sábado, 19 de septiembre de 2020

EL CIELO DE LOS LEPROSOS

   




Recogen huesos de miseria, ojos de cadáveres, médulas de espanto.

Recogen lo que sembraron anteriores buscadores de la isla del tesoro.

Recogen ira y decepción, son los sesos calmantes de un mundo que se desmorona, nadie pensó ni acaso en un sueño loco llegar al siglo XXI. Son las cicatrices del alma purgando por nuestros pecados, Nikki y Dave, ya juntos en el cielo de los leprosos.

Nunca muertos en vida, pero vivos en muerte. Se agotaron las melancolías. Ya no quedaba un rasguño donde atizar el alma, ya todos los acordes estaban proscritos. Malditos ellos, maldita su música y el infierno al que nos arrastraron. No hubo elección, quien piense que la hubo es un traidor en estas lides del desarraigo.

Quisiera escribir un poema dedicado a ellos, malditos ellos, tan infectado y enfermo como la vida que es muerte y el dolor que es poesía. Pero no hubo elección. Quien piense que la hubo es un traidor. El dolor ya está en el alma y sólo lo pueden aliviar los panegíricos y la metanfetamina.

Me duelen los huéspedes, hay que abrir las puertas.

Hay que vaciarse de espanto y revestirse de tragedia.



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