viernes, 8 de mayo de 2020

DIARIO DEL CORONAVIRUS (XXXVI): NADA QUE CELEBRAR









Otro de los mantras (ya hemos comentado en alguna ocasión que una crisis también es estupendo caldo de cultivo para mantras inamovibles) más utilizados en estos días de poses adustas es que no hay nada que celebrar. Que los miles de fallecidos por el covid-19 impiden hablar de buenas noticias, de luces al final del túnel, de pequeñas esperanzas… se ha llegado incluso a romper uno de los pocos símbolos de unidad que de manera espontánea había adoptado nuestro país como es el de los aplausos a nuestros sanitarios desde las ventanas a las ocho de la tarde, acusándonos a quienes seguimos fieles a un rito que tiene tanto de emotivo como de anímico de vivir anestesiados, faltos de crítica y como fuera de la realidad.


Contrasta esa defensa a ultranza del luto y el rigor, sobre todo teniendo en cuenta que es la derecha (PP y Vox), una vez más erigiéndose en ejemplo de patriotismo y en lo que significa ser buen español, con las manifestaciones de alegría ante los pequeños o grandes éxitos que desde algunas administraciones no centrales regidas o apoyadas por estas formaciones hemos visto estos días en los medios de comunicación. Especialmente significativo es el caso de Isabel Díaz Ayuso (quien con justicia podríamos decir que se ha convertido en nuestra pequeña y local Donald Trump gracias a ocurrencias tales como lo de “también todos los días hay atropellos”) en la Comunidad de Madrid, a la que hemos visto ausentarse de un consejo de gobierno para atender una entrevista de televisión, llegar dos horas tarde a una videoconferencia de presidentes autonómicos con Pedro Sánchez por fotografiarse sonriente delante de un avión recién aterrizado con material sanitario (posteriormente descubrimos que parte del mismo era defectuoso), defender la comida basura para niños sin recursos (aprovechando para hablar de Venezuela, ¡chupito!) frente a las recomendaciones de médicos, dietistas e incluso la fundación de los hermanos Gasol, expresar su “jartura” por el confinamiento, y como punto culminante, como gran climax, el cierre del hospital de campaña del IFEMA, convertido así en hospital de campaña… electoral. Las imágenes de autoridades y sanitarios apiñados en festiva celebración y sin guardar la mínima distancia de seguridad por el cierre del improvisado hospital, muestra evidente de que la presión sanitaria se había reducido considerablemente, provocaron tal bochorno en la sociedad que ipso facto muchos de los protagonistas (Begoña Villacís, Ignacio Aguado, o el alcalde Martínez Almeida) se apresuraron a pedir disculpas y reconocer el error. No fue el caso de nuestra heroína, quien tardó varios días en tímidamente reconocer el disparate, dejando por el camino, como no, más muestras de su metamorfosis en la Donald Trump castiza. Primero acusó a Podemos, ¡cómo no!, de haber convocado a dos docenas de sanitarios al acto, una acusación tan infundada como estrambótica (¡sanitarios en el cierre de un hospital de campaña, a quién se le ocurre, es mucho más importante que haya centenares de políticos!), y posteriormente dejó otra de sus perlas, de sus highlights pandémicos cuando afirmó que al ser en un espacio abierto no había riesgo de contagio. Amigas feminazis, ya saben, cuando alguien les vuelva con la cantinela del 8M márquense un Ayuso y digan que no pasa nada porque fue al aire libre.


Somos muchos los que defendemos que por muy mal que vengan dadas tenemos que seguir riendo, viviendo, celebrando la vida… lo hemos dicho desde el principio y así lo seguiremos haciendo. Tenemos que llorar a nuestros muertos pero congratularnos de nuestros recuperados. El porcentaje de ciudadanos que ha superado la enfermedad es altísimo, sólo Alemania nos supera en un dato positivo que sin embargo a nadie parece interesar, nadie habla de ello. Igual que nadie reclama, entre tanta exigencia de transparencia y verdad estadística, una rigurosa contextualización demográfica que nos hiciera ver porque nuestro número de fallecidos es tan alto más allá de la evidente mala gestión del gobierno y su falta de reacción hace ya unos meses.


Por supuesto que hay mucho que celebrar, y cada día más. Cada día hay un nuevo motivo de esperanza. Si no fuera así, ¿para qué seguir viviendo?, pero por favor, dejen de pensar que los buenos españoles son sólo los que visten la corbata negra.


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