viernes, 11 de septiembre de 2020

DIARIO DEL CORONAVIRUS (XLVII): 11S

 







Otro 11 de Septiembre. 19 años después de aquel 2001 parecía que no íbamos a vivir o ver nada más gordo hasta que llegó la pandemia. Sigo pensando que la actual crisis del coronavirus no encuentra parangón hasta remontarse hasta la II Guerra Mundial en cuanto a crisis global capaz de afectar a todo el globo terráqueo y sentar las bases de un antes y después en la historia de la humanidad, pero la actual histeria con ciertas dosis de, si me permiten decirlo, cuñadismo, sobre el padecimiento actual y recorte de libertades (para que expertos pescadores en ríos revueltos alimenten un escenario dictatorial servido por los gobiernos socialdemocratas de los que nos librarán ellos, los patriotas que pedían prórrogas para librarse de la mili y demonizan a un africano muriéndose de hambre sobre una patera) hace que lleve ya meses recordando como cambió el mundo después del atentado del 11 de Septiembre de 2011 en Nueva York. El altavoz de las redes sociales no estaba tan en boga, pero aún así el debate se puso encima de la mesa. Seguridad o libertad. La casa de las ideas de Marvel después de varios números en los que abordaban el asunto (dejando un histórico Amazing Spiderman #36 con nuestro trepamuros favorito visitando la zona cero del World Trade Center) en 2006 publicó la acertada saga de Civil War en la que ponía encima de la mesa el debate después de que el mundo tuviera que rendirse al Patriot Act de George Bush. No voy a entrar en el análisis de una de las mejores sagas de Marvel (que ya es decir), quien quiera desenroscarse la boina que lea, aunque sea comics de superhéroes porque se puede aprender mucho. Lo que venía a resumir aquella serie era un enfrentamiento entre la postura patriota, republicana liberal del Capitán América frente al estatismo demócrata de Tony Stark, todos estos parámetros dentro de la cultura estadounidense donde evidentemente adjetivos como republicano, liberal, estatista o demócrata no tienen nada que ver con lo que representan en Europa. Lo curioso es que el presunto patriotismo después del 11S de 2001 de George Bush era realmente anti-patriota, anti-americano y anti-constitucionalista.



Porque el mundo cambió mucho desde aquel 11S. Hubo un antes y un después. No tanto como en este pandémico 2020, pero sobre todo, repito, el altavoz de las redes sociales no tenía tanta fuerza. Pero las voces alarmistas también se alzaron, nos recortaban las libertades y se imponía un Nuevo Orden Mundial, sólo que como los tarados que viven empeñados en que hay manos oscuras manejando nuestros designios en la sombra (como si lo que sucede a la luz y taquígrafos no fuera ya suficiéntemente aberrante) están envenenados de odio pues mira, oye, que si ese Nuevo Orden Mundial viene desde la “alt right” de la Casa Blanca bienvenido sea porque lo peor que nos puede pasar es que nos gobiernen los rojos jipiosos buenrollistas que no nos dejan ya ni matar negros o pegar a nuestras mujeres.



Porque el mundo cambió mucho después de aquel 11 de Septiembre. Se cambiaron los protocolos de seguridad, especialmente en los aeropuertos, pero en todo tipo de viajes y en todo tipo de medios de transporte. Aceptamos a partir de entonces que los controles fueran más exhaustivos y que tuviéramos que justificar el simple hecho de subirnos a un avión con un bote de desodorante.



Pero esto acaba resultando anecdótico en comparación a lo que supuso la entrada en vigor del Patriot Act que cambió para siempre cualquier tipo de relación o comercio internacional. La nueva ley promulgada por Bush junior obligaba a cualquier empresa a una justificación de actividad que ríase usted de cualquier estado totalitario o dictadura que se pueda imaginar. La NSA (Agencia de Seguridad Nacional) recibió carta blanca para poder acceder a cualquier tipo de información de cualquier empresa, esto quiere decir carta blanca para escuchas telefónicas, intervenir correos electrónicos, etc... como no podía ser de otro modo, los principales países europeos a rebufo de Estados Unidos también crearon nuevas leyes de seguridad que torpedeaban la privacidad de los ciudadanos y de cualquier persona física o jurídica. A mayor seguridad, menor libertad. Todos pasamos por el aro. Todos los bancos europeos firmaron el FATCA estadounidense que aseguraba que las grandes empresas no hiciesen negocios con estados que apoyaban el terrorismo (a buenas horas... después de haber financiado y entrenado a los muyahidines en Afganistán en los 80 en su guerra contra la Unión Soviética, entre ellos a un tal... Osama Bin Laden), mientras veíamos como con luz y taquígrafos gestoras de San Francisco registraban fondos en Luxemburgo o las Islas Cayman.



Todo cambió después de aquel 11 de Septiembre. Se pescó en río revuelto. Que el altavoz de las redes sociales (donde el panadero de la esquina, que seguro que hace un pan de puta madre pero de ciencia sabe lo justito, afirma que no existe el cambio climático o que la tierra es plana porque lo ha leído en un blog de un charcutero de Filipinas que le resulta mucho más fiable que los informes de la NASA) no tuviera tanto alcance como en 2020 nos dejó vivir en una normalidad que años después resulta del todo lógica. No fue para tanto. Hemos seguido viviendo 19 años más y bien felices.



Es inevitable recordar todo esto el 11 de Septiembre de 2020 cuando vuelven a hablarnos de recortes de libertades y de un Nuevo Orden Mundial. Los mismos que siguen haciendo la vista gorda ante las atrocidades de la luz y taquígrafos y aplauden a Donald Trump como un presunto héroe liberal. En el fondo tienen razón porque se trata de avenir un Nuevo Orden Mundial en el que la ciencia, la razón o el intelecto sean sepultados por la superstición, el sentimiento o la bandera.



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