sábado, 2 de mayo de 2020

DIARIO DEL CORONAVIRUS (XXXIV): CIUDADANO ABASCAL









Si el caos pandémico ha servido para que, como se suele decir, se les vean las costuras a personajes que más que política representan extravagancia, como son Trump, Bolsonaro o Boris Johnson (¿de verdad hay alguien en este país que les defienda y que siga diciendo que si se presentasen en nuestro país les votarían?), en España tenemos esa parcela bien cubierta con los alegres fachillas de Vox (con lo cual me respondo a mí mismo, sí, Trump, Bolsonaro y Johnson sacarían votos en España, muchos votos de hecho)



La bancada nazional-católica está aprovechando la menor oportunidad que les brinda el foco mediático de la pandemia en clave política para dar el cante como si siguieran por la pradera de San Isidro dedicando coplillas a la bruja mala y rojísima de Carmena. Claro que parece que hay una asignatura del nazional-catolicismo (del catolicismo en general) que se han saltado o han olvidado: el dogma de la infabilidad del Papa.



Si, la Iglesia Católica tiene sus dogmas. Suerte que tenemos los ateos, oigan, que no seguimos dogmas. Pero el señor que libremente escoge unirse a una institución como la Iglesia Católica ha de saber que eso supone aceptar los dogmas que dicha institución impone. Lo contrario “no se vale”, es hacer trampas, y peor todavía, es atentar contra esa propia institución a la que se dice defender (y de hecho se defiende ante los pérfidos rojos comunistas y ateos)



La infalibilidad del Papa está recogida desde el Concilio Vaticano I, en 1870, otorgando a cualquier declaración del Sumo Pontífice rango de verdad y dogma no rebatible por sus fieles. Cuando el Papa habla no da una opinión personal, expresa un dogma para quienes han escogido la religión católica, ya sea que hablemos del alma de los animales o de una renta mínima para los ciudadanos del mundo. ¿Qué es una putada?, pues es fácil. No se hagan católicos.



Las declaraciones de Santiago Abascal reprobando las palabras del Papa Francisco sobre una posible renta mínima vital y refiriéndose a él como “ciudadano Bergoglio” son una ridícula trampa en el solitario por parte del líder de una formación cuya carencia de precisamente sentido del ridículo parece de sobra demostrada. Quiere Abascal hacernos creer que el Papa sólo es Papa cuando a él le interesa, y que cuando su discurso (discurso que no deja de ser en esencia cristiano) entronca con su ideario neoliberal ya no habla en nombre de la Iglesia Católica, si no como un ciudadano cualquiera. Todo ello mientras agita toda su vehemencia en el congreso pidiendo defensa a ultranza de la monarquía borbónica por mucho que la manta de nuestro anterior Jefe de Estado cada vez va dejando al descubierto mayor miseria y corrupción.



No es el ciudadano Bergoglio quien ha reconocido la necesidad de una renta básica mínima vital y universal para cualquier ciudadano del mundo, si no el líder de la Iglesia Católica a la que el señor Abascal dice pertenecer, pero cuyos postulados no defiende ni practica.



Pese a que al actual pontífice se le haya atizado desde el comienzo de su mandato, acusándole de “Papa rojillo”, poco menos que un Satán con sotana (como todo lo que tiene que ver con la izquierda), lo cierto es que su discurso no difiere mucho del tan añorado Juan Pablo II, quien en sus encíclicas dejó claras sus preocupaciones por los abusos del capitalismo y defendió la necesidad del socialismo de estado. En 1981 en su encíclica “Laborem exercens”, Karol Wojtyla escribe literalmente en sus referencias al “empresario indirecto” (en primer lugar, el estado) que está en “la obligación de prestar subsidio a favor de los desocupados, es decir, el deber de otorgar las convenientes subvenciones indispensables para la subsistencia de los trabajadores desocupados y de sus familias es una obligación que brota del principio fundamental del orden moral en este campo, esto es, del principio del uso común de los bienes o, para hablar de manera aún más sencilla, del derecho a la vida y a la subsistencia”.



Desconozo cual era la opinión del ciudadano Abascal sobre las reivindicaciones socialistas de Juan Pablo II, la gigantesca figura bajo la que caminó la Iglesia Católica hace unas décadas. Posiblemente estaría demasiado ocupado pensando como vivir del estado español de las autonomías que tanto interés tiene en demoler y soñando con el día en que llegaría a ingresar sus 80000 euros anuales más dietas que llegó a cobrar por no dar un palo al agua como director general de la Fundación para el Mecenazgo y el Patrimonio Social de la Comunidad de Madrid gracias a otra gran católica como Esperanza Aguirre.










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