sábado, 20 de julio de 2019

LUNÁTICOS










"In starlit nights I saw you, so cruelly you kissed me.
Your lips a magic world, your sky all hung with jewels.
The killing moon will come too soon" 
("The Killing Moon", Echo and The Bunnymen)






Se conmemoran 50 años de la llegada del hombre a la Luna. Hombre blanco, robusto y norteamericano para más señas, superando en la loca carrera espacial a la Unión Soviética de cosmonautas y perritas en sputniks. El gran paso para la historia de la humanidad, el gran hito moderno, y a la vez el gran sacrilegio, la mancilla en el romanticismo y la poesía. Con el pie humano puesto sobre la luna, ¿qué lugar queda para la magia?



Se conmemoran 50 años del alucinante alunizaje de Armstrong y Aldrin, mientras su compañero Collins ejercía de solitario pagafantas espacial confinado al lado oscuro de la Luna. Y precisamente ahora el Gran Mago de nuestro tiempo, Alan Moore, anuncia definitivamente su retirada del mundo de los comics. Una retirada que lleva cinco años cociéndose a fuego lento, desde que en 2014, y posteriormente en 2016, ya sugiriese que no tenía nada más que contar.



50 años de un alunizaje que no está reñido con otra realidad alternativa, con una realidad no real, con la apología de la más pura hiperstición. La realidad de los farsantes, cuentistas, magos y embaucadores que han estado durante siglos visitando la Luna. La realidad, en definitiva, en la que preferimos vivir los poetas. Fue Luciano de Samósata el primer nauta (o al menos así está documentado) que viajó al nocturno satélite. El título de su aventura no puede ser más explícito: “Historia Verdadera”, dejando clara la verdad de su mentira, o la mentira de su verdad, tanto da. Lean lo que el propio autor decía al respecto de su obra: “Me orienté a la ficción, pero mucho más honradamente que mis predecesores, pues al menos diré una verdad al confesar que miento. Y así creo librarme de la acusación del público al reconocer yo mismo que no digo ni una verdad. Escribo, por tanto, sobre cosas que jamás vi, traté o aprendí de otros, que no existen en absoluto ni por principio deben existir. Por ello mis lectores no deben prestarles fe alguna” ¡Qué maravilloso canto a la libertad literaria!


La línea genealógica trazada desde Luciano de Samósata, quien viviera bajo el Imperio Romano en el segundo siglo después de Cristo, hasta el actual Alan Moore, bardo de Northampton, ha sido el justo ejercicio de rebeldía e inconformismo ante el mundo material y verdadero, esto es, el mundo gris y tedioso que ha tratado de imponer, y ha impuesto, la dictadura de la objetividad intentando desproveernos de nuestro rasgo más humano: el de la propia experiencia, es decir, la subjetividad. Volviendo (y siempre hay que volver) a Moore, en su posiblemente obra maestra más rotunda (y tiene unas cuantas), la impresionante “From Hell”, el genio inglés formula una apasionada apología sobre el pensamiento mágico y la imaginación y las virtudes del hemisferio derecho de nuestro cerebro. El hemisferio creativo, rebelde, y emocional. Conecta esta reivindicación con una defensa del poder femenino, de Diana sobre Apolo, y por supuesto de la Luna sobre y el Sol, y con su teoría de que la humanidad en sus principios fue principalmente matriarcal y las primeras deidades fueron féminas hasta que una rebelión masculina decidió cambiar el orden establecido. Teoría que según la antropología tiene todos los visos de ser realidad, ya que se estima que al menos durante los primeros 200000 años del hombre sobre la tierra la divinidad más poderosa y adorada era una diosa madre y no un dios padre. Teorías antropológicas que bien harían en repasar los modernos reaccionarios de hoy día que bajo el dictado de nuevo de la verdad absoluta y objetiva niegan la necesidad de la lucha feminista. No es la única vez que Moore ha manifestado este atávico feminismo antropológico. En el número 40 de la saga de “La Cosa del Pantano”, con el título de “La Maldición”, nos presenta el personaje de una mujer-lobo que bajo el influjo (una vez más) de la Luna encierra en si misma una historia de opresión colectiva liberada a través de la licantropía. Hermoso y salvaje, como toda buena revolución.



Las vanguardias artísticas, y principalmente literarias, del “fin de siecle” que sirve de transición entre los siglos XIX y XX, siguen resultando las más excitantes de la historia de las letras. El simbolismo y el modernismo fueron los movimientos más rebeldes y transgresores posibles, rebelándose contra el nuevo mundo materialista y burgués. Curiosamente el modernismo, como movimiento artístico, fue el gran contrapunto a la modernidad de un mundo que abrazaba la ciencia como una nueva religión sepultando sin piedad el pensamiento mágico. La razón despedazando a la imaginación. Posteriormente sería un hombre de ciencia como Freud quien demostraría las conexiones entre ambos mundos y la importancia de lo onírico, inconsciente y surreal en nuestra manera de percibir el mundo, es decir, en lo que entendemos como “realidad”, concepto que erróneamente nos empeñamos en seguir revistiendo de verdad absoluta y objetiva cuando no se trata de nada más (ni nada menos) que de una percepción individual y subjetiva, una experiencia personal e intransferible que en todo caso puede encontrar rasgos comunes en la colectividad, y así, cuando un grandísimo porcentaje de la población ha percibido un mismo color nos hemos atrevido a ponerle nombres a los colores, o de una manera todavía más osada, cuando hemos comprobado que la mayoría de los seres humanos padecemos ciertas cuítas emocionales (melancolías, tristezas y todo ese etcétera de quejidos anímicos) hemos intentado definir tales sentimientos, buscando apoyo en las palabras que funcionan como muletas de nuestros pensamientos. Pero aun con todo eso no somos realmente capaces de expresar lo que sentimos, ya que alma y verbo no son lo mismo por mucho que se empeñe la Biblia. Freud abriría el camino para posteriores psiconautas de sobra conocidos (Hoffman, Huxley, Leary...), otros valientes lunáticos que han buscado viajar más allá de los límites de su mente gracias a esos regalos de los dioses que son las drogas, llegando donde otro lunático como William Blake sólo pudo llegar con ayuda de su cerebro, que no era poca cosa. Blake, lunático igualmente transgresor y revolucionario y a quien los modernos reaccionarios de hoy día despacharían de manera despectiva como animalista y feminista sin pudor alguno. “Cada cosa existente tiene tanto derecho a la Vida Eterna como Dios, quien es el sirviente del hombre”.


No he venido hasta aquí para clavar impunemente mi pluma en los costados de Armstrong y Aldrin (ni de Collins, ¡pobre Collins y sus solitarias 24 horas en la órbita lunar!), yo de niño, como todos los niños occidentales de finales de los 70, quería ser astronauta y en mi colección de figuras de acción tenía un lugar prominente el mítico madelman con traje espacial y casco inspirado en “2001.Una odisea en el espacio”. Pero luego quise ser mago. Y se trata de volver a esa magia. A esa poesía. Al hemisferio derecho del cerebro. A la Luna. A Selene. A Luciano de Samósata. A Verne. A Melies. A Moore.







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