nuestros mecanismos encontrasen la solución si realmente hubiera llegado el caso de que Pablo Iglesias, una vez instalado en la Moncloa, se hubiera erigido en dictador y expropiase a los españoles, tanto de naturaleza física como jurídica, de todas sus (escasas a día de hoy) posesiones. La no asunción de esa madurez si reconocida en los tiempos en los que políticos totalitarios como Fraga o Iribarne comenzaban a manejarse con sus nuevas carreras dentro de la democracia parece llevar implícito el pensamiento de que los españoles, 30 o 40 años después, nos hemos vuelto tontos. Y en efecto, a tenor de los últimos resultados parece que nos hemos vuelto tontos.


La recompensa que obtenemos gracias a los salvaguardas ideológicos tan atentos a la biografía intelectual de los podemitas  es la más que posible nueva legislatura del gobierno más salpicado por escándalos de corrupción que ha conocido nuestra historia. Insisto en que (no me queda más remedio) he de respetar al votante popular convencido de que el gobierno de Rajoy es lo mejor que le puede pasar a este país, pero mucho más difícil de respetar me resulta quien  con la pinza en la nariz ha dado poder e insuflado vida a un partido corrupto sólo por miedo a la ola que venía detrás. A ese ciudadano me veré obligado a recordarle, cada vez que haya un nuevo desahucio, un nuevo despido sin indemnización, cada vez que se firme un nuevo contrato basura, cada vez que se encarcele a alguien por sacar una pancarta en público, cada vez que estalle un nuevo caso de corrupción en el partido del gobierno, cada vez que Hacienda nos recuerde las decenas de miles de millones de euros que este país pierde en fraude fiscal, cada vez que haya un nuevo desfalco, cada vez que haya un nuevo recorte en nuestra sanidad o educación, cada vez que un joven con un inmaculado expediente académico haga las maletas para buscar un trabajo que no encuentra en casa fuera de nuestras fronteras, o cada vez que nuestro país haga tratos y negocios con estados que no respetan los derechos humanos, me veré a obligarle como digo su esperpéntico número de la pinza en la nariz y la irresponsabilidad en un acto tan trascendente para nuestro futuro como es el de votar en unas elecciones generales. 


Se ha hablado mucho, y con razón, de la falta de autocrítica de la izquierda tras estos resultados electorales. Cabe preguntarse una vez arrojada esa reflexión la autocrítica que pueda hacer un gobierno que se ve respaldado por un número mayor de ciudadanos que hace seis meses, muchos de los cuales no creen en ellos. ¿Qué autocrítica, que capacidad de mejoría podemos esperar de un gobierno avalado por un pueblo que antes que preferir apoyarle, se mueve por el impulso de odiar al conciudadano? 


Se ha hablado mucho, y también con razón, del populismo de la “nueva política” y del populismo de Podemos. Créanme si les digo que en todos los años de mi vida no he visto un mayor caso de populismo político que este infantiloide y trasnochado “¡qué vienen los rojos!” con el que muchos de nuestros ciudadanos se han arrojado a las urnas conscientes de que el hedor de su voto les obligaba a ponerse una pinza en la nariz… 



…pero todo por ver la carita que se les ha quedado a Iglesias y Errejón y echarnos unas risas… 



3 comentarios:

  1. Decirte que la posición de Pabo Iglesias no ha sido la acertada precisamente por todo lo que has comentado tu, Recalcarse en la misma extrema izquierda y masacrando con su diálogo a una derecha que no siquiera quiere su Bandera.¡ pero por favor si es lo que nos represen!Dime cuantas banderas Españolas has visto en sus meetings de campaña.la posición de Pablo Iglesias no ha sido acertada, debería haber apostado por una posición mas centrista, por lo menos a ojos de la gente.Dejando la ideología de Derechas e izquierdas que tan anticuada está y sinceramente a los jóvenes hablando mal nod importa una mierda. Solo queremos alguien que gobierne y que gobierne bien. Decirte que mi voto no ha ido a PP, pero nunca Votaré a un partido que no me gusta como Podemos, y no por miedo, simplemente porque no le gusta él ni muchas cosas que ha dicho sin hablar de algunas propuestas políticas que simplemente parecen humo que se va.Cuando un partido obtiene el doble de votos que podemos, en este caso es el PP, es que Podemos no es una buena alternativa para la mayoría de la gente no te equivoques.Te aseguro que si pablo y sus políticas gustasen , no habría miedo.tu discurso está muy bien como articulo sensacionalista pero desde mi humilde opinión la realidad es otra.

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  2. Decirte que la posición de Pabo Iglesias no ha sido la acertada precisamente por todo lo que has comentado tu, Recalcarse en la misma extrema izquierda y masacrando con su diálogo a una derecha que no siquiera quiere su Bandera.¡ pero por favor si es lo que nos represen!Dime cuantas banderas Españolas has visto en sus meetings de campaña.la posición de Pablo Iglesias no ha sido acertada, debería haber apostado por una posición mas centrista, por lo menos a ojos de la gente.Dejando la ideología de Derechas e izquierdas que tan anticuada está y sinceramente a los jóvenes hablando mal nod importa una mierda. Solo queremos alguien que gobierne y que gobierne bien. Decirte que mi voto no ha ido a PP, pero nunca Votaré a un partido que no me gusta como Podemos, y no por miedo, simplemente porque no le gusta él ni muchas cosas que ha dicho sin hablar de algunas propuestas políticas que simplemente parecen humo que se va.Cuando un partido obtiene el doble de votos que podemos, en este caso es el PP, es que Podemos no es una buena alternativa para la mayoría de la gente no te equivoques.Te aseguro que si pablo y sus políticas gustasen , no habría miedo.tu discurso está muy bien como articulo sensacionalista pero desde mi humilde opinión la realidad es otra.

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  3. El artículo surge de la lectura real de personas que en redes sociales y de un modo público si han dicho literalmente que han votado al PP para frenar el ascenso de Podemos (o de Unidos Podemos en este caso), no quiero extenderme en este asunto y tampoco me gusta citar a terceros y meterlos en estos fregados (aunque como digo son cosas que han escrito de manera pública), pero si estás interesado puedo pasarte algunos ejemplos de personas que admiten haber votado al PP para frenar a Podemos, aún admitiendo que les disgusta el PP. Tal patada a los principios de una parte del electorado es lo que me ha llevado a escribir esta reflexión. Por supuesto que Pablo Iglesias y Podemos deben hacer autocrítica y por supuesto que han hecho muchas cosas mal... pero el problema es que no nos van a gobernar ellos, el problema es quien nos va a gobernar... y me gustaría saber que autocrítica le podemos pedir al único partido que ha mejorado sus resultados desde el 20D... eso es lo grave. Ahora nos toca cargar con la "gracia" de quienes para frenar a "los rojos", le han dado carta blanca al PP para seguir con sus desmanes.

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