domingo, 9 de diciembre de 2018

EL ESPEJO




"La muerte de Chatterton" (Henry Wallis, 1856)





Heme aquí, hijo de todas las hienas que reinaron este mundo, catarata de disparates y diálisis de retoños sanguinolientos. Me prometí a mi mismo, pero seamos claros, prometerse a uno mismo es como despellejar la piel de un recién nacido a media noche, o sea, un acto de subversión absurda, un disparate cósmico, una tragedia de andar por casa de esas que tanto me gustan... sigo coleccionando fuegos de artificio para camuflar mi desnudez de primate horrible, de bestia de encías roídas y moral disipada... finalmente lo soluciono todo con unos puntos suspensivos anticipando la tragedia...


...me prometí a mi mismo separar la sangre del alma porque cada vez que entono un “yo” lejos de ser el canto a mí mismo que nos enseñó Walt Whitman es cada vez encerrarse más y más en una burbuja insoportable donde no cabe nadie más, donde sólo entra el odio y demás compañeros de viaje infames...


...heme aquí el hijo de todas las hienas que reinaron este mundo de nuevo en esta sensación apocalíptica de deseo traidor, subido a un tren a punto de descarrilar sin que nadie sea capaz de accionar una misera palanca de freno.


Esa es mi metáfora del Purple Weekend 30 años después (o más bien 29 en honor a la verdad del comienzo de mi relación con este extraño fin de semana que sigue manteniendo un espíritu de militancia que alcanza un nivel más de estado mental que de pertenencia a una tribu o vulgar arribismo), ese vértigo angustioso que no conoce tiempo ni edad ni limitaciones físicas.


Había prometido a mi mismo, había jugado al engaño, hice por levantar una barrera donde no entrara de nuevo el “yo” pese a que ser mod precisamente signifique la reivindicación del individualismo, jugosa paradoja y bendita contradicción para poder amoldarse a gusto sin dejar de quererse a uno mismo... distinto dentro del rebaño... la autoestima del mendigo... mi reino no es de este mundo, etc, y Diógenes en el siglo XXI siendo feliz viviendo en un tonel simplemente con el baño de los rayos de sol.


Pero al final yo soy yo y yo y yo y más yo en ese tren a punto de descarrilar, y soy yo y mis discos de punk-rock (Queens, 1974) y yo y mis partidas de ajedrez y yo y mis estadísticas de baloncesto y yo y mis alucinaciones y sinestesias y jugar a los paraísos perdidos mutilando partes del alma...


Si al fin y al cabo, y créanme que en efecto todo es una cuestión de al fin y al cabo, que viene a ser lo mismo que ponerse una soga al cuello, avejentarse, comer churros envueltos en papel grasiento y leer el periódico con mis gafas de culo de botella... convertirme en ese trasunto de Paco Umbral que siempre soñé/temí/idolatré... ser el señor que desperdicia su vida porque es lo único que puede permitirse desperdiciar... a mí no me hizo falta perder a ningún hijo para entregarme al sonrojo del cataclismo, yo directamente lo maté antes de que naciera, o peor todavía, yo soy ese hijo muerto de fango mortal y rosa...


Hemos tirado la vida tantas veces por la borda, y lo hemos hecho de una manera tan hermosa, que aquel apocalípsis temido, el de hacernos viejos, se ha hecho realidad en forma de parkas y carnets de identidad señalando edades indecentes con sus bordes carcomidos y podridos de farlopa. El chiste. Si el relevo es Alfredo Duro, por Dios, quiero que esa soga que tengo ahora puesta al cuello la aprieten con el mismo deseo que se lo harían a la mezcla perfecta entre Hitler, Stalin, Pol Pot y Ed Gein (o sea, lo que soy)


Estaba pensando (y otra vez mi archienemigo el cerebro de yo mismo, embaucador tramposo que sólo me deja ver la vida con dos ojos, miopes, cansados, gastados y roídos) en ese columpio que ha sido mi vida... esos otoños amarillos de melancolía insoportable y psicodelia en ruínas... abrazos de simbolismo, rumbas de surrealismo, festines acrobáticos con mi corazón en llamas (otro amigo traicionero)... y esos inviernos salvajes (como ven primavera y verano ya en mi vida no existen, dilapidados en el primer piso del centro comercial que es mi vida vendida al diablo) de urgencia, angustia y crudeza. Por utilizar un lenguaje más explicito y dejarme de estos soliloquios de monja atormentada, los aguijones de Baudelaire y los puñetazos de Bret Easton Allis. Todo es lo mismo y conduce al mismo sumidero.


Todo es angustia, urgencia y velocidad. Ray Davies y Pete Shelley. La Mode o La Plata, ¿qué más da el nombre, cuándo de lo que se trata es de morir de las mil mejores maneras posibles de placer y dolor? Todo este buceo del inconsciente al que me entrego se ha basado en esos banquetes de sexo, sudor, muerte, erotismo y poesía. Eros y Thanatos. El psicoánalisis no lo inventó Freud, si no el Marques de Sade. Buscad en los asesinos a los únicos filósofos posibles, amén de los más grandes poetas.


El tren a punto de descarrilar, una tormenta de azotes de semen y sangre y tortura y dolor y nausea y vómito y rebeldía inconsciente y veneno y espanto y delirio y fiebre y felonía.


Porque lo único que importa es lo urgente... oxímoron de juzgado de guardia.



Posdata de colegial enamorado:


    I. se queja de que en mis escritos compulsivos, en mis eyaculaciones de palabras, apenas figura. Se equivoca. Comete el error de tener la mirada explícita sobre la poesía, que es lo mismo que tenerlo sobre la vida. Los versos que le dedico a I. no son palabras, son mi aliento y mi pulso vital que me diferencian del exquisito cadáver que algún día llegaré a ser, esa obra maestra de la muerte y el suicidio a la que aspiro en convertirme alguna luna de estas. La única ventaja que tengo respecto al dolor es que yo ya estuve allí. Mi entrenamiento es doctrina, disciplina, y el único dogma que puedo contemplar desde mi joroba henchida de espantos, esa que me lleva acompañando tantos años como purples weekends...


JRJ y Zenobia en el espejo... el sueño pausado de I.


Nunca pude terminar un texto que no tuviera puntos suspensivos, hoy, día de todos los asesinos melancólicos violadores de ancianas y disecadores de gatos y demás animales domésticos, evidentemente, no iba a ser una excepción...

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