miércoles, 8 de abril de 2020

DIARIO DEL CORONAVIRUS (XXI): SONRISAS









Ha tenido cierto recorrido una de las últimas columnas de Miquel Giménez para VozPópuli, en la que bajo el título “Nos han robado las lágrimas” con la habitual calidad de su prosa pero (en mi opinión) excesiva dureza, acusaba al gobierno de pretender orquestar una especie de campaña de falso optimismo, como si ese ánimo que nos damos a diario todos los españoles para seguir luchando contra esto falsease la terrible realidad en la que vivimos. Como si fuera una droga que consumimos para evadirnos de la pandemia. Otra vez el “buen rollo” bajo sospecha. Escudriñamos cada gesto de nuestros dirigentes, reprochamos cada buena noticia que nos tratan de inspirar desde los medios de comunicación, maldecimos cada sonrisa porque en efecto no es tiempo para ello.


Dudo que cualquier persona mínimamente cuerda sea ajena al drama que vivimos estos días. Pero creo que precisamente en aras de mantener esa cordura necesitamos la risa. Yo estoy recurriendo al visionado de más comedias que nunca en estas jornadas de confinamiento, ¿me convierte eso en un frívolo, en alguien incapaz de sentir esta tragedia al mismo nivel que adalides del duelo como Giménez? Creo que soy perfectamente consciente de todo lo que está sucediendo, y creo que esa fue una de las razones que me animó a comenzar este diario, a dejar por escrito mis percepciones ante algo que intuí hace unas semanas que desgraciadamente cobraría rango de suceso histórico a uno de los niveles más altos jamás conocidos en el ranking de grandes acontecimientos mundiales. No pasa un solo día ni una sola noche en la que no dé las gracias y valore el hecho de estar bien, de que mi familia esté bien, y de poder seguir trabajando. No pasa ni un solo momento en el que no me acuerde de muchos amigos que no pueden decir lo mismo, y que no acompañe en el sentimiento a todos los que están perdiendo seres queridos de quienes siquiera pueden despedirse en la gran mayoría de los casos. ¿Significa eso que deba renunciar a las armas que precisamente más me han ayudado en los peores momentos de mi vida?, a las sonrisas, a la alegría, a las risas con los amigos aunque ahora sea a través de videollamadas


Una de las ventajas de vivir en un país tan maravilloso como España es la libertad, un valor absolutamente a reivindicar en estos momentos en los que vemos (y así debe ser, enorme error lo contrario) el planeta tierra como un todo, como un mismo edificio en llamas en el que algunas plantas están más arrasadas que otras pero el incendio es general. En este edificio global la libertad no está del mismo modo valorada en unas casas que en otras… hay pisos con excesiva opacidad, falta de transparencia, e incluso abusos de poder sobre los ciudadanos (prácticas a las que ni siquiera en España hemos sido ajenos), en aras de esa libertad desde luego quien necesite el desahogo del llanto por favor, recurra a él, pero dejen igualmente a quien quiere seguir sonriendo pese a todo y contra todo hacerlo sin convertirle en sospechoso de nada, y mucho menos de mal compatriota. Porque en este país esquizofrénico y extremista hemos pasado en menos de lo que se contagia el covid-19 de las fiestas de los balcones y los aplausos, de las palmadas de ánimo, de los gritos de aliento… al rostro circunspecto y a las tensiones mandibulares, a los ceños fruncidos y a la desesperada carrera por ver quien sufre más, quien lo siente más, quien está más preocupado y desenmascara al vecino bufón y despreocupado que sigue aplaudiendo en el balcón como si esas palmas fuesen a obrar un milagro para acabar con la pandemia. Que nadie le robe las lágrimas al señor Giménez, pero por favor, tampoco nos roben a los demás las sonrisas. 


Finalizaba su artículo el periodista recurriendo a la célebre frase de Quevedo que elogiaba al monarca dramático con aquello de “dichoso reino cuyo rey sabe llorar y enternecerse”, pero como bien es sabido el gigantesco literato del Siglo de Oro también sembró con humor gran parte del grueso de su obra con innegable acierto, por lo que yo me permitiré recurrir a los versos del miope y cojo inmortal poeta cuando escribía tanto contra el “filósofo cornudo” que reía lo mismo que contra el “filósofo anegado” que lloraba aquello de “que son las opiniones como zorras, que uno las toma alegres y otro tristes”.



Recuerden que hasta los de Cuba regresaron cantando.




2 comentarios:

  1. Me está encantando esta serie, me parece muy lúcida y equilibrada, en estos tiempos de crispación aportas un enfoque sereno y cercano.
    Saludos desde Vitoria.

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