viernes, 24 de abril de 2020

DIARIO DEL CORONAVIRUS (XXIX): EL OPIO DEL PUEBLO











A vueltas otra vez con el mundo del deporte y especialmente el fútbol. La noticia de la posibilidad del retorno de los futbolistas a su actividad vuelve a poner el balompie en la diana de la opinión pública. El fútbol ahora mismo es secundario. Por supuesto, como lo es el cine, la literatura, o los programas de marujeo estilo “Sálvame” que no han desaparecido de la parrilla imagino que recibiendo sus buenos índices de audiencia. Sí, todo lo que tenga que ver con el ocio es secundario, pero eso no nos convierte a los que abogamos por el regreso del deporte en insolidarios o inconscientes que ponemos nuestra afición por encima de la salud pública, simplemente reinvindicamos la capacidad terapeútica de este particular opio del pueblo. Necesitamos el fútbol. Necesitamos el negocio del deporte, igual que necesitamos que el país vuelva a ponerse en marcha. Poco a poco y con todas las preocupaciones necesarias, pero basta ya de esta paranoia según la cual nada, absolutamente nada puede volver a ser como antes y hay que seguir en confinamiento hasta que estemos 100% seguros de no contagiarnos. Métanse esto en la cabeza: no hay ninguna enfermedad, desde un catarro hasta un cáncer de pulmón, de la que vayamos a estar seguros nunca de no padecerla.Ya lo decían Los Enemigos, la vida mata. De lo que se trataba era de paliar una emergencia sanitaria, una vez que parece (y cruzamos los dedos) que se está consiguiendo, a mí sinceramente me parece que merece la pena arriesgarse a volver a vivir. No hay nada más peligroso que no arriesgarse, dijo una vez Pep Guardiola, uno de los entrenadores que mejor fútbol ha desplegado sobre los terrenos de juego en los últimos tiempos.



Una de las mayores críticas que está recibiendo el posible retorno del fútbol se basa en la posibilidad de que estos profesionales tengan acceso a los tests necesarios que sirvan de garantes de no contagio, es decir, que sean negativos en covid-19, mientras en otros sectores profesionales en primera línea de fuego en la lucha contra la pandemia (principalmente los relacionados con la sanidad) todavía no se dispone de la cantidad de tests necesarios para ese tipo de trabajadores. Esta crítica es perfectamente lógica y entendible, tanto como la medida gubernamental de intervenir laboratorios privados que realicen tests para que sean puestos a disposición del estado. Medida que a decir verdad no tengo ni idea en que punto se encuentra y si realmente se ha llevado a cabo, dentro de este habitual caos legal en el que estamos sumergidos ahora mismo en el que lo anunciado en un momento dado no vale de nada cinco minutos después. Olvídense de socialismos, comunismos, bolivarianismos e intervencionismos de estado. Es una cuestión ética. Cualquier medida que sirva para salvar una vida humana bienvenida sea. Pero eso no es óbice para que tratemos de encontrar el siempre deseable equilibrio entre lo público y lo privado, entre capitalismo y socialismo, entre el individuo y el colectivo. Vamos a ir viendo como el país se va poniendo en marcha, SEAT ya ha anunciado que hará pruebas del coronavirus a los 15000 empleados que tiene en plantilla, la intención de BBVA o Telefónica, y en definitiva todas las grandes empresas de nuestro país, va por el mismo camino. Tests propios, privados, para sus trabajadores. Es lógico, porque España necesita echar a andar de nuevo. El otro escenario es seguir firmando ertes por doquier que a corto plazo que de seguir así se van a transformar en los temibles eres. No es deseable. La duda que tengo es si sobre el trabajador de una cadena de montaje automovilístico va a caer la misma sospecha de insolidaridad y de vivir en un mundo aparte que recae sobre el futbolista. Insisto, todo lo que sirva para salvar vidas bienvenido sea, pero, ¿significa eso que si dentro de un mes, como espero que así sea (y toco madera) puedo viajar a Ponferrada a celebrar el 80 aniversario de mi madre, y en caso de no haber tests servidos por la sanidad pública para toda la población, no puedo acudir a un laboratorio privado, pagar 50 o 100 euros y hacerme un test para saber si puedo contagiar o no a mi madre? Por otro lado observo que uno de los mantras (siempre hay un mantra cuando florece una crisis) habituales estos días para defender los tests balompédicos es que el mundo del fútbol no tiene la culpa de las chapuzas del gobierno que ha tenido que devolver no se que cantidad de tests defectuosos. Bueno, al menos los comprados por el gobierno sabemos que son defectuosos ya que así lo han reconocido, porque no puedo evitar preguntarme, ¿qué garantías tengo de que un test privado es fiable?, ¿acaso no se la pueden colar también a un laboratorio no estatal?, ¿o tenemos tan mala suerte que en un país que no creo que esté precisamente sobrado de tontos, todos han caído en el gobierno?



Pueden llamarme demagogo (Demagogia is my middle name) pero quiero dejarles una muy breve reflexión que escuché hace un par de noches en un espacio radiofónico deportivo. En la recurrente sección de mensajes de los oyentes un policia (es decir, uno de esos profesionales que ni ha cesado su actividad ni está bajo confinamiento) aseguraba que a él no le habían realizado test de covid-19, pese a realizar un trabajo de relativo riesgo ahora mismo al estar en la calle, pero a la vez afirmaba que deseaba que volviera el fútbol por una razón muy comprensible. Por su padre. Anciano y solo en su casa, reciéntemente viudo. Abatido y deprimido y con pocas razones en las cuales encontrar ánimo. Una de ellas sería sin duda alguna el fútbol. Y como él, créanme, cientos de miles de españoles. Que en este país todavía hay varias generaciones, porque este es un país gracias a Dios longevo, con una esperanza de vida muy alta, que no saben lo que es Netflix, ni Amazon, que no tienen contratadas modernas plataformas audiovisuales y que no saben utilizar ni Skype, ni Zoom ni el simple Whatsapp. Esos mayores de los que tanto nos acordamos ahora (y a ver si cuando esto acabe nos seguimos acordando) para los cuales sus únicos divertimentos en la vida ahora mismo podían ser echar la brisca en el Hogar del Pensionista y el fútbol, se ven ahora privados de ese pequeño momento de solaz entretenimiento que suponen los 90 minutos reglamentarios de un partido de balompie. Pero no sólo ellos. Somos muchos quienes de verdad necesitamos el opio del pueblo que es el fútbol, que nos evada, que nos distraiga, que nos acoja en una trinchera en la que no haya políticos tirándose los trastos a la cabeza ni miembros del gobierno o presidentes autonómicos echándose las culpas los unos a los otros. El fútbol como pegamento intergeneracional en familias y pueblos. Merece la pena el esfuerzo.



El deporte, y en concreto en fútbol, siempre ha estado bajo sospecha desde el punto de vista de la intelectualidad más progresista. Pese a que intelectuales (e intelectuales muy de izquierdas) de la talla de Gramsci, Pasolini, Camus, Sabato, Galeano o Vázquez Montalbán siempre defendieron el llamado “deporte rey” precisamente como elemento de lucha de clases, obrero, socialista, se sigue despreciando al futbolista como aquellos reyes medievales hacían con sus bufones de corte. Como si no estuvieran a la altura. La perenne caricatura de un Sergio Ramos.



Una de las más gloriosas definiciones del fútbol nos la regaló el ya citado Antonio Gramsci cuando se refirió a este deporte como el “reino de la libertad humana ejercida al aire libre”. Nunca dejemos de renunciar a esa libertad.










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